El libro de Vargas Llosa es fundamentalmente un libro sobre la adolescencia. Tres años de la vida de unos adolescentes peruanos, tres años y un poco más, que van formando las personas y los personajes, marcando el paso entre su niñez y la edad adulta, entre los chicos que eran y los hombres que llegan a ser.
Casi todos los protagonistas de esta novela son muchachos: los Albertos, los Aranas, los Jaguares, las Teresas; se mueven en un ambiente delimitado, la ciudad de Lima y especialmente el colegio Leoncio Prado, lugar destacado en el cuento, que amplifica los grandes temas de esa edad: la violencia, la amistad y el grupo social, los primeros encuentros con el sexo y el amor… todo visto a través de los ojos inexpertos de los muchachos. Las varias iniciaciones (sexual, militar…) se describen a lo largo del texto y, como es típico de su estructura narrativa, desde varios puntos de vista: cada personaje tiene una experiencia diferente, como diferente es su extracción social, su carácter, su raza. El Leoncio Prado es sin embargo un nivelador social: el rico y el pobre, el costero y el serrano comparten la misma divisa, los mismos deberes, los mismas humillaciones; allí cuenta ser fuerte, o por lo menos saberse defender.
En el Leoncio Prado tres destinos se cruzan, tres destinos con un punto en común (que luego el lector solamente descubrirá ser dos): Alberto, Arana y el Jaguar se encuentran en la misma sección del mismo año, viniendo los tres de familias destrozadas. Los tres han aprendido a convivir y reaccionar a su situación familiar, pero cada uno de una forma distinta, que originarán consecuencias opuestas. Alberto, con un talento por la palabra, se hará hombre a través de un hecho: la acusación de asesinato hacia el Jaguar; la toma de conciencia, el sentido de la responsabilidad serán más fuertes del miedo y del amor. El Jaguar encontrará su madurez a través de dos ejemplos de responsabilidad: la de Alberto y la del teniente Gamboa, que van a cerrar un camino de sensibilización empezado por el rechazo de los cadetes que sentía ser como su verdaderos parientes. El que nunca se hará hombre es Arana, quien, victima inerte de su condición frágil y desdichada, nunca alcanzará a superar sus debilidades y por eso caerá muerto, llegando a obtener tan sólo en ese momento el respeto de los compañeros, cuyo dolor será espontaneo y real.
Claro está que la novela se presta a varios niveles interpretativos: la fragmentación del Perú, la carga de conciencia, la ineptitud de las autoridades y la escasez de verdaderos modelos de honor entre otros; pero no me acuerdo haber leído un libro tan centrado en la adolescencia, esta etapa tan peculiar de la edad del hombre, desde que leí El cazador oculto (The Catcher un the Rye) de Salinger. Quizás sea esta la etapa más delicada y peligrosa que vivimos en nuestras vidas, un puente suspendido que tenemos que cruzar a veces con los ojos cerrados y que sin embargo es tan a menudo olvidada por los adultos.