Todos los fuegos el fuego: una búsqueda de estéticas

Casi siempre es muy difícil al enfrentarse a una compilación de cuentos encontrarles una línea común, una reiteración que unifique los relatos bajo alguna premisa. Por supuesto, esto no tiene que ser así. De hecho, muchas veces –acaso las más de ellas– las compilaciones responden a hechos metaliterarios o simples casualidades. Creo que tal es el caso de Todos los fuegos el fuego. Desde mi perspectiva, finalmente, no hay un mismo puerto donde desembarquen todos los cuentos; cada uno tiene un universo particular que debemos desentrañar como lectores.

Sin embargo, creo que algunos cuentos del libro pueden compartir algunos rasgos en común (no de contenido, pero sí de estética). Así, por ejemplo, La autopista del sur, La isla al mediodía, Instrucciones para John Howell me parece que juegan con el absurdo, pero no en el sentido de Beckett o Ionesco en el teatro, sino simplemente en el sentido de ponernos en situaciones absurdas, irracionales, altamente improbables, inverosímiles… pero, dentro de todo, posibles. En otras palabras, se trata de situaciones que, con su absurdo esencial, nos ponen en los límites de la realidad y de lo creíble; conceptos distintos, dicho sea de paso. No son, tampoco, universos neo-fantásticos, como define Jaime de Alazraki algunos cuentos de Cortázar y Borges; nadie vomita conejos, por ejemplo. Son eventos reales, de personas comunes llevados al límite; increíbles pero posibles (casi al final de estas historias podría ponerse la famosa leyenda “aunque usted no lo crea”). Y creo que la virtud de estas historias es cuestionarnos nuestra propia realidad, que casi siempre damos por sentado que está bien centrada en los límites de lo que consideramos “normal”.

En cuentos como La salud de los enfermos, La señorita Cora (mi favorito después de La autopista al sur, confieso) y El otro cielo más bien parece haber una estética del aburrimiento. Los personajes que allí se nos presentan son mujeres y hombres que parecen tener un aburrimiento existencial, una especie de tedio superpuesto en sus vidas. Así, la madre en La salud de los enfermos se resigna a un aburrimiento que, finalmente, es el aburrimiento que le producen las mentiras que de antemano sabe y que, por tanto, inútilmente urdieron sus familiares. La enfermera Cora, por su parte, encuentra en cierto modo un alivio al aburrimiento de su rutina al cuidar a Pablito, pero finalmente regresa ella a su aburrimiento en un acto más de resignación que de convicción. Y, finalmente, el personaje en quien más se aprecia esta estética del aburrimiento es el narrador de El otro cielo, quien parece más bien entristecerse un poco cuando encuentran al asesino que mantenía a todos en acecho y en constante alerta. No es casualidad, quizás, que cuando todo eso se acaba, se termina por someter definitivamente al aburrimiento que su madre y su novia le proponen. Lo genial de estos cuentos es que, finalmente, la estética del aburrimiento nos mantiene alertas como lectores y con ganas de seguir leyendo.

La isla al mediodía, me parece, puede ser un cuento que engrane estas dos estéticas, pues estamos antes un hombre aburrido cuya vida llega a un destino absurdo que finalmente termina con un hecho completamente improbable que es que justo se estrelle el avión en esa isla que había adoptado como su nuevo hogar.

Hay otros elementos por discutir, por supuesto. El cuento que le da título al libro es de por sí una pieza única, me parece, dentro del libro. Y cada cuento, en general, propone distintas temáticas y formas que componen universos narrativos únicos, como decía al inicio. El encontrar estéticas es casi un ejercicio un poco desesperado por la búsqueda de cierta unidad que no tiene por qué existir, finalmente. Y mejor así, pues la complejidad aumenta.

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3 Responses to Todos los fuegos el fuego: una búsqueda de estéticas

  1. silviabryn says:

    Me parece muy perspicaz tu observación de que “Lo genial de estos cuentos es que, finalmente, la estética del aburrimiento nos mantiene alertas como lectores y con ganas de seguir leyendo”. Allí es donde se ve la grandeza de Cortázar, en su habilidad de hacer extraordinario lo cotidiano y de tener ojo y dar sabor literario de lo que para la mayoría de nosotros es algo común e insípido.

  2. Bruno says:

    Gracias por tu comentario y el halago, Silvia. Sí, tienes mucha razón: la genialidad de Cortázar está en hacer extraordinario lo cotidiano, lo cual a su vez nos interpela a nosotros como lectores y quizás, producto de ello, empecemos también a darle sabor a lo insípido y cotidiano.

  3. Jennifer says:

    Gracias, Bruno, por esta explicación de los “rasgos en común” que exiben estos cuentos. Anadiría también el rasgo de “anticipación”: el embotellamiento, la cama en la clinica, el lecho de muerte, la cueva. Muchos personajes están al borde de una acción difinitiva, pero la trama desarrolla en la pausa que ocurre antes de esta acción.

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