Julio Cortázar es un actor integral en el canon literario de América Latina del siglo XIX. Sus obras, como La noche boca arriba, ejemplifican perfectamente el realismo mágico; él camina maravillosamente la línea entre lo real y lo fantástico para tejer una narrativa completamente cautivadora. A través de la historia, Cortázar cambia entre dos narrativas principales–el del hospital y el de la selva. Cortázar cuenta la historia con una cierta ambigüedad que hace difícil identificar una de las narrativas como la verdadera “realidad” del personaje principal. Cualquiera de los dos podría ser “real” y cualquiera de los dos podría ser un sueño. Esto es lo que me más interesa en esta historia: el concepto de la realidad.
Es la naturaleza humana querer categorizar las cosas. Nuestra comprensión del mundo se basa en la asignación de una categoría a todo de lo que experimentamos. La noche boca arriba, como muchas otras historias fantásticas, es interesante en el sentido de que desafía nuestro deseo innato de etiquetar las cosas como verdaderas o falsas, reales o imaginadas. Es imposible saber cuál de las historias–si cualquiera–es la historia verdadera. Cortázar obliga además a sus lectores a repensar el significado de “real.” ¿Es un sueño real? Incluso si los acontecimientos en un sueño no se produjeron realmente, el acto de soñar es muy real. Además, los científicos neurológicos han demostrado que el cerebro humano no puede inventar cosas que nunca ha visto o experimentado. Por lo tanto, todo y todos que aparecen en el sueño de una persona están arraigados hasta cierto punto en la realidad.