Peru Election 2006

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Fernando Rospigliosi on the International Context of this Election

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El contexto internacional
Fernando Rospigliosi
Peru 21, 9 de abril del 2006

La presión que ejercía EE.UU. en los 90 para que otros países optaran por caminos democráticos ya no es la misma. El autor hace un recuento sobre este cambio y sus riesgos.
Algunas personas creen que lo que está en juego en el Perú son algunos matices, pero que finalmente todos harán, más o menos, lo mismo. Lo que ocurrió con Alberto Fujimori viene a la memoria, sobre todo, de ciertos empresarios, pero también de periodistas, intelectuales y de parte de la población.
Fujimori tenía un discurso populista en la campaña de 1990, a tal punto que izquierdistas y apristas votaron masivamente por él, pero en el poder tuvo una política favorable a la economía de mercado, privatizó empresas públicas y logro la estabilidad monetaria.
Apoyándose en o dominado por- los militares, dio un golpe en 1992, disolvió el Congreso y se hizo de todo el poder. Pero luego convocó elecciones y tuvo que tolerar a los disidentes, los críticos y alguna prensa independiente.
En suma, algunos creen -o se entusiasman- con la idea de que el outsider de turno seguirá un camino similar. Se equivocan completamente. El de ahora es distinto al de 1990 y la situación internacional que se vivía hace tres lustros era muy diferente.
DERRUMBE DEL COMUNISMO. Entre 1989 y 1991, en un par de años, el comunismo se vino abajo abruptamente. En 1989 cayó el muro de Berlín y los países satélites de Europa Oriental empezaron a caer, uno tras otro, como fichas de dominó. O, para decirlo de otra manera, se empezaron a independizar del férreo yugo soviético que los había atenazado desde 1945.
En 1991 se produjo el intento de golpe de comunistas y militares contra Mijail Gorbachov en la URSS. El resultado del fracaso del golpe fue la desintegración de la Unión Soviética y el ascenso al poder de Boris Yeltsin en la nueva Rusia.
El poder de la antigua URSS quedó hecho añicos. Dejó de ser una referencia para una parte del mundo y se esfumó la posibilidad de apoyarse en esa potencia para enfrentarse a los Estados Unidos y Occidente.
En suma, a principios de los años 90 no existían posibilidades para gobiernos como el del general Juan Velasco Alvarado (1968-1975), que podían desafiar a los EE.UU. y apoyarse en la URSS y los países de su órbita, así como en la organización de los tercermundistas.
HEGEMONÍA de NORTEAMÉRICA. Otro cambio importante, que se produjo en la década de 1980, fue que los EE.UU. prohibieron los golpes militares en América Latina y apoyaron enérgicamente la instalación de gobiernos democráticos en el continente.
En décadas pasadas, los EE.UU. habían alentado o tolerado dictaduras militares de derecha que frenaran el avance de su enemigo principal, el comunismo. Pero en los 80, con el comunismo en retroceso, su política cambió. Por alguna razón entendieron que era mejor para sus intereses el respaldo a la democracia.
En diciembre de 1989 intervinieron militarmente Panamá, derrocaron a Manuel Antonio Noriega y se lo llevaron preso a EE.UU. Noriega había desoído las numerosas señales y advertencias que le hicieron para que abandonara el poder y permitiera la instalación de la democracia en el Istmo.
Con la instalación de un gobierno democrático en Chile, en marzo de 1990, se cerró un largo ciclo de dictaduras institucionales de las fuerzas armadas en América Latina, iniciado precisamente en el Perú en junio de 1962.
En síntesis, la política norteamericana cambió y los EE.UU. respaldaron firmemente la democracia, prohibiendo los golpes militares en América Latina. Y el poder de los EE.UU. aumentó enormemente al derrumbarse la otra gran superpotencia.
Nadie podía desafiar abiertamente a los EE.UU. al iniciarse la década de 1990. Saddam Hussein lo intentó en 1990 invadiendo Kuwait y a principios de 1991 lo desalojaron en pocos días.
En América Latina era imposible que un militar asaltara el poder a la manera tradicional, rompiendo con los tanques las rejas del palacio presidencial y sentándose en el sillón presidencial. Si eso hubiera llegado a ocurrir, su gobierno hubiera caído en pocos días o semanas. Asfixiado económicamente por el FMI, BM, BID, bloqueado comercialmente, sin nadie a quien recurrir en el ámbito internacional, se hubiera derrumbado rápidamente.
Varios nuevos gobiernos democráticos latinoamericanos, cuyos países acababan de salir de largas dictaduras, estaban realmente comprometidos con la democracia y se sumaban rápidamente a la presión norteamericana para impedir la instalación de nuevas dictaduras.
Ese ambiente ya no existe en el 2006.
EL CAMINO DE FUJIMORI. El contexto de 1990 fue decisivo para enrumbar a Fujimori por el camino de una economía de mercado, abandonando rápidamente el discurso populista con el que ganó las elecciones.
Asesorado por Vladimiro Montesinos y apoyándose en los militares, Fujimori trató de poner en práctica el Plan del Golpe elaborado por un grupo de generales a fines de la década anterior. Ellos se equivocaban en la apreciación que tenían del comportamiento de los EE.UU. Estaban convencidos de que si actuaban como una tradicional dictadura de derecha, los norteamericanos no los objetarían.
No fue así. El 5 de abril de 1992 hicieron lo que siempre hacían los militares cuando tomaban el poder: cerrar el Congreso y poner tanques en la puerta, asaltar los medios de comunicación, meter presos a opositores y periodistas. Ese mismo día llegó al Perú, por otras razones, Bernard Aronson, subsecretario de Estado norteamericano para el hemisferio y habló fuerte y claro.
Fujimori y Montesinos empezaron a darse cuenta de que algo no cuadraba con sus previsiones. Liberaron a los presos, retiraron los tanques, dejaron de ejercer la censura en los medios.
Es verdad también que la oposición al golpe fue débil y el respaldo amplio, y que en realidad no necesitaban ni los tanques en la calle ni los censores en las redacciones. Pero si los hubieran mantenido, no hubiera pasado nada internamente. No hubieran tenido que pagar ningún costo.
El precio que tenían que pagar no era interno sino externo. Y retrocedieron.
Pero el repliegue mayor vino después. Cuando dieron el golpe, disolvieron el Congreso y otras instituciones, y asaltaron el Poder Judicial, no tenían entre sus planes el convocar a nuevas elecciones. En mayo de 1992 tuvieron que ceder en la OEA y aceptaron convocar comicios para elegir un nuevo Congreso. A principios de 1993 tuvieron que realizar elecciones municipales en todo el país.
En suma, aunque no estaba en sus planes, a Fujimori, Montesinos y los militares no les quedó más remedio que mantener una democracia formal, con oposición en el Congreso, con partidos reconocidos y con una prensa independiente.
Es verdad que desde el comienzo manipularon las elecciones e hicieron fraude, que compraron muchos medios de comunicación, que corrompieron las instituciones. Pero tenían límites.
Uno muy claro era la prensa. Por ejemplo, en momentos difíciles, en un discurso pronunciado en la ceremonia del 4 de julio en la residencia norteamericana, el embajador Dennis Jett les dijo a los asistentes, entre los cuales estaba la cúpula militar y política del gobierno: no toquen a los periodistas.
2006. Hoy día el mundo es distinto. Desde el 11 de setiembre de 2001 y, sobre todo, desde la intervención en Afganistán e Irak, los EE.UU. se ocupan menos de América Latina. Europa se interesa más por los países ex comunistas, por África de donde provienen los miles de inmigrantes y por el terrorismo islámico.
Han surgido nuevos desafíos para los EE.UU., que ya no pueden hacer todo lo que podían hace tres lustros.
Y en América Latina está Hugo Chávez, un dictadorzuelo megalómano que, a diferencia de sus antecesores, posee una inagotable fortuna petrolera que derrocha a manos llenas para satisfacer su delirio de poder.
Chávez reta todos los días a los EE.UU., asociado con el más longevo tirano del mundo, Fidel Castro. E intenta expandir su influencia en el continente disparando cañonazos de dólares a diestra y siniestra.
Gobiernos populistas en América Latina, aunque moderados, no le hacen ascos a los billetes de Chávez.
En la OEA, Chávez controla muchos votos de pequeñísimos países caribeños a los que les vende petróleo subsidiado.
En su país, el extravagante dictador ha arrasado con la democracia. Controla directamente todos los poderes del Estado, incluído el 100% del Congreso, ha politizado y corrompido el Ejército, ha creado fuerzas paramilitares para amedrentar y aterrorizar a los opositores, persigue cada vez con más saña a los periodistas independientes y críticos, y está empobreciendo el país.
Todo eso a la vista y paciencia del resto del continente.
EL DÍA DESPUÉS. En este contexto, si hay gente que cree que un amigo e imitador de Chávez no se comportará como Chávez, está radicalmente equivocado. Sí lo hará. Peor todavía, puede hacerlo, y no le va a pasar nada.
La economía peruana marcha bien, las arcas fiscales están llenas. Si un irresponsable gana las elecciones, puede repartir regalos durante un tiempo. Las masas agradecidas, azuzadas contra los odiados políticos, apoyarán la clausura del Congreso, la intervención del corrupto Poder Judicial y la instauración de un gobierno autoritario.
La xenofobia y el nacionalismo serán pan de todos los días. Un par de gestos en ese terreno servirá para galvanizar los sentimientos del pueblo.
El Ejército se verá reivindicado y sus altos mandos disfrutarán de las siempre rentables compras de armas. Por supuesto, los que no estén de acuerdo, serán barridos y motejados de montesinistas y agentes del imperialismo.
No nos equivoquemos. Hoy día hay mucho en juego.

Written by Michael Ha

April 9th, 2006 at 6:00 am

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