Peru Election 2006

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Mirko Lauer: Claves para entender al Alan García político

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Claves para entender al AGP político
La República, 25 de junio del 2006. Por Mirko Lauer.

•Lázaro pragmático. A pesar de que desde su vuelta al Perú en el 2001 no ha expresado una sola frase de rencor, es evidente que Alan García mira la realidad también a través de sus años de persecución, ostracismo, repudio público expresado en las encuestas, permanentes campañas en contra desde casi todos los medios, y varios políticos dedicados a denostarlo a tiempo completo.
Buena parte de su actividad en los pasados cinco años ha estado dedicada a remontar esta situación. Pues si bien su paso a la segunda vuelta en el 2001 fue un importante alivio, la resistencia a votar por él (que ha bordeado un 72% de voto negativo) se mantuvo hasta la llegada del chavista Ollanta Humala al primer puesto del ranking electoral. Fue el miedo al etnocacerista Humala lo que terminó de legitimar a García.
Reaccionar con furia a ese decenio de exclusión de la vida política peruana ha sido un lujo que García no se pudo dar. Al extremo de que siempre se mantuvo cuidadosamente ubicado en algo parecido a una equidistancia entre los partidos democráticos y el fujimorismo que mandó asaltar su casa, y probablemente asesinarlo, en la noche del autogolpe de Estado de 1992.
• Cauteloso en economía. Durante un tiempo García temió que la furia de la banca internacional por su política de no pago de la deuda externa peruana 1985-1990, y por extensión la latinoamericana, se eternizara como una secuencia de vetos políticos desde Wall Street. Los bancos de fuera demostraron ser más pragmáticos que eso, y cuando García llegó a la segunda vuelta del 2001 hasta le organizaron una teleconferencia para informarse de sus opiniones.
La pregunta ¿ha cambiado realmente Alan García? referida sobre todo a lo económico ha perseguido al político aprista desde mediados de los años 90, y en muchos círculos influyentes no ha perdido nada de su vigencia. Las referencias de García a temas económicos efectivamente empezaron a cambiar en algún punto de su estancia en París de los años 90.
Aunque para los más recalcitrantes la duda ya no es frente al cambio declarado, sino respecto de la sinceridad del personaje. De modo que existe algo así como lo contrario de una aureola que circunda al nuevo presidente, invitándolo permanentemente a una hipoteca con la derecha financiera: todo acto que contradiga esos intereses podrá ser denunciado como que García “no ha cambiado”.
• Aprista al 100%. Las grandes movidas de García en el pasado han correspondido a un político cosmopolita, pero sus reflejos más pegados al hueso siempre han sido los de un aprista de segunda generación, hijo de un fundador del partido y militante desde la temprana juventud. Con 80 años de existencia el Apra, políticamente endogámica y con una psicología de catacumba, es un juego de códigos algo más complicado que una social-democracia aclimatada.
Esto es lo que va a contrapesar en todo momento su deseo, que muy probablemente cumpla, de hacer un segundo gobierno con espacio en el poder para otras posiciones políticas (lo que fue la consigna de su presidencia en 1985: “Un presidente para todos los peruanos”). Esta amplitud de criterio se verá puesta a prueba si llegan las crisis, y el Apra tiene que volver a ser un refugio político.
Ser el máximo dirigente aprista también significa manejar a la vez espacios nacionales en el Ejecutivo y el Legislativo, espacios regionales y municipales, y la vida interior de una agrupación con casi 400,000 afiliados. En esto García por definición tiene una mirada única sobre el país.
• Casi social-demócrata. Aunque García es reconocido como uno de los líderes de la social-democracia latinoamericana, la implantación del partido aprista en la Internacional socialista siempre ha sido heterodoxa, por no decir marginal. Por decenios el Apra se mantuvo como observadora, y aun después de su ingreso pleno no ha llegado a adecuarse del todo a los usos y costumbres de la IS.
Sin embargo la IS en su rama francesa es el principal horizonte global de referencia para García, quien es un impecable francófono que no se maneja en inglés. Esto significa compartir el concho de resistencia europea a las formas yanquis de la globalización, un progresismo en torno de lo estatal como mediador social, una relación de aproximación-competencia con la izquierda.
Esta filiación lo ubica de lleno en la órbita de los gobiernos de izquierda democrática en esta hora, y es una de las bases ideológicas de haber elegido a Chile como su segundo destino (luego de Brasil) como presidente electo. Porque además hay un diálogo partidario histórico entre los dos países, que se remonta a los años 30.
• Zoon politikon. García es un apasionado del discurso político, y a la vez un político de gestos, que siente cierta indiferencia frente al discurso predominantemente económico que marcó a los años 90, y que contiene el repertorio de mandamientos neoliberales que siempre han servido para criticarlo. Su imaginería oratoria tiene que ver sobre todo con masas en movimiento, corrientes de opinión, la acción de ideas-fuerza en la historia.
Esta pasión por el pueblo en marcha también se da en la política internacional. Si bien en estos días García promueve con intensidad las bondades del comercio, como acaba de hacerlo en su visita a Santiago, siempre el objetivo implícito es la integración latinoamericana preconizada por Víctor Raúl Haya de la Torre en el programa original del Apra, una idea-fuerza que va al choque con el hegemonismo de Hugo Chávez.
García ha puesto la relación con Chile sobre el carril de una intensa competencia comercial, pero luego en sus declaraciones esto termina siendo poco más que un instrumento para el acrecentamiento de la amistad entre los países: la política al timón. Casi podría decirse que hay una confianza en que la coincidencia ideológica puede hacer las tareas de la diplomacia.
• Head hunter. El presidente electo se ha pasado la mayor parte de su carrera política buscando establecer un balance entre los círculos apristas que lo rodean y los talentos disponibles entre el resto del país. Esto ha significado una perenne cacería de colaboradores, más intensa que nunca en estos días. El nombre de este juego es romper un aislamiento del Apra que viene de muy atrás y que se renovó con la crisis de su gobierno post-1967.
Esto lo ha vuelto un permanente evaluador de personas, y en ello además un conciliador: la gente que necesita a menudo parece estar inaccesible, del otro lado de una valla imperceptible. En estos días la búsqueda es de tecnócratas independientes que amplíen la base consensual de su nuevo gobierno. Pero necesitado y dispuesto como está, García es un reclutador exigente, sobre todo en el terreno de la química personal.
Similar patrón han seguido sus relaciones internacionales. García cultiva amistades largas, por lo general siguiendo la línea de las coincidencias ideológicas. El contacto personal con figuras intelectuales de primera fila siempre le resulta irresistible, un hábito nacido al lado de los maestros franceses de su juventud (Alain Touraine, Francois Bourricaud).
• Abogado, no ingeniero. El presidente electo no comparte la pasión por la inauguración de obras públicas que caracterizó a varios de sus antecesores, comenzando por Fernando Belaunde. Se mueve con mucha mayor comodidad en lo que podría llamarse los cambios en la superestructura: leyes, normas, relaciones sociales, nuevos principios, tecnologías de punta.
Sus libros (publica más de uno por año) son una expresión de esto: guías para la acción en el campo de las ideas, y en consecuencia a menudo criticados por lo que se percibe como algo de déficit tecnocrático. La única obra civil que quiso hacer realmente suya –un tren eléctrico para Lima– no pudo ser concluida en su primer mandato.
Pero si el éxito práctico lo entusiasma, tiende a entenderlo como producto de la aplicación de principios políticos adecuados a la circunstancia. Esto se transparentó hace un par de años en los elogiosos comentarios al éxito de China, luego de una gira por ese país, y está presente en sus actuales elogios a Chile bajo la Concertación.
• Competidor no tan furtivo. García es un político profundamente competitivo. Comenzó siéndolo en el círculo de su generación (nació en 1949), trasladó el impulso al partido, y no ha dejado de competir desde entonces. Este es el límite de su pragmatismo, pues parece dispuesto a sacrificar un logro concreto por un triunfo deportivo.
Este uno de los elementos que lo vuelven un virtuoso de la pugna electoral. La competencia económica con Chile, por ejemplo, es una idea que le viene fácil al político García, quien rara vez ha rehuido un desafío. El otro lado de esto es que García tolera mal a los pares generacionales que podrían hacerle efectiva competencia.
En términos generales el presidente electo prefiere manejarse en pequeños grupos de confianza política que en equipos profesionales abiertos. Podría decirse que él y su Canciller designado, embajador José Antonio García Belaunde, forman uno de esos grupos, una suerte de tándem de mutua confianza.

Written by Michael Ha

June 25th, 2006 at 12:11 pm

Posted in Political Parties

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