Al momento de rodar Elvis Fun in Acapulco (traducida al español como El ídolo de Acapulco), la situación del cantante y actor no era la mejor en México. En 1963 Elvis Presley estaba lejos de ser considerado “el ídolo de Acapulco” y su figura era cuestionada abiertamente en el país. Esta situación se remonta hacia mediados de los años cincuenta cuando un político mexicano había querido contratar a Presley para una fiesta privada de su hija adolescente enviándole un cheque en blanco para que pusiera allí el precio que quisiera por su actuación. Aparentemente la respuesta de Elvis fue devolver aquel cheque y para 1957 un periodista de farándula del diario Excélsior recoge las siguientes declaraciones del cantante: “preferiría besar tres mujeres negras antes que una mexicana” seguida de las declaraciones de una chica mexicana afirmando: “preferiría besar tres perros antes que un Elvis Presley”.
Estas declaraciones sin fundamento realizadas por los propagandistas de la farándula y motivadas por el político mexicano empezaron a ser tomadas en serio por los medios, quienes llamaron a boicotear al artista, quien fue tildado de indecente, homosexual, e incluso se llegaron a quemar sus discos públicamente. Esto llevo a que el cantante al enterarse de la difamación intentara limpiar su nombre de alguna forma, hasta cierto punto, su papel como figura central de la cultura popular norteamericana y su repercusión en México requerían acciones, por parte del artista y sus representantes. Las películas Flaming Star (1960), Fun in Acapulco (1963) y Stay Away Joe (1968), pertenecen a este intento de aproximar a Elvis a la cultura mexicana.
Paradójicamente Fun in Acapulco, la película correspondiente a este post, no fue rodada en México, sino en estudios de Hollywood y en las playas de Santa Bárbara ya que al cantante se le había negado la entrada al país considerado como “persona no grata” (Hay sin embargo quien afirma que estuvo en Acapulco por un corto periodo de tiempo entre Diciembre de 1962 y Enero de 1963 recorriendo las locaciones junto a un fotógrafo), siendo sólo el equipo de técnicos quienes realizaron las tomas de exteriores. La película al igual que sus discos quedaron vetados en México hasta 1971, ya saben, por eso de que vandalismo, degeneración moral y rock and roll van de la mano según “La Liga de la Decencia”. Sí, ese era el nombre de una organización religiosa mexicana de la época con el suficiente poder como para censurar películas en el momento.
Como podemos ver, las cosas pintaban mal para Elvis en México. Y la circulación de la película fue casi nula en territorio mexicano quienes en su mayoría no lo escucharon cantar “viva el vino, viva el dinero, viva el amor” prefiriendo la cerveza al tequila en una reproducción de cantina mexicana mientras intenta cortejar a la torera Dolores (y luego a Margarita). La película no escatima en recurrir al “color local” a cada momento para dar la impresión al espectador de seguir al ídolo en una experiencia auténticamente mexicana, mariachis, sombreros, guitarras, tequila, desfiles con tambores, clavadistas, enchiladas, llegando a su momento culminante con Elvis cantando “¡Guadalajara Guadalajara!” “ay mis hermanos mexicanos” en un despliegue coreográfico propio de una producción hollywoodense del estilo (como ya hemos visto en Fliying down to Rio y Down the argentine way).
El amor, la amistad, la música, el sol, la playa y la bebida construyen este Acapulco turístico, que desde mi punto de vista puede ser leído como una continuidad de la representación de América Latina como un lugar de diversión y pasatiempo desde Hollywood, con el añadido de que nos encontramos ante la idea de percibir un lugar turístico famoso en el momento, promocionado por una figura aún más famosa de la cultura popular. Las relaciones entre turismo y cine están abiertas. ¿Y Elvis? Bueno, la situación de Elvis, la película y México nos da material para pensar en las relaciones entre cultura popular, censura y nación en el momento de rodaje de la película.