Sobre la moral en Sicario

 

Podemos calificar a Sicario como un thriller de frontera, al desarrollarse en Ciudad Juárez y ya que durante toda la película se transmite una sensación de incertidumbre sobre los motivos de las acciones o el lugar que cada personaje tiene dentro de la narrativa, especialmente entre el personaje de Alejandro, que sólo hacia el final conocemos que se trata de un sicario contratado por la CIA con libertad para matar siempre y cuando beneficie a los intereses de la agencia, y Kate, la agente del FBI que se ve obligada a trabajar con la CIA y la DEA en la ciudad.

Es relevante señalar en Sicario que trabaja sobre una problemática de la moral, es decir, sobre la distinción social e históricamente construida que establece los lineamientos acerca de lo que está bien y mal. Podemos afirmar que hasta cierto punto cruzar la frontera significa para el personaje de Kate, el inicio de una serie de rupturas morales. Por ejemplo, luego de las muertes que se dan en autopista al inicio de la película en manos de los agentes, que es una especie de graduación de fuego para Kate, mencionará: “somos agentes, no soldados”. Como queriendo establecer así un cierto código moral de acción, un procedimiento que limite la violencia indiscriminada y que separe a los oficiales de la ley, de los criminales. El desarrollo de la película intenta demostrar lo contrario de forma reiterada, los carteles del narcotráfico y las agencias gubernamentales funcionan en Juarez de una forma distinta a la que piensa Kate, cercana a la de una zona de guerra donde la moral ha sido eliminada.

Es aquí donde el personaje de Alejandro contrasta de forma notable con ella, su posición está más allá de lo que pueda ser considerado bueno o malo y su única valoración es la eficacia que sus acciones puedan tener para lograr un objetivo personal, que en su caso es la venganza; desde este punto es totalmente contrario a Kate, para Alejandro no existen códigos a seguir mientras las acciones funcionen. Podríamos pensar incluso que se piensa a sí mismo como un sujeto amoral, ya que Juárez constituiría para él, un lugar de excepcionalidad, donde las leyes de conducta que rigen el bien y el mal están en suspenso, de ahí que matar a inocentes o engañar sean acciones que no tengan para él ningún significado por sí mismas.

La escena final de la película  intenta resumir estos dos puntos de vista distintos en torno a la moral. Con Alejandro obligando a Kate a firmar un documento amenazándola de muerte con una pistola en la cabeza para que se justifique la legalidad del asesinato del líder del cartel, mientras que ella, luego, es incapaz de dispararle cuando lo mira desde el balcón de su habitación, marcharse por el parqueadero del hotel. Dilemas morales en la frontera.

Walker y las contradicciones de un discurso

 

William Walker representa una imagen de Estados Unidos sobre sí misma, sobre cómo quisiera imaginarse ante Latinoamérica. El inicio de la película nos presenta a Walker peleando contra los mexicanos en su territorio para ser posteriormente juzgado y declarado inocente en los tribunales estadounidenses al apelar a la doctrina del Destino Manifiesto: llevar un comportamiento moral sobre el continente no es algo por lo que un hombre pueda ser juzgado, es un designio divino y no existen juicios que los hombres puedan interponer ante algo que Dios ha previsto como un destino.

Walker es en ente sentido un ejemplo del humanismo ilustrado: médico, abogado, periodista y hombre de armas; facetas que contrastan con la austeridad, religiosidad y rigidez de su comportamiento. Walker desde el inicio no aparece como alguien que actúe por sus propios intereses, sino que actúa en relación a lo que piensa es mejor dentro un propósito más elevado. La vida y la muerte resultan relativas al respecto, tomemos en consideración dos momentos de la película para ejemplificar esto: el primero, donde Walker de una forma casi mesiánica promete a sus soldados la victoria, para luego en su primera batalla en Nicaragua abandonar a los heridos a suerte para poder continuar; el segundo, hacia el final, cuando afirma que su propio lugar como personaje es relativo, ya que una y otra vez los Estados Unidos volverán sobre Nicaragua en el futuro de manera inevitable. (cuestión que se acentúa con la inclusión de elementos contemporáneos sobre el momento histórico donde se desarrolla la acción al final de la película)

Hay elementos que se muestran durante en la cinta que permiten poner en cuestión el mismo lugar de Walker como un agente que sólo responde a un objetivo superior a él y que funcionan como una crítica de sus acciones. Pensemos en que su llegada a Nicaragua ha sido producto de intereses económicos y políticos sobre la región y que fundamentalmente su presencia allí es dependiente de ellos, cuando corta las relaciones comerciales con su benefactor económico al declararse presidente comienza un rápido proceso de decadencia. Por otro lado, la cuestión del esclavismo, ante la cual aparece al inicio como un detractor, es luego vista favorablemente y es implantada como una forma de tratar de obtener mayores beneficios económicos en Nicaragua; de nuevo, son cuestiones externas de las cuales el personaje no parece ser totalmente consciente las que van guiando acciones importantes en la película.

Walker experimenta un proceso de caída en la locura en el transcurso de la narración hasta el final, sus convicciones puritanas contrastan con su deseo por Yrene; un discurso en apariencia democrático al inicio, finaliza con un gobierno dictatorial que tiene su final con la quema de Granada, como si el personaje prefiriera reducir a cenizas la ciudad que no puede sostener a permitirla existir bajo un gobierno que no sea el suyo. Pero el fallo de una empresa no significa en Walker el final de un destino, de ahí que no decida escapar con sus hombres y decida quedarse en la ciudad en llamas, e incluso intentar volver para encontrar la muerte en Honduras, pensando todavía que tiene un propósito que cumplir en esas tierras y que de no hacerlo es necesario su propio sacrificio personal.

En Walker podemos mirar cómo se realiza una crítica al intervencionismo norteamericano en América Latina y se muestran las fisuras de un discurso que sólo esconde la violencia y la ambición.  En el tiempo de Walker fue el Destino Manifiesto, luego en los 80 la lucha contra el socialismo, en aras de la libertad y la democracia, en el futuro algún nuevo discurso ocupará su lugar, pero detrás de ellos existen intereses que antes que ser liberadores e inocentes esconden la criminalidad y la ignominia.