Los Pichiciegos: visiones de una guerra subterránea

Lo primero que me vino a la mente al leer esta novela fue cuan parecidas eran las conversaciones entre los “pichiciegos” a las que he experimentado personalmente durante mis viajes a Argentina. El estilo narrativo capturó la charla constante, los discusiones, los chistes y el sarcasmo – con todos hablando a la vez, todo lo cual veo como características identificadores de la personalidad argentina. Por lo general, la narración reflejaba las particularidades del habla argentina, con las conjugaciones del “voseo”, los insultos coloquiales como “boludo”, y la rapidez persistente de los personajes. Por otro lado, se destacó la insensatez subyacente de la situación, de cómo se sentía ser argentino bajo esas circunstancias, y la tendencia de los argentinos a criticar y rechazar lo propio, pero siempre con un toque de humor aunque sea muy bruto. Por ejemplo, cuando le preguntan a los “pichis” “¿Qué querrías vos?” uno de ellos responde, – “Culear y ser brasilero” (49).

De tal forma, ante la absurdidad de la situación en la que se encuentran, se halla cierta humor mordaz en los diálogos y comentarios de los soldados desertores, lo cual tiene el efecto de distanciar el lector de la verdadera tragedia de sus condiciones. Por ejemplo, el tema del polvo químico: “Con polvo químico y piso de tierra, caga uno, cagan dos, tres, cuatro, o cinco y la mierda se seca, no suelta olor, se apelotona y se comprime y al día siguiente se la puede sacar con las manos, sin asco, como si fuera piedra, o cagada de pájaros” (60). En realidad se trata de una situación bastante lamentable – tienen que ir al baño dentro de la “pichicera” si no quieren morir de frío, de una bola perdida, o dejar al descubierto su refugio. El polvo químico es su solución, pero se les acabó: “¡Cualquier cosa por un tarro de polvo químico aunque esté abierto y medio húmedo! Pero no hay” (60). En medio de tales condiciones deplorables, hay cierta humor que destaca la absurdidad de la guerra.

A lo largo de la novela suceden cosas absurdas, enfatizadas a través de las descripciones del autor. Por ejemplo, en el caso de la oveja que pisa sobre una mina: “¡Pac! Sucedió que abajo de la oveja había una mina y al rozarla ella se hizo como si el sol saliera, una luz fuertísima. En ese momento se la ve completa todavía en el aire, a la oveja. En el aire encoge las patas, levanta la cabeza y mira atrás retorciendo el cuello que se vuelve como de jirafa altanera y está volando alto en el aire ella y recién después revienta, justo cuando el humano escucha el ruido de la mina, esa explosión que la oveja bien debe haber oído primero. Recién entonces se empieza a deshacer la oveja: sigue la cabeza para un lado, una pata se va para el otro, un costillar con la lana chamuscada para el otro, y el lomo –la piel del lomo es lo que menos le quemó el fogonazo– queda liviana sin oveja, sigue flotando por el aire como un tapado sin dueño y tarda bastante más en volver a tocar el suelo que los otros pedazos de la oveja carneada en seco por una mina” (79).  A pesar de la tragedia que se presenta, el autor la cuenta con tal aridez y factibilidad que parece chistosa. Quizás sea la última arma que le queda al argentino ante el sin sentido de sus circunstancias.

 

One thought on “Los Pichiciegos: visiones de una guerra subterránea

  1. Hi Sasha,
    Que bueno tu analisis. Me gusto tu comentario acerca del sentido del humor que se ve descrito en el transcurrir de la novela. Me parece importante que lo hayas resaltado, porque pues dice mucho no solo del autor sino de los soldados (y argentinos) en general. Tambien se podria decir que el sentido del humor, el chiste entre ellos, y la toma del pelo, hace que no se enfoquen tanto en lo que esta pasando afuera que tambien los lleva a que se vayan enloqueciendo poco a poco.
    Como tu dices, las condiciones deprorables de la guerra hacen que ellos vean y escuchen cosas casi irreales como la situacion de la oveja y la mina: eso salio de alguien que tuvo una imaginacion bastante cretiva para contarla asi.

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