Paradiso II: el escape del sueño
by mrruby
La semana pasada, en medio de la confusión que provocó esta novela, me enfoque principalmente en la forma barroca. Esta semana me pregunto–tanto como hace Bruno en su blog–si hay algo más allá del puro barroquismo. Durante mi lectura pensaba específicamente en lo que dijo Jon en clase sobre la posibilidad de este barroquismo como función psicológica de represión. Tal vez podemos trazar la amplificación o la disminución del barroquismo con respeto a diferentes escenarios para llegar a una teoría de como funciona para la novela.
Creo que capítulo 9, con el comienzo de Cemí a la Upsalón, podemos registrar una modificación del tono barroco. Específicamente con el relato de la manifestación estudiantil y la represión y violencia por parte de la policía, el tono resultó sorprendentemente realista. O si no realista, por lo menos fijado en la acción y la narración de lo real. Más aún, es una situación en que la palabra fracasa en su poder:
“…algunos estudiantes querían que sobre el tumulto el verbo de la justicia poética prevaleciese…Las detonaciones impedían la llegada del verbo con alas” (374).
El hecho de que esta escena perturba a Cemí profundamente se hace clara aquí:
“[I]ntuía que se iba adentrando en un túnel, en una situación en extrema peligrosa, donde por primera vez sentiría la ausencia de la mano de su padre” (377)
Se puede decir en esta situación que Cemí se ha quedado perturbado por dos cosas: 1. La muerte de su padre. 2. El fracaso del verbo poético en prevenir la violencia.
Quiero entonces avanzar le tesis de que la valorización de la palabra se asocia en la novela íntimamente con la figura del Colonel y la niñez de Cemí, y por lo tanto que el barroquismo–que eleva la palabra a un apoteosis–es una síntoma de la trama de la pérdida de esta niñez idílica.
Pero en este momento, digo yo, vemos instantáneamente que “lo que se había escapado era su sueño” (383).