Sanjinés, Javier. Espejismo del mestizaje. PIEB / IFEA, 2005, pp. 222.
Apartándose del grupo de intelectuales que forjó colectivamente el “culto del antimestizaje” (27) y a diferencia de la postura crítica de Silvia Rivera con respecto a encarar el protagonismo del mestizaje en la constitución de lo boliviano, en este libro Javier Sanjinés encara la hipótesis de concebir esta categoría “como uno de los discursos dominantes que, a fin de organizar la nación, los intelectuales bolivianos elaboraron durante el siglo pasado” (3). El libro Espejismo del mestizaje, que originalmente en inglés se publicó como Mestizaje Upside-Down (2004), se ocupa de analizar la importancia que tuvo el tema del mestizaje en el surgimiento y construcción de la modernidad boliviana del siglo XX. Tres son las propuestas de análisis crítico que plantea el texto de Sanjinés: la primera propuesta, encarar la distinción entre pensadores liberales ligados a la corriente civilizatoria (como Alcides Arguedas o Daniel Sánchez Bustamante) y pensadores reformistas que desarrollaron un discurso sobre lo autóctono (como Franz Tamayo y los llamados “místicos de la tierra”); la segunda propuesta, orientada a demostrar que la teoría social boliviana no se apartó de los lineamientos del pensamiento europeo, inclusive en el caso de los pensadores reformistas como Tamayo, quien se sirvió del modelo “vitalista irracional” de Nietzsche y Schopenhauer para construir su mestizaje ideal homogeneizador y sistémico de Occidente (Sanjinés al respecto propondrá una lectura crítica del mestizaje encarando el “centrismo ocular” (28) y contraponiéndolo a una “visión policéntrica” (110) de saltos sacádicos que ubicará en algunas obras pictóricas de Borda); la tercera propuesta, arranca oponiéndose al lugar de enunciación centrista, que Sanjinés llama “exclusivamente racional”, para analizar formas alternativas de conocimiento que, en su parecer, emergen del “adentro” o de lo más hondo de las sociedades marginales (en esta lógica, propone la teoría aymara de “los dos ojos” como una de las formas de ver del revés, en este sentido, “desde abajo” o “boca abajo” para evocar el título de la versión en inglés).
En otras palabras, Sanjinés intenta llevar a cabo el estudio de la construcción imaginaria de lo “nacional” relacionando dos dimensiones hasta ahora no teóricamente articuladas: lo “letrado”, referido al corpus ensayístico producido por una élite urbana estrechamente vinculada a los problemas del Estado; y lo “visual”, entendido como el modo de repensar las políticas de la representación, las dicotomías culturales y las fronteras discursivas, que ponen en tensión la lógica ocular céntrica de occidente y la imagen que invierte/diversifica el mundo andino postcolonial. De ahí que la metáfora del “espejismo” (en la versión del título en español) funciona como una imagen que, por un lado, impulsa la marcha de la construcción nacional desde el discurso intelectual de los reformadores paceños de inicios del siglo XX, pero por el otro, invierte y desmantela el artificio dada la crisis del ethos de la modernidad boliviana producida por la actitud de rebeldía de los movimientos sociales indígenas. Este proceso de inversión da paso, según palabras de Sanjinés, a un nuevo lugar de enunciación que articula la racionalidad subalterna que emerge “de” y responde “al” legado colonial no superado por el discurso del mestizaje (25). Para Sanjinés los movimientos sociales (lo dice el año 2005, es decir, vísperas de la nebulosa era evista) han puesto de cabeza la imagen del mestizaje que se proyectó desde la Revolución Federal de 1899 hasta nuestros días, pasando, por supuesto, por la otra revolución liberal, la Revolución Nacionalista de 1952.
Desde una perspectiva de las ideas históricas y políticas, Sanjinés encara y confronta diferentes territorios conceptuales. Por un lado, estudia el proceso de transición hacia el liberalismo en Bolivia, que se dio con claridad a partir del mentiroso federalismo de 1899 y la consolidación del Partido Liberal en la ciudad de La Paz, pero también analiza las intervenciones letradas y el debate intelectual en torno a la problemática del indio que se gestó durante las primeras décadas del siglo XX. En este proceso Sanjinés estudia y deslinda la propuesta de Tamayo del ancla positivista y darwinista en la que se la había colocado junto a Arguedas, remarcando la importancia en la creación de un discurso de lo autóctono que Tamayo forjará desde su visión reformista basada en la idea schopenhaueriana del conocimiento de la propia voluntad. Si para Schopenhauer la relación entre intelecto y voluntad se resumía en “ese ciego fornido que lleva sobre sus hombros al cojo vidente”, para Sanjinés de manera similar Tamayo estaría proponiendo que el mestizo ideal era “ese indio musculoso que llevaba en la cabeza al mestizo inteligente” (63). Esta metáfora corporal estaría abriendo un nuevo terreno en el debate sobre el problema del indio, pues propondría atender a “la observación subjetiva del hombre andino, alejada del distante y fríamente objetivo ojo mental cartesiano” (64).
Del mismo modo, Sanjinés propone una aproximación dicotómica entre dos obras pictóricas fundamentales de la primera mitad del siglo XX, esto, entiendo, para reforzar la idea de principio que demuestra que el orden visual que operó desde la modernidad occidental tuvo una serie de implicaciones con relación a la constitución (muchas veces disfrazada y oculta) del poder, que dicho sea Sanjinés encuentra en la óptica disciplinaria de las pinturas de Cecilio Guzmán de Rojas (v.g. Cristo aymara, 1939), pero también en el desplazamiento de tal visualidad y con ella de la rigidez del mestizaje (ideal o encholado) que opera de acuerdo a nuevas epistemologías emergentes también en el periodo estudiado. Estas epistemologías emergentes, además de estar ligadas a nuevos espacios de la “indianidad”, se proyectan también desde otras maneras de ver, urbano popular marginales, pero también radicales y críticas que Sanjinés ubica en la “visión barroca de la realidad” que Arturo Borda plasma en su cuadro Crítica de los ‘ismos’ (1948). Quizás el capítulo que dedica a la confrontación de ambas obras y de ambos artistas (quienes también rivalizaron sus principios estéticos en vida) sea el más sugerente del libro, si consideramos que el análisis que despliega Sanjinés en torno al proceso histórico político en la construcción ideológica de lo mestizo en Bolivia, le otorga al paisaje una función hegemónica fundamental en la construcción de la nación. Si bien Guzmán de Rojas promocionó el pensamiento hegemónico de los letrados desde un proceso de estetización de la política, fue Arturo Borda quien contrarrestó esta estética y óptica disciplinaria del mestizaje ideal con la parodia de su grandiosidad espiritual. Señala Sanjinés: “Borda no se interesó en el conocimiento fijo, esplendoroso, de lo absoluto, y tampoco estuvo interesado en conectar acríticamente lo humano con lo divino. La visión policéntrica que Borda plasmó en cuadros como Crítica de los ‘ismos’, fue una mirada crítica radical de las ‘constelaciones eternas’ en las que Guzmán de Rojas pareció estar interesado” (110). Este razonamiento, por supuesto, prefigura descentramientos fundamentales en cómo pensar, a la inversa, una politización de lo estético y, junto a ella, una consecuente desintegración de todo orden…, aspecto que merecería, al menos, nuevas lecturas y cuestionamientos en torno a “la duda del progreso de la historia que Arturo Borda planteaba con su amenazantemente ruinosa mirada de las cosas” (118).
Cecilio Guzmán de Rojas – Cristo aymara, 1939
Arturo Borda – Crítica de los ‘ismos’, 1948
“formas alternativas de conocimiento que, en su parecer, emergen del “adentro” o de lo más hondo de las sociedades marginales”
Esta me parece una paradoja o tensión interesante (y sintomático): por un lado, nos exige ir a los márgenes; pero los márgenes no tienen márgenes, o si los tiene no son de ningún interés.
La mirada de Sanjinés viene de los estudios subalternos y creo que es muy pertinente la observación si es que la capto bien. A Sanjinés creo le interesa problematizar el desarrollo del mestizaje, más que indagar ese “adentro”, que en realidad vendría cubierto de muchas capas interpretativas producidas tanto en lo intelectual como en lo artístico. Frente a los discursos que se revisten con la tradición colonial heredada Sanjinés ve dos salidas o “dos únicos caminos”: la imitación irrestricta de modelos europeos y la incorporación de lo no europeo para producir una síntesis racial. La única salida que Sanjinés encuentra a estos discursos es el katarismo, el cual, según dice, desplazó el mestizaje y modificó la visualización de la sociedad a través de la “teoría de los dos ojos”, que es lo que Borda estaría abriendo y cuestionando en su pictórica.
Rodolfo, soy muy ajeno a esto, pero me llama la atención el término de grandiosidad espiritual de Borda, ¿qué es eso?, ¿en qué se diferenciaría del proceso de integración “hegemónica” de Guzmán de Rojas? ¿cómo se vería esta contraposición en los cuadros que presentas?
Sanjinés es el que propone la idea de una parodia de la “grandiosidad espiritual”, como por ejemplo sucedía con las miradas autóctonas vitalistas del indio, que le otorgaban casi un carácter de sobre humanidad (caso Tamayo, Diez de Medina o el propio Guzmán de Rojas, quien venía con estas representaciones del Indio con la estética moderna europea bien digerida). Borda las parodia o quizás recurre a su alegorización moderna, según se la puede entender desde Benjamin cuando lee los poemas de Baudelaire, es decir, como ruinas, residuos, fragmentos de esa grandiosidad que quizás Borda vea como “orfandades trascendentales”. Borda pintó un retrato de Baudelaire donde se sugeriría esta posible conexión. Sin embargo, quizás el cuadro Crítica de los ismos de para otro tipo de interpretaciones, no solo indígenas, el cuadro presenta un proceso de abigarramiento me parece más complejo e interesante…