Bosteels, Bruno. Marx and Freud in Latin America. Politics, Psychoanalysis, and Religión in Times of Terror, Verso, 2012, pp. 326.
No hay duda que Marx y Freud fueron los pivotes sobre los que se asentó el pensamiento de avanzada del siglo XX en Occidente. Quizás a este par se sume Nietzsche, quien tuvo, al igual que los otros, más de una interpretación de sus escritos. De estas posibles y disímiles interpretaciones Bosteels rastrea aquello que quizás siga generando problemas en los procesos de recepción de estas obras. Este procedimiento se da desde fuentes no necesariamente canónicas y oficiales, aspecto que resulta un aporte sustancial del libro, pues en contraste a la numerosa producción intelectual que se produjo en los años 70, Bosteels rescata producciones latinoamericanas marginales poniendo especial atención en narrativas policiales, melodramas, cine, autobiografías, poemas, teatro. Este desvío, según Bosteels, se refiere particularmente a la búsqueda de otras formas de recepción de los problemas teóricos y políticos que se desplegaron en torno a las lecturas locales de estas obras, digamos latinoamericanas y de la izquierda en general. El caso paradigmático de Martí, que abre el libro, no resulta casual pues refleja el impacto inicial del marxismo a partir de un espectro que persistirá en la ideología de “nuestra América”. Sin embargo, solo tres de los diez capítulos del libro abordan el tema del psicoanálisis y es quizás el análisis de la noción de “inconsciente político” el que constituye el elemento principal en un libro que aborda principalmente los problemas del marxismo latinoamericano.
Pienso que la relevancia de este desvío o apropiación de otras lecturas responde no tanto al exotismo de explorar fuentes raras y marginales por sí mismas, sino para profundizar y problematizar el contexto socio-histórico de recepción del marxismo en Latinoamérica. En este sentido, Bosteels afirma que “the entire process of militancy procedes not against the registrers of popular culture, or over the heads of people, but in an intimate dialogue with them, to the point where rumors, anecdotes, and the lyrics of a bolero can have a contagious force equal to the ubiquitous picture of Che’s dead body” (191). Creo que el recurso al Psicoanálisis como una vía que produce interpretación permanente desde lugares no habituales resulta interesante en este punto, pues más allá del rescate de fuentes marginales, como sugerí, lo que interesa aquí es generar nuevas formas de simbolización de la izquierda y fundamentalmente de sus síntomas. Reactivar/desmontar los constructos simbólicos para develar sus contradicciones en el paso de la teoría crítica europea a las sociedades latinoamericanas.
Bosteels da cuenta de tales contradicciones en la configuración de las representaciones políticas, precisamente en la dimensión imaginaria de tales constructos. El conflicto que revela el marxismo latinoamericano entre ética y política da cuenta de ello, a partir de una oposición que Bosteels articula entre la “ética de la finitud” (Levinas) y la “política de la verdad” (Marx), donde el análisis entre las representaciones de lo político y de lo social cobran relevancia en el proceso mismo de su “eticización”, si vale el término, donde se favorece más una tendencia a representar la vida social a través de narraciones policiales o melodramáticas en desmedro a lo que sucedía antes con los intelectuales de izquierda que luchaban por pensar sus sociedades desde condiciones de una “verdad” impersonal y de consenso autoritario. El caso de la versión del todo social como conspiración que propone Piglia, por ejemplo, es significativo en el análisis de Bosteels, pues devela el desplazamiento que se produjo en el sentido de la ética y su relación con la política con relación a las lecturas marxistas de los años 70. La brecha/ruptura que se produce, entonces, entre la representación política de los 70s y las representaciones actuales conduce a Bosteels a replantear el concepto de memoria y contramemoria política: “[I]f we want to prevent the failures, defeats, and heroic nostalgias of those years (…) we will also have to go against the grain of this image of the Left, which finds itself absorbed in the total rejection of, and simultaneous fascination with, the logic of war and state terror” (272). En otras palabras, una izquierda marxista efectiva, no solo tendría que asumir sus derrotas sino también reconfigurar su memoria como contramemoria, más aun, despejando las coartadas e ilusiones masivas para confrontarlas con “its innermost and unsurpassable discontents” (251). Esta línea de reflexión que exige hacerse cargo del “malestar” freudiano, puede ser entendida y justificada desde la perspectiva del desenmascaramiento que el autor aplica como intento de resignificar el porvenir ya no a título de ilusión. Lo interesante es que las narrativas melodramáticas revelan precisamente la imposibilidad imaginaria de comprometerse y de resolver el conflicto entre el ideal de la buena conciencia y el estado real de las cosas, tal como sucede con la figura del “alma bella” en Hegel, que Bosteels utiliza y que Lacan retoma varias veces para indicar, precisamente, que esta figura critica al mundo desentendiéndose de la implicación que ella misma tiene con aquello que denuncia, perspectiva que ilustra la posición subjetiva de la histeria y, en este contexto, de casi todos los sectores de la izquierda marxista latinoamericana.
Me pregunto sobre el sujeto (o el problema del sujeto) en Bosteels. O sea que el problema (un problema, por lo menos) para el marxismo en América Latina ha sido el papel secundario del proletariado tradicional en la mayoría de los países de la región. Por eso, muchos vuelven a otros posibles sujetos privilegiados y/o revolucionarios… el campesino, el subalterno, el indígena, el pueblo, el guerrilla, etc. etc. ¿Cómo trata este tema Bosteels?
Hola Jon, gracias por la lectura. Respondiendo a la pregunta, pienso que Bosteels trata el tema del sujeto tanto en el marximos como en el psicoanálisis desde una lógica del desencuentro, así lo menciona, como una otra lógica que opera en lo histórico y en la subjetividad desde aquello que falla y no encaja, por así decir. Este razonamiento según entiendo lo vuelca al tema latinoamericano y busca leer allí la emergencia o no de otro sujeto histórico, como un sujeto del inconsciente que escapa al orden significante pero que aparece/desaparece entre ellos. El problema que veo en este razonamiento es que se intenta ligar el sujeto del inconsciente freudiano con la categoría marxista del proletariado, aspecto que Bosteels comenta a propósito de Alan Badiou (a quien traduce y al parecer admira, dicho sea). Quizás el proletariado como categoría social forme parte de una subjetividad colectiva de resistencia, pero eso, en términos de Lacan, sería poner el problema en un registro imaginario, es decir, de representaciones de subjetividades en pugna. La idea del sujeto como algo evanescente, casi inasible, esta del lado de la falla al interior de todo sistema, emerge en ese resquicio donde los elementos no encajan. La diferencia que se desprende de esto, según entiendo, es que subjetividad y sujeto no vienen a ser lo mismo desde la perspectiva freudiana e incluso marxista, pues Marx, según Lacan, fue el descubridor del síntoma, es deccir, de aquello que no funciona en el capitalismo. Quizás esos sujetos privilegiados que mencionas están pensados en Bosteels como subjetividades o posiciones subjetivas respecto a lo social. La interrogante acerca de qué es lo que todavía no circula en el circuito capitalista ahora que el capitalismo ha colonizado la subjetividad? Esto quizás puede abrir una posibilidad interesante hacia la escucha del sujeto.
Rodolfo,
¿no te parece que al mismo tiempo Bosteels actúa un tanto ambivalente al respecto del melodrama latinoamericano? Es decir, ¿no es que el melodrama se convierte en consuelo y a la vez malestar del pensamiento latinoamericano? Pregunto lo anterior porque, al menos cuando Bosteels trata lo particular a México, pareciera que le melodrama esconde al mismo tiempo que mecanismos de represión, también ciertas líneas para desarmar éstos. (Quizás leí mal)
Hola Ricardo, no sé si es Bosteels el que actúa ambivalente o el melodrama mismo. Yo leí el uso de este tipo de narrativa desde la figura del alma bella como esta sugerido en el post y esta figura tiene mucho de ambivalente en su posición: “critica al mundo desentendiéndose de la implicación que ella misma tiene con aquello que denuncia”, esto puede leerse precisamente desde la queja histérica, síntoma de la subjetividad (pos)moderna por excelenecia, y la queja es malestar, insatisfacción, imposibilidad de consuelo, etc. Más o menos lo veo por ahí…