a) Frente al uno del capitalismo el no-todo de la emancipación. Este slogan del psicoanalista Jorge Alemán traza un horizonte de lo posible, pero al mismo tiempo reaviva una polémica en la cual las literaturas andinas también tienen algo que decir. En primer lugar, entre el uno y el no-todo no habría un pasaje, un progreso o una involución, sino una sustitución, un giro, un cambio de perspectiva. El no-todo es la huella indeleble de la inconsistencia de los discursos hegemónicos. Esta inversión es la que articulan las revistas literarias andinas, una inversión que escapa a la lógica de la hegemonía. En segundo lugar, este “decir” de las literaturas andinas no prefigura un discurso homogéneo, a pesar de que su historia consigna casos donde la idea de homogeneización fue su ley. No lo prefigura porque su historia, aparentemente bífida, opera según la lógica del final de un relato, es decir, según el procedimiento narrativo moderno donde la “verdad” de la historia revela su dependencia con respecto a un argumento (a)simétrico que se desplaza en secreto. Ricardo Piglia define este procedimiento como “un levísimo engarce que cierra la doble realidad”. Esto significaría que en el final de un relato, como en el de la historia del capitalismo en los Andes, algo extraño se revela como el “punto de cruce que permite entrar en la otra trama”. Ese “algo” cobra aquí la forma de un cuerpo inasible, a veces secreto, a veces abiertamente visible, pero un cuerpo como un mecanismo que se esconde en la textura misma de la historia que se narra y que transforma su significación. Es interesante que la escritura como procedimiento narrativo pueda ofrecer en este desdoblamiento la clave de lectura para deconstruir la propia red desde la cual se produce.
Los cuentos de Borges, por ejemplo, revelan que el final de una historia puede definir un destino, un efecto trágico que Poe también conocía. Un caso ejemplar de este doble movimiento en una historia se encuentra en un sueño que Borges narra en Siete Noches: el narrador se encuentra con un amigo a quien ve cambiado y triste, y que lleva la mano derecha escondida dentro del saco. Un encuentro trivial, acaso melancólico, que con un gesto se transforma en algo nítido y distinto, pues el hombre fue lentamente sacando la mano y era la garra de un pájaro. Piglia, quien refiere este ejemplo, concluye dos cosas: cada narrador narra a su manera lo que ha visto ahí y, la segunda, una historia se puede contar de manera distinta, pero siempre hay algo incomprensible que sucede y está oculto.
Las revistas literarias andinas se constituyen en campos de fuerza porque la idea de un final no significa la clausura de la historia a la cual interpelan. El fin del modelo geopolítico no significa que no exista, como la pesadumbre y enfermedad del amigo. Al contrario, implica que los “puntos de cruce” logran que esa otra trama transforme y haga más nítidos y más densos los hilos de esa historia.
b) La historia de las vanguardias andinas trata de dar cuenta de la vigencia de una dinámica no entendida desde el reconocimiento arbitrario de la coordinación estadística y la hiperarticulación. El modelo geopolítico que sirve de base a los proyectos nacionales en los Andes, tiene un revés en la “genealogía Titikaka”, que transforma el continuismo de dicho modelo. Como la mano escondida vuelta garra de un pájaro, el espejo de la escritura de la hiperarticulación se refracta en el espejo subterráneo de un campo de fuerza que la destituye.
A través de procesos complejos de cohesión abigarrada, las revistas andinas, en su variabilidad e interacción, configuraron no una nueva geopolítica, sino una zona paralela a estos discursos. Por un lado, cumplieron un rol insoslayable en la conformación de pensamientos estéticos y políticos que bulleron en debates y pugnas internas memorables, pero por el otro, esta dinámica, a la larga, logró configurar un campo autónomo de debate y controversia. Un rasgo fundamental de esta dinámica fue la posibilidad de articular la diversidad y la polifonía local en tensión crítica a los debates estéticos y políticos de las vanguardias europeas y americanas. Si las revistas poseen un “sentido biológico de cohesión”, como escribió Gamaliel Churata en la revista Tempestad, es en tanto se comprendió que la cultura vanguardista en Latinoamérica no fue suficiente ni puede ser reducida a categorías estéticas que encuentran su legitimidad en el espíritu de novedad que obnubiló a occidente. Al contrario, la dinámica estética reflejada en ellas, sus mecanismos de canje, redes de intercambio, pero también sus deposiciones y desencantos, se constituyen en un canal privilegiado de movilización política y cultural que es posible desmenuzar en sus diferentes dispositivos textuales.