El pensamiento del poema: Montalbetti dixit

[Liminar]

Este libro reúne seis variaciones sobre «el pensamiento del poema», más una. Es un libro que sostiene algo central: el poema piensa. Sin duda, es un modo genuino de ejercer contracorriente, ahora que la idea del poema va soplando su último punto. Mario Montalbetti, su autor, utiliza una metáfora fordista, en todo caso: «El poema piensa parece un vehículo que ingresa a contramano en una calle de sentido único. A los lados de la vía, la gente le increpa que la direción es otra y vocifera: el poema siente, el poema hace imágenes, el poema simboliza».

Sin duda, este salmón motorizado transita fuera del territorio común del poema. Un poema que piensa, en una Einbahnstraße invertida, si seguimos la cita, es siempre otra cosa. Y aquí cabe un matiz: vamos a decir que Montalbetti es lingüista, además de poeta; un rasgo para nada irrelevante, al contrario, se trata de un plus de esplendor analítico que le permite escamotear la desmesura de la producción poética actual, al mismo tiempo en que se descentra del vocerío de un sin fin de poetas que siguen creciendo como tamos en un trigal. Montalbetti, entonces, pone los trabajos de la poesía (Saenz dixit) en otro lugar o, mejor, en el no-lugar del lenguaje.

Como lingüista y como poeta Montalbetti es un lector lacaniano que incomoda, porque el modo de lo real, que es su punto, se realiza a partir de la equivocidad de la lengua, no de los logros del sentir y de la imagen: la equivocidad de la lengua en tanto cadáver vivo de los nudos de sentido donde se atiza el fuego incierto de las cosas del mundo. Solo después de Kant volvemos a abrir la puerta imposible de las cosas, a partir del poema. Pues la errata y así mismo el poema son una pipa; viven en el contorno de un orificio inasible que desata presagios o, si tenemos suerte, interroga el pensar por obra y gracia del equívoco santo.

Un poema que piensa, por tanto, emerge allí donde cabe la forma. El poema es la aventura donde es posible hacerle cosas al lenguaje; no es un espectáculo del turismo mediático y menos el lenguaje inservible de la especulación sentimental. Un poema que piensa se ensaña con el límite del lenguaje; altera y carcome en la forma, desvía y tergiversa con vocación serendípica; desmonta hasta el último residuo y revela que solo existen equívocos posibles en la madeja enredada de las palabras. Esto es, quizás en parte, lo que Montalbetti reensambla a partir de los poemas y artefactos que elige en sus ensayos: ni páginas en blanco, ni vapores jugueteando entre las palabras y las cosas; menos silencios en el esplendor inoportuno de algo a venir. El poema que se desea en estas páginas tiene que ver con un carácter irreversible y vacío. Montalbetti lo dice con total claridad: si el filósofo piensa mientras escribe (Sócrates se quedaba colgado concentrando el pensamiento sobre sí mismo), el poeta es quien escribe mientras piensa (colgado desde ya) con una fuerza irrompible fuera de sí.

Por cierto, el núcleo duro del poema es la no-significación. No un pensamiento concentrado o el estado de un poema concentrado en sus imágenes posibles; el poema que piensa poco tiene que ver con lo indecible o lo sublime. Al contrario, en el poema se produce un desfase radical donde se cruzan la equivocidad y la multiplicidad de los centros: lalengua (tal como Lacan la instituyó desde 1971). Pues sí: lalengua hace nudo, pero también desata lo imposible y lo desnuda. Si las palabras nos conducen hacia ese páramo donde nada simboliza y todo resulta que es nada y nada todavía, allí mismo anida el sentido del poema y, quizás luego, un poema que piensa. Nadie-nada-nunca sobre una pedagogía del poema en manos de una caterva de payasos del lenguaje nadando en la univocidad. En todo caso, Trilce.

[Mario Montalbetti, El pensamiento del poema, La Mariposa Mundial/Plural editores, 2025].

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