Sobre Réquiem por un campesino español
Quizás lo que más me impresionó sobre este libro corto por Ramón Sender era el grado al cual me conmovió, a pesar del hecho de que sólo tiene 27 páginas. La primera vez que lo leí, no me impresionó bastante, con la excepción de las últimas tres o cuatro páginas mientras las tropas buscaban a Paco el del Molino. Al leer estas páginas, me sorprendió que resonaran tanto conmigo, por el hecho de que por lo largo del trama no estaba tan interesada. Pero por cualquiera razón, cuando Mosén Millán confesó que sabía dónde estaba Paco, y cuando le encontraron y el cura le prometió que las tropas no harían nada a él, y todas las últimas escenas me provocaron y me hicieron darme cuenta de nuevo de la gravedad de la situación que Sender iba representando, aunque lo hacía de manera metafórica y alegórica.
La segunda vez que lo leí, me di cuenta del desarrollo de algunos de los personajes principales que no había notado antes. Esta vez, no me pareció tan blanco y negro como antes; más que caricaturas, algunos de los personajes sí parecen tener personalidades más humanas que había percibido yo antes. Para mí, el ejemplo más obvio es el cura. En unas meras 27 páginas, se puede ver un cambio sutil pero clave en la manera en que el cura concibe del mundo. Como hablamos un poco el otro día después de clase, es un personaje al primer vistazo sencillo, rígido, y estricto (como se le esperaría por el hecho de ser cura en la iglesia católica española), pero visto con mayor consideración, un personaje quien se encuentra en conflicto con sus creencias y sus ideales cuando las circunstancias de su vida cotidiana cambian drásticamente.
Obviamente, es una obra últimamente trágica: Mosén Millán divulga a las tropas dónde se está escondiendo Paco, y éstas le hacen ir con ellos para convencer a Paco que se rinda, aprovechando del hecho de que Paco confía en el cura. Pero en la cara de quizás salvar su “hijo espiritual,” cuya alma había jurado proteger desde niño, o por lo menos darle más tiempo para huir de la aldea y evadir las tropas, el cura revierte a las maneras de su crianza y decide decirles la verdad de su escondite, en vez de mentir.
Pues entonces, lo que más me perplejo era ¿cómo logró Sender que su texto cortito sobre un evento trágico al comienzo de la guerra civil española resonara tanto con su audiencia (o por lo menos, conmigo) si su escritura era tan sencillo y la narrativa tan fragmentada? Pues quizás eso es debido al peso de la alegoría; aunque yo no conozco mucho sobre los eventos históricos de la guerra civil, sé suficiente para reconocer que cuando ejecutan a Paco (visto como una alegoría para el pueblo español, ¿no es cierto?), es aún más trágico que la muerte de una sola persona. Seguro, Paco era un personaje representado como un héroe, el que desafía la autoridad y quería ayudar a los menos afortunados, pero a pesar de estas buenas características, para mí no es un personaje tan complejo ni interesante.
Entonces, para mí, mientras el cura (si es cierto que representa la iglesia que se hubiera enfrentado con varias amenazas a su poder y autoridad, y que vacila enfrente de estas amenazas) se convierte en un personaje complejo y así interesante, alguien con el cual uno se puede empatizar (aún siendo alegórico), por otro lado, no sentí el mismo efecto con Paco. Tampoco entiendo exactamente por qué el cura le amaba tanto. Pero al fin y al cabo, creo que Sender comunicó su mensaje de lo trágico de la guerra, especialmente para los menos afortunados y los sin voz, y asumo que por el hecho de que me afectó, que afectarán otros lectores si sepan de la guerra civil o no.
Me parece interesante, Raya, que hables de «tragedia» porque en algún punto se produce también un hecho típico de este género. Me refiero a que los lectores (sepamos sobre la Guerra Civil o no) intuímos algo que sucederá al final de la novela pese a que los personajes lo ignoren (o decidan ignorarlo como es el caso de San Millán): la muerte del héroe trágico por haber incurrido en la desmesura, (la hýbris), que en el caso de Paco se traduce en la voluntad de transgredir el orden económico establecido en el pueblo aragonés donde transcurre la novela.
Muchas gracias por tu comentario, Fabricio. Tienes razón, sin saber mucho de la guerra civil o no, sí intuimos que algo malo iba a pasar al final. Lo que no había pensado era lo del hubris; ¿piensas tú que lo que destinó Paco a muerte era una muestra de hubris? ¿O era más como un acto de resistencia y desobediencia en contra de la autoridad? ¿O los dos? No entiendo perfectamente bien lo que significaste al mencionar el hubris, el orgullo. ¿Me clarificas?
Me pareció que las últimas páginas de la historia fueron los más emocionales también, y sin duda el cura no es un personaje unidimensional, pero una persona que se debate entre sus deberes a Dios y sus ideales. Pero lo que me molestaba más es la hipocresía y la inconsistencia de sus palabras. A un lado, dice a sí mismo que no puede decir mentiras, ni siquiera al centurión que quiere matar a Paco, así que expone el paradero de Paco. Al otro lado cuando Millán finalmente convence a Paco que baje, se olvide el hecho que ya ha mentido a Paco, a quien le prometió que Paco enfrentaría un tribunal y nada más. Dice simplemente que “me han engañado a mí también”. ¿Por qué está bien mentir a un buen amigo que has conocido por toda la vida, pero no está bien mentir a un enemigo? También, vemos un hombre que tiene miedo morir sí mismo. En su temor, traiciona su amigo así que no matarán a Millán también.