La Cueva de Altamira está situada dentro del territorio de Santillana del Mar en Cantabria, y es considerada el primer lugar en el mundo en el que se se identificó la existencia del Arte Rupestre del Paleolítico superior, pero su valor no fue reconocido hasta el descubrimiento de arte rupestre paleolítico en otras cuevas de Europa.
Su arte se extiende a lo largo de más de 270 m dentro de la cueva y se caracteriza por sus ilustraciones policromas de bisontes, caballos y ciervos, una de las figuras en reposo más conocidas es el bisonte encogido.
El misterioso artista ha sabido ilustrar al bisonte plegando sus patas y forzando la posición de la cabeza hacia abajo, destacando la importancia de la observación a la naturaleza de los pobladores de la cueva.
Altamira fue un descubrimiento singular por la calidad, la magnífica conservación, la frescura de sus pigmentos y el sentido realista de los pintores. Un particular ejemplo de cómo aprovechaban las rocas y sus protuberancias para crear volumen es la siguiente ilustración de un caballo.
La simplicidad del trazado de este arte rupestre se ve reflejada en los misteriosos signos que fueron pintados durante los milenios en los que la cueva de Altamira estuvo habitada. Desafortunadamente, hoy en día no se sabe que significado tienen estos grabados, pero esto no minimiza la importancia de la Cueva de Altamira como uno de los ciclos pictóricos más importantes de la Prehistoria.
La cueva de Altamira fue incluida en el año 1985 en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO ya que sus peculiares características la hacen de valor universal excepcional. La popularidad de la cueva, no sólo en España sino en todo el mundo se debe a que desde un punto de vista histórico el arte rupestre grabado en la cueva de Altamira representa una etapa crucial de la evolución humana, el testimonio de la aparición del Homo Sapiens.