Los emperadores romanos potenciaron el crecimiento de nuevas ciudades en la Península Ibérica. La cultura romana se distinguía por su carácter urbano, por lo que la mayoría de los restos artísticos que se conservan tenían el propósito de hacer la vida más agradable en las ciudades y entretener a las personas. Se puede notar una fuerte influencia de Grecia en todas las diversas edificaciones que construyeron, las cuales eran caracterizadas por su utilidad práctica para el desarrollo de la vida social.
Uno de los epicentros sociales y culturales de la vida hispanorromana eran las termas Romanas, lugares cuya finalidad consistió en el aseo personal, un buen estado físico mediante la práctica del deporte y el disfrute del placer del agua o los masajes. En España, algunas de estas explotaciones termales siguen hoy activas en forma de balnearios, siendo así parte de la herencia que dejó la cultura romana.
Debido a las grandes habilidades de ingeniería que poseían los romanos, a lo largo de España se pueden observar las grandes construcciones de calidad que facilitaron la vida de los Hispanorromanos durante este período.
Este acueducto es un ejemplo de los grandes dotes de ingeniería de esta civilización. Se encuentra en el centro de la ciudad y fue construido con bloques de piedra granítica para hacer llegar el agua desde la Sierra de Guadarrama hasta la ciudad de Segovia.
Otros ostentosos monumentos realizados por los romanos son los arcos del triunfo, cuyo propósito era conmemorar la gloria de los emperadores.
La Península durante el Imperio Romano se cubrió de villas decoradas con espléndidos
mosaicos, muchos de ellos de tema geométrico y otros decorados con escenas mitoló-
gicas. Los restos artisticos de mosaico más originales se hallan en una villa de Fuente Álamo, en Puente Genil, Córdoba, entre ellos se encuentra el mosaico del Triunfo de Baco y el mosaico de las Tres Gracias.
Las huellas que dejaron los romanos en la Península Ibérica son muy numerosas, pero la Venus de Itálica en Sevilla es la más espectacular de todas.
Esta pieza muestra un desnudo femenino de perfiles muy bien definidos usando la técnica de labra en mármol, y representa a la diosa Afrodita Anadyomene emergiendo del mar en el momento de su nacimiento. Se hace notar en su mano izquierda una hoja de colocasia, extendida a lo largo de su brazo, y en sus pies se puede observar el delfín que la acompaña.