unos pensamientos inconclusos sobre Hijo de Hombre

by mrruby

Según lo que veo yo de los otros blogs y comentarios, las preguntas más salientes de esta segunda mitad del libro son la de la guerra y la persistente enigma del título. Me pregunto si no se pueden unificar estas dos ideas teóricamente y, por eso, iluminar un poco esta novela tan oscura y profunda. En un sentido bastante cínico, ¿no es la guerra un “hijo de hombre”? O, por el contrario, ¿es el hombre un hijo de la guerra? Me parece que Roa Bastos ofrece esta pregunta fundamental en la manera en que representa la colectividad paraguaya.

La primera parte del libro, a mi modo de ver, hace el trabajo de construir un pasado mítico tanto de los pequeños pueblos, Itape y Sapukai, como de Paraguay generalmente como país. De hecho, parece que la nación en sí se captura en la tela social de los pueblos. Lo que vemos es una populación animada compuesta de una tensión constante entre una opresión externa y una reserva cultural/étnico doméstico. ¿Es posible concebir esta lucha en términos teológicos? Tal vez esto nos ayudaría entender el título. Una lucha constante entre los oprimidos y los opresores (las cuales categorias—vale decir—no necesariamente se ajustan simplemente) llega a una dualidad que compone la historia concreta de los paraguayos tanto como reside en la figura de Cristo una dualidad entre el hombre y una divinidad. Para los campesinos, es evidente que se identifican principalmente con lo humano porque la divinidad es algo más allá que no se puede tocar—el hombre Cristo es lo que pide venganza y, en esta potencialidad, existe la posibilidad de cambiar las condiciones concretas:

“Pero la gente de aquel tiempo seguía yendo año tras año al cerro a desclavar al Cristo y pasearlo por el pueblo como a una víctima a quien debían vengar y no a un Dios que había querido morir por los hombres.

Acaso este misterio no cabía en sus simples entendimientos.

O era Dios y entonces no podía morir. O era hombre, pero entonces su sangre había caído inútilmente sobre sus cabezas sin redimirlos, puesto que las cosas sólo habían cambiado para empeorar.” (19-20)

Es en este momento en el libro cuando nace esta idea de la humanidad del Cristo como un agente activo, siempre persiguiendo la justicia, y nutriendo la colectividad social. Dice el personaje Macario más después:

“el hombre, mis hijos —decía repitiendo casi las mismas palabras de Gaspar—, tiene dos nacimientos. Uno al nacer, otro al morir… Muere pero queda vivo en los otros, si ha sido cabal con el prójimo. Y si sabe olvidarse en vida de sí mismo, la tierra come su cuerpo pero no su recuerdo…”

Esta concepción de la colectividad es bastante armónica; sin embargo, Roa Bastos complica esta imagen con la representación de la guerra en la segunda mitad del libro. Durante y después de la Guerra Chaco, es evidente que una nueva constitución de la tela social ha remplazado lo que existía antes. La guerra, aunque sea una fuerza violenta y destructiva, logra en este caso en unificar una populación dividida entre los militares y los campesinos. Ya cuando llega un enemigo común, los antiguos oposiciones casi no se recuerdan. Y así vemos la complicada presentación de la guerra que nos ofrece Roa Bastos—sí es un trauma horrible; pero sí es también un trauma ofrece un propósito y una identidad bastante clara a una populación que antes no tenía nada de estas.

Últimamente llegamos al final y leemos esta frase tan simple y profundo—

” Alguna salida debe haber en este monstruoso contrasentido el hombre                    crucificado por el hombre. Porque de lo contrario sería el caso de pensar que la raza humana está maldita para siempre, que esto es el infierno y que no podemos esperar salvación.”

Y así terminamos donde empezamos—con la figura de la crucifixión. Pero ya no es Cristo pegado a la cruz, sino el hombre puramente. La divinidad ya no se figura en este caso. Después de la trauma de la guerra es evidente que es sólo hombres aquí, crucificándose continuamente.