Monthly Archives: November 2019

Combinaciones binarias

La caracterización y las palabras de Albert están repletas de pequeñas contradicciones. Sus primeras palabras son “Mi nombre es Albert. Mi nombre no es Albert” (31). En varios momentos de que él ve sin ver o que es “capaz…de mantener los ojos abiertos y no mirar nada” (148). Al tomar la forma de Edgar Allen Poe, nos dice que “Tenía gran fe en la razón…Y sin embargo mi narrativa abundaba en lo irracional” (146-147). Dice que “el pensamiento es capaz de pensar lo impensable” (147). Turing lo describe con un cigarrillo en la boca parado detrás de letrero de No Fumar (125). Es un muerto en vida. Una hormiga électrica (una referencia a Philip K Dick), “estoy y no estoy” nos dice (35). Estas contradicciones muchas veces están de dos estados mutuamente excluyentes.

Dos estados mutuamente excluyentes es un principio de la representación binaria. Según Wikipedia, “En informática, un número binario puede ser representado por cualquier secuencia de bits (dígitos binarios), que suelen representar cualquier mecanismo capaz de usar dos estados mutuamente excluyentes”. Puede ser que esta caracterización de Albert tenga que ver con su caracterización poshumano. Sin embargo, creo que la representación binaria y las “combinaciones binarias” forman una parte muy importante de las ideas fundamentales de la novela. Uno de los temas principales de la novela es que “la era de la información produce tanta información que termina por ahogarse a sí misma y tornarse obsoleta” (131-132). Los archivos archivan información para que desaparezca. Se deconstruye el concepto del archivo. Vemos dentro de Albert una deconstrucción en acción. Al “hablar” o pensar, sus combinaciones binarias aparecen en oposición.

Mi preguntas para Edmundo Paz Soldán es: ¿Pensaba en el binario de la informática al conceptualizar Albert u otros personajes o aspectos de la novela?

El archivo de Babel

El delirio de Turing abre con una serie de epígrafos sobre la información y su interpretación. El de Shakespeare describe las maneras en que los poderes estatales consiguen información y los de Stephenson y Borges tienen que ver con los códigos que se encuentran entre enormes cantidades de información. Encontrar significado entre enormes cantidades de información, o información incomprensible es un tema fascinante de la primera mitad de la novela.

Miguel Sáenz es un criptógrafo quien trabaja en un archivo enorme. Él también se describe como “archivo viviente, un gran repositorio de conocimientos de la profesión… una infinita enciclopedia de códigos” (16). Su hija Flavia archiva conversaciones entre hackers y información sobre hackers y crackers en un sitio de web. Dentro de la primera mitad de la novela, nos encontramos con varios archivos, tanto lugares como archivos vivientes (como Albert que es archivo malogrado). 

Hay varios mensajes en los primeros capítulos de la novela que nos invitan buscar los mensajes escondidos dentro de los archivos enormes. Leemos “el azar no siempre era responsable de todo. Había que desconfiar de las coincidencias” (26). Rafael (Kandinsky?) le dice a Flavia que “Todo significa algo más, y ese algo quizás sea lo trascendente. El mandala que buscamos” (29). Cada repositorio de información contiene algún código para darle un significado, tal como los libros incomprensibles de la biblioteca de Babel que solo necesitan de una “justificación criptográfica” para revelar su mensaje divino. 

Entonces, ¿qué significa que Miguel interpreta un código en que no entiende el mensaje? Al final del primer capítulo, recibe un mensaje incomprensible que analiza fácilmente y descifra el mensaje: ASESINOTIENESLASMANOSMANCHADASDESANGRE. Entiende las palabras y ha podido proveer orden al caos del archivo. Sin embargo, no entiende el significado del mensaje. Se pregunta “¿Quién era el asesino?…¿Por qué las manos manchadas?” (22). Tal vez imponer orden en el caos del archivo no sea tan fácil como él pensaba.

 

Lituma en los Andes

Quisiera enforcar mis comentarios en el desenlace del misterio de la novela. Al entender, más o menos, lo que pasó a los tres sacrificados de Naccos, Lituma expresa una y otra vez que preferiría no saberlo. Al hablar con Dionisio y Adriana, Lituma dice “a pesar de que quisiera sacarme de la cabeza lo que usted ya sabe, no puedo. Aquí los tengo a esos tres, envenenándomela vida” (119). Más tarde explica de nuevo a Adriana que “le juro que hubiera preferido no averiguarlo. Porque eso que les pasó es lo más estúpido y lo más perverso de todas las cosas estúpidas y perversas que pasan aquí” (119). En el epílogo, Lituma habla con el barrenero que le cuenta lo del comulgar y comer los tres hombres de Naccos. Casi al final de la novela, Lituma le dice “Me arrepiento de haberme entercado tanto en saber lo que les pasó a ésos. Mejor me quedaba sospechando” (142).

Lituma prefiere no saber lo que pasó. Tal como el barrendero que no se puede olvidar de comer la carne humana, Lituma no puede sacar esta información devastadora de su cabeza. Como Lituma le dice a Adriana, el también es cómplice. Sin embargo, tampoco llega a un final típico de un detective. Él no tiene un momento de resumir los hechos del crimen, y los culpables todavía están libres. Me parece que hay una paradoja en el no tener acceso completo a las respuestas del misterio y a la vez no poder vivir con el conocimiento de lo que pasó. No puede saber pero tampoco puede no-saber.

La fotografía y el archivo

La sangre de la aurora (2014) por Claudia Salazar Jiménez es una novela única en el corpus de literatura del posconflicto en Perú. La mayoría de las novelas más conocidas sobre el conflicto fueron escritos por hombres y sus personajes principales son hombres (La hora azul; Abril Rojo; Adios, Ayacucho; Un lugar llamado Oreja de Perro). En obras anteriores el papel de la mujer es casi siempre de ser una víctima indígena de la violencia y muchas veces entra en una relación sexual con el narrador costeño. La sangre de la aurora sigue tres mujeres muy distintos: una mujer indígena, una fotoperiodista y una senderista. Aunque todas experimentan la violencia de la época, ninguna de las personajes les falta la agencia como las víctimas y las mujeres en obras anteriores. 

A pesar de romper con otros autores al tratar a las mujeres en una manera más auténtica que otras obras, Salazar Jiménez sigue influenciada por la fotografía y la visualidad tal como otros autores del conflicto y posconflicto. Melanie, la fotoperiodista de novela, ejemplifica los temas de la visualidad dentro de la novela. Durante la primera parte de la novela, ella discute con varios limeños acerca de lo que está pasando en la sierra. Nadie ha salido de Lima y todos usan lo que han visto en las noticias (la censura se pone en duda la autenticidad de lo que ven) para hablar de la situación. En la segunda mitad de la novela, ella viaja a una zona peligrosa de la sierra andina para tomar fotos y hacer entrevistas. Es aquí que la novela explora el papel de la fotógrafa y la fotografía en general. 

Lo más interesante de esta exploración es la relación entre la cámara y la fotógrafa. Después de encontrarse con la violencia en un pueblo pequeño de la sierra, ella se pregunta el propósito de mirar. Ella dice “a veces prefiero no mirar, que sea la cámara el único testigo…Mil tomas no me bastan…kilómetros de rollos no alcanzan…Que la cámara vea” (60). Aquí la pregunta de Salazar Jiménez para los de la época no es “¿Cómo no pudieron entender lo que pasaba?” sino “¿Querían ver lo que pasaba? ¿Están dispuestos ser testigos de tanto horror?”. Tal vez no. Por eso Melanie imagina la posibilidad de tener un testigo mecánico en vez de mirar. El hecho de crear un archivo es más importante que ser testigo de lo que pasó. Lo más importante es proteger y capturar la historia, y de formar un archivo. En este caso, es el archivo que recuerda que es testigo “eterno”. Parece que Salazar Jiménez explora aquí cuán difícil es para nación confrontar un pasado violento. Puede ser que es una crítica hacia los archivos fotográficos como Yuyanapaq (cuyo nombre “para recordar” se revela aquí como bastante ambiguo). Pero tal vez simplemente es admitir lo difícil de ser testigo de tanto dolor.