En este libro testimonial, Rigoberta Menchú relata la historia de su vida. A través de su historia aprendemos acerca de los abusos y la vida dura de su comunidad. Describe el trabajo en la finca y relata la muerte de su hermano a causa de la malnutrición, y la muerte de su amiga intoxicada por la fumigación en la finca. Estas historias nos muestran cuan malas eran las condiciones de vida y de trabajo en Guatemala. También nos relata las tradiciones y ceremonias de su comunidad, y dentro de esta descripción el lector se da cuenta de la conexión profunda y del respecto que tiene su comunidad para la naturaleza. Como dice Rigoberta, su vida es la vida de todo un pueblo, por eso, Rigoberta quiere dar una voz a la gente de su comunidad.
Lo que más me interesa es el prologo y la introducción de este libro. En estas partes, escuchamos la voz de Elizabeth Burgos y también la de Rigoberta, y vemos la relación entre la investigadora y el testigo. En la introducción Burgos describe el método de su investigación y la compilación de este libro. Burgos grabó el testimonio de Rigoberta y después cambió lo oral a lo escrito. Dice que trataba de no preguntar nada a Rigoberta durante su testimonio para que escuchamos solo lo que quiere decir Rigoberta y para que Burgos no influencia la conversación. Burgos, como en Biografía de un cimarrón, no corrigió la forma como Rigoberta se expresa y los errores que hace porque acaba de aprender el español, y no cambió ninguna palabra. Lo único que hizo la autora es de reescribir el testimonio de Rigoberta en una esquema cronológica que empieza con su nacimiento.
Me parece muy interesante que Rigoberta aprendió el español como un instrumento de lucha. Dice que aprendió la lengua del opresor para utilizarla contra él. La palabra es la “única arma” en la lucha de la gente indígena contra el colonialismo y los obstáculos que se oponen al desarrollo de esta gente. Rigoberta lucha también contra el olvido, quiere darnos cuenta de la opresión que vivían ella y su comunidad. La meta de Burgos es igual. Dice que los latinoamericanos “están siempre dispuestos a asumir como suyos los grandes momentos de las culturas indígenas…. pero no establecen ningún nexo entre este esplendor pretérito y los indios pobres, explotados que les sirven como esclavos” (14). Añade que “los que son culturalmente blancos denuncian con facilidad al imperialismo norteamericano pero nunca les preocupó denunciar el colonialismo interno” (8). Concluye que “si estamos siempre dispuestos a denunciar las relaciones de desigualdad que Norteamérica mantiene con nosotros, nunca se nos ha ocurrido reconocer que también nosotros somos opresores y que mantenemos relaciones que fácilmente pueden calificarse de coloniales” (10). En mi opinión, Burgos no solo quiere dar una voz a la gente indígena, pero también quiere enseñar a la gente que lea su libro.