Arguedas, Alcides. Pueblo enfermo [1909]. Obras completas, Luis Alberto Sánchez ed., Aguilar, 1959, pp. 393-617.
Pueblo enfermo fue un ensayo sociológico controversial y ampliamente discutido por la crítica local boliviana, pero también por los estudiosos y disidentes del indigenismo. Las novelas de Arguedas, sobre todo Raza de bronce (una versión “ajustada” de una anterior que se publicó en 1904 con el título Wata-Wara), sufrieron el mismo derrotero. Raza de bronce hoy es considerada una obra “canónica” para entender la dinámica del “problema del indio” imaginado desde la cultura letrada. Algunos críticos literarios en Latinoamérica manifestaron abiertamente la tentación de interpretar esta novela a la luz de los juicios y principios de este ensayo, no sin chocarse con interesantes contradicciones entre el supuesto propósito de denuncia de la injusticia padecida por el indio del altiplano, las descripciones “realistas” y peyorativas de la condición indígena en Bolivia, y las valoraciones racistas del narrador con respecto a sus personajes (Lastra, 1981; Rose-Green, 1987). Por otra parte, lecturas cronológicamente más actuales de Pueblo enfermo analizan la posible mediación en esta obra del “discurso de la degeneración” que caracterizó ese “otro lado” o “lado oscuro” del progreso europeo a fines del siglo XIX y principios del XX (Paz Soldán, 1999). Esto, sin duda, tomando en cuenta al vínculo de Arguedas con el positivismo, ideario que florece en Bolivia luego de la Guerra del Pacífico de 1879, y el darwinismo social, cuyo programa nacionalista era convencer sobre la inferioridad de la “raza indígena”, considerándola un “peso muerto” para la sociedad (Demélas, 1981).
El esfuerzo por acuñar datos estadísticos positivos y “cientificistas” es evidente desde las primeras páginas de este ensayo, aspecto que se articula a una retórica “realista” que concibe la sociedad a partir de la idea (nacional-darwinista) de superioridad de raza. No es casual, en tal sentido, que en sus “averiguaciones sobre la realidad nacional” (Lastra dixit) Arguedas se muestre reticente con respeto al periodismo, la literatura y el trabajo del intelectual en Bolivia, a quienes exige un “designio realista” fundado en la verdad de la representación del medio y los individuos: “La mejor obra literaria será, por lo tanto, aquella que mejor ahonde el análisis del alma nacional y la presente en observación intensa, con todas sus múltiples variaciones” (596). Esta “observación intensa” venía de la mano de un proyecto geopolítico.
La geopolítica crítica, que sigue en parte los planteamientos de Foucault, afirma que en la sociedad inglesa del siglo XVIII la emergencia del problema de la population (el vocablo hispánico “población” tiene una resonancia estadística y de censo) da lugar a la organización de un arte racional de gobierno que se constituye alrededor del problema de la economía, no como administración de la familia (aspecto característico de las monarquías previas), sino como administración de la población del estado (es decir, la “economía” en un sentido moderno). Emerge, entonces, la figura del Gobierno de Estado que define la población como un dato (datum), como un campo de intervención y como un objetivo de la técnica gubernamental. Este datum se despliega en Bolivia a fines del siglo XIX a través de la emergencia de Sociedades Geográficas (la Sociedad Geográfica de La Paz se funda en 1889 como respuesta a la derrota de la Guerra del Pacífico y los problemas de límites fronterizos, entre otros) y del impulso “cientificista” que comenzaba a apropiarse de la cultura letrada dando lugar a un despliegue de investigaciones estadísticas, poblacionales, migratorias, de límites geográficos, biológicas, etnográficas que fueron dando forma a la creación de un Estado-nación liberal en términos de una ciudadanía en expansión y desarrollo que comenzaba a poner en práctica un supuesto proyecto nacional “imaginado” desde La Paz. Arguedas, que escribe Pueblo enfermo desde París en 1909, comienza sus reflexiones sobre su “psicología de los pueblos” refiriéndose a este cúmulo de conocimientos “cientificistas” y “positivos” de las regiones y sus habitantes, datos geográficos, datos del Censo de 1900, estadísticas poblacionales, medición de distancias en kilómetros entre capitales, estadísticas económicas, clasificaciones etnográficas y jerárquicas propias del darwinismo social mencionado, y demás. Edward Said había notado que el imperialismo es un acto de violencia geográfica a través del cual virtualmente todos los espacios en el mundo (en este caso el espacio que demarca el territorio nacional boliviano) están explorados, trazados y finalmente tomados bajo control.
Las lecturas de Pueblo enfermo enfrentarán siempre un texto atravesado por muchas capas interpretativas y momentos históricos relevantes. El texto fue revisado y completado por el autor hasta la edición que se publicó en Chile en 1937, lo cual implica la incorporación de nuevas lecturas y reajustes en función de los cambios históricos. Arguedas escribió la primera versión en Europa, pero la tercera y definitiva la concluyó en La Paz durante la crisis del liberalismo y la pérdida del Chaco con el Paraguay. Estas circunstancias, sin embargo, no afectaron la propuesta de fondo del libro que, al igual que el narrador de Raza de bronce, no desplegaba un alegato a favor de los indios. Es notable que en la publicación de 1937 que se realiza en Chile, Arguedas mantenga la carta de Ramiro de Maetzu (nítido exponente del darwinismo social en ese entonces) que se incluyó en las ediciones anteriores y que, según cuenta Luis Alberto Sánchez, Arguedas recitaba de memoria. Esta carta Maeztu la escribe en Londres en 1909.
Siempre bajo el influjo de resaltar la “enfermedad nacional”, a la manera del Idearium español (1897) de Ángel Ganivet o Enfermedades sociales (1907) de Manuel Ugarte, Arguedas intenta analizar “científicamente” todos los temas. Al respecto destacaría dos, que quizás no fueron debidamente atendidos por la crítica actual. El primero se refiere al análisis del “factor de corrupción” que el ensayista observa en la prensa boliviana, ese “cuarto poder del Estado” (485), según menciona, que se halla maleado en su base por su filiación anarquista. Para Arguedas esta institución estaría constituida por “semiletrados” (494), es decir, jóvenes universitarios perezosos que buscan notoriedad inmediata y que se inician en los lugares comunes de las ideas de avanzada (sigo las descripciones de Arguedas) y terminan promoviendo ideas radicalistas (Franz Tamayo funda el Partido Radical en ese entonces) tan solo leyendo a autores “fáciles (…) porque su sistema de las negaciones absolutas nace del puro raciocinio” (495). Y cita autores como Faure, Grave, Malato, Reclus, Kropotkin, Vandervelde, Tolstoy (495). El segundo tema, que se desarrolla ampliamente en el capítulo VIII, tiene que ver con el rol social de la mujer boliviana. A pesar del tratamiento conservador que da Arguedas a todos sus temas, nos enfrentamos a uno de los primeros escritos en Bolivia que indaga el problema del feminismo y que lo hace de una manera quizás visionaria al ligar este ámbito con la falta de un buen programa educativo para las mujeres. Arguedas menciona la construcción de lo femenino como la carencia principal de la formación intelectual en las generaciones jóvenes de la época. Desde su perspectiva letrada, denuncia la cosificación del cuerpo, la primacía de la apariencia, la banalidad de la moda, la construcción de estereotipos y la falta de entusiasmo por una formación intelectual, asumiendo que tal formación intelectual sería la vía de salvación para consolidar su proyecto nacional. En otras palabras, criticó a la mujer por ser ella precisamente quien promueve las superficialidades de clase y la construcción de la artificial aristocracia. Escribe Arguedas: “De esta lamentable concepción pedagógica, de semejante abandono espiritual, nace la falta de preocupaciones intelectuales en la mujer boliviana, cuyo sólo anhelo es seducir por las exterioridades ostensibles en la riqueza del trapo” (511). Lo que no llegamos a visualizar con claridad es si ese significante “mujer” abarcaba toda la population migrante e inmigrante que a principios del siglo XX se pronunciaba también desde sectores aledaños no del todo geo-grafizados.