Borges no es un hombre, es una vasta literatura. Eso mismo dijo Borges sobre Quevedo, pero se lo podemos aplicar a Borges también. O podriamos decir que Borges es todas las literaturas y es así mismo todos los escritores y escritoras de la historia. Borges abrazó todas las tradiciones y todos los estilos de pensamiento y de expresión. Fueron pocos los temas o autores que se le escaparon a su maquinaria inventiva. Su obra abarcó los egipcios, los chinos, los noruegos, la Biblia, las literaturas inglesa, alemana, argentina, las mitologías, Stevenson, las clasificaciones científicas, la geografía, otras artes como el cine, fashion, el infinito, la teología, Chaucer, seudónimos, dobles, amigos escritores, pocas mujeres, lo sagrado, el canon literario, Buenos Aires, la memoria, la inmortalidad, Kafka, la historia, espejos, Martín Fierro, hechiceros, tigres, el lenguaje, La Historia, los patios, Schopenhauer, etc., etc.
Mi principal reflexión será reconocer el gigantesco impacto de Borges en la literatura mundial desde la publicación de Historia Universal de la Infamia en 1935. Hay que estarle agradecido a Borges. En algún momento antes de 1935 él se dio cuenta que La Literatura se había agotado ya. La Metamorfosis (1915) de Kafka ya anunciaba la alienación del hombre. Ulysses (1922) confirmó uno de los efectos terribles de la alienación humana: el quiebre y la fatiga infinita del lenguaje y la literatura misma. Esperando a Godot (1953) ya representa el silencio total, la muerte del lenguaje. Borges está entre estos extremos pero en lugar de asistir al funeral del lenguaje, le ocurre a Borges una epifanía que cambiará la literatura latinoamericana de las siguientes décadas, y que cambiará tal vez la literatura mundial de toda la segunda mitad de siglo. Lo peculiar en Borges es que él mismo reconocía que no hay nada nuevo bajo el sol, que todo está ya dicho y que en realidad la historia de la Historia y del Universo mismo se condensan en unas cuantas metáforas. Y sin embargo, no todo estaba destruido. Aún quedaba de pie el mundo de la ficción. Si bien el lenguaje ya no reflejaba nada, lo cierto era que la ficción misma, la imaginación pura, estaba todavía en existencia. Es decir, Borges entendía que se había roto ya el lazo entre realidad y ficción que muchos autores utilizaron antes y después de él: Rulfo (vida y muerte), Alejo Carpentier (lo real maravilloso), Cortázar (la realidad que brota de las cosas mismas), García Márquez y su mundo re-inventado, re-fundado, re-mitificado, entre otros.
Borges se percató que aunque el lenguaje ya había perdido su poder significador y simbólico para hablar de la realidad, lo cierto era que aún quedaba la literatura misma para hablar de sí misma. Hay que reconocer esto en Borges: con él se inicia un nuevo capítulo en la historia de la literatura y de las ideas. Y esta es la clave Borgeana: crear un mundo absolutamente ficticio que se auto-construye, se auto-referencia, y luego se auto-destruye, o bien, se abre como un abanico de posibilidades que se bifurcan en otras posibilidades, etc…, sólo para empezar otra vez. Así están estructurados la mayoría de sus cuentos: alguien cuenta una historia en donde hay un elemento sagrado, absoluto o místico. Cuando se posee (si es que se posee) este objeto místico, llámese moneda o Aleph, o Libro, entonces viene la experiencia de frustración y de silencio. Se ha comprendido que el absoluto no es aprehensible y tampoco es comunicable. Los cuentos de Borges no giran en torno a lo fantástico y lo no fantástico, como en Rulfo y Cortázar, sino en torno a una infinita progresión de citas de citas de citas. La literatura en Borges se ha independizado de la realidad y lo ha hecho a través de la literatura misma:
“Desvarío laborioso y empobrecedor ese de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos. Mejor procedimiento es simular que esos libros ya existen y ofrecer un resumen, un comentario.” La literatura en Borges se ha visto a sí misma y ha emprendido la construcción de su propia realidad, autosuficiente, llena de sentido, pero que termina derrumbándose o esfumándose como la infinita arena se escurre de nuestras manos. (Ficciones)
Pero al hacer esto, Borges ha encontrado nuevos caminos de interpretación y de escritura, ha renovado a la literatura y al lenguaje mismos. No es necesario ya crear una tensión entre realidad y ficción. En Borges realidad y ficción son la misma cosa. La ficción crea una realidad, y a su vez esta realidad cobra vida y se independiza de su padre creativo, la ficción. Pensemos en Tlön por ejemplo o en el mapa del tamaño del Imperio. La realidad ficticia termina por tragarse la realidad anterior, que también es ficticia, y entendiendo que la ficción es lo único ‘real’ que existe. La ficción tiene potencialidad infinita, al menos así Borges parece haberlo demostrado. Si Darío renovó el lenguaje poético, Borges renovó el lenguaje de la prosa, y también renovó el estilo, la retorica literaria, introdujo nuevos temas literarios, entre otros logros. Como dije, en Borges caben todas las literaturas del mundo y cualquiera de ellas es un buen pretexto para escribir un mini cuento o ensayo, como lo hizo tantas veces. Por estas renovaciones hay que agradecerle.