Monthly Archives: November 2014

Una introducción al “Boom” latinoamericano

“El ‘boom’ es un cruce de caminos del destino individual y el destino colectivo expresado en el lenguaje”. Carlos Fuentes (2011).

Para mi último blog querría proporcionar una introducción de la literatura del Boom. Tal vez este tema parece llegar demasiado tarde considerando que acabamos de leer la última novela de este curso, pero quiero proponer que de hecho llega en momento adecuado. Si consideramos la estructura de la mayoría de las obras que hemos leído este semestre, es justo decir que nosotros no somos ajenos a una narrativa circular y una conclusión que señala al principio de la historia. También, históricamente los movimientos (sean literarios, sociales, teóricos) no fueron clasificados hasta años después cuando todo es más cierto e innegable, y puedo admitir que éste refleja mi propia experiencia con el “Boom” y la literatura que pertenece a esta época. Al fin y al cabo tengo un conocimiento más profundo de los raíces de este momento histórico.

El “Boom” latinoamericano refiere a un fenómeno literario durante las décadas de 1960 y 1970. En ese período algunos escritores llegaron a ser iconos por desafiar y romper con los convencionalismos establecidos en la literatura latinoamericana, y a la vez por establecer una manera distinta y experimental de escribir. Tal vez los más afamados son el colombiano Gabriel García Márquez, el novelista peruano-español Mario Vargas Llosa, el argentino Julio Cortázar y el mexicano Carlos Fuentes. Lo irónico es que este movimiento se caracteriza por producir escritura distinta, diferente, desigual, mientras que colectivamente estos escritores demuestran muchos rasgos parecidos en sus obras. Pienso en la presencia de varias voces narrativas (polifonía) en La ciudad y los perros de Vargas Llosa, el “Yo”, “Tú” y “Él” en La Muerte de Artemio Cruz por Carlos Fuentes y el doble narrador en Hijo de Hombre de Augusto Roa Bastos. También podemos nombrar una tendencia de escribir una historia que rompe con el tiempo cronológico. Por ejemplo hay una estructura fragmentada en MAC y La ciudad y los perros, o para dirigirme al comentario que hice al principio de este blog, podemos señalar la narrativa circular de Cien Años de Soledad y MAC. Sobre todo, me llamó la atención la mezcla de lenguas dentro do cada obra (Hijo de Hombre y MAC por ejemplo) y el gran número de neologismos que estos autores crearon.

Como estudiantes de literatura es pertinente preguntar en qué manera un estudio del “Boom” sigue siendo relevante 50 años después. Propongo que el “Boom” es el eje central de la literatura latinoamericana. Es más, un “Boom” siempre tiene “shockwaves” que reverberan hacia adelante y atrás. Quiero decir que esta explosión de reconocimiento no sólo afectó a los escritores de décadas anteriores como Jorge Luis Borges y Juan Rulfo, cuyos libros de repente encontraron un público nuevo y ampliado, pero, también sigue afectando y inspirando a nuevos escritores. En una entrevista con El País, el novelista colombiano Juan Gabriel Vásquez dijo, “Yo no sería escritor si no hubiera leído ‘Cien años de soledad’ a los 16 y ‘Rayuela’ a los 19. Y no sería el escritor que soy si no hubiera leído toda la obra de Vargas Llosa a los 21”. Por eso, tal vez, podemos decir que el impacto del “Boom” sigue la misma estructura circular: crea otras “ondas” de literatura y nuevos comienzos de la historia latinoamericana.

 

http://www.elpais.com.co/elpais/calibuenanota/cultura/noticias/nuevos-escritores-latinos-influenciados-por-boom-latinoamericano

La Traición de Rita Hayworth (1968): ¿varios narradores, o ningún narrador?


La obra que ganó la fama para el escritor argentino Manuel Puig es bastante tradicional en estructura: tiene dieciséis capítulos, y es divida en dos partes; ocho capítulos por cada una. Sin embargo, aparte de esto se rompe con lo tradicional. Puig experimenta con la narración de su obra en una forma que no puede ser caracterizada como tradicional. Claro que la tendencia de experimentar con la narración no es nueva dado que hemos pasado meses discutiendo este tema que define la literatura del “Boom”. Hemos leído novelas contadas por múltiples voces (Hijo de Hombre de Roa Bastos, por ejemplo), pero ellos no se enfatizaron (ni se enfocaron en) estas voces al punto que la voz de la narrador principal se hace escondida (o perdida?) completamente. Tal vez me explicaré mejor en el párrafo siguiente…

Esta obra se distingue por tener casi tantos narradores como capítulos. Por lo menos Puig nos indica quien es el narrador de cada uno (y en qué año estamos) por los títulos. Además, no sólo cambiamos de personaje principal con cada capítulo, sino también cambiamos de la forma en que este personaje cuenta (o escribe) la historia. He leído que Puig empezó este manuscrito como guión para el cine… y me pregunto si es por eso que la historia empieza con dos capítulos de dialogo entre la familia de Mita. Estos capítulos casi pueden ser leídos como un guión; el lector casi puede visualizar la conversación en la casa entre los miembros de la familias. El tercer capítulo, por otro lado, es un monólogo interior de José (“Toto”), al igual que la quinta, y más adelante en la lectura el lector se encuentra con capítulos escritos como cartas, una composición escolar y conversaciones entre personajes. Es por eso que yo digo que Rita Hayworth es una obra escrita y contada primariamente por los personajes. Teniendo todo esto en cuenta, el lector se da cuenta de que esta obra carece de un narrador principal. Tal vez la única manera en que la voz de este narrador surge en la obra es a través de los títulos que introducen cada monólogo / carta / ensayo / conversación. En fin, esta obra nos presenta con un mosaico de voces en vez de una voz autorizada que pertenece a una narrador principal.

José Arcadio Buendía…¿El caballero andante de García Márquez?

No quiero romper con el propósito de este blog, que es escribir impresiones autenticas sin hacer una búsqueda de las opiniones de los críticos literarios. Por eso, les ofrezco un comentario “ciego” sobre la intertextualidad que veo entre Cien años de Gabriel García Márquez y el Quijote de Cervantes. A lo largo de este semestre hemos establecido que el “Boom” latinoamericano fue un fenómeno literario a través de que los escritores como García Márquez, Fuentes, y Roa Bastos llegaron a ser reconocidos mundialmente. Podemos decir, entonces, que el “Boom” de los 60s y 70s era para Latinoamérica lo que el Siglo de Oro era para España en el siglo XVI -XVII. Igualmente, si se considera Cien Años de Soledad la obra del “Boom” más elogiada y analizada por críticos literarios y, es más, más leído por un público general, se puede concluir que es el Quijote de su época.
Sin embargo, yo formulo estas conclusiones no sólo por el éxito de la obra y la fama del autor, sino también por las vincules y elementos semejantes entre las obras. Empezaré con el final de la novela, considerando que hemos leído la segunda mitad esta semana, yo misma por primera vez. Debido a ser una minoridad en esto, desafortunadamente me enteré de las muertes de los personajes y Macondo que marcan el final de esta obra en nuestra discusión la semana pasada, al igual que me enteré de los pergaminos de Melquiades. Sin embargo, me hizo pensar en las dos obras y en como el lector de García Márquez y Cervantes puede empezar un estudio de intertextualidad en los últimos capítulos de cada una: las dos tienen una conclusión marcada por muertes profundas, y las dos son narradas por autores ficticios: el gitano Melquiades con sus pergaminos de español-sanscrito, y Cide Hamete con su manuscrito árabe. Además el regreso al final de Cieno años de Macondo a ser un lugar que “era ya un pavoroso remolino de polvo y escombros centrifugado por la cólera del huracán bíblico” (549) evoca en la mente del lector una imagen del olvido, que es la misma imagen que Cervantes presenta sobre “algún lugar de la Mancha, cuyo nombre no quiero recordar” a partir de las primeras palabras.
Pues, no puedo proponer la idea de intertextualidad entre estas dos obra maestras sin mencionar los protagonistas. A mí, parece como el laboratorio de José Arcadio Buendía sirve el mismo propósito de la biblioteca grande de Alonso Quijano. En estos cuartos los dos han perdido contacto con la realidad, y se han convertidos antisociales, obsesionados por una máquina del tiempo y la literatura caballeresca respectivamente (dos cosas que aluden a un pasado, ¿tal vez por una nostalgia?). Los imanes, los cálculos astronómicos y los sueños de transmutación son para José Arcadio que las novelas caballerescas son para Quijote. Bueno, si propongo que José Arcadio Buendía es el caballero andante de García Márquez, entonces debo identificar un Sancho Panza que sirve como su anclaje a la realidad. En este sentido diría que, sin duda, este anclaje es Úrsula, quien realmente es la voz de razón para no solo José Arcadio, sino también sus hijos, sobrinos y nietos. Es más, García Márquez parece escribir Ursula-ismos al igual que Cervantes había compartido Sanchoismos. Úrsula es un personaje humilde y a la vez sabia. Pienso específicamente en el episodio del anillo perdido de Fernanda. Ursula, ya ciega, encuentra el anillo por su sabiduría simple. Ella nota que Fernanda, “en cambio, lo buscó únicamente en los trayectos de su itinerario cotidiano, sin saber que la búsqueda de las cosas perdidas está entorpecida por lo hábitos rutinarios, y es por eso que cuesta tanto trabajo encontrarlas” (361). Es más, Ursula es la enfermera que cuida las heridas de su esposo, un rol que Sancho juega para su amo, y ella apoya a las fantasías de José Arcadio con todo el dinero que había ahorrado, en la misma manera que Sancho sacrifica su puesto como labrador y a la vez los ahorros de su familia para seguir a su amo.
Por fin, aunque hay más que decir, quiero ser consciente de ustedes que leen este blog, y quiero concluir por mencionar como los nombres repetidos de los personajes en Cien años (algo que había notado en mi entrada la semana pasada) señalan un anonimato y una ambigüedad de los personajes en la misma manera en que los autores de Quijote se burlan del anonimato del nombre de Alonso Quijana/Quesada/Quejana. Es más, García Márquez parece burlarse de sus personajes en otra manera (al igual que Cervantes): a través de la mala suerte. Para volver al final de la novela, pienso en Gastón, quien había acompañado a su esposa, Amaranta Ursula, a Macondo pensando que sería una aventura de pocos meses…mientras que ella, con un mente de quedarse allí hasta su vejez, se enamoró con su sobrino y el desilusionado Gastón regresa a Europa definitivamente. Pobre Gastón. Parece como García Márquez tenía la última risa en Macondo antes de borrarlo del mapa.

Cien años de soledad (1967), Gabriel García Márquez

Mi experiencia con esta obra ha sido un ciclo de empezar y volver a empezarla, de leer y releerla…pues, por lo menos hasta llegar a la mitad del libro. Tengo tres diferentes copias, más una de mi esposo – algunas versiones en inglés y ahora la versión Catedra que compré para este curso- pero por algún motivo me encuentro incapaz de terminar con la lectura de esta novela. Sin embargo, este es un círculo vicioso que superaré por fin debido a los requisitos de este curso.

En contemplar mi experiencia con esta novela, me di cuenta de que la repetición de los nombres me inhibe como lector, al igual que la estructura cíclica que García Márquez eligió. Sin embargo, después de leer la primera mitad de nuevo esta semana me llamó la atención la relación entre este tema de los nombres semejantes y la estructura cíclica.

Cien años de soledad narra la historia de la familia Buendía, enfocándose en siete generaciones a lo largo de un siglo. José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán fundaron el pueblo de Macondo, y allí se establecieron una familia y una vida para ellos. El patriarca y su mujer, quienes son primos, tienen tres hijos: José Arcadio, Aureliano y Amaranta. Estos nombres se repetirán en las siguientes generaciones de manera cíclica como la historia, y al igual que José Arcadio y Úrsula, la mayoría de los Buendía se irá relacionando y procreando entre ellos mismos. Por supuesto hay excepciones, pero todavía en estos casos los nombres todavía permanecen dentro de la familia, como es el caso de los 17 Aurelianos. Esta repetición parece subrayar la persistencia del pasado para la familia Buendía.

Aunque cada Aureliano, Arcadio, Amaranta y también Remedios tienen una apariencia física bastante distinta de su tocayo, parece que se hereden unas características de sus antepasados. En general los José Aracadios tienen una fuerte presencia; no sólo en sus cuerpos fuertes pero también en sus acciones impulsivas. Por ejemplo, José Aracadio Buendía mata a Prudencio Aguilar y después se huye con su esposa, mientras su hijo del mismo nombre decide abandonar a su familia para una chica gitana, y al regresar se atreve a rescatar a su hermano de la muerte inminente. Por otro lado, los Aurelianos son más pasivos y retraídos. A mí me parece que la única excepción son los gemelos José Arcadio Segundo y Aureliano Segundo. Sin embargo, este argumento no tiene validez porque el autor nos indica que en un juego de confundir a sus compañeros acerca de sus identidades, es posible que se hubieran confundido ellos mismos.

Igualmente, el lector se confunde en el laberinto que es el árbol genealógico de los Buendía. Las líneas se convierten borrosas entre un personaje y otro, al igual que las líneas entre los capítulos de la novela. Debido al título engañoso, el lector espera un relato contado cronológicamente a lo largo de cien años, pero no es así. Los capítulos no se distinguen claramente, salvo una ruptura en la tipificación en la página. No se identifican ni por título, ni número. Para mí, esta técnica añade a la estructura cíclica. Digo esto porque los sucesos se repiten, están fragmentados y desarrollados en diferentes capítulos, no siempre en orden cronológico. Incluso la muerte no impide ciertos personajes de entrar de nuevo en la trama. Los miembros de la familia están atrapados en un ciclo (y a la vez alimentan este ciclo) que no se pueden escapar: los cien años de soledad.