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Paradiso (1966) por José Lezama Lima

Después de leer sobrevivir la primera mitad de Paradiso (1966) por José Lezama Lima, me quedo con algunas cuestiones y observaciones:

–          De todas las obras del “Boom” que hemos leído hasta ahora, esta novela, para mí, más destaca la renovación y experimentación de lenguaje que caracteriza la literatura de este movimiento literario. Leí algunos pasajes en español, y otros en ingles pero a mí me parece más como el idioma Lezama-lima: un lenguaje en sí mismo. El autor utiliza un lenguaje poético y un estilo barroco mezclado con vocablos cubanos y puntuación irregular.

–          También vemos la tendencia de no seguir una secuencia lógica en el tiempo. El lector debe construir la historia a través de una serie de “flash-backs”, empezando en el tercer capítulo que trata a la emigración de los Olaya y ocurre de nuevo en el cuarto capítulo que trata a la historia del padre de José Cemi, el protagonista de la novela. Otras veces la acción detiene completamente y el autor rellena la pausa con una descripción minuciosa de cualquier objeto (sea la lámpara del Capitán Viole en el segundo capítulo, o sean las plantas que ve Alberto Olaya antes de sucumbir a su muerte trágico en el accidente del taxi.

–          La semana pasada habíamos discutido los rasgos autobiográficos de la novela El lugar sin límites, pero en esta novela hay más que rasgos: hay una paralela distinta entre Jose Cemi y Jose Lezama Lima, sin mencionar los paralelos entra la mayoría de los parientes del protagonista y los de Lezama Lima. Además hay semejanzas en el espacio – La Habana, la trama – ataques del asma en su juventud, y en los personajes reales – su padre, el coronel por ejemplo.

–          Me asombra que alguien, a saber, Gregory Rabassa, se había atrevido traducir esta obra.

–          Me pregunto, ¿Desde cual perspectiva de lectura debe el lector leer esta obra? Y, es más, ¿a cuál género literario pertenece esta obra? Es casi un hibrido de novela-poesía-ensayo. Puede ser una novela por la estructura, los personajes de ficción y la acción ficticia, un poema por el lenguaje repleto de metáforas y un ensayo por su fin didáctico; es decir, exponer el teoría poética de Lezama Lima.

 

 

El pueblo y los perros

Y quién soltó los perros?

— Don Alejandro. Es el único que los suelta. (59, versión PDF)

La semana pasada leemos en La Ciudad y los perros un relato bastante violento en que los “perros”, es decir los cadetes jóvenes del tercer año del colegio militar Leoncio Prado, sufrieron a manos de los superiores debido a su posición inferior en una jerarquía social. Había escrito un comentario sobre esta jerarquía de poder, entre otras, en la obra de Carlos Fuentes. Curiosamente esta semana descubrimos otro relato de perros situados en un entorno violento, aunque esta vez son perros literales, los que llevan a cabo actos violentos y promueven un terror entre los otros personajes. Su papel, como propongo aquí, parece ser una extensión del personaje, su dueño, Alejando Cruz. Estos cuatro perros negros, Moro, Sultán, Otelo y Negus, lo acompañan siempre, hasta el momento en que los soltó en las viñas, sus ladridos bajo la luna marcando su muerte inminente.

La trama de la novela corta, El lugar sin límites (1966)del escritor chileno José Donoso Cruz, desarrolla en un pueblo marginalizado y casi olvidado, Estación El Olivo. Cruz, conocido como <<don Alejo>> por sus constituyentes, es un personaje de gran poder y fortuna debido a la herencia de la mayoría del pueblo, aparte del burdel y algunas viñas. Por ende, se sitúa en la cima de la jerarquía social en que tiene un doble papel de protector/ agresor a lo largo de esta obra. Cruz finge una devoción al pueblo, la cual se reciprocan: “Y tan bueno don Alejo. ¿Qué sería de la gente de la Estación sin él? Andaban diciendo por ahí que ahora sí que era cierto que el caballero iba a conseguir que pusieran luz eléctrica en el pueblo” (10), pero a la vez demuestra motivaciones codiciosos de poseer el pueblo en su totalidad. Sin embargo, el lector descubre que el pueblo, una vez próspero, está en declive, al igual que su latifundista y senador.

La narrativa se ha desdibujado los líneas entre no sólo los cuatros perros distintos, pero a la vez entre sus cuerpos y lo de don Alejo también: “Don Alejo se iba acercando a Pancho a través de la bodega, rodeado de los perros que brincaban. En todo ese espacio pardusco, donde hasta la cal del muro era de color tierroso, lo único vivo era el azulino de los ojos de don Alejo y las lenguas babosas, coloradas, de los perros” (17). El narrador atrae la mirada del lector de la masa de cuerpos a los ojos de Don Alejo a las lenguas de los perros como si pertenecieran a una sola cara. Además, los perros, siempre perfectamente alienados detrás de él, forman su sombra negra: “Se sacudió el agua de la manta y del sombrero. Los perros también se sacudieron” (15). Otra observación es que proporcionan una expresión externa de los sentimientos internas de don Alejo, sea ira o calma: “Fue tal la furia de don Alejo que hasta los perros la sintieron y se pusieron de pie gruñéndole a Pancho con los dientes descubiertos” (18).

Los perros también sirven como una manera de amplificar a su dual rol de protector / agresor, el que ya he mencionado. Actúan como escudo y arma al mismo tiempo por responder a los mandatos de su dueño; los azuza a alguien, Pancho Vega por ejemplo, y los llama para volver y quedarse cerca. Lo siguen por todos lados, incluso a la misa, pero, curiosamente, no al burdel. También es curioso que el burdel es el único lugar sobre que no tiene propiedad absoluta, y por eso poder absoluto, pero sirve como un refugio en que se puede dejar su ‘sombra/escudo/arma’ afuera.

La Ciudad y Los Perros (1963)

      En el Perú todo se hace a medias y por eso todo se malea. Los soldados que llegan al cuartel son sucios, piojosos, ladrones. Pero a punta de palos se civilizan. […] Pero aquí ocurre al contrario, se malogran a medida que crecen. Los de quinto son peores que los perros. (202)

La primera novela de Mario Vargas Llosa sigue experimentando con las posibilidades narrativas y estilísticas, como ya hemos visto en las obras de Roa Bastos y Fuentes. El lector tiene que construir la historia a través de “flashbacks”, múltiples narradores (incluyendo un narrador anónimo a lo largo de los dos partes, y otro que suele hablar en monólogos interiores), y saltas frecuentes en tiempo y espacio. Esta obra fue publicada en Latinoamérica al principio del “Boom”, y ahora es ejemplar de esta fenómeno literario. La Ciudad y Los Perros es, más que nada, una novela realista que denuncia la sociedad peruana del autor por todos aspectos: las instituciones políticas y educativas, las diferencias entre las clases sociales y económicas, y el machismo sólo para nombrar unos pocos. Vargas Llosa reprocha un desequilibrio de poder en, al igual que los que abusan el poder.

Esta crítica se hace evidente a partir del título, y aunque prefiero éste, también opino que uno de los títulos originales, Los impostores , llama atención a esta crítica de la situación socio-político de Perú.

Igualmente, se hace evidente a través de numerosas jerarquías en el trama; los que son simbólicos de las jerarquías en la sociedad peruana durante la segunda mitad del siglo veinte. Al fin y al cabo es una crítica de un(os) sistema(s) donde el que no domina es dominado.

No hay lugar a dudas de que en esta sociedad son los hombres que dominan. Vargas Llosa demuestra la dinámica entre los sexos, si no principalmente en la actitud del padre de Arana hacia su hijo “débil”, entonces en su tratamiento de su mujer: “Las mujeres son así, injustas, no comprenden las cosas” (232). De hecho, la mayoría de las relaciones de los padres del cadetes son turbulentas; caracterizadas por la violencia y borrachería de los hombres, y la narrativa repite una y otra vez una vehemencia de ser “hombre de provecho” .

Si uno sigue con una análisis de las jerarquías sociales en la novela, las encontraría dentro de y fuera del colegio militar, Leoncio Prado. Por ejemplo, en los “flashbacks”, el lector se entera del contraste entre el distrito de Miraflores (el barrio rico de donde viene Alberto) contra los barrios del los otros personajes (ie. las calles del Callao de donde viene Jaguar). Los cadetes, antes de que se encontraron en el colegio militar, asistían a escuelas que recibían alumnos de la misma clase social. Leoncio Prado, por otro lado, aceptó a los jóvenes desde cualquier parte de la ciudad de Lima (y más allá), que creyó un escenario central para manifestar la división entre las clases. Un buen ejemplo de esto es el cadete Perforio Cava, “el serrano”. A través de la narración de Boa, el lector puede distinguir una cierta falta de respeto hacia Cava: “Los serranos son tercos […] un poco brutos […]tienen mala suerte, les ocurre lo peor. Es un suerte no haber nacido serrano.” (189). Sin embargo, Cava había logrado asegurar una posición lucrativa entre sus compañeros, como uno de los cuatro miembros del Circulo, la banda de los cadetes.

Esta banda domina los cadetes del mismo grado, pero habían otras escalas de poder en Leoncio Prado: el bautizo de los “perros”, quienes luego se convierten en los que bautizan; los militares, encabezado por el coronel, el capitán Garrido, y bajo estos hombres el teniente Gamboa (aunque basta con decir que Gamboa era el único que tenía un buen código moral); y siquiera entre Alberto Fernández y Ricardo Arana, quienes a veces parecían amigos, pero Alberto siempre se aprovechó deRicardo, notablemente por salir con la chica que amaba, Teresa.

Por último, Leoncio Prado proporciona un escenario en que Varga Llosa señala el valor de ser militar en vez de ser académico. Para mí, el episodio de la clase de francés es clave en esta crítica. Pero esto no sólo ocurre en el aula, sino en los dormitorios y los pasillos y campañas donde los oficiales apoyan los valores de agresión, humillación, y valentía, en vez de incitar en sus cadetes el deseo de ser estudioso, pensativo, respetuosos y inquisitivo. El cinismo en el apodo el Poeta, otorgado al Alberto Fernández,indica esto porque lo que escribe no tiene ningún valor educativo. Sus “novelitas pornográficas” solo sirven para provocar el comportamiento negativo de los soldados, sin mencionar robar más poder de la imagen de la mujer. Además la manera en que castigan (o no castigan) los soldados demuestra como favorecen la identidad militar. El coronel expulsa al Porfirio Cava (el único personaje que querría ser militar) por robar un examen de química, pero hace la vista gorda a la violencia y al abuso de los “perros” en el bautizo cada año y se esconde la verdadera historia de la muerte de Arana. Así, cometer un injusticia académico no puede ser perdonado, pero los de la vida militar, sí. Humillación pública para el ladrón en el colegio, y protección para el perpetrador del militar.

La Muerte de Artemio Cruz (1962) por Carlos Fuentes

 

Es interesante que hemos leído esta obra inmediatamente después deleer Hijo de Hombre por Roa Bastos, incluso si la racionalización era de leerlas por el año de publicación, porque los aspectos semejantes entre los dos con respecto a la estructura, la narración, y los temas centrales crean una progresión natural desde el uno al otro. De nuevo nos hallamos con el desafío de estar atento a la historia de la vida del protagonista, Artemio Cruz, mientras que el relato salta desde una época a otra; no en orden cronológico, sino en lo que parece un orden aleatorio. Por lo menos Fuentes nos proporciona las fechas de cada época, las que sirven como capítulos, para que el lector sepa la edad del protagonista y los otros personajes. Este mosaico de fragmentos construye el personaje y su historia. El autor prepara al lector para esta estructura a partir de la primera página:

                               Contraigo los músculos de la cara, abro el ojo derecho y lo veo reflejado en las                                 incrustaciones de vidrio de una bolsa de mujer. Soy esto. Soy esto. Soy este viejo con las facciones partidas por los cuadros desiguales del vidrio. (115)

A mí, esta imagen sugiere la teoría del psicoanalista francés Jacques Lacan, la del estado del espejo. Aunque en realidad Artemio Cruz es un viejo, en su lecho, es como si fuera un niño que se reconoce en el reflejo por primera vez. Vemos esta introspección en los momentos de dolor (a la vez físico y mental)por las malas decisiones que ha hecho en su pasado. Para mí es lo más evidente en la época de 1939 en que está atormentado por la muerte de su hijo, así como sus propias malas acciones: de profundis clamavi / de profundis clamavi (341).

Sin embargo, la fragmentación de la narrativa hace aun más compleja debido a tres líneas narrativas dentro de cada época; otra semejanza a Hijo de Hombre, aunque la obra de Roa Bastos sólo tenía dos: la de Miguel Vera y la otra de la tercera persona. En la narrativa triple de Artemio Cruz tenemos el yo, en que Cruz cuenta la historia en primera persona, en el presente; el , el subconsciente de Cruz, cantándose su propia historia en el futuro para encontrar sentido de su vida; y el él, que cuenta la historia de Cruz y los otros personajes en la tercera persona. A través de esta fórmula triple narración, y a lo largo de la novela, aparece de nuevo esta idea de las historias diferente como parte de una gran Historia, como Bruno había escrito en su blog en la primera semana. En el caso de Artemio Cruz, a diferencia de la Historia de Paraguay en Hijo de Hombre, tenemos la Historia de México, personificado por un protagonista que simboliza el país después de la revolución; al principio ideólogo pero al fin un cuerpo corrupto.

Otro aspecto congruente entro los dos es la narrativa circular, en este caso Cruz cuenta su propia historia al revés, desde su lecho hasta su nacimiento, y de repente el relato gira de nuevo a su muerte en la mesa de operaciones. Me quedo con algunas preguntas después de leer esta novela compleja. A mí, me parece como su vida era caracterizada por la muerte, y con este podemos, quizás, leer el titulo desde otra perspectiva. No me refiero a las muertes múltiples por sus manos corruptos, sino las que a causa de la trama a crean su corrupción. Pienso específicamente en las muertes de su madre, de Lunero, de su hijo.

También me llamaron la atención algunos detalles que me tienen intrigada, como el uso de los colores y el lujo a lo largo de la novela, específicamente la abundancia de azul (347) y la presencia de los perros, ya sean sus ladridos que pueden señalar muerte eminente o sean sus collares intricados que Fuentes siempre describe en detalle. Además, me pregunto si hay algo significativo en la imagen de la ventana, porque Cruz siempre ruega a las mujeres que se abran la ventana en su habitación (creo que eso ocurre en casi todos los “capítulos”). Hay mas, por supuesto, pero ya he escrito demasiado… así, llegaré a clase hoy con mas cuestiones de comentarios con respecto la obra elegida para esta semana.

Hijo de Hombre (segunda mitad)

A lo largo de la segunda mitad de la novela Hijo de Hombre (1960), me llamaron la atención los distintos sucesos en los que Rao Bastos empleó la ironía circunstancial. Muchos tienen que ver con la presencia de agua y a la vez una lucha contra la sed; dos temas a los que me dirigí en mi primer blog sobre la primera mitad de esta novela. Sin embargo, hay otros temas que giran alrededor de esta ironía circunstancial, notablemente la muerte.

El titulo del sexto capítulo, Fiesta, me dejó con un sentido irónico mientras leía sobre el sufrimiento (de hambre, sed y heridas) de los presos en el vagón que estaba en ruta a Asunción, el refugio de Cristóbal Jara en el cementerio, la muerte injusta de Cleto Rodas, la persecución continua de los prisioneros, y el baile grotesco de los leprosos. Para mí, no sólo era la suma de estas tragedias que no concordaba con la implicación del título, sino eran los contextos dentro de cada tragedia que señalaban la ironía circunstancial. No voy a discutir todos, pero algunos ejemplos llamativos incluyen el hecho de que Kiritó, o Cristóbal jara, sobrevivió en un cementerio; un lugar que se asocian con la muerte. El personaje de Jara vocifera esta ironía, “No te asustes, María Regalada. Si me dejas estar aquí, no me van a encontrar. Ellos andan buscando a un hombre vivo, pero aquí están los muertos solamente” (239).Al mismo tiempo nos enteramos que los militares habían matado a Cleto Rodas en un pozo; un símbolo literario frecuentemente asociado con la vida, y, es más, un literal fuente de la vida para un pueblo rural.

En el séptimo capítulo, Destinados, el cambio en el estilo de la narración me parece significativo primero porque Veras, acababa de recibir y leer diarios, empezó a escribir en la forma de un diario. Se vio influenciado por su entorno, sin mencionar que tambien recibio una copia de La guerra y paz por Tolstoy. Es más, este estilo permite una oportunidad para Rao Bastos de incorporar su propias recuerdas en la Guerra del Chaco, mientras que la obra sigue siendo una de ficción. Sin embargo, la ironía circunstancial es más evidente en la lucha contra la sed, <<la muerte blanca>>, mientras que los soldados están rodeados de agua, pero confinados a un islote de terreno seco y duro. La sed es un tema recurrente a través de este capítulo:

            17 de enero: De pronto volví a escuchar la lluvia sobre el techo de paja. Tenía sed. (256)

            9 de septiembre: Pero más me arde la sed en la garganta, en el pecho. Llaga viva por  dentro. No ha llegado el agua a las líneas. Esperándola, uno escupe polvo. (274)

            Además, las circunstancias que rodeaban la muerte de Jiménez, quien sucumbió a un fiebre después de casi ahogarse en un intento de escapar, demuestran un aspecto de ironía también si se considera este suceso frente al problema de la sed. Todo eso sin mencionar la contradicción en las palabras elegidas para relatar este suceso, <<Jiménez amaneció muerte>> (259).

A mí me parece como esta ironía circunstancial sigue siendo presente hasta el final de la novela. Sobre todo, el título del último capítulo, Ex Combatientes, plantea un tono irónico para el lector cuando se entera en los últimos párrafos de que el Paraguay ya está al borde de otra guerra. Los combatientes de la Guerra del Chaco no seguirán siendo ex combatientes durante mucho tiempo si el país llegara a una guerra civil. Es más, existe ironía en el destino de ciertos personajes después de la guerra, notablemente para los mellizos Goiburú “que pagaban en la cárcel de Asunción un acto de justicia, después de haber guerreado durante tres años en el lejano desierto, pasando así de golpe de su condición de héroes a la de asesinos.” (382) Todo esto insta al lector a preguntarse, ¿para qué?, una cuestión que posiblemente refleja la actitud de la gente que luchaban en la Guerra del Chaco, mucho sin saber la causa de la guerra.

Hijo de Hombre (la primera mitad)

Esta semana yo leí hasta el fin del quinto capítulo, “Hogar” de Hijo de Hombre, por el escritor paraguayano Augusto Rao Bastos. Me encuentro contemplando los sucesos, detalles y temas que más me llamaron la atención, y me doy cuenta que todos caben dentro un super-tema del dualismo.

Me empezaré mis comentarios con el dualismo lingüístico, no solo porque es algo que anoté primero (de hecho, a partir de la primera página) pero también porque es algo que la editora de esta edición menciona en la introducción. Me fascina mucho que el autor mismo no incluyó un guía de vocablos en una versión corregida de la novela, pero el propósito es obvio si se considera que el Paraguay es un país bilingüe (el unció en América Latina), y el público principal al que escribió Rao Bastos es la gente paraguayana. Es una declaración de la igualdad de los dos lenguas; ofrecer un guía es como presuponer que el lector (ya sea paraguayano o extranjero) no conozca esta lengua. La presencia de un guía detrae de la legitimad de la lengua Guaraní. Sin embargo, hay otro elemento lingüístico que me llamó la atención: el habla y el silencio. En los primeros tres capítulos, existe el acto de hablar (en cualquiera idioma que sea), notablemente en el personaje Macario Francio, y a la vez una ausencia del habla como vemos en el caso del Doctor Dubrovsky.

También hay un dualismo religioso entre la fe cristiana y el “hereje” (me falta una palabra mejor), como vemos en el episodio de la iglesia (paginas 45-48), en que el autor demuestra una preocupación con la pureza y la impuridad. El En general hay muchos elementos cristianos a través de esta primera mitad, específicamente en los primeros dos capítulos, y aunque no puedo mencionarlos en profundidad, quiero anotar algunos. Primero, Mora, el “padre” del talla del Cristo fue carpintero, y se asoció con un ciego y una prostituta, no a diferencia de Jesús de Nazaret. También la prostituta, María Rosa ,regaló su pelo a la talla, un acto que para mí se asemeja a la mujer pecadora que lavó los pies de Jesús con su pelo. También hay una repetición del número tres: los tres alumnos de Gaspar, uno de ellos llamado Pedro (52); y además en la frase, “Tres días con sus noches deliberaron junto al Cristo, casi sin palabras” (55). Sin embargo, hay mención de raíces de una religión indígena también, con el “Himno de los Muertos de los guaraníes” (26).

La tercera forma en que yo veo la presencia de dualismo está en la contraste entre los cuatros elementos (agua, tierra, fuego y aire). Me parece una yuxtaposición entre fuego y tierra, primero con la presencia de la Cometa de Halley que amenaza a la gente en el pueblo, y también en la explosión de la estación del tren en Sapukai, y la devastación que resulte para el pueblo en el segundo capítulo “Madera y Carne”. Además, me parece que hay otra yuxtaposición entre agua y tierra que se hace evidente en la sequia que ocurre mientas que Gaspar se queda solo en el monte, “Después empezó la sequía, como si el ardiente resuello del monstruo hubiera secado toda el agua de la tierra y del cielo” (39). La sequedad es evidente en las quejas de los personajes debido a la sed. Después de la muerte de Gaspar ocurre una tormenta, y me parece interesante que el autor menciona la palabra “lluvia” 17 veces en la primera mitad. De repente hay la presencia de agua a un caso extremo, en vez de la sequia anterior.

Introducción

Hola a todos,

Soy Jennifer Nagtegaal, y éste es mi blog para la clase SPAN 590.

La verdad es que, hasta ahora, he evitado los redes sociales (Facebook y twitter incluso),  y la noción de mantener un blog me asusta mucho. Sin embargo, la idea de no conseguir un Máster por sucumbir al temor de escribir en un blog me asusta aún más. Por eso, ¡aquí estoy!, escribiendo un blog.

Yo soy canadiense, pero mis parientes (y los de mi esposo también) son holandeses. Mi apellido, Nagtegaal, significa ruiseñor, aunque el significado es más evidente cuando se considera la traducción al inglés: nightingale. Las lenguas extranjeras siempre me han fascinado, sobre todo la comparación y la etimología de lenguas. Además de español, he estudio francés, swahili, y un poco de holandés y alemán.

Este es mi primer año en el departamento de FHIS.  Me considero una estudiante perpetua, dado que me he matriculado en un programa o cursos independientes cada año desde 2004. Así, este es el décimo año consecutivo de mis estudios postsecundarios. Hice mi pregraduado en Literatura Inglesa e Historia, y en 2010 obtuve un título de Educación también. En 2011 empecé otro programa de la cultura y lengua española (mientras trabajando como maestra), y creo firmemente que todas estas experiencias me han dirigido a un Máster de Literatura Hispánica.  Este curso sobre el “Boom” me interesa específicamente por el contexto socio-histórico de la literatura que leeremos. Me ofrece la oportunidad de mezclar mis intereses de lengua, literatura e historia.