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Capital Fictions -The Literature of Latin America’s Export Age (Estados Unidos, No. 9 Teoría)

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La portada del estudio Ficciones Capitales de Ericka Beckman dice mucho. Esta consiste en un mapa de lo que habitualmente llamamos Latinoamérica poblado no por ciudades ni formaciones geológicas sino por las mercancías que cada país representa en el imaginario economista norteamericano: cada país alberga materias primas caricaturizadas, algo familiares e inofensivas, que definen su rol dentro de un sistema de mercado global. En el estudio hay que notar varias cosas. La primera, como Beckman muy bien lo recuerda, es la reducción de cada territorio a productos primarios apetecidos por el norte industrializado, granos, minerales, frutas, vegetales, maderas, producción de carne, de frutos de mar, de petróleo, de estimulantes como el café y el tabaco, etc. De alguna manera, todos los componentes del mapa nos dicen más sobre el arquitecto que diseñó este plano que sobre lo que propone representar. En este sentido el continente esta imaginado como una colección de materias primarias listas y expectantes al arribo de la maquinaria procesadora que va a convertirlas en zapatos italianos, sombreros de copa y energía para las demandas militaristas del norte. Es decir, la vida en el sentido amplio del continente ha sido plasmada en un plano a seguir y solo espera la pacifica extracción y procesamiento para su transformación. La segunda inquietud aquí es que nunca se cuestiona la premisa consumista y la fetichizacion de la mercancía del capitalista ismo, en específico en capitalismo de monopolio y las teorías desarrollistas que acompañaban estos modelos.

El tratado de Beckman se preocupa en investigar como las elites letradas de los países figurados en el mapa construyeron edificios epistemológicos que sostenían la presuposición y la favorabilidad de la explotación de recursos naturales, y en consiguiente la incorporación al mercado global como la única oportunidad para salir de la pobreza crónica y el caos político predominante que se asentó en las primeras décadas pos independentistas. Beckman desmantela la poética que sostenía los sueños de exportación, “export reverie,” las fantasías literarias propuestas por la clase letrada de la región (el conocido eje de poder donde los hombres de estado también son poetas, escritores, cronistas y juristas), el sistema exportador como el modelo adecuado para modernizar las economías nacionales y el deseable para todas las partes involucradas, siguiendo el principio de la “ventaja comparativa” del sistema Ricardeano. Beckman propone un estudio de las expresiones poéticas (novelas, poemas, avisos publicitarios, papel moneda) de la región que constituyen ejemplos de un paradigma económico y estético que dominó la región durante alrededor de 6 décadas, aproximadamente: 1870’s-1930’s.

Algo que valorar en el estudio es la producción de ficción que emerge en dos campos que generalmente no tienden a asociarse en estudios comparados: la literatura o la “alta cultura” con los procesos económicos y las narrativas que los sostienen. De alguna manera el estudio ha logrado desnudar los aparatos menos esperados que trabajan para sostener una suspensión de la incredulidad. Beckman nos muestra como en los dos campos operó esta noción a la hora de normalizar proyectos que se presentaban como deseables y como la literatura y las herramientas que el discurso literario ofrece (imágenes, metáforas, leitmotifs) han sido usadas para complementar las abstracciones económicas que determinan el devenir económico y político de toda una nación. Beckman nos recuerda que los funcionamientos básicos del capital descansan en la capacidad de suspender el sentido crítico de la razón, e ignorar incoherencias o incompatibilidades. Lo mismo se puede argumentar sobre el acto de abrir una novela o leer un poema. Naturalmente Beckman se apoya en Marx y en las lecturas historicistas de economistas como Karl Polanyi, quien nos recuerda hasta qué punto el capitalismo da por sentadas las bases ontológicas de la labor, la tierra y el dinero en tanto entidades mentales creadas meramente para el uso del mercado, en lo que este denominó “mercancías ficticias.” ¿No es esto acaso lo que propone el mapa que adorna la cubierta, al mostrar el continente americano como una colección gigante de materias primas a la espera del mercado y sus demandas y requerimientos? Hasta aquí, todo bien. Beckman se apoya en críticas que le ayudan a entender mejor cómo funcionaba el imaginario criollo en tanto clase burguesa que traía desarrollo y modernidad. Lo que no cuadra sin embargo en su aparato teórico es la mención su uso de los análisis de discurso diseñados por Michel Foucault y sus seguidores. No encontramos ninguna obra del cartógrafo del poder en la bibliografía, así como su mención parece solo un gesto al paso en su introducción. Herramientas útiles como las tecnologías de gobierno, la producción de cuerpos dóciles o de formaciones discursivas hubieran permitido un análisis más profundo aunque también implican la resolución o la justificación de posiciones teóricas problemáticas en relación con los pensadores mencionados anteriormente.

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Beckman organiza su estudio de acuerdo a los patrones que organizan el movimiento del capital a través del tiempo: en periodos de auges y caídas -“boom and busts.” Así, logra analizar documentos donde la ilusión de las clases letradas y su ansiedad se refleja en expresiones liricas en la víspera del arribo de la tan anhelada Modernidad al continente. Durante el auge, Beckman estudia textos como la novela argentina La Bolsa y los ejercicios ecfraticos de poetas petit-bourgeois quienes dependían de la moneda local para sostener su negocio ya sea de importación de productos de lujo o carácter extractivo: Beckman subraya las corrientes estéticas que permeaban la lírica de poetas y ensayistas como José Asunción Silva o José Enrique Rodo en relación con su producción de avisos y publicidad con el fin de mantener a flote sus negocios. En su tratamiento de Silva, Beckman procura trazar la cartografía psicológica y económica de un sujeto al borde de la debacle estética y financiera: Silva, y su protagonista en De sobremesa, José Fernández, constituyen locales privilegiados para Beckman a la hora de delinear las similitudes en torno a la producción, el consumo y la recesión o la muerte: en el caso del Banco Nacional de Colombia de 1880, un suicidio económico; en el caso del poeta, un suicidio real. Los macabros relieves develan la relación entre las finanzas y la poesía, entre sueños de modernización, crear una nación viril, la figura del hombre rural, en contraste con los hábitos de una burguesía, insolvente y emasculada, el sujeto híper-esteta de Silva (Fernández) alienado entre los excesos del lujo y las fantasías de una autovaloración de líder modernizador y mesiánico. En otras palabras Beckman estudia las íntimas obsesiones de la creación literaria: “sujeto-nación.”

Si Beckman habla de “export reveries,” fantasías de exportación, es apenas natural buscar un contrapeso para fijar su terminología. Este, “export real” aparece en su capítulo sobre la explotación en la selva colombiana peruana, específicamente en el análisis del capitalismo de márgenes en La vorágine. Las fantasías de la exportación encuentran su contraparte en el concepto de lo real de la exportación: es decir el sitio geográfico donde se producen las materias del sector primario que aseguran los márgenes de ganancia de la burguesía y la clase letrada latinoamericana: las caucheras, las minas, los campos de petróleo, los valles de cultivo, etc… Es decir, “lo real” de la exportación está constituido por la suma total de los locales y las experiencias de explotación a que son sujetos los obreros y la naturaleza. En La vorágine, la intención denunciatoria de José E. Rivera se estudia a través de objetos que marcan el imaginario occidental sobre la amazonia y el capital. Para no ir más lejos, recordemos la Casa de la Opera de Manaos; sitio privilegiado de la modernidad y la civilización basado en la explotación inhumana de los aborígenes, o las anécdotas más fantásticas acerca de los excesos de los patrones: enviar su ropa para ser lavada en Liverpool, intercambiar caucho por botellas de champaña, o el sueño de importar a Caruso para inaugurar el Teatro Amazonas en 1897. Términos como “export reveries” o “export real” funcionan como conceptos claves a la hora de elaborar una genealogía de la literatura de la minería en Latinoamérica o en Sur América. Si los cuentos y las novelas proletariadas que hemos estudiado en este espacio se pueden aglomerar como la expresión de lo que Beckman llama “export real,” haría falta una evaluación y estudio en el caso Boliviano, Peruano y Chileno de las “export reveries” en tanto discurso dominante de las elites criollas. En este sentido debemos entender novelas mineras como productos que -junto con su mercancía respectiva en bruto- responden a lo que Beckman define por “export real: la entidad que el sujeto criollo no sabía que sabía, [una que] sin embargo había estado siempre allí.” El concepto de “export real” sirve para entender mejor un mundo social creado a consecuencia de los modelos de desarrollo agroexportador.

Beckman produce un estudio salvable por su asociación original, por la propuesta de terminología sencilla pero útil (“capital fictions,” “export reverie,” “export real”), por sus fuentes un tanto eclécticas y su disposición a la anécdota y lo inevitablemente real maravilloso. Sin embargo, sus lecturas parecen un tanto unidimensionales si consideramos la riqueza de herramientas teóricas que se han ignorado. Suponemos que la intención de la autora sería preparar un estudio más accesible al público no-académico; si este es el caso, aunque en ninguna parte esta aclarado, concluimos con un tratado ameno y entretenido a cambio de una investigación más profunda en términos teóricos y críticos. De cualquier forma, las relaciones discursivas estudiadas por Beckman son bienvenidas en la medida que arrojan luz sobre textos un tanto olvidados; textos cuya relevancia se mantiene vigente y aun mas hoy, cuando las economías de la región tienden a alinearse hacia los criterios neo-extractivistas y neocolonialistas del orden económico global: textos que parecen desafiar su caducidad, como argumenta Juan Gustavo Cobo Borda: “Substituya cocaína por caucho, y La vorágine continua existiendo como una pesadilla recurrente de la historia.”