Durante estas doce semanas hemos estudiado, comentado y, sobre todo, debatido obras de escritores sobresalientes, que se pueden integran dentro del denominado “boom de la literatura latinoamericana”. Sin embargo, no hemos hablado del escritor más importante del boom, quien prácticamente lo encarnó: el ecuatoriano Marcelo Chiriboga. Él es el autor de la célebre y estupenda novela La caja sin secreto. Pero mejor de lo que yo podría hacerlo, lo describe el escritor chileno Julio Méndez, quien, paradójicamente, aunque lo deseó con fervor, no fue parte del boom:
Marcelo Chiriboga: el más insolentemente célebre de todos los integrantes del dudoso boom. Su novela, La caja sin secreto, es como la Biblia, como el Quijote, sus ediciones alcanzan millones en todas las lenguas, incluso en armenio, ruso y japonés, figura pública casi pop, entre política y cinematográfica, pero la calidad de su obra sobresale, para mi gusto y el de Gloria [su esposa], casi sola en medio de los pretenciosos novelistas latinoamericanos de su generación: pertenece al, y fue centro del, boom, pero en su caso no se trata de una trapisonda editorial manejada por la capomafia, sino la simple y emocionante aclamación universal. Pequeño, flaco, tan “bien hecho” como una de esas figuras creadas por orfebres renacentistas.
Esta declaración de Méndez es de principios de los ochentas. Catorce años más tarde, sin embargo, la situación de Marcelo Chiriboga era completamente distinta. Tanto así que Carlos Fuentes llegó a hacer un viaje de caridad para tratar de ayudarlo: “Yo había ido [a Barcelona] a visitar a mi amiga y agente literaria, Carmen Balcells, con un propósito caritativo. Quería pedirle que apoyara al novelista ecuatoriano Marcelo Chiriboga, injustamente olvidado salvo por José Donoso y por mí. Ocupaba un puesto menor en el Ministerio de Relaciones en Quito, donde la altura lo sofocaba y el empleo le impedía escribir. ¿Qué podíamos hacer por él?”
Realmente no sé lo que hicieron, pero al año siguiente (1995) se supo que Chiriboga estuvo en Estados Unidos, específicamente en Chicago, donde dio una conferencia titulada “Lo público y lo privado en las novelas de García Márquez”. Aprovechó su visita a EE.UU. para visitar a un profesor de literatura chileno (Gustavo Zuleta), especialista en su obra (“un chiriboguista fino”, según el mismo Chiriboga), quien estaba como profesor invitado en la Universidad de San José (conocida como “Saint Jo”), ubicada en el corazón del Midwest norteamericano. Sin embargo, esto no animó a Chiriboga, quien llegó a manifestar lo siguiente durante su visita: “Porque por desgracia, ya nadie lee a Julio Cortázar. Y muy pocos a Marcelo Chiriboga, al que dentro de cinco años absolutamente nadie leerá”.
Lo último que escribió Chiriboga fue un comentario para la contratapa del libro Nueve novelas breves (1996) de su querido amigo José Donoso. Allí comenta el ecuatoriano: “Para José Donoso el rostro es la máscara que oculta el vacío… que es también una máscara. Los espejismos de la identidad, del origen, de la tribu que -mentirosamente- nos concede un lugar visible en el mundo, aparecen como fogonazos aquí y allá, como la respiración misma del novelista, o el parpadeo de sus ojos lúcidos y lúdicos, en estos nueve relatos. De soslayo unas veces, obsesivamente otras, reconocemos en esos espejismos la misma mirada perturbadora e irónica con que este malicioso y desencantado fabulador chileno ha construido sus célebres novelas mayores”.
Algún tiempo después, Chiriboga murió en París junto a su esposa la ex-actriz Adéle de Lusignan. La pareja no tuvo hijos.
De modo que fama y olvido, auge y decadencia se conjugan en el escritor más importante del boom. Ironías de la vida (o del arte).
Algunos datos más, aunque completamente irrelevantes: Marcelo Chiriboga nunca existió (en nuestra realidad al menos), salvo como personaje recurrente en algunas novelas de José Donoso y Carlos Fuentes y hace no mucho en la biografía inventada por el escritor ecuatoriano Diego Cornejo, titulada Las segundas criaturas (2012). Méndez y Zuleta tampoco forman parte de esta realidad, son personajes de El jardín de al lado (1981) y Donde van a morir los elefantes (1995), respectivamente; ambas novelas de José Donoso. La primera es una sátira estupenda del boom, dicho sea de paso. Por lo tanto, es altamente recomendable desde mi punto de vista. Como también, por supuesto, La caja sin secreto.