Inverosimilitud, barroquismo, cultismo, egoísmo: cosmogonía lezamaniana

Allá por el siglo IV a.C, Aristóteles les comunicaba a sus discípulos en la Poética que algo puede ser cierto, sin embargo inverosímil; por otro lado, algo puede ser incierto pero verosímil. Entonces, lo verosímil es lo que es creíble, más allá de su certeza en la realidad.

Empiezo con esta cita a modo de guiño –muy burdo, por supuesto– al uso reiterado de cultismos presentes en Paradiso. Pero también porque no pasaron muchas páginas después de haber empezado la lectura para darme cuenta que ciertamente la verosimilitud no es una de las virtudes de este texto. Debo aclarar, sin embargo, que no digo esto en tono de reproche, aunque tampoco necesariamente de halago. Lo hago, más bien, para preguntarme por qué, de un modo deliberado, un autor que busca, aparentemente (reitero: aparentemente), crear un relato anclado en la realidad se pierde por los confusos vericuetos -como los de las tumbas de los faraones egipcios- de un lenguaje desmesuradamente barroco y lleno de cultismos (clásicos, sobre todo). Hay que agradecerle, en ese aspecto, a Eloísa Lezama Lima las notas a pié de página, de lo contrario estaríamos perdidos (al menos yo) en los laberintos de la hipertelia de la inmortalidad.

Así, por ejemplo, encontramos la siguiente disertación (porque en Paradiso los personajes no hablan, disertan) del personaje central, José Cemí:

-Platón el dialéctico o el de los mitos androginales –comenzó a decir Cemí- ha estado constantemente rememorado por Foción o Fronesis, pero ¡por todos los dioses del Helicón! yo voy a aludir a Aristóteles en su concepto de substancia… (422).

Confieso que envidio mucho, mucho realmente, a José Cemí y prácticamente a todos los personajes de la obra. Ya quisiera yo tener tan a flor de piel como ellos el conocimiento clásico, literario, poético, musical, filosófico, retórico etc. que, como lo más natural del mundo, sale a relucir en sus conversaciones cotidianas. Pero justamente en esa supuesta naturalidad del conocimiento, sazonada con el lenguaje barroco, es donde yace la inverosimilitud del texto. Es evidente que esto es adrede. La pregunta es, nuevamente, por qué. ¿Cuál es el propósito –claro, no tiene que existir uno, pero démonos esa prerrogativa– de crear una obra de supuesto talante realista matizada con estos elementos que la vuelven finalmente inverosímil (aunque estéticamente bien lograda, por supuesto)?

Creo que, como se sugiere en los comentarios previos al texto, se trata de crear un universo propio; una cosmogonía poética que se diluye en las líneas del género vulgar de la novela (lo siento, se me pega –mal, evidentemente– el estilo barroco). Lo que quiero decir, en otras palabras, es que Lezama Lima –Góngora caribeño– construye un texto “egoísta”, es decir, cerrado en sí mismo y casi podríamos decir que para deleite de él mismo y acaso de unos cuantos –o, mejor dicho, unos pocos. No se trata, pues, de un texto con intenciones masivas, por ende ninguna sugerencia de denuncia o alegoría nacional se podría deslizar aquí (y tengo la esperanza que con este comentario se me deslinde de ser el portavoz de las alegorías nacionales). Y eso me parece genial, pues finalmente tampoco se trata de que la literatura “deba” cumplir tal o cual rol. Si es un ejercicio “egoísta” para el deleite de su autor, en buena hora. Adelante con la hiperterlia de la inmortalidad… a ver si la alcanzamos o, mejor aún, la entendemos.

This entry was posted in Uncategorized. Bookmark the permalink.

4 Responses to Inverosimilitud, barroquismo, cultismo, egoísmo: cosmogonía lezamaniana

  1. Silvia Brynjolfson says:

    Muy buenas observaciones Bruno. Confieso que luego de leer tu comentario me lancé con verguenza a buscar en el Diccionario de la Real Academia el término “hiperterlia”. Para mi alivio, no existe. Pienso que ese será uno de los muchos cultismos de nuestro paradójico autor de esta semana.
    Hablando de paradojas, y haciendo eco al tan mentado tema de clase de la alegoría nacional, me doy cuenta que, hasta el momento en lo que llevo leído, la obra pone de relieve las costumbres e influencias de las clases sociales que la revolución cubana procuró desactivar. Es más fue escrito en Cuba a los pocos años de la Revolución. Da para pensar. ¿no? Será tema para explorar mañana en clase.

    • Bruno says:

      Gracias por tu comentario, Silvia. Sí, la hipertelia y otras tantas son, al parecer, neologismos de nuestro nuevo amigo Lezama.

      Lo otro me hace pensar que podríamos preguntarnos, entonces, si más bien es una novela de corte costumbrista (o, al menos, esta es una de sus múltiples vertientes).

  2. Juan says:

    Querido Bruno,
    Son preocupaciones naturales que el lector de Paradiso inevitablemente percibe.
    Comparto algunas de las dudas pero no creo que “el autor busca crear un relato anclado en la realidad” ni creo de ninguna manera que “se pierda” en ese intento. Si LL quiere recontar lo que fue su niñez no tiene que “anclarse en la realidad” basta revisar las lecciones de Borges o de Wallace Stevens para desmontar el operativo Realidad/Imaginación. Recordemos que según el primero, la realidad no es mas que la narración desde el presente, el crear una realidad con el lenguaje y que esta realidad se puede crear y recrear mezclando lo que entendemos por “ficción” y lo que entendemos por “realidad” (el hacer factual). Case in point: “Pierre Menard…” Para el segundo la realidad no era sino el producto de la imaginación mientras formaba y desformaba el mundo; la realidad se construye en relación infinita con la imaginación. Si alguien se pierde, debo confesarlo primeramente, es el lector, y eso esta claro, pues hasta el mas erudito se ve revolcado por los recovecos en que LL se deleita. Ya estamos familiarizados con sus juguetes retóricos: un salpicon de flash-backs untados de referencias mitológicas, adornado por adjetivizacion ladrilluda (Colombia, ladrillo, lectura dificultosa, agobiante) y con una flora salvaje como un fondo que no es fondo sino exterioridad pura… etc, etc…
    Un par de cosas: comparto la imagen del “Gongora Caribeño,” un gordo hipopótamo devorando libros como pájaros como sales contra el asma y todo el cosmos en un párrafo… te deslindamos del portador heráldico de la alegoria nacional.

    No hay egotismo, creo… si lo hubiera, habría escrito el libro en su pensamiento.
    Buen post para comenzar a pensar la fauna Lezamiana.
    Saludos,

    Jfh

    • Bruno says:

      Gracias, Juan, por el comentario. Sí, creo que podemos armar buen debate. Con “anclado” en la realidad me refería al tipo de relato, es decir, un relato realista. Quizás es un defecto mío, pero siempre trato de encontrar en donde está “anclado” el texto, aunque no siempre se logra como sea quizás este caso.
      Ahora bien, creo que ni siquiera es una autobiografía declarada. Me parece que la hermana comenta en las notas que LL no se consideraba a Cemí su alter-ego, aunque todos los datos circundantes sean casi un retrato familiar del autor.
      Buena etiqueta esa de “juguetes retóricos”. Pero creo que el autor se quiere divertir un poco a costa nuestra, lo cual está bien. Como un juego de escondidas donde, como dices, el lector es el primero en perderse.
      Gracias por deslindarme del cargo de portavoz de las alegorías, me quito un peso nacional de encima.
      Seguiremos comentando…

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *