Vanguardias andinas I

Sugiero partir de la siguiente interrogante: ¿existe una vanguardia andina del Titikaka que desafía/problematiza/subvierte el continuismo crítico entre vanguardias históricas y vanguardias americanas? Antes de intentar una respuesta, pienso que subyacente a esta pregunta se desliza aun otra, que incorpora además las lecturas de la vanguardia que hacen Rosenberg, Schwartz, Cornejo Polar y Monasterios: ¿Es posible una nueva geopolítica andina que se contraponga a la lógica de las geopolíticas dominantes de principios del siglo XX o se trata de una zona de producción cultural excéntrica y dislocadora de esta lógica? Voy a comenzar estableciendo algunos contrapuntos entre las lecturas sugeridas.

Si bien el tema de la geopolítica fue consustancial al despliegue de los proyectos de nación durante las primeras décadas del siglo XX, las vanguardias latinoamericanas asumieron procesos de resistencia geográfica, política y cultural, lo que equivale a decir que al menos buscaron una dislocación de este continuismo espacial y temporal. Rosenberg considera que el simultaneísmo y el cosmopolitismo fueron estrategias de intervención crítica dentro del espacio geopolítico que desplegaba la modernidad europea, por lo tanto, los textos vanguardistas latinoamericanos, aquellos que él supone adecuados, asimilan y transforman los nuevos objetos de la modernidad desde espacios periféricos y en permanente dinámica migratoria; Arlt y De Andrade son sus ejemplos favoritos. Por otra parte, Cornejo Polar analiza el vínculo sociocultural que se establece entre la vanguardia y el indigenismo, aspecto que hace posible, según afirma, la conformación de un “nuevo sujeto productor de cultura” (146). Sin embargo, a diferencia de Rosenberg, Cornejo Polar no incorpora el tema de la espacialización geopolítica como un aspecto relevante para la comprensión crítica del fenómeno vanguardista y, menos todavía, para esbozar una respuesta a los dualismos excluyentes y contradictorios de nuestra tradición, como por ejemplo, el de la oralidad y la escritura, que durante las vanguardias se despliega como un proceso de “reinserción de la lengua literaria en la lengua común” (148). Para Cornejo Polar el proceso de la experimentación vanguardista andina hace inteligible, por ejemplo, las tensiones lingüísticas extremas de Trilce y otras modalidades del “no-estilo” de algunos indigenistas.

Monasterios considera que la interpretación de Cornejo Polar es todavía insuficiente para la comprensión de las estéticas beligerantes que en su investigación se focaliza como “vanguardias plebeyas del Titikaka”. En primer lugar, Monasterios interpreta el surgimiento del “andinismo” como una “estrategia geopolítica” que desde el principio se orientó hacia el “liderazgo continental e integración latinoamericana” (134). Este punto de partida da un giro a la interpretación de Rosenberg. Sin embargo, el aporte de su investigación con respecto a la construcción de un nuevo campo de estéticas beligerantes no es equiparable a la propuesta de Cornejo Polar, debido a que la singularidad vanguardista estaba vinculada a los debates acerca de lo peruano y a la emergencia de un “nuevo sujeto productor de cultura”, este sujeto para Cornejo Polar encarnaba en el escritor César Vallejo, digamos que a la manera de una audaz metonimia de la intelectualidad que debatía las posibilidades del andinismo y la estética andina.

En sus artículos y crónicas Vallejo varias veces insiste en la necesidad de construir una “nueva sensibilidad”, más aun, nos habla de un proceso de asimilación de lo moderno para convertirlo en sensibilidad. Se entiende, según Vallejo, que esta sensibilidad haría posible calibrar el “indigenismo”. Lamentablemente, Vallejo no profundizó en el análisis de este concepto, pero sí dejó construcciones importantes en algunos poemas que abordaban la inviabilidad de una modernidad en un mundo andino que era percibido como arcaico/autóctono y fatalista.

Aquello que no se entendía en esta aproximación de Vallejo, insiste Monasterios a propósito de Cornejo Polar, radicó en que plantear una modernidad inviable en los Andes soslayaba la proyección y asimilación crítica que Gamaliel Churata hacía de la modernidad, mucho más si constatamos que tanto Rosenberg como Cornejo Polar no lo incluyeron en sus fuentes de referencia. Esto, a su vez, hace evidente que las propuestas renovadoras de una “vanguardia andina”, como la de Churata y el grupo Orkopata, fueron formuladas “al margen de la reflexión matriz que podría legitimarlas” (36). Para Churata las imágenes antropomórficas de la Puerta del Sol en las ruinas de Tiwanaku, por ejemplo, son “un antecedente necesario a toda estética porvenirista hasta el cinematógrafo” (BT 95).

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