Posted by: | 16th Nov, 2008

El Periquillo Sarniento, 2a parte

Si en la primera parte de la lectura no se quedaba tan evidente el comentario social (o al menos uno de los comentarios sociales) que quería hacer entender Lizardi, el final aclareció cualquiera duda que hubo antes. Mientras en España es bastante tener la capacidad de usar la palabra para convencer la gente e/o obtener lo que uno se necesita, cuando el isleño habla con Periquillo se da cuento casi inmediatamente de cuánto poco quieren decir las palabras de Periquillo. La conversación entre estos dos hace ver la grande diferencia entre decir y hacer, y–como el naufragio hizo–desnuda Periquillo, mostrandolo como el hipócrita que antes admite solo a sí mismo (y al lector) de ser. Pero también desnuda la cultura española que había difundido sobre la tierra latinoamericana: toda la gente es tan flojo como Periquillo, según los ejemplos de sus amos. Ninguno de ellos había intentado de entender bien qué tipo de persona fue Periquillo y fueron mal sorprendidos y enojados a conocer a su carácter verdadero. Pero este carácter reflejaba también el de los amos, porque a ellos también interesaba solamente su propio bienestar. El isleño está tan sorprendido de oír de la gran desconexión entre la gente de México y lo que rellena su vida (la comida, las leyes de la tierra, un sentido de unión para la protección del país) que dice, “No me debían tan bajo concepto los europeos”. Él ofrece a Periquillo algo que ninguno lo ha dado antes: la posibilidad de hacer parte de una comunidad en la cual él da y recibe equilibradamente, y en la cual trabaja en una cosa hasta llegar a hacerla bien. Parece una vergüenza para Lizardi que la cultura que habían traído los europeos a las américas no aprecía más el trabajo sincero y duro o la integración de su gente en la grande comunidad.

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