La carta de Sor Juana es un texto bastante artificioso. La escritora siente la necesidad de comprobar casi todo lo que dice apelando a la autoridad; ya sea un santo, un libro, eclesiástico, de la antigua Grecia o del Imperio romano. Las anotaciones a pie de página son muy útiles por la vastedad de información que les brinda al lector, y casi no es necesario investigar fuera de este texto para entender las referencias de Sor Juana. Ella demuestra su malinterpretación (a propósito o no) de otros libros para aparentar que está comprobando su argumento, cambia las palabras de autores, cita frases desconocidas de otros y todo esto lo mezcla con evidencias auténticas. Por eso es un tanto complicado separar sus buenos argumentos con los malos a primera vista.
Sin embargo, detrás de todo esto existe una mujer con una lucha interna, del bien y del mal, admitiendo su ignorancia (porque cuanto más se lee, menos se sabe) pero, a su vez, cansada de las injusticias de la Inquisición. Por eso, aunque a veces exprese su ignorancia, siente la necesidad de mostrar su capacidad intelectual y empieza a argüir sofisticada y elocuentemente con ese lenguaje tan excesivamente decorativo de la época barroca.
Otro motivo por el uso de un lenguaje tan artificioso en un texto epistolar era el menosprecio que se le tenía a la mujer en ese entonces. Fue una idea, así como lo explica Sor Juana, proveniente del Santo Oficio: las mujeres no debiesen estudiar otros libros que no sea la Biblia ni filosofar ni llevarle la contra a la Inquisición y deben ser censuradas (Cruz, 4). El desobediente sufriría consecuencias devastadoras.
Creo que es necesario expresar las injusticias que sufrió Sor Juana. En la página cuatro, ella escribe que no se le debe temer a la crítica literaria, pero, por extensión, se está refiriendo a la ley canónica que dice, según la anotación a pie de página: «The sentence of the bishop is to be feared, just or unjust». Sor Juana está yendo en contra de esta ley y en la página dieciséis, si he interpretado bien la anotación del editor, este último dice: «Juana omits to mention that her learning proved so objectionable to Christians that she was stripped naked, carried to the basilica, butchered, and the flesh scraped from her bones with oyster-shells by a mob of fanatics led by St Cyril in AD 415». A pesar de todo el lenguaje artificioso de Sor Juana, y hasta a veces engañoso, en mí nace la inmensa sensación de lástima y compasión por ella, porque cualquier persona normal hubiese tratado de incorporar este importantísimo detalle de su vida para usarlo en contra de la Iglesia y el Santo Oficio. Técnicamente, Sor Juana era una monja, pero creo que este texto demuestra a una mujer rebelde, pero astuta al contradecir a sus superiores; apasionada por divulgar la verdad (aunque algunos recursos literarios hayan sido inventados), pero sin dejarse llevar por sus emociones. Todo este texto va en contra de la idea de I Corintios que cita las anotaciones y el comentario adicional en la página diecisiete que dice: «Women should be silent in the churches, for they are not permitted to speak, but should be subordinate, as the Law also says. If there is anything they desire to know, let them ask their husbands at home, for it is shameful for a woman to seak in church». Sin embargo, Sor Juana argumenta que, aunque las mujeres no puedan enseñar, eso no quiere decir que no pueden estudiar, ya que por más que ellas sepan, será imposible que ellas superen al varón ya que no se permite la influencia femenina en su sociedad.
Bibliografía
Cruz, Juana de la. La respuesta. New York, USA: Feminist Press, 1994.