Me encanta la parte del libro que se trata de presencia de los helicópteros, las páginas 160-163, porque representa muchas ideas del libro entero. Fogwill inserta este relato pequeño para dar énfasis en la exageración que reina la situación desesperada de pichis, una banda de desertores del ejército argentino. Este nombre viene de un animal local en Argentina que se esconde en túneles subterráneos. Los pichis aquí se encuentran aislados en las Malvinas durante la corta guerra contra Inglaterra y toda su existencia, todas sus actividades, es una lucha para sobrevivir contra los elementos, sobretodo el frío, la enfermedad, el aburrimiento, la búsqueda de comida, el bombardeo del ejército inglés. La presencia de los helicópteros entonces intensifica la vulnerabilidad de los pichis; la muerte nunca está lejos y las defensas de los pichis es algo precario.
La llegada de los helicópteros provoca pánico, y la cantidad de los helicópteros es indefinida, aun exagerada. Los pichis quedan impresionados por el viento de las hélices y el olor de sus motores; es una distracción del frío, algo distinto de la existencia monótona. Los soldados británicos “asoman por una puerta grande […] y tiran su cintita que cae como una serpentina” (161). Los pichis imaginan que estos soldados son “escots o wels” con caras bien afeitadas y alegres. Las ventanas de los helicópteros están tan limpias que “parecen apoyarle cubitos de hielo” en una fiesta. Los británicos son atléticos, llevan ropa limpia y de calidad, y ganan sueldos “más que un general argentino” (162) por su trabajo de tirar las espantosas filas de balas por todos lados. Todo es al contrario de la existencia lastimosa de los pichis.
Los motores de los helicópteros asustan a los pichis, y no vale la pena salir corriendo porque hay minas y obstáculos peligrosos por los campos: “los helicópteros—el ruido, el olor y los hombres […] asustaban más que los Harrier solitarios que sin embargo mataban más gente” (163). Otro aspecto importante de los helicópteros, según los Magos que dirigen la banda, es que señalan el fin de la misión de los pichis. La posible bajada de helicópteros provoca miedo y locura. La radio que siempre escuchan los pichis los dicen que la Argentina “había ganado la guerra” (163). Vemos entonces, en estas páginas breves, un resumen de la existencia horrible de los pichis. Muchos de ellos tienen el deseo de regresar a Argentina; otros saben que nada les esperan. Su vida diaria, lamentable, sin futuro, el presente, es todo lo que tienen, todo lo que conocen.