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Me llamo Rigoberta Menchú, #2

La segunda parte del libro presenta una vista más grande sobre la sociedad guatemalteca y también las realidades políticas de la lucha de Menchú. Lo que sufre ella y su familia y los factores estructurales que lo hicieron posible eran difícil pero a la vez interesante de procesar. De todas formas, creo que hay razón por que Guatemala tenía tanto caos.

Las relaciones entre los actores de la sociedad y la guerra me hicieron pensar inmediatamente en las teorías de Antonio Gramsci, específicamente su teoría de la hegemonía cultural, donde la burguesía transmitir sus valores al proletario, que consume las ideas aunque están en contra de sus propios intereses. La burguesía, entonces, asegura su existencia contra amenazas de abajo y se distraen los proletarios con clasificaciones y imaginados. Sólo tenemos que mirar el conflicto entre los Quiché y los ladinos que se odian a pesar de tener condiciones similares como trabajadores y a pesar de que la burguesía, los terratenientes, odian ambos grupos. Si pueden odiarse en términos de raza en vez de clase, se distraen con conflicto inútil en vez de reconocer sus similitudes para organizarse. Aunque Menchú se da cuenta de esto, las condiciones de Guatemala (que casi existe en feudalismo) implican conflicto inevitable.

Los soldados del ejército también tienen su propia manera de odiar y tratan a los indígenas y guerrilleros como animales. Usan la palabra ‘comunista’ como si fuera algo peor que un ser humano. Es probable de muchos de estos soldados son de aldeas como lo de Menchú y ahora obedecen el gobierno contra su propia gente y así se muestra el poder de la ideología.

Me llamo Rigoberta Menchú

Me llamo Rigoberta Menchú fue escrito como autobiografía de una mujer indígena y anónima y por compartir las realidades de la guerra civil de Guatemala, y según yo como testimonio de esos horrores de guerra el libro logra este objetivo. Sin embargo, leer esta novela después de tantos años y con tanto debate sobre los méritos objetivos del testimonio, es difícil acercarse a la historia de manera que quería la autora, Elizabeth Burgos. Leer con la meta de nuestro curso en mente (pensando en el significado de ‘la verdad’ y la dificultad en saberlo o escribirlo) la erudición sobre la novela lo hace aún más difícil.

Incluso si los hechos no estén exactamente de acuerdo con el testimonio de Rigoberta Menchú, seguramente no sería injusto sugerir que las atrocidades que describe la novela ocurrieron sin duda, no importa si le pasaron a Menchú o no. Sería imposible discutir la realidad brutal de la guerra civil y los cicatrices que la sociedad guatemalteca todavía se lleva. Una vez escuché Guatemala descrito como “una población entera que vive con el trastorno de estrés postraumático”. Quizás entonces hay que leer la novela con eso en mente: si podría pasar a Rigoberta Menchú podría pasar a cualquier mujer guatemalteca.

A pesar de todo esta forma de testimonio, como Biografía de un cimarrón y La noche de Tlatelolco, funciona mejor cuando la autora (Burgos en este caso) deja el sujeto hablar de sus propias experiencias sin interrupción o censura. Como en esas obras ‘testimonio’ en Me llamo Rigoberta Menchú no necesariamente requiere una búsqueda para una gran verdad, y una presentación sencilla de una sola experiencia puede ser todo lo que necesita hacer.