El zorro de arriba y el zorro de abajo

Enlace para ver la versión más grande: https://bookriot.com/2017/08/10/nadja-spiegelman/

(Si no han leído Maus por Art Spiegelman, no sé si esa imagen tiene sentido—pero he notado muchas comparaciones entre el estilo de los dos textos—en la inquietud de “producir” algo, la inclusión y descripción del proceso de escribirlo y el cuestionamiento de cómo y porque esa historia debe ser representada)

A pesar de que los capítulos ficcionales de El zorro de arriba y el zorro de abajo estaban escritos en un estilo realista, la combinación de los diarios personales de Arguedas, la narración de un lugar y momento histórico actual en Perú (con el puerto de Chimbote) y los elementos paratextuales— me recordó al termino de Linda Hutcheon, “historiographic metafiction”. La novela es ciertamente metaficcional—con el autor refiriéndose a no solamente la escritura de la novela, en ambos los diarios y la narrativa—pero también tiene elementos de lo que Hutcheon describe como:

What historiographic metafiction challenges is both any naive realist concept of representation but also any equally naive textualist or formalist assertions of the total separation of art from the world. The postmodern is self-consciously art “within the archive” and that archive is both historical and literary” (Hutcheon 125).

Es decir, que hay niveles de veracidad y realidad en el texto, pero las intervenciones del autor estiran los límites de lo que es la novela. Es una nota de suicidio, tanto como es una historia de Chimbote y una evaluación de lo que es una autor Andina e indigenista. Además de los diarios, los personajes (específicamente los zorros) rompen la división entre ficción y realidad, refiriendo directamente al autor, diciendo: “El individuo que pretendió quitarse la vida y escribe este libro era de arriba; tiene aún ima sapra sacudiéndose bajo su pecho. ¿De dónde, de qué es ahora?” (65).

Además de referir a si mismo, también refiere o habla directamente a sus contemporáneos (y supuestamente los lectores de su libro): “Perdonen, amigos Cortázar, Fuentes, tú mismo, Mario, que estás en Londres. Creo que estoy desvariando, pretendiendo lo mismo que ustedes, eso mismo contra lo que me siento como irritado” (30). Hay otros momentos en el texto donde el autor autoevalúa y cuestiona su propio conocimiento de su sujeto: “Pero ahora no puedo empalmar el capítulo III de la nueva novela, porque me enardece pero no entiendo a fondo lo que está pasando en Chimbote y en el mundo” (95). A pesar de que podemos cuestionar si eso es historia o no—porque el autor está narrando el presente de Chimbote y también su presente personal—pienso que lo que Arguedas trae al texto sobre su posición como hablante de quechua, puede ser más de una evaluación de la historia de la literatura Andina (puede ser?) en un estilo que es intensamente auto-reflexivo.

Es más, mientras que Arguedas está escribiendo la novela, él está dialogando con los críticos (en ese caso Cortázar) quienes están leyendo su libro:

“Mientras tanto, y desde la grandísima revista norteamericana Life, Julio Cortázar, que de veras cabalgaba en flamígera fama, como sobre un gran centauro rosado, me ha lanzado unos dardos brillosos. Don Julio ha querido atropellarme y ningunearme, irritadísimo, porque digo en el primer diario de este libro, y lo repito ahora, que soy provinciano de este mundo, que he aprendido menos de los libros que en las diferencias que hay, que he sentido y visto, entre un grillo y un alcalde quechua…” (196).

Desde los dos mundos (de arriba y abajo, o quechua y Castellano) él ha aprendido más de sus experiencias “provinciales” que los “cosmopolitanos”.

Finalmente, en su inclusión de su discurso “No soy un aculturado” él lleva lo que también narra en sus diarios—que él es un autor ambos de arriba y de abajo, y sus experiencias hablando en quechua y sus experiencias “extranjeras” le ha transformado en una fuente para universalizar la experiencia indígena, de su propio mundo:

“Contagiado para siempre de los cantos y los mitos, llevado por la fortuna hasta la Universidad de San Marcos, hablando por vida el quechua, bien incorporado al mundo de los cercadores, visitante feliz de grandes ciudades extranjeras, intenté convertir en lenguaje escrito lo que era como individuo: un vínculo vivo, fuerte, capaz de universalizarse, de la gran nación cercada y la parte generosa, humana, de los opresores” (12).

 

 

2 thoughts on “El zorro de arriba y el zorro de abajo

  1. ¡Hola Kathryn!

    Me gusta mucho la comparación que haces entre esta novela y la novela gráfica Maus. La presión e “inquietud de producir algo” y la conexión con la depresión de ambos autores también me parece interesante, lo único que diría es que hay una pequeña diferencia entre las razones por la depresión de ambos autores. Art Spiegelmann, como vemos en el cómic que has agregado, parece que se siente culpable de ganar dinero y ganarse la vida hablando del tema de los judíos y el holocausto. representado por la montaña de cadáveres que vemos debajo de su escritorio. ¿Tú que piensas?

  2. ¡Hola Kathryn! Muchas gracias por hablar de la meta-narración porque era uno de los temas que me habría gustado tocar en mi comentario. No solo hay múltiples niveles en la narrativa o, mejor dicho, en las narrativas que nos presenta la obra, sino que vamos más allá cuando la realidad y la ficción van cruzándose y creando en el lector cierto sentimiento de desasosiego.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *