Monthly Archives: October 2014

La lejania del cuerpo y el Orgasmo doloroso

Una vez superado los problemas técnicos recién puedo enviar este post. (Lo siento)

Para una novela como la que propone Lezama Lima se necesitaría más tiempo para poder saborear, disfrutar, organizar y digerir la gran cantidad de bocados simbólicos que el autor nos invita en su opípara mesa.

Para Lezama, Lima solo a través de la poesía y su multiplicidad de símbolos, entre metáforas y símiles se puede narrar la vida y la historia. Proponiendonos a los lectores que una imagen tiene mayor fuerza simbólica y poética que la sola narración de enunciados. Su frondosidad verbal responde a una forma de organizar y ver el mundo en esta novela. Entre algunos temas que la novela nos invita a digerir son; el tema de la muerte que se convierte en parte de la tragedia del ser humano, donde la separación es como la muerte y el regreso como la ausencia de ella; la amistad que es representada por Foción, Fronesis y Opiano, cada uno representa un valor distinto de ésta; otro de los temas sin duda importantes en la novella es el sexo. Las diferentes formas y prácticas que practican los personajes siempre están en el plano de lo prohibido, agregandole a estas experiencias un tipo de placer más intenso. Por ejemplo, en el capítulo dos, se narra de Martincillo, aprendiz del flautista afeminado, quién tiene encuentros prohibidos; también tenemos a Lupita quién visita subrepticiamente cada 15 días a un japonés, Luba Viole, quién intenta seducir al soldado Tranquilo cuando éste está limpiando una lámpara, Alberto Olaya quién se dedica a espiar morbósamente a los vecinos a través de la ventana, pero el mayor ejemplo de la sexualidad desbordada es en el capítulo ocho, justo en la adolescencia de José Cemí, donde el sadismo profesoral ejercida a través de las reglas se opone al Cinismo sexual mostrado por algunos alumnos como Farraluque y Leregas, en donde el falo representa para el primero su rostro y para el segundo todo su cuerpo. Farraluque experimenta su sexualidad no solo con mujeres sino tambien incluso con hombres como si el placer para él no tuviera género. Otro de los ejemplos de la sexualidad en lo prohibido es el caso del sacerdote quien practica su teoria de La lejania del cuerpo y el Orgasmo doloroso.

 

 

La lejania del cuerpo y el Orgasmo doloroso

Una vez superado los problemas técnicos recién puedo enviar este post. (Lo siento)

Para una novela como la que propone Lezama Lima se necesitaría más tiempo para poder saborear, disfrutar, organizar y digerir la gran cantidad de bocados simbólicos que el autor nos invita en su opípara mesa.

Para Lezama, Lima solo a través de la poesía y su multiplicidad de símbolos, entre metáforas y símiles se puede narrar la vida y la historia. Proponiendonos a los lectores que una imagen tiene mayor fuerza simbólica y poética que la sola narración de enunciados. Su frondosidad verbal responde a una forma de organizar y ver el mundo en esta novela. Entre algunos temas que la novela nos invita a digerir son; el tema de la muerte que se convierte en parte de la tragedia del ser humano, donde la separación es como la muerte y el regreso como la ausencia de ella; la amistad que es representada por Foción, Fronesis y Opiano, cada uno representa un valor distinto de ésta; otro de los temas sin duda importantes en la novella es el sexo. Las diferentes formas y prácticas que practican los personajes siempre están en el plano de lo prohibido, agregandole a estas experiencias un tipo de placer más intenso. Por ejemplo, en el capítulo dos, se narra de Martincillo, aprendiz del flautista afeminado, quién tiene encuentros prohibidos; también tenemos a Lupita quién visita subrepticiamente cada 15 días a un japonés, Luba Viole, quién intenta seducir al soldado Tranquilo cuando éste está limpiando una lámpara, Alberto Olaya quién se dedica a espiar morbósamente a los vecinos a través de la ventana, pero el mayor ejemplo de la sexualidad desbordada es en el capítulo ocho, justo en la adolescencia de José Cemí, donde el sadismo profesoral ejercida a través de las reglas se opone al Cinismo sexual mostrado por algunos alumnos como Farraluque y Leregas, en donde el falo representa para el primero su rostro y para el segundo todo su cuerpo. Farraluque experimenta su sexualidad no solo con mujeres sino tambien incluso con hombres como si el placer para él no tuviera género. Otro de los ejemplos de la sexualidad en lo prohibido es el caso del sacerdote quien practica su teoria de La lejania del cuerpo y el Orgasmo doloroso.

 

 

El “Paradiso” de Lezama Lima

La semana pasada había escrito que, de todas las obras del “Boom” que hemos leído hasta ahora, esta novela, para mí, más destaca la renovación y experimentación de lenguaje que caracteriza la literatura de este movimiento literario. Esta semana diría que, de manera similar, esta obra más destaca la renovación y experimentación de la narración.
Aunque, para caber dentro del horario de este curso, habíamos dividio esta obra en dos partes (la primera mitad que consta de los capítulos 1-7 y la segunda de 8-14), yo diría que realmente existen tres partes distintos en la narrativa. La primera parte se presta bien a nuestro programa de lectura porque los primeros siete capítulos informan al lector de la infancia del protagonista, José Cemi, cuidado por sus padres, cuyos historias también aprendemos en los capítulos 3 y 4.  Esta segunda “mitad” se puede dividir en dos partes en sí; así, llegamos a un relato dividido en terceras en vez de mitades. Los capítulos 8-11 más que nada narran la maduración de José Cemi, desde el liceo hasta la Univesidad de Upsalón, marcada por sus nuevas amistades que ahora  constituyan su comunidad en la carencia de la de familia (o, tal vez como una progresion natural de la adolescenia). Todas las experiences sexuales y intelectuales  contribuyan a una transición de carácter, entendimiento y madurez en el protagoinsta.
Cuando el lector por fin llega al capítulo 12,  se ve esta transición no sólo en el personaje, pero también en la forma en que escribe Lezama Lima. En esta tercera parte de la novela el ritmo se acelera y contorsiona en algo parecido al “ritmo hesicástico” de Oppiano Licario – si entiendo bien esta expresión.  El lector se pierde en las multiples líneas de narración de los multiples episodios / relatos; los que entrecruzan en un mismo espacio y momento. Es más, dentro de algunos relatos  el narrador cambia frequentemente de la tercera persona a la primera persona, y a la inversa también. A mí,  me parece como el poder creativo (al que el protagonista ha llegado en esta parte) se refleja en la falta de orden natural. Así, me pregunto si estos capítulos finales ejemplifican el “paradiso” de de Lezama Lima? …y,  si son, de hecho, una muestra para el lector de su ingeno?  Y con este pensamiento regreso de nuevo al fin ‘didactico’ de esta hibrida de novela-poema-ensayo..

Paradiso II: el escape del sueño

La semana pasada, en medio de la confusión que provocó esta novela, me enfoque principalmente en la forma barroca. Esta semana me pregunto–tanto como hace Bruno en su blog–si hay algo más allá del puro barroquismo. Durante mi lectura pensaba específicamente en lo que dijo Jon en clase sobre la posibilidad de este barroquismo como función psicológica de represión. Tal vez podemos trazar la amplificación o la disminución del barroquismo con respeto a diferentes escenarios para llegar a una teoría de como funciona para la novela.

Creo que capítulo 9, con el comienzo de Cemí a la Upsalón, podemos registrar una modificación del tono barroco. Específicamente con el relato de la manifestación estudiantil y la represión y violencia por parte de la policía, el tono resultó sorprendentemente realista. O si no realista, por lo menos fijado en la acción y la narración de lo real. Más aún, es una situación en que la palabra fracasa en su poder:
“…algunos estudiantes querían que sobre el tumulto el verbo de la justicia poética prevaleciese…Las detonaciones impedían la llegada del verbo con alas” (374).
El hecho de que esta escena perturba a Cemí profundamente se hace clara aquí:
“[I]ntuía que se iba adentrando en un túnel, en una situación en extrema peligrosa, donde por primera vez sentiría la ausencia de la mano de su padre” (377)
Se puede decir en esta situación que Cemí se ha quedado perturbado por dos cosas: 1. La muerte de su padre. 2. El fracaso del verbo poético en prevenir la violencia.
Quiero entonces avanzar le tesis de que la valorización de la palabra se asocia en la novela íntimamente con la figura del Colonel y la niñez de Cemí, y por lo tanto que el barroquismo–que eleva la palabra a un apoteosis–es una síntoma de la trama de la pérdida de esta niñez idílica.
Pero en este momento, digo yo, vemos instantáneamente que “lo que se había escapado era su sueño” (383).

Paradiso II: el escape del sueño

La semana pasada, en medio de la confusión que provocó esta novela, me enfoque principalmente en la forma barroca. Esta semana me pregunto–tanto como hace Bruno en su blog–si hay algo más allá del puro barroquismo. Durante mi lectura pensaba específicamente en lo que dijo Jon en clase sobre la posibilidad de este barroquismo como función psicológica de represión. Tal vez podemos trazar la amplificación o la disminución del barroquismo con respeto a diferentes escenarios para llegar a una teoría de como funciona para la novela.

Creo que capítulo 9, con el comienzo de Cemí a la Upsalón, podemos registrar una modificación del tono barroco. Específicamente con el relato de la manifestación estudiantil y la represión y violencia por parte de la policía, el tono resultó sorprendentemente realista. O si no realista, por lo menos fijado en la acción y la narración de lo real. Más aún, es una situación en que la palabra fracasa en su poder:
“…algunos estudiantes querían que sobre el tumulto el verbo de la justicia poética prevaleciese…Las detonaciones impedían la llegada del verbo con alas” (374).
El hecho de que esta escena perturba a Cemí profundamente se hace clara aquí:
“[I]ntuía que se iba adentrando en un túnel, en una situación en extrema peligrosa, donde por primera vez sentiría la ausencia de la mano de su padre” (377)
Se puede decir en esta situación que Cemí se ha quedado perturbado por dos cosas: 1. La muerte de su padre. 2. El fracaso del verbo poético en prevenir la violencia.
Quiero entonces avanzar le tesis de que la valorización de la palabra se asocia en la novela íntimamente con la figura del Colonel y la niñez de Cemí, y por lo tanto que el barroquismo–que eleva la palabra a un apoteosis–es una síntoma de la trama de la pérdida de esta niñez idílica.
Pero en este momento, digo yo, vemos instantáneamente que “lo que se había escapado era su sueño” (383).

Paradise Lost

Nel ciel che più de la sua luce prende
fu’ io, e vidi cose che ridire
né sa né può chi di là sù discende;

perché appressando sé al suo disire,
nostro intelletto si profonda tanto,
che dietro la memoria non può ire.

Veramente quant’io del regno santo
ne la mia mente potei far tesoro,
sarà ora materia del mio canto.

Este es el comienzo del Paradiso de Dante (Canto I), en el cual el poeta nos declara su intención de contar lo que ha visto en el Paraíso; sin embargo la palabra le sale difícil: lo que ha contemplado es tan maravilloso que su memoria no puede volver a capturarlo una vez abandonado ese lugar, y por lo tanto pide auxilio a Apolo, personificación de la inspiración divina, para poder ser digno de escribir sobre lo más sublime.

El Paradiso del narrador de la obra de Lezama Lima es la juventud, la mágica edad del hombre en la cual todo parece tener más luz y todo parece estar encantado; pero tan difícil es la tarea de recordar estas sensaciones, que él también recurre a Apolo, o sea a la poesía, para poder lograrlo. Desde este punto el narrador no hace sino volcar sobre el papel la vida de José Cemí, remontando hasta sus antepasados, para enseñarnos su juventud desde la niñez hasta el punto en el cual, habiendo perdido todos sus puntos de referencias – en particular su Beatriz (Rialta) que pasa de curarlo a ser curada – se ve obligado a volverse adulto dejando ese paraíso: “Iba saliendo de la duermevela que lo envolvia […] lo acompañaba la sensación fría de la madrugada al descender a las profundidades, al centro de la tierra […]”.

En el Paraíso de José Cemí los ángeles son los amigos, los familiares, los maestros; las beatitudes son las anécdotas, las experiencias sexuales y del crecimiento. El narrador sigue en efecto la vida de Cemí, pero, como ya había apuntado en la primera entrada sobre esta novela, lo qué más destaca no es tanto la biografía suya y de su familia – algo escaso considerado el tamaño de la obra – sino los detalles de ese mundo, los cuales constituyen la mayoría del cuerpo textual. Mí interpretación sobre la dificultad de describir lo personal anda de forma homogénea con la dificultad de Dante en describir aquel lugar más luminoso de la luz misma, el Empíreo.

Que José Cemí sea la personificación de Lezama (y por ende esta sea una autobiografía) es tema de poco interés, dado que el mismo Cemí es un personaje universal: la incarnación del muchacho que se hace y se tiene que hacer hombre, perdiendo para siempre (por lo menos en esta tierra) una parte de sí.

paradiso

Paradiso, el destino como definición vital

Ahora que hemos llegado al final de Paradiso, creo que quizás ahora pudiésemos “releer” esta novela en sentido inverso, es decir, reconstruir la trama –dejando de lado el barroquismo y los cultismos– desde la última línea hasta la primera (paradójicamente la novela termina con la frase “podemos empezar”). Al hacer este ejercicio nos encontramos con que, finalmente, más allá de la narración lo que realmente ha guiado todos los senderos de la novela ha sido el destino. En otras palabras, quizás ahora sí estemos ante una novela donde más bien haya destino y no narración o, mejor aún, la narración esté supedita al destino. Y, por supuesto, esta operación supone –lo que es más importante– que los mismos personajes estén dominados por el peso de su destino y su agencia ante este sea casi nula.

Así, entonces, entendemos que la filosofía vital, diríamos, que se esboza en Paradiso es la de que en la vida el destino que nos toca vivir –ya sea por azar, ya sea porque algo o alguien así lo quiso– marca indefectiblemente el camino que habremos de transitar. Y la huella de ese destino que nos ha tocado –o no ha escogido– está siempre presente como una manera de remarcarnos quiénes somos y acaso quiénes seremos. La siguiente cita de la abuela Augusta va por ese lado: “La cara de ella reflejaba la tristeza de un destino que se reitera en su amargura” (477; mi énfasis).

Esta reiteración del destino en la novela parece reflejarse sobre todo en las prematuras muertes masculinas: el padre del coronel José Eugenio; él mismo; Alberto Olaya; Andrés Olaya. Los dos primeros eran pilares familiares que desmoronaron a sus respectivas familias y de cuyos escombros que les dejó el terremoto del destino poco a poco fueron sobreviviendo los que quedaron. En el caso de los hermanos Olaya, Alberto muere de modo absurdo en medio de una vida caótica, lo que hace pensar que su muerte solo cobra sentido dentro de un destino que exige una seguidilla de muertes que empezó con la de su propio hermano Andrés (y, en este caso, si uno repasa esta historia, es como si cada detalle que propició su muerte fuese más bien una cadena azarosa paradójicamente al servicio de un destino: justo se sube al elevador, que justo tenía una tabla sin ajustar, porque justo el encargado fue llamado, porque justo era el cumpleaños de una niña, y, encima de todo, él no quería estar en esa feria… en fin, mucho azar para que, al final, todo sea simplemente casualidad, podríamos decir para seguir en el juego).

Entonces quizás por eso podamos entender por qué la trama como tal es tan escueta: todo ya está dado de antemano. Lo que se narra son, por un lado, los hechos que el destino tenía preparado y, por otro, lo que cada familia hace para sobreponerse a éste. Tal vez debajo de toda la maraña retórica esté, finalmente, escondido el destino; quizás sea el “arma escondida”. Lo curioso es que está tan bien escondido que está perfectamente a la vista.

Terminamos de leer la novela, por tanto, podemos empezar a discutir más. Es nuestro destino.

Paradiso, el destino como definición vital

Ahora que hemos llegado al final de Paradiso, creo que quizás ahora pudiésemos “releer” esta novela en sentido inverso, es decir, reconstruir la trama –dejando de lado el barroquismo y los cultismos– desde la última línea hasta la primera (paradójicamente la novela termina con la frase “podemos empezar”). Al hacer este ejercicio nos encontramos con que, finalmente, más allá de la narración lo que realmente ha guiado todos los senderos de la novela ha sido el destino. En otras palabras, quizás ahora sí estemos ante una novela donde más bien haya destino y no narración o, mejor aún, la narración esté supedita al destino. Y, por supuesto, esta operación supone –lo que es más importante– que los mismos personajes estén dominados por el peso de su destino y su agencia ante este sea casi nula.

Así, entonces, entendemos que la filosofía vital, diríamos, que se esboza en Paradiso es la de que en la vida el destino que nos toca vivir –ya sea por azar, ya sea porque algo o alguien así lo quiso– marca indefectiblemente el camino que habremos de transitar. Y la huella de ese destino que nos ha tocado –o no ha escogido– está siempre presente como una manera de remarcarnos quiénes somos y acaso quiénes seremos. La siguiente cita de la abuela Augusta va por ese lado: “La cara de ella reflejaba la tristeza de un destino que se reitera en su amargura” (477; mi énfasis).

Esta reiteración del destino en la novela parece reflejarse sobre todo en las prematuras muertes masculinas: el padre del coronel José Eugenio; él mismo; Alberto Olaya; Andrés Olaya. Los dos primeros eran pilares familiares que desmoronaron a sus respectivas familias y de cuyos escombros que les dejó el terremoto del destino poco a poco fueron sobreviviendo los que quedaron. En el caso de los hermanos Olaya, Alberto muere de modo absurdo en medio de una vida caótica, lo que hace pensar que su muerte solo cobra sentido dentro de un destino que exige una seguidilla de muertes que empezó con la de su propio hermano Andrés (y, en este caso, si uno repasa esta historia, es como si cada detalle que propició su muerte fuese más bien una cadena azarosa paradójicamente al servicio de un destino: justo se sube al elevador, que justo tenía una tabla sin ajustar, porque justo el encargado fue llamado, porque justo era el cumpleaños de una niña, y, encima de todo, él no quería estar en esa feria… en fin, mucho azar para que, al final, todo sea simplemente casualidad, podríamos decir para seguir en el juego).

Entonces quizás por eso podamos entender por qué la trama como tal es tan escueta: todo ya está dado de antemano. Lo que se narra son, por un lado, los hechos que el destino tenía preparado y, por otro, lo que cada familia hace para sobreponerse a éste. Tal vez debajo de toda la maraña retórica esté, finalmente, escondido el destino; quizás sea el “arma escondida”. Lo curioso es que está tan bien escondido que está perfectamente a la vista.

Terminamos de leer la novela, por tanto, podemos empezar a discutir más. Es nuestro destino.

La familia, núcleo catalizador en «Paradiso»

de Una Familia Habanera – Eloisa Lezama LimaEl concepto de familia es uno de los rasgos que siempre nos ha definido a los latinos. Las obras del Boom en que hemos estado incursionando en nuestro curso representan un gran matiz de núcleos familiares. Es más, muchos de los destinos e identidades de nuestros personajes fueron forjados y moldeados en sus hogares. Un matrimonio que sobrevive las deplorables condiciones de un yerbal engendra el personaje mesiánico Cristóbal, en Hijo de Hombre. Una familia acomodada, fracturada y disfuncional procura dar sólida y férrea formación a su hijo en La Ciudad y los perros. La esposa e hija aguardan La muerte Artemio Cruz para poner fin a lo que fue una parodia familiar. Los personajes centrales de Un lugar sin límites, si bien rompen cualquier molde o estereotipo al tratarse de un padre-madre que engendra una hija, tienen vínculos de sangre y son, a su manera, una familia.

Al adentrarnos en los vaivenes narrativos de Paradiso, observamos que la familia del coronel José Cemí se constituye en el ancla del relato. José Lezama Lima nos invita a entrar a un ambiente familiar lleno de sensaciones intensas y donde la alegría de vivir y la muerte desempeñan un papel preponderante. Es en ese entorno familiar donde se cuaja el relato. Es en el sendero del transcurso lineal del acaecer generacional de donde se desprenden las intrincadas ramificaciones imaginarias que lo caracterizan.

La historia familiar no sólo proporciona a la obra de una estructura a la narración sino que se constituye en agente formativo y revelador. En las figuras de los padres del Coronel descubrimos dos tendencias distintas a la hora de criar al muchacho. El padre procura formar su fortaleza y voluntad. Así lo demuestran los episodios de la bañera con hielo y de la piscina del capítulo VI. Curiosamente, es la prematura ausencia de figuras masculinas, con la muerte del Coronel y su tío Alberto lo que despierta en José una cercana convivencia con los muertos y los vivos, el sueño y la vigilia, que sustentan mucho de sus relatos.

La madre, por otro lado, como representante del matriarcado que predomina en la familia, opone una postura mucho más mediática y mentora. Aparte del tradicional rol materno que procura compensar la ausencia del padre, transformándose en fiduciaria espiritual del legado paterno, Rialta cumple una función crucial en su hijo. Haciendo alarde a su elegancia y gracia criolla, en el capítulo IX introduce un aspecto clave en la novela: la vocación poética de José Cemí. La madre interpreta la enfermedad de su hijo como una virtud y una marca de los dioses: “Todos dicen que el que tiene esa enfermedad está protegido como el jiquí contra los rayos, que es una enfermedad protectora como una divinidad” (131).
A diferencia de las otras obras en que las familias cumplían una función circunstancial en los relatos, en Paradiso, la familia es la cuna donde todas las nociones formativas de José Cemí se van amalgamando. En ella se confronta con la prevalente realidad de la muerte, el mundo de la amistad, las revelaciones del sexualidad, pero sobre todo, es el ente catalizador que lo llevará a la iniciación en la poesía y, en última instancia, a la creación de Paradiso.

Una metonimia de símiles

En esta ocasión estamos frente al reto de intentar construir el sentido de la novela a partir de una nueva forma de narrar; donde las imágenes son muchas veces más importantes que la propia narración. A veces las descripciones de los objetos y situaciones son tan detallados que pareciera que estos objetos tienen la misma importancia que los personajes, por ejemplo cuando en el capitulo dos se describe con detalle una lámpara adornada de animales y figuras mitológicas. En este sentido, las imágenes en la novela son tan importantes como la propia narración, como es el caso de la poesía. Por esta característica podríamos apresurarnos a decir que Paradiso podría ser tal vez un gran poema novelado.

Los símiles son ampliamente utilizados en la literatura, tanto en la moderna como en la antigua. Dante es un claro ejemplo de esto. El símil es una figura retórica detallada muy bien por Aristóteles que consiste en la comparación expresa entre una cosa y otra, para dar una idea eficaz de una de ellas. Al establecer la comparación por semejanza, se trasladan las características simbólicas o físicas de uno a otro. En Paradiso, es precisamente esta figura retórica la que abunda; lo novedoso en la novela, es que para completar la descripción física o la acción de los personaje se utilizan las comparaciones cultistas, de origen Griego, Egipcio o Maya entre otras. Ejemplos:

Baldovina se desesperaba, desgreñada, parecía una azafata que con un garzón en los brazos…109

El torso anchuroso de Zoar, lucía como un escaparate de tres lunas y parecía el de otro animal de tamaño mayor…114

Alzo su mano derecha, como en una aelgoría del siglo XVIII…145

Pero los insignificantes vecinos de Jacksonville se burlaban de que, no obstante ser su mano regordeta e inquisitoriamente larguirucha, incorreccionaba las octavas, y la intgervención del registro flauta de su instrumento provocaba chirridos nerviosos ¨como¨ los cortes en el membrillo helado…153

Como bien se puede observar, en estos ejemplos es que el nexo de comparación que generalmente se utiliza es el ¨como¨y en menor grado el ¨parecía¨.