Monthly Archives: October 2014

Una metonimia de símiles

En esta ocasión estamos frente al reto de intentar construir el sentido de la novela a partir de una nueva forma de narrar; donde las imágenes son muchas veces más importantes que la propia narración. A veces las descripciones de los objetos y situaciones son tan detallados que pareciera que estos objetos tienen la misma importancia que los personajes, por ejemplo cuando en el capitulo dos se describe con detalle una lámpara adornada de animales y figuras mitológicas. En este sentido, las imágenes en la novela son tan importantes como la propia narración, como es el caso de la poesía. Por esta característica podríamos apresurarnos a decir que Paradiso podría ser tal vez un gran poema novelado.

Los símiles son ampliamente utilizados en la literatura, tanto en la moderna como en la antigua. Dante es un claro ejemplo de esto. El símil es una figura retórica detallada muy bien por Aristóteles que consiste en la comparación expresa entre una cosa y otra, para dar una idea eficaz de una de ellas. Al establecer la comparación por semejanza, se trasladan las características simbólicas o físicas de uno a otro. En Paradiso, es precisamente esta figura retórica la que abunda; lo novedoso en la novela, es que para completar la descripción física o la acción de los personaje se utilizan las comparaciones cultistas, de origen Griego, Egipcio o Maya entre otras. Ejemplos:

Baldovina se desesperaba, desgreñada, parecía una azafata que con un garzón en los brazos…109

El torso anchuroso de Zoar, lucía como un escaparate de tres lunas y parecía el de otro animal de tamaño mayor…114

Alzo su mano derecha, como en una aelgoría del siglo XVIII…145

Pero los insignificantes vecinos de Jacksonville se burlaban de que, no obstante ser su mano regordeta e inquisitoriamente larguirucha, incorreccionaba las octavas, y la intgervención del registro flauta de su instrumento provocaba chirridos nerviosos ¨como¨ los cortes en el membrillo helado…153

Como bien se puede observar, en estos ejemplos es que el nexo de comparación que generalmente se utiliza es el ¨como¨y en menor grado el ¨parecía¨.

Paradiso (1966) por José Lezama Lima

Después de leer sobrevivir la primera mitad de Paradiso (1966) por José Lezama Lima, me quedo con algunas cuestiones y observaciones:

-          De todas las obras del “Boom” que hemos leído hasta ahora, esta novela, para mí, más destaca la renovación y experimentación de lenguaje que caracteriza la literatura de este movimiento literario. Leí algunos pasajes en español, y otros en ingles pero a mí me parece más como el idioma Lezama-lima: un lenguaje en sí mismo. El autor utiliza un lenguaje poético y un estilo barroco mezclado con vocablos cubanos y puntuación irregular.

-          También vemos la tendencia de no seguir una secuencia lógica en el tiempo. El lector debe construir la historia a través de una serie de “flash-backs”, empezando en el tercer capítulo que trata a la emigración de los Olaya y ocurre de nuevo en el cuarto capítulo que trata a la historia del padre de José Cemi, el protagonista de la novela. Otras veces la acción detiene completamente y el autor rellena la pausa con una descripción minuciosa de cualquier objeto (sea la lámpara del Capitán Viole en el segundo capítulo, o sean las plantas que ve Alberto Olaya antes de sucumbir a su muerte trágico en el accidente del taxi.

-          La semana pasada habíamos discutido los rasgos autobiográficos de la novela El lugar sin límites, pero en esta novela hay más que rasgos: hay una paralela distinta entre Jose Cemi y Jose Lezama Lima, sin mencionar los paralelos entra la mayoría de los parientes del protagonista y los de Lezama Lima. Además hay semejanzas en el espacio – La Habana, la trama – ataques del asma en su juventud, y en los personajes reales – su padre, el coronel por ejemplo.

-          Me asombra que alguien, a saber, Gregory Rabassa, se había atrevido traducir esta obra.

-          Me pregunto, ¿Desde cual perspectiva de lectura debe el lector leer esta obra? Y, es más, ¿a cuál género literario pertenece esta obra? Es casi un hibrido de novela-poesía-ensayo. Puede ser una novela por la estructura, los personajes de ficción y la acción ficticia, un poema por el lenguaje repleto de metáforas y un ensayo por su fin didáctico; es decir, exponer el teoría poética de Lezama Lima.

 

 

El Paradiso de la figura retórica

Leer el libro de Lezama Lima es una hazaña. El lector se enfrenta a un desafío, desde las primeras página entiende que para seguir en la lectura tendrá que hacer un compromiso con el libro: tendrá que admitirle que no puede con todas las metáforas, elipses, perífrasis, alusiones, pleonasmos… y que para llegar al cabo de cada capítulo tendrá que dejar de lado su curiosidad en descubrir todas las citas, todas las referencias y anécdotas que el narrador disemina en el texto. La misma narración queda escondida; liebre entre los arbustos sale rápida para desaparecer enseguida en otro matorral, dejando al cazador sin alternativas sino esperar que salga de vuelta, quién sabe cuando.

Entre los largos intervalos, una exhibición desmesurada de sabiduría taxonómica que parece burlar al lector lo enreda en una telaraña desde la cual parece no haber escape. En las primeras páginas del libro, aprendemos que una de las obras presente en la biblioteca del Coronel Cemí es la Enciclopedia Británica, una obra que me imagino debe haber sido muy querida por Lezama, puesto que la cantidad de personajes históricos y mitológicos presente en la novela es portentosa; se mezclan en los acontecimientos: dioses griegos, hindúes y precolombinos; heroes y demonios; arquitectos, pintores y músicos; soldados y políticos…

A veces la narración parece un pretexto para poder encajar otro referente mítico, otro nombre ilustre, como si este fuese el gran deleite del escritor cubano: el hacernos sentir rodeados por esta plétora de siluetas notables en un estilo de escritura que muchos han llamado barroco, y que yo denominaría más bien plateresco. Pero no creo que sea así, sino que toda esta gran maquinaria de palabras y figuras retóricas son una manera de dar cariño a los miembros de las familias que se hallan en esta primera mitad del libro. En vez de aturdirnos con acontecimientos, descripciones psicológicas, aventuras improbables y otros armatostes tan comunes en la literatura barata, Lezama prefiere que el narrador nos de retales de las vidas de los Cemí y de los Olaya sin dramatizar, con sutileza, sin enseñarnos toda la tela sino bocetos que andan asumiendo con simplicidad – en contraste con el embrollo del corpus en el que se halla – el fil rouge de la novela. Con qué ligereza se describen las muertes, con qué flema se describen los amores, hasta las proezas eróticas de Farraluque (otro enlace con la biblioteca del Coronel y su Felipe Trigo); todo, quizás, como para sugerir que las historias personales son demasiado complejas para que se puedan describir de manera exhaustiva en un libro, y que mejor entonces dar espacio a la fantasía y a la cultura académica.

fachada

Paradiso y la imagen poética

En la introducción de este texto, Eloisa Lezama Lima hace muchos comentarios muy útiles para la contextualización de esta obra de su hermano; el que me pareció lo más iluminante fue esto: “Las imágenes se convierten en personajes y los personajes y sus metáforas se enlazan a mitos o a otros símbolos, pero la imagen es previa.”

Creo que de allí—de la primacía de la imagen—podemos intentar a enfrentarnos con el texto de Paradiso. Sé que, por mi parte, esto ha sido la única manera de darle un poco de sentido a esta extraña obra. Esto tal vez explica la experiencia frecuente de la lectura en que una metáfora que pretende a explicar un tal objeto o un escenario se pierde en sí mismo. De repente, en cualquier momento, el lenguaje empieza a enriquecerse por motivos extraños e indescifrables. En otros momentos, salta una escena completamente surrealista sin ningún enlace aparente al desarrollo de la narrativa. Estas interrupciones abruptas en la experiencia coherente de la lectura refleja, creo yo, que Lezama Lima no se interesa en reflejar una realidad estable o coherente sino una realidad fantasmagórica donde lo material, lo lingüístico, y lo mitológico se envuelven en una sola representación.

“Mama, a scene in Pompei, a scene… desde entonces esa frase contemplaba situaciones paradojales y en la familia reaparecía burlonamente como si saltase por las ventanas con la cara tiznada.”  Aquí se ve entonces tal vez la agencia de la imagen para Lezama Lima—una escena en Pompeya—como actor en la novela. Pero también es una frase, una construcción lingüística que sale más allá de una significación para convertirse en una entidad con sus propios efectos materiales y vida dentro de la familia.

Es esta característica de la novela que simultáneamente me frustra y me interesa. Es una manifestación literaria de una absoluta continuidad entre el mundo material y el mundo imaginario. Es, más que una novela, una poema que se sitúa en primer plano el imagen—que para Lezama Lima es siempre un imagen bello, frágil, y barroco.

Paradiso y la imagen poética

En la introducción de este texto, Eloisa Lezama Lima hace muchos comentarios muy útiles para la contextualización de esta obra de su hermano; el que me pareció lo más iluminante fue esto: “Las imágenes se convierten en personajes y los personajes y sus metáforas se enlazan a mitos o a otros símbolos, pero la imagen es previa.”

Creo que de allí—de la primacía de la imagen—podemos intentar a enfrentarnos con el texto de Paradiso. Sé que, por mi parte, esto ha sido la única manera de darle un poco de sentido a esta extraña obra. Esto tal vez explica la experiencia frecuente de la lectura en que una metáfora que pretende a explicar un tal objeto o un escenario se pierde en sí mismo. De repente, en cualquier momento, el lenguaje empieza a enriquecerse por motivos extraños e indescifrables. En otros momentos, salta una escena completamente surrealista sin ningún enlace aparente al desarrollo de la narrativa. Estas interrupciones abruptas en la experiencia coherente de la lectura refleja, creo yo, que Lezama Lima no se interesa en reflejar una realidad estable o coherente sino una realidad fantasmagórica donde lo material, lo lingüístico, y lo mitológico se envuelven en una sola representación.

“Mama, a scene in Pompei, a scene… desde entonces esa frase contemplaba situaciones paradojales y en la familia reaparecía burlonamente como si saltase por las ventanas con la cara tiznada.”  Aquí se ve entonces tal vez la agencia de la imagen para Lezama Lima—una escena en Pompeya—como actor en la novela. Pero también es una frase, una construcción lingüística que sale más allá de una significación para convertirse en una entidad con sus propios efectos materiales y vida dentro de la familia.

Es esta característica de la novela que simultáneamente me frustra y me interesa. Es una manifestación literaria de una absoluta continuidad entre el mundo material y el mundo imaginario. Es, más que una novela, una poema que se sitúa en primer plano el imagen—que para Lezama Lima es siempre un imagen bello, frágil, y barroco.

Paradiso, primera mitad: en búsqueda de una estructura.

José Lesama Lima - Paradiso
Esta obra es indudablemente compleja. A diferencia de las anteriores que presentaban un cierto patrón o esquema en sus formas, Paradiso, es como un ovillo con varias puntas. Dado que apenas hemos hecho nuestras primeras incursiones en la obra, mis propuestas serán a tientas, como tratando de encontrar siluetas en un escenario que todavía me resulta amorfo.

El hilo narrativo parece ser la vida del Coronel José Cemí. Nuestro primer encuentro con el personaje central es cuando niño se encuentra convaleciendo, víctima de asma y unas ronchas misteriosas. A partir de allí el relato avanza, se dispersa y retrocede.  Las expresiones intelectualizadas y el léxico refinado y poético, tornan la incursión inicial en el cosmos de Paradiso en un ejercicio por momentos impenetrable e indescifrable.  Las inserciones de diversos relatos cortos, como los del segundo capítulo, con copiosos elemento surrealistas, nos llevan a pensar que más que una novela se trata de una colección de cuentos dentro de una gran historia. Como ejemplos basta mencionar la vida de los nietos de Mamita: Truni, Tránquilo y Vivo y los diversos personajes que viven cerca del campamento como: Sofía Ruller, el flautista Martincillo, Lupita y Luba Viole.

A pesar de esta enunciación fragmentada, el carácter biográfico de la obra le confiere unidad. A través de “flashbacks” de los capítulos tres a cinco podemos rastrear los antepasados del Coronel y su árbol genealógico constituido de sangre vasca, inglesa y cubana. Esta porción de la historia es presentada, a manera de un paréntesis, como un relato lineal. Este salto al pasado es injertado cuando habíamos acompañado al Coronel y su familia en su viaje a Jamaica y luego a México en el capítulo dos.

El capítulo segundo de la obra trasluce, con un cierto velo de realismo mágico, otro nivel de realidad. Los conjuros, las prácticas de hechicería y en especial el misterioso trastorno que sufrió el doctor danés Selmo Copek a causa de las emanaciones del gendarme que dirigía el tráfico en Kingston, ponen de manifiesto otra esfera de la cosmovisión de la obra: una que trasciende el ámbito físico, esotérica. El mismo Coronel parecía dotado de percepciones que trascendían el tiempo y el espacio.

El contexto histórico social se desarrolla desde los finales del siglo XIX. En esa época dos familias cubanas acaudaladas unen sus destinos en la boda de los que serían los padres del Coronel Cemí. Los espacios son principalmente urbanos de La Habana, pero que se extienden hasta Estados Unidos para registrar los años en que la familia de Rialta, la madre del Coronel habían vivido en Jacksonville.

Concluimos la laboriosa lectura de la primera mitad de Paradiso, con confusión, interrogantes y expectativas. ¿Se aclararán en la segunda mitad o será un segundo trago de lo mismo?

Inverosimilitud, barroquismo, cultismo, egoísmo: cosmogonía lezamaniana

Allá por el siglo IV a.C, Aristóteles les comunicaba a sus discípulos en la Poética que algo puede ser cierto, sin embargo inverosímil; por otro lado, algo puede ser incierto pero verosímil. Entonces, lo verosímil es lo que es creíble, más allá de su certeza en la realidad.

Empiezo con esta cita a modo de guiño –muy burdo, por supuesto– al uso reiterado de cultismos presentes en Paradiso. Pero también porque no pasaron muchas páginas después de haber empezado la lectura para darme cuenta que ciertamente la verosimilitud no es una de las virtudes de este texto. Debo aclarar, sin embargo, que no digo esto en tono de reproche, aunque tampoco necesariamente de halago. Lo hago, más bien, para preguntarme por qué, de un modo deliberado, un autor que busca, aparentemente (reitero: aparentemente), crear un relato anclado en la realidad se pierde por los confusos vericuetos -como los de las tumbas de los faraones egipcios- de un lenguaje desmesuradamente barroco y lleno de cultismos (clásicos, sobre todo). Hay que agradecerle, en ese aspecto, a Eloísa Lezama Lima las notas a pié de página, de lo contrario estaríamos perdidos (al menos yo) en los laberintos de la hipertelia de la inmortalidad.

Así, por ejemplo, encontramos la siguiente disertación (porque en Paradiso los personajes no hablan, disertan) del personaje central, José Cemí:

-Platón el dialéctico o el de los mitos androginales –comenzó a decir Cemí- ha estado constantemente rememorado por Foción o Fronesis, pero ¡por todos los dioses del Helicón! yo voy a aludir a Aristóteles en su concepto de substancia… (422).

Confieso que envidio mucho, mucho realmente, a José Cemí y prácticamente a todos los personajes de la obra. Ya quisiera yo tener tan a flor de piel como ellos el conocimiento clásico, literario, poético, musical, filosófico, retórico etc. que, como lo más natural del mundo, sale a relucir en sus conversaciones cotidianas. Pero justamente en esa supuesta naturalidad del conocimiento, sazonada con el lenguaje barroco, es donde yace la inverosimilitud del texto. Es evidente que esto es adrede. La pregunta es, nuevamente, por qué. ¿Cuál es el propósito –claro, no tiene que existir uno, pero démonos esa prerrogativa– de crear una obra de supuesto talante realista matizada con estos elementos que la vuelven finalmente inverosímil (aunque estéticamente bien lograda, por supuesto)?

Creo que, como se sugiere en los comentarios previos al texto, se trata de crear un universo propio; una cosmogonía poética que se diluye en las líneas del género vulgar de la novela (lo siento, se me pega –mal, evidentemente– el estilo barroco). Lo que quiero decir, en otras palabras, es que Lezama Lima –Góngora caribeño– construye un texto “egoísta”, es decir, cerrado en sí mismo y casi podríamos decir que para deleite de él mismo y acaso de unos cuantos –o, mejor dicho, unos pocos. No se trata, pues, de un texto con intenciones masivas, por ende ninguna sugerencia de denuncia o alegoría nacional se podría deslizar aquí (y tengo la esperanza que con este comentario se me deslinde de ser el portavoz de las alegorías nacionales). Y eso me parece genial, pues finalmente tampoco se trata de que la literatura “deba” cumplir tal o cual rol. Si es un ejercicio “egoísta” para el deleite de su autor, en buena hora. Adelante con la hiperterlia de la inmortalidad… a ver si la alcanzamos o, mejor aún, la entendemos.

Inverosimilitud, barroquismo, cultismo, egoísmo: cosmogonía lezamaniana

Allá por el siglo IV a.C, Aristóteles les comunicaba a sus discípulos en la Poética que algo puede ser cierto, sin embargo inverosímil; por otro lado, algo puede ser incierto pero verosímil. Entonces, lo verosímil es lo que es creíble, más allá de su certeza en la realidad.

Empiezo con esta cita a modo de guiño –muy burdo, por supuesto– al uso reiterado de cultismos presentes en Paradiso. Pero también porque no pasaron muchas páginas después de haber empezado la lectura para darme cuenta que ciertamente la verosimilitud no es una de las virtudes de este texto. Debo aclarar, sin embargo, que no digo esto en tono de reproche, aunque tampoco necesariamente de halago. Lo hago, más bien, para preguntarme por qué, de un modo deliberado, un autor que busca, aparentemente (reitero: aparentemente), crear un relato anclado en la realidad se pierde por los confusos vericuetos -como los de las tumbas de los faraones egipcios- de un lenguaje desmesuradamente barroco y lleno de cultismos (clásicos, sobre todo). Hay que agradecerle, en ese aspecto, a Eloísa Lezama Lima las notas a pié de página, de lo contrario estaríamos perdidos (al menos yo) en los laberintos de la hipertelia de la inmortalidad.

Así, por ejemplo, encontramos la siguiente disertación (porque en Paradiso los personajes no hablan, disertan) del personaje central, José Cemí:

-Platón el dialéctico o el de los mitos androginales –comenzó a decir Cemí- ha estado constantemente rememorado por Foción o Fronesis, pero ¡por todos los dioses del Helicón! yo voy a aludir a Aristóteles en su concepto de substancia… (422).

Confieso que envidio mucho, mucho realmente, a José Cemí y prácticamente a todos los personajes de la obra. Ya quisiera yo tener tan a flor de piel como ellos el conocimiento clásico, literario, poético, musical, filosófico, retórico etc. que, como lo más natural del mundo, sale a relucir en sus conversaciones cotidianas. Pero justamente en esa supuesta naturalidad del conocimiento, sazonada con el lenguaje barroco, es donde yace la inverosimilitud del texto. Es evidente que esto es adrede. La pregunta es, nuevamente, por qué. ¿Cuál es el propósito –claro, no tiene que existir uno, pero démonos esa prerrogativa– de crear una obra de supuesto talante realista matizada con estos elementos que la vuelven finalmente inverosímil (aunque estéticamente bien lograda, por supuesto)?

Creo que, como se sugiere en los comentarios previos al texto, se trata de crear un universo propio; una cosmogonía poética que se diluye en las líneas del género vulgar de la novela (lo siento, se me pega –mal, evidentemente– el estilo barroco). Lo que quiero decir, en otras palabras, es que Lezama Lima –Góngora caribeño– construye un texto “egoísta”, es decir, cerrado en sí mismo y casi podríamos decir que para deleite de él mismo y acaso de unos cuantos –o, mejor dicho, unos pocos. No se trata, pues, de un texto con intenciones masivas, por ende ninguna sugerencia de denuncia o alegoría nacional se podría deslizar aquí (y tengo la esperanza que con este comentario se me deslinde de ser el portavoz de las alegorías nacionales). Y eso me parece genial, pues finalmente tampoco se trata de que la literatura “deba” cumplir tal o cual rol. Si es un ejercicio “egoísta” para el deleite de su autor, en buena hora. Adelante con la hiperterlia de la inmortalidad… a ver si la alcanzamos o, mejor aún, la entendemos.