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Cien años de soledad I

Cien años de soledad

Life is seldom easy or straightforward in Macondo, the small town at the centre of Gabriel García Márquez’s renowned One Hundred Years of Solitude. The first half of the book alone is full of violence, treachery, and deception; things only get worse in the second half. And the Buendía family who are the town’s lifeblood have a particularly complex set of tales to tell: at times over-run with children (legitimate, adopted, or otherwise), at times riven by strife and haunted by ghosts, and forever fragmented by the ambitions or desires of their menfolk. Throughout, it is the matriarch, Ursula Iguarán, who tries to keep things together and look after the house, but there is only so much that even she can do. The Buendías seldom seem to learn from their mistakes–indeed, they delight in repetition–and so it is with some bitterness and desperation that Ursula exclaims, as she sees her grandson going through the same motions as his grandfather: “I know all of this by heart, [. . .] It’s as if time had turned around and we were back at the beginning” (303 [193]). The irony is that both men’s folly is the dream of progress and development; there’s little that’s more unoriginal and hackneyed than novelty.

But it’s hard to blame the Buendías, even the crassest and least self-reflective among them. For they are often at best only inadvertent agents: their most heartfelt goals seldom come to fruition; Colonel Aureliano Buendía, for instance, leads constants rebellions and revolts, to little obvious effect. And on the other hand, the characters are often no more than vectors for energies that come from elsewhere. Sometimes these are broad, historical forces: so Colonel Aureliano, then, is more a personification of the endless warfare that afflicted Latin America in the nineteenth-century–an incarnation of a restless war machine–than he is the agent of his own destiny. But sometimes these energies are more local and more specific, the expression of non-human actants that surround and permeate Macondo. For famously this is a book that opens with the declaration that “Things have a life of their own, [. . .] It’s simply a matter of waking up their souls” (84 [1-2]). And it is this that is the essence of García Márquez’s magical realism: the acknowledgement that objects, too, have their own lives, their own desires and destinies that can both compete and collude with human plans and expectations.

The scene is set in the opening pages, as the gypsies bring everything from magnets and telescopes to flying carpets and ice to the remote backwater of Macondo. Some of these things are, of course, more “magical” than others, but the point is that they are all treated (more or less) equally, as examples of mechanisms and apparatuses that both expand and frustrate human desire. Caught up in the whirlwind of novelty, Ursula’s husband, José Arcadio, happily installs an alchemist’s laboratory in his own home, and it is this space–that becomes laboratory, workshop, and archive–that is the hub of the book’s fictive universe, however much for long periods it is forgotten, sealed up, and ignored. For the liveliness of things continues whether or not we realize or acknowledge it. And collectively, house, town, and family are no doubt best understood as an assemblage or set of assemblages that variously channel, filter, reproduce, transform, and magnify broader social forces through the intermediation of a complex multitude of smaller parts (buildings, rooms, people, body parts, animals, objects) whose interaction is frustratingly predictable at times and utterly novel at others.

Cien años de soledad (segunda parte)

Una vez terminado de leer podemos observar que la novela es la historia de una familia condenada a cien años de soledad por haber contravenido lo quepara ellos está prohibido por las leyes naturales y morales; casarse entre familiares.

“…que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.”172

La historia está escrita por un narrador que que utiliza las técnicas de la oralidad para relatarnos de manera concreta las vivencias y preocupaciones de la familia Buendía en el transcurso de 100 años. Se puede observar que el pueblo de Macondo y la casa de Los Buendía son espacios de exepción, donde incluso el tiempo es de exepción porque la vida y la muerte se confunden y comparten el mismo espacio, donde la abundancia y la carencia son ciclos temporales que se complementan, donde la locura y la lucidez comparten el mismo espacio; todo esto, dentro de una atmósfera de caos, orden, irrealidad y realidad es por ello que lo grotesco y lo exagerado se convierten en un principio estético dentro dela novela. Los personajes Aurelianos son ambivalentes, al principio nacen con el sello distintivo de la soledad, pero a la vez, nacen con los ojos abiertos de la curiosidad, y luego cuando entrán a una determinada etapa de la juventud se convierten en personajes desbordados, donde la fiesta, el despilfarro, lo corporal, lo exagerado, la locura, la sexualidad se desbordan en un tiempo especial de abundancia hasta que mueren o vuelven a una etapa de tranquilidad, de reposo y aislamiento; luego continuará con la nueva generación en otro ciclo de locura y exageración. Incluso, la Guerra que inicia el Coronel Aureliano no es más que una extensión de lo festivo y lo grotesco, donde lo absurdo y lo irreal se complementan. Por otro lado, la figura de Ursula Iguaran se convierte en una pieza clave para mantener en equilibrio la sensatez y la locura de la familia, ella funciona como un catalizador que pone ordena el mundo de una manera particular. También está la figua de Fernanda donde se rompe el equilibrio de la familia porque ella representa la prohibición, el pasado y el poder anclados en el miedo. Es así que se pierde el elquilirio y lo festivo y lo prohibido pasan a estar en tension. Cuando se mueren Ursula y Fernanda se rompe el equilibrio y la tension entonces la familia y todo el pueblo desaparecen porque se cumple la condena.

Cien años de soledad (segunda parte)

Una vez terminado de leer podemos observar que la novela es la historia de una familia condenada a cien años de soledad por haber contravenido lo quepara ellos está prohibido por las leyes naturales y morales; casarse entre familiares.

“…que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.”172

La historia está escrita por un narrador que que utiliza las técnicas de la oralidad para relatarnos de manera concreta las vivencias y preocupaciones de la familia Buendía en el transcurso de 100 años. Se puede observar que el pueblo de Macondo y la casa de Los Buendía son espacios de exepción, donde incluso el tiempo es de exepción porque la vida y la muerte se confunden y comparten el mismo espacio, donde la abundancia y la carencia son ciclos temporales que se complementan, donde la locura y la lucidez comparten el mismo espacio; todo esto, dentro de una atmósfera de caos, orden, irrealidad y realidad es por ello que lo grotesco y lo exagerado se convierten en un principio estético dentro dela novela. Los personajes Aurelianos son ambivalentes, al principio nacen con el sello distintivo de la soledad, pero a la vez, nacen con los ojos abiertos de la curiosidad, y luego cuando entrán a una determinada etapa de la juventud se convierten en personajes desbordados, donde la fiesta, el despilfarro, lo corporal, lo exagerado, la locura, la sexualidad se desbordan en un tiempo especial de abundancia hasta que mueren o vuelven a una etapa de tranquilidad, de reposo y aislamiento; luego continuará con la nueva generación en otro ciclo de locura y exageración. Incluso, la Guerra que inicia el Coronel Aureliano no es más que una extensión de lo festivo y lo grotesco, donde lo absurdo y lo irreal se complementan. Por otro lado, la figura de Ursula Iguaran se convierte en una pieza clave para mantener en equilibrio la sensatez y la locura de la familia, ella funciona como un catalizador que pone ordena el mundo de una manera particular. También está la figua de Fernanda donde se rompe el equilibrio de la familia porque ella representa la prohibición, el pasado y el poder anclados en el miedo. Es así que se pierde el elquilirio y lo festivo y lo prohibido pasan a estar en tension. Cuando se mueren Ursula y Fernanda se rompe el equilibrio y la tension entonces la familia y todo el pueblo desaparecen porque se cumple la condena.

el libro, la escritura, y la memoria

¿Cómo reaccionamos cuando llegamos al punto final de la novela y enteramos que el texto mismo que leemos está implicado en la lista de dispositivos de memoria de Melquíades? ¿Cómo es que llegamos a leer una historia completa de un pueblo supuestamente “desterrada de la memoria de los hombres”?

Yo creo que esta paradoja (si realmente es) puede existir porque en la novela la memoria es repetidamente representada como algo que viene de afuera. Pensemos en los primeros frases: “El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre.” ¿Es verdad que carecían de nombre? ¿O, mas bien, es que el pueblo, en su soledad necesitaba crear todo de nuevo, hasta el lenguaje y los nombres? También, pensemos en el episodio en el tercer capitulo del insomnio que infecta al pueblo y causa la perdida de la memoria. José Arcadio Buendía intenta construir una maquina que había querido para “acordarse de los maravillosos inventos de los gitanos.” Y últimamente, es Melquíades que cura el insomnio del pueblo con “una sustancia de color apacible.” Es también Melquíades que, más después, captura todo el pueblo en daguerrotipos—otro modo de crear memoria perpetua.

Es como si Macondo se fundara con el intento de escapar la memoria—explícitamente, el asesinato de Prudencio Aguilar, pero implícitamente, el hecho de que José Arcadio Buendía y Úrsula son primos. La tentación seguida del incesto en la familia se puede interpretar así como un tipo de “retorno de lo reprimido.”

Pero lo que quiero enfatizar aquí es que la memoria se asocia íntimamente con la figura de Melquíades que, a su vez, se asocia íntimamente con el mundo vasto afuera del pueblo. Melquíades, en cuanto que convence a José Arcadio Buendía de ideas absurdas, es quien instila muy temprano en el imaginario de Macondo lo fascinante del mundo afuera. Entonces la escena final de la obra, el momento cuando Aureliano Babilonia se da cuenta de que está leyendo la historia de su propia familia y que nunca va a salir del cuarto, es a la vez la realización completa del proyecto de Melquíades de recordar toda la historia del estirpe Buendía, y también el fracaso último del intento de escapar del pasado con que se fundó Macondo.

Para reiterar mi primera pregunta ¿Cómo es que puede existir una realización escrita (el texto de Melquíades) de la historia completa de los Buendía y también que la memoria de la cuidad sería “desterrada de la memoria los hombres”? Es precisamente el momento en que Aureliano Babilonia termina por descifrar los pergaminos que se termina el estirpe; o sea, es precisamente cuando la historia escrita se convierte en una forma entendible por otros, hecho que también posibilita la diseminación.

Es interesante entonces la manera en que tal vez la recepción del libro es previsto en las ultimas páginas. O sea, que cuando hablamos de Cien Años de Soledad tenemos que notar la vida propia del libro como mercancía prodigiosa, emblema de un movimiento literaria etc. etc. Aún los del movimiento “McOndo” admitan que se reaccionan principalmente contra la reputación del libro que contra el libro mismo… Pero más allá de “la vida de la palabra” hay las figuras de Macondo que, pesar de todos intentos de descifrarlos, siguen siendo cada vez más impenetrables y solitarios.

el libro, la escritura, y la memoria

¿Cómo reaccionamos cuando llegamos al punto final de la novela y enteramos que el texto mismo que leemos está implicado en la lista de dispositivos de memoria de Melquíades? ¿Cómo es que llegamos a leer una historia completa de un pueblo supuestamente “desterrada de la memoria de los hombres”?

Yo creo que esta paradoja (si realmente es) puede existir porque en la novela la memoria es repetidamente representada como algo que viene de afuera. Pensemos en los primeros frases: “El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre.” ¿Es verdad que carecían de nombre? ¿O, mas bien, es que el pueblo, en su soledad necesitaba crear todo de nuevo, hasta el lenguaje y los nombres? También, pensemos en el episodio en el tercer capitulo del insomnio que infecta al pueblo y causa la perdida de la memoria. José Arcadio Buendía intenta construir una maquina que había querido para “acordarse de los maravillosos inventos de los gitanos.” Y últimamente, es Melquíades que cura el insomnio del pueblo con “una sustancia de color apacible.” Es también Melquíades que, más después, captura todo el pueblo en daguerrotipos—otro modo de crear memoria perpetua.

Es como si Macondo se fundara con el intento de escapar la memoria—explícitamente, el asesinato de Prudencio Aguilar, pero implícitamente, el hecho de que José Arcadio Buendía y Úrsula son primos. La tentación seguida del incesto en la familia se puede interpretar así como un tipo de “retorno de lo reprimido.”

Pero lo que quiero enfatizar aquí es que la memoria se asocia íntimamente con la figura de Melquíades que, a su vez, se asocia íntimamente con el mundo vasto afuera del pueblo. Melquíades, en cuanto que convence a José Arcadio Buendía de ideas absurdas, es quien instila muy temprano en el imaginario de Macondo lo fascinante del mundo afuera. Entonces la escena final de la obra, el momento cuando Aureliano Babilonia se da cuenta de que está leyendo la historia de su propia familia y que nunca va a salir del cuarto, es a la vez la realización completa del proyecto de Melquíades de recordar toda la historia del estirpe Buendía, y también el fracaso último del intento de escapar del pasado con que se fundó Macondo.

Para reiterar mi primera pregunta ¿Cómo es que puede existir una realización escrita (el texto de Melquíades) de la historia completa de los Buendía y también que la memoria de la cuidad sería “desterrada de la memoria los hombres”? Es precisamente el momento en que Aureliano Babilonia termina por descifrar los pergaminos que se termina el estirpe; o sea, es precisamente cuando la historia escrita se convierte en una forma entendible por otros, hecho que también posibilita la diseminación.

Es interesante entonces la manera en que tal vez la recepción del libro es previsto en las ultimas páginas. O sea, que cuando hablamos de Cien Años de Soledad tenemos que notar la vida propia del libro como mercancía prodigiosa, emblema de un movimiento literaria etc. etc. Aún los del movimiento “McOndo” admitan que se reaccionan principalmente contra la reputación del libro que contra el libro mismo… Pero más allá de “la vida de la palabra” hay las figuras de Macondo que, pesar de todos intentos de descifrarlos, siguen siendo cada vez más impenetrables y solitarios.

Abandonamos el siglo de las guerras y entramos al del progreso: Cien Años de Soledad en segunda marcha

De esta segunda parte de Cien Años de Soledad se pueden deshilvanar varias hebras para el análisis. La segunda mitad esta poblada de imágenes clásicas de lo que se denomina “Realismo Mágico” como la ascensión de remedios, la bandada de mariposas amarillas de Mauricio, los años del diluvio entre muchos episodios. También podemos intentar jugar a los significados ocultos que fascinan a los críticos de la generación y al parecer al editor de mi copia anotada: las “claves” de Ursula, el acto equivocado, la mayoría de las veces, de descifrar y “leer” presagios, anuncios oscuros, y acertijos fatalistas. La verdad, este gesto de la critica me aburre un poco y ya aparece a todas luces un poco obsoleto. Derivan tal vez estos ejercicios del reto de encontrarse frente a un macizo de narrativas que se trazan a lo largo de 300 paginas envolviéndose entre si mismas y ofreciendo todo tipo de relación de la una con a la otra. Y aquí creo que comparto, a medias, el desdén que Garcia Marquez expresaba ante estos profesionales y sus parientes en segundo o tercer grado de relación: abogados, burócratas, funcionarios, hombres de estado, en fin, el hombre que vive de la palabra, pero sobre todo el que vive de la palabra escrita, el hombre de letras. El “hombre de letras” no es lo mismo que decir el escritor, el poeta. Ciertamente estos últimos tipos de escribanos gozan históricamente, aunque no siempre, del favor y la devoción de la sociedad o al menos de ciertos regiones dentro de la sociedad letrada. No constituye este elogio un paz y salvo para todo quien quiera llamarse “escritor” o “poeta.” Mas bien corresponde a una noción antigua del poeta como profeta quien tiene una relación importante con lo sobrenatural: canta a Dios o sobre Dios y es apreciado tanto por los sensibles como los hombres de estado en tiempos difíciles.

Lo que si podemos observar, en esta segunda parte, es una serie de constantes que revelan como cambia la escritura, como ha cambiado el tono, tal vez, por el mismo paso del tiempo que se evidencia hasta en los mas mínimos objetos dentro de la novela, como cambian las posturas ante los heroes y como cambian las políticas de las voces latentes dentro del texto.

Quisiera resaltar que desde el capitulo 10 la narrativa cambia de marco conceptual, ya no desplegamos -como lectores- una a una las efemérides del gran militar, en este caso “el Coronel Aureliano Buendía” casi libertador que en sus historias entrelazadas componía manojos de épicas y epopeyas. La poética de las guerras decimononicas va quedando atrás, no muere necesariamente el coronel pero poco a poco se va relegando y hasta nos olvidamos a veces de el mismo (siguiendo a Bruno ha caído pues en la muerte tras la falta de evocación recordativa). Las grandes guerras del XIX han sido la constante de muchos autores latinoamericanos y en especial la novela de dictador capitalizó hábilmente del suelo fértil que constituyó la historia política de Latinoamérica. Como dice Fuentes, no hace falta mucha imaginación para escribir acerca del dictador perfecto: el “Yo el Supremo” de Roa Bastos solo tuvo que echar un vistazo hacia los archivos para encontrar en la frenética vida del Doctor Francia, un dictador evidentemente perfecto. El mas principiante historiador del devenir politico Colombiano puede apreciar el tono megalómano de estos grandes dictadores hasta en el mismo titulo de sus guerras sin fin, recordemos por ejemplo la “Guerra de los Supremos” (1839-1842) o la “Guerra de los Mil Dias” (1899-1902) y ya son pues muchos los conflictos que en toda la region han marcado la historia desde sus enfrentamientos apocalípticos, sus nominas sin medida y el tono constante de lo magnánimo, el honor nacional y otras ideas recurrentes en la época.

Los ejemplos son variados, pero el punto es que desde el capitulo 10 o el 11 la cosa cambia en Macondo y en la novela como tal. Propongo que la segunda mitad hace entrar una nueva era histórica donde la multiplicidad de narrativas cobra preeminencia pero se pierde protagonismo central, (o digamos se fragmenta el sujeto) en tanto pierde el peso de la narrativa predominante anterior. Es lugar común ya decir que la modernidad entra en Macondo o que Macondo entra en la modernidad, como se quiera, pero es en este digamos “cambio de paradigma socio-económico” donde se encuentra el germen de lo que deviene en una narrativa mas multiple, donde el peso del “libertador” y sus 32 levantamientos, 17 hijos… etc., no mueve la trama hacia un centro firme y el lector hacia un eje solido de desarrollo sino que enfatiza lo menor (pero ojo! por menor no digo menos importante): ejemplos serian la vida rumbera e inútil de Aureliano Segundo, la vida ecléctica y desordenada de Jose Arcadio Segundo, las lecciones al parecer muy vacías aunque muy bellas que nos deja el paso de Remedios la Bella por el libro, los multiples dramas de la insufrible Fernanda con todos o casi todos en la familia, Amaranta, Ursula, Santa Sofia, Petra Cotes y hasta su propia descendencia, en fin, multiples ejemplos podemos dar pero a falta de espacio retornemos al punto: la modernidad entra y con ella, la narrativa, podríamos especular, se democratiza. También vemos como el libro se va desenvolviendo un poco mas apresurado que antes, como la descripción de las pestes que son extensas y no menos devastadoras, deja la sensación que se trataba de resumir un poco, de contar sin detenerse tanto o de cerrar poco a poco las hebras narrativas con mas apremio. Al decir esto quiero aclarar que la hipérbole y el superlativo continúan marcando sin discriminar; que no se entienda que trato de proponer que en la segunda mitad es menos importante o de menor calidad. Mas bien lo que me interesa acá es ver como esta modernidad acelera el tiempo, las medidas de las vidas, el suceder cotidiano y si seguimos la tesis de la semana anterior termina por destruir la concepción de un mundo mítico, primordial. No solo se aceleran las micro-narraciones sino que se acelera también el uso del lenguaje y al mismo tiempo advertimos un cambio en la naturaleza del mismo. Y es apenas necesario. No se puede pretender creíble el relato de una masacre en los tardíos años 20 usando el mismo lenguaje de las “guerras supremas” del XIX.
Quería proponer, aunque evidentemente estoy abusando ya del lector y su tiempo y me disculpo de antemano, que en vez de leer Cien Años de Soledad como alegoría nacional leamos el texto como alegoría del tiempo histórico no solo de la región sino de toda America. Me da la sensación de que la muerte del Coronel en el texto es el punto decisivo como lo fue para el Norte -aunque mas en Europa que en Norteamérica- del cambio de un modo de entender la realidad política del mundo, en otras palabra el impacto de la Gran Guerra sobre la conciencia del Occidente. Y de ahi en adelante la “aceleración del tiempo” tanto en la realidad como en la novela se evidencia en los variados episodios y su coincidencia con la historiografía tanto suramericana como norteamericana. Los años de rumba y parranda imitan el boom de muchas economías en el continente y no solo la gringa; así como el desembarazo de una normatividad victoriana que ya olía a guardado y caía en desuso. El nominativo ingles los “Roaring Twenties,” en Macondo seria los años de “parranda vallenata” enmarcada en locuras como el empapelar la casa con billetes y los “boterismos” de la comilona obscena. El diluvio se podría interpretar como la superposición de la imaginación histórica sobre hechos tan ciertos como aciagos tales como el Martes Negro de 1929: la caída de la bolsa de Nueva York. Recordemos que el Crac del ’29 dio inicio a la Gran Depresión norteamericana época de terribles coyunturas para los norteamericanos de clases medias y bajas, marcadas gravemente por una depresión económica como también afectiva: suelo irreal donde Steinbeck y otros encontraron, en las maneras de vivir mas alucinantes y la desolación del paisaje polvoriento del Dustball, la poética de la escasez. En Macondo también tenemos nuestro dustball (una imagen que no les molestaría mucho a la banda de los McOndianos), caen meses o años de sequía que coinciden -en la temporalidad histórica elástica con que trabajamos- con la depresión norteamericana. Así como los meses de miseria y la perdida de cualquier resto de dignidad del rumbero favorito Aureliano Segundo evocan las culpas y las calumnias sin fin de una Europa sumida en la pobreza, la vergüenza y una inflación al mejor estilo del realismo mágico. Un final aterrador esperaba a esta Europa, un final que en Macondo es destrucción y olvido. Confieso que son pensamientos desordenados y extendidos sin consideración (disculpame Silvia) así que dejamos hasta acá el juego de los abalorios irreales y las torres de sangre que vendrían con el tiempo. Para concluir retomemos las ideas: la segunda mitad como espacio conceptual de lo multiple y lo menor en tanto la modernidad acentua valores similares y trae nuevas formas de vivir con todo su impetu violento y su orden binario. Esta frase me trae a la memoria lo que le sucedio al pueblito chileno llamado Estacion el Olivo, pero eso, es harina de otro, muy rico, costal.


La segunda mitad del siglo

“Buena parte de los temas utilizados en la novela [Cien años de soledad] proceden de textos literarios. La Biblia es la fuente primera. Hallamos no sólo la presencia del Génesis y del Exodo, sino que el origen de Macondo tiene que ver con el mito del Paraíso Terrenal […] Las abundantes profecías, premoniciones de muerte u otros signos, surgen también con frecuencia en los textos bíblicos” (Joaquín Marco, Literatura hispanoamericana: del modernismo a nuestros días, Espasa Calpe, Madrid, 1987 p. 323 )

Quiero volver en esta segunda entrada sobre CAS al tema bíblico, por parecerme el más importante de los muchos que se hallan en la obra. No quiero aquí enumerar los varios episodios que de la Biblia, sobre todo del Antiguo Testamento, traen inspiración, sino preguntarme el porqué de estas continuas alusiones diseminadas por el texto. Mi tesis en la entrada antecedente era que García Márquez quiere crear una opera sacra del nihilismo. Si bien aceptamos Macondo como Edén, o acaso mejor como un nuevo Israel (y los paralelismos son claros y muchos: la llegada de los fundadores guiados por José Arcadio, la invasión y conquista por gente extranjera, y, mutatis mutandis, el diluvio entre otros) echemos entonces un vistazo a los últimos momentos de vida de este pueblo: “[…]la ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Buendía acabara de descifrar los pergaminos, […] todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.” La destrucción es total: cumpliendo la profecía de Jesús Cristo (Mc 13,2), no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada. Si en el Nuevo Testamento tenemos la promesa de una vida eterna en la Jerusalén Celeste, los habitantes de Macondo no tendrán ninguna otra oportunidad, y hasta padecerán una damnatio memoriae completa y definitiva.

Parafraseando Rama -citado por Joset en la nota 48 de p.550 – Aureliano Babilonia y Amaranta Ursula romperían el circulo vicioso macondino con su amor verdadero; por eso acabaría finalmente la centenaria soledad de los Buendía y por ende el mismo libro. Pero si consideramos el fruto de este amor, ¿que queda? un niño muerto que desaparece de su canastilla, cuyo pellejo hinchado y reseco viene arrastrado por todas las hormigas del mundo. Y perdonadme si para comentar esta escena cito al sabio catalán exclamando: Collons!

Por pura curiosidad (ya que la repuesta, si existe, no cambiaría una coma de ningún comentario de la obra) quisiera preguntar y preguntarme:¿de donde viene ese pesimismo aterrador entonces? Quizás tengamos que volver al contexto histórico en el cual surge la obra: la guerra fría con sus escenarios apocalípticos y las guerras civiles colombiana. Pero a mi parecer debe haber algo más y, hasta ahora, mi única respuesta está en esta cita que se atribuye al mismo García Márquez: la incredulidad resiste más que la fe, porque se sustenta de los sentidos. De esta manera podríamos dar una posible interpretación de la creación de este espacio literario que es el realismo mágico en la obra del escritor colombiano, o sea un lugar donde el milagro es trocado por la magia, un fenómeno que se convierte en algo casi cotidiano y no deja espacio a lo divino (véase por ejemplo el escaso éxito de las levitaciones del cura), hasta convertirse en un lugar donde ya Dios no pertenece y su idea ha sido superada.

“We are fascinated by all forms of disappearance, of our disappearance. Melancholic and fascinated, such is our general situation in an era of involuntary transparency.
I am a nihilist.
I observe, I accept, I assume the immense process of the destruction of appearances (and of the seduction of appearances) in the service of meaning (representation, history, criticism, etc.) that is the fundamental fact of the nineteenth century”. (Jean Baudrillard, en Simulacra y Simulación, cáp. 18).

 

Cien años de soledad: una novela contranatural e inmoral

En “La dialéctica de la soledad”, apéndice del célebre ensayo El laberinto de la soledad (1959), dice Octavio Paz: “La soledad, que es la condición misma de nuestra vida, se nos aparece como una prueba y una purgación, a cuyo término angustia e inestabilidad desaparecerán. La plenitud, la reunión, que es reposo y dicha, concordancia con el mundo, nos esperan al fin del laberinto de la soledad” (212).

No pude dejar de recordar el texto citado tras terminar de (re)leer Cien años de soledad. En ese texto, Paz describe, además, a la soledad humana como una carencia que tratamos de resolver por todos los medios (con énfasis en el amor: “las penas de amor, son penas de soledad”[212]). Los personajes de Cien años…, sin embargo, contravienen esta naturaleza humana. Buena parte de la estirpe Buendía (y quienes se adhieren a ella, como Rebeca o Fernanda) termina más bien entregándose a la soledad, encerrándose en ella o, como el coronel, entendiendo que la buena vejez es un “pacto honrado con la soledad”. La casa, más de una vez, es sellada, es decir, aislada. Y, finalmente, el último sobreviviente termina absorto en la más absoluta soledad mientras todo se disuelve a su alrededor.

Entonces, quizás, es por este acto contranatural de entregarse a soledad y regodearse con ella que “las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra” (334); para ellos, que se perdieron en laberinto de la soledad no habrá reposo ni dicha. Así, ni los disparates de José Arcadio Buendía, ni la maldad de Amaranta, ni las guerras y levantamientos del coronel, ni las parrandas de Aureliano ni el incesto de Amaranta Úrsula, etc. son los excesos que explican el apocalíptico final de la estirpe; el verdadero exceso que explica el fin trágico es justamente haber hecho un pacto con la soledad que, finalmente, termina por cobrar la factura. Y, por supuesto, la consecuencia más triste de esta condición no es la desaparición física, sino el olvido. Finalmente, uno termina existiendo porque es recordado por los demás y muere no cuando deja de latir el corazón sino cuando ya nadie se acuerda de nuestra existencia. Macondo, por lo tanto, y sus habitantes no existieron jamás: han sido borrados de la historia y, por ende, olvidados. El olvido es la muerte sin posibilidad de resurrección.

Por otro lado, como comenté en clase, algo quería agregar sobre el “realismo mágico” y su implicancia, digamos, ética en la literatura latinoamericana. En el prólogo de la antología de cuentos McOndo (1996), titulado “País de McOndo”, Alberto Fuguet y Sergio Gómez citan, porque están en completo acuerdo, al poeta chileno Óscar Hahn, quien irónicamente comenta lo siguiente sobre García Márquez y el realismo mágico:
“Cuando en 1492 Cristóbal Colón desembarcó en tierras de América fue recibido con gran alborozo y veneración por los isleños, que creyeron ver en él a un enviado celestial. Realizados los ritos de posesión en nombre de Dios y de la corona española, procedió a congraciarse con los indígenas, repartiéndoles vidrios de colores para su solaz y deslumbramiento. Casi quinientos años después, los descendientes de esos remotos americanos decidieron retribuir la gentileza del Almirante y entregaron al público internacional otros vidrios de colores para su solaz y deslumbramiento: el realismo mágico. Es decir, ese tipo de relato que transforma los prodigios y maravillas en fenómenos cotidianos y que pone a la misma altura la levitación y el cepillado de dientes, los viajes de ultratumba y las excursiones al campo”.

Para estos autores, además, “Vender un continente rural cuando, la verdad de las cosas, es urbano (más allá que sus sobrepobladas ciudades son un caos y no funcionen) nos parece aberrante, cómodo e inmoral” (9). En suma, su queja está fundada en que, después de Cien años de soledad, Latinoamérica ha sido cubierta bajo el manto exotista del realismo mágico y, en consecuencia, se refuerza y perpetúa el estereotipo que encontramos denunciado, por ejemplo, en la canción “Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos” del grupo de rock chileno Los prisioneros. (Aquí el link donde se puede escuchar la canción: https://www.youtube.com/watch?v=oED3w_1CZyQ )

En fin, dejo esto aquí, pues da para mucho más. Quizás algo podamos discutir en clase.