Hay cosas súper interesantes que tienen que ver con el extranjero que el narrador nos presenta muy temprano en la novela – cosas que mucha gente de mi edad (más o menos) tienen mucha experencia con; por ejemplo, mochilear. En el primer capítulo, conocemos a Michelle y Albert (mochileros) de Francia, que después se encuentran con la gente que los bajó del ómnibus y los llevó al mazamorra.
Como lector, las primeras líneas de esta novela son súper impactantes; solo con las primeras líneas, aprendemos mucho sobre el contexto de la novela. Sabemos que hay dos personajes, una mujer en la puerta, y otra persona – yo asumí que era hombre. Están en una choza, hablando Quechua. Qué nos dice esta escena? Al leer los primeras líneas, también siento que hay algún tipo de relación entre los dos personajes – uno es capaz de adivinar lo que el otro va a decir; es más, adivina correctamente. Lo dice en Quechua, y el autor enfatiza esto usando la palabra “pero”: “Y ella lo dijo, pero en Quechua”. Esto me hizo pensar, se esperaba que ella lo dijera en Quechua, o no? El narrador crea una imagen súper clara cuando dice que la mujer soltó “un hilio de saliva por las comisuras de su boca sin dientes”. Obviamente como lectores, nos preguntamos qué es lo que dijo ella, pero también por qué la persona sabía lo que iba a decir?
También pienso que es importante hablar sobre el prólogo; es muy largo y detallado, y menciona esa idea del laberinto: Es “una novela que integra la intrahistoria delos personajes en la narración y el curso lateral de la memoria colectiva con la crítica al totalitarismo, la perversión moral, la corrupción política, el oscuro laberinto de las relaciones ”. Después de estudiar mucha literatura latinoamericana, me di cuenta de que el laberinto parece ser un tema muy común, y sería interesante aprender más al respecto.
En la mitad del prólogo, Lafuente nos recuerda que no debemos olvidar lo que el autor ha repetido y repetido: que “el novelista debe documentarse en una obra ingente de investigación hasta que le permite ‘mentir con conocimiento de causa’”. Nos recuerda que los novelistas inventan una realidad, y al hacerlo, son culpables de mentir. Lo que habla a continuación me confunde un poco, pero lo que sí sé es que hay que prestar atención a esta idea de una “verdad encubierta”. Esta idea me hace pensar en los mensajes directos e indirectos en novelas, y cuestionar su función.