Monthly Archives: November 2015

Guinot: 2022-La Guerra del Gallo

La guerra es absurda y la misión de Masi aún más absurda, ridícula, patética. Todo esto porque es un ser inestable y debido a su infancia obsesiva de la Guerra de las Malvinas. Las muertes de varios miembros de su familia, como sus abuelos en el accidente automovilístico, su tía favorita, su padre por infarto. Pasa su tiempo pensando en su querido Exocet (su gallito domesticado) y como escaparse del asilo. La victoria del fin, menos de lo que se esperaba, es el resultado de mucha esfuerza, éxitos y pérdidas, que representa la novela. Quiero concentrarme en unas páginas de la primera mitad que tratan de emisiones por onda corta por Radio Nacional dirigidas a los soldados británicos. La idea, hacer que quieran volver a casa en Inglaterra, es un fracaso por varios razones explicadas en la novela, razones que siguen la absurdidad de la guerra y, en particular, los esfuerzos del gobierno militar que comenzó la guerra. Como dice Nayid, la propaganda del Junta Militar es una inspiración importante de la novela. La absurdidad de las emisiones por la radio es un ejemplo más de la desesperación y locura de esta Guerra de la Malvinas.

Las emisiones contaban con una voz de mujer para tratar de convencer “a los soldados británicos a regresar a su tierra” (49). Se dice que la locutora leía de manera tan ridícula que provocaba risa en vez de llanto, y que toda esta técnica de guerra psicológica es invención del lado del ejército británico. Se tomaron todos los recaudos necesarios para diluir el mensaje como parte de su sistema defensivo. Sin embargo, este episodio de la guerra inspira a Masi de gritar “Cipayo go home” (49) al presunto espía que llevaba la camiseta del grupo de música popular Kiss. El comportamiento de Masi resulta en desastre por su causa; recibe “una golpiza memorable” (50) por la cara: “Eso fui el último de los operativos.” (50). Luego los padres de Masi lo llevan a ver a un psiquiatra que les anuncia que Masi no pasa bastante tiempo en el espacio real; las ideas fantásticas de Masi tienen que ser controladas, con conexión a la tierra. El estado mental de Masi se empora hasta la muerte de su padre, después de lo cual está comprometido con el asilo de manera indefinida, mostrando la severidad de su inestabilidad mental. Es víctima de su inhabilidad de participar en la venganza contra la Gran Bretaña. Otra vez repito lo que dice Nayid, es no combatiente demente.

Patricia Ratto: Trasfondo

Estoy obsesionado con los acontecimientos helicópteros; hablé de eso en mi post sobre Los pichiciegos, entonces voy a hablar del ataque de los helicópteros y sus cargas de profundidad en Trasfondo. Como dije del episodio de los helicópteros en Los pichiciegos, otra vez, en Trasfondo, tenemos un microcosmos de la novela entera. Como mencionaron otros en los posts, los marineros no tienen muchas opciones, ni durante tiempo normal, ni durante ataques enemigos: “Esperar es la sola maldita cosa que podemos hacer” (85). Los marineros argentinos lanzan un torpedo a un barco británico que divulga su presencia. Se oyen hélices de helicópteros y momentos después: “Splash de torpedo en el agua” (76) anuncia la llegada de un torpedo: “Máxima profundidad, ordena el comandante, y se inician maniobras evasivas” (76). Cada marinero tiene su propia responsabilidad durante el ataque y cada uno reacciona de su manera. Linares, por ejemplo, reza con su rosario pero “mueve los labios en silencio” (78). El zumbido del hélice del motor resuena para todos en el submarino, “cada vez con mayor intensidad” (78); el miedo debe de ser enorme y la capacidad de controlar la situación limitada.

Apenas es el torpedo evitado que las cargas de profundidad caen del cielo de los helicópteros. El submarino tiene que evitar una docena de cargas que explotan por todos lados alrededor durante su fuga silenciosa de la zona: “parece que están barriendo la zona” (82). Los marineros continúan sus tareas y esperan con ansiedad. El narrador sigue lo que pasa de su posición cerca del comandante y de la sala de control, y comenta del peligro omnipresente y de ciertos detalles que indican la intensidad de la situación. La presión sobre los marineros es enorme; no ven nada y no saben dónde o cuando explotará la próxima carga. Pero saben muy bien que si una carga toca el submarino, “no habrá tiempo para nada” (78). Me hace pensar en la película alemana “Das Boot” de Wolfgang Petersen (1981) en la cual los marineros esperan en silencio durante el ataque de cargas; no pueden hablar ni hacer ruido ninguno mientras “los de afuera nos buscan” (85).

Digo que este episodio representa gran parte de la novela porque muestra el aspecto humano de los marineros en peligro y, quizás más importante, la vulnerabilidad del submarino que es la realidad continua de este tipo de misión. Los marineros de los submarinos tienen piel gruesa y mentes solidos por participar en esta clase de combate.

 

Fogwill: Los pichiciegos

Me encanta la parte del libro que se trata de presencia de los helicópteros, las páginas 160-163, porque representa muchas ideas del libro entero. Fogwill inserta este relato pequeño para dar énfasis en la exageración que reina la situación desesperada de pichis, una banda de desertores del ejército argentino. Este nombre viene de un animal local en Argentina que se esconde en túneles subterráneos. Los pichis aquí se encuentran aislados en las Malvinas durante la corta guerra contra Inglaterra y toda su existencia, todas sus actividades, es una lucha para sobrevivir contra los elementos, sobretodo el frío, la enfermedad, el aburrimiento, la búsqueda de comida, el bombardeo del ejército inglés. La presencia de los helicópteros entonces intensifica la vulnerabilidad de los pichis; la muerte nunca está lejos y las defensas de los pichis es algo precario.

La llegada de los helicópteros provoca pánico, y la cantidad de los helicópteros es indefinida, aun exagerada. Los pichis quedan impresionados por el viento de las hélices y el olor de sus motores; es una distracción del frío, algo distinto de la existencia monótona. Los soldados británicos “asoman por una puerta grande […] y tiran su cintita que cae como una serpentina” (161). Los pichis imaginan que estos soldados son “escots o wels” con caras bien afeitadas y alegres. Las ventanas de los helicópteros están tan limpias que “parecen apoyarle cubitos de hielo” en una fiesta. Los británicos son atléticos, llevan ropa limpia y de calidad, y ganan sueldos “más que un general argentino” (162) por su trabajo de tirar las espantosas filas de balas por todos lados. Todo es al contrario de la existencia lastimosa de los pichis.

Los motores de los helicópteros asustan a los pichis, y no vale la pena salir corriendo porque hay minas y obstáculos peligrosos por los campos: “los helicópteros—el ruido, el olor y los hombres […] asustaban más que los Harrier solitarios que sin embargo mataban más gente” (163). Otro aspecto importante de los helicópteros, según los Magos que dirigen la banda, es que señalan el fin de la misión de los pichis. La posible bajada de helicópteros provoca miedo y locura. La radio que siempre escuchan los pichis los dicen que la Argentina “había ganado la guerra” (163). Vemos entonces, en estas páginas breves, un resumen de la existencia horrible de los pichis. Muchos de ellos tienen el deseo de regresar a Argentina; otros saben que nada les esperan. Su vida diaria, lamentable, sin futuro, el presente, es todo lo que tienen, todo lo que conocen.

El “cipitio” en el Salvador Sheraton

El “cipitío” en el Salvador Sheraton se trata de la ofensiva masiva del FMLN que duró un poco menos de dos semanas en 1989. El presidente de El Salvador, Alfredo Cristiani, gobierna el país como uno en estado de sitio. Hay ley marcial, el toque de queda incluso, por casi todo el país, pero sobre todo en las grandes ciudades. Según el texto, agradable a leer, “la oligarquía, su ejército y los yankees imponen el terror de estado” (56). Vemos en las entradas del libro que hay gran corrupción en el gobierno, y como dice Susan, hay confusión y caos por todos lados. Susan sigue que esta situación de desorden es el resultado de la desinformación por los medios de comunicación, que tienden a apoyar al gobierno. Los medios neutrales o izquierdistas son silenciosos bajo una intimidación de la Fuerza Armada, el ejército salvadoreño que actúa en nombre del gobierno y los terratenientes.

 

Me parece muy interesante que los Estados Unidos están involucrados a todos niveles. Hay aviones y helicópteros, armas, tecnología, aun soldados especializados, todo suministrado por Washington. El presidente Bush Sr tiene interés en esta lucha anticomunista, y entonces las poblaciones civiles son convertidos en el nuevo objetivo. Nayid habla del ejemplo del horrible asesinato de los seis jesuitas académicos en la universidad Centroamericano del 16 de noviembre de 1989, hombres de paz, cristianos, porque eran “comunistas”. Esta atrocidad, cometida por miembros de la Fuerza Armada, fue condenada por muchos países. Según Jon, es uno de acontecimientos más importantes del libro. El mundo estaba conmocionado por esta noticia y empieza a interesarse de manera más profunda en las raíces de este conflicto. El mensaje del gobierno salvadoreño y de los Estados Unidos se vuelve cada vez más cuestionado: “la raíz del problema, que surge de una pobreza rampante entre el grueso de la población, en tanto la riqueza pertenece a una pequeña oligarquía” (65).

 

Me gustó mucho la presentación del libro, las imágenes, los poemas, el uso de la historia de lucha de los indígenas de El Salvador contra los invasores colonizadores en busca de tierras y gentes que explotar, aun aniquilar. Las leyendas indígenas, como la del “cipitío” que cambia mágicamente a los guerrillas en animales salvajes, nos hace apreciar más el texto y entender la mentalidad de los rebeldes modernos y los guerreros indígenas que protegían el país. Vimos este miso tema en No me agarran viva; el sacrificio por su país y las causas de los explotados es mucho más grande que la prosperidad individual. La década de los años ochenta, llena de atrocidades y abusos contra los derechos humanos, enseñaron a los rebeldes que el impacto armado más eficaz tiene que unir las fuerzas de la izquierda e involucrar las ciudades.

 

Alegria: No me agarran viva

Al igual que Nayid habla de Eugenia, en este post quiero analizar a Marina González, la “arquetípica mujer proletaria de El Salvador” (115). Marina, cuzcatleca de una tribu indígena que vive El Salvador desde hace siglos, creció en una familia muy grande y muy pobre; la casita era tan pequeña que “dormían hasta cuatro niños en una sola cama” (115). Su madre tenía que trabajar largas horas lavando y planchando ajeno para ganar necesidades para la familia. Marina asistió hasta el sexto grado de la escuela y después trabajó tres años en una fábrica de dulces y después se mudó a varias fábricas, siempre explotada, siempre al borde de la pobreza, hasta pedir un mejor salario al subgerente. Eventualmente la gerencia de las fábricas consideraba a Marina como subversiva; por eso ella no podía conseguir otro trabajo.

El marido de Marina, obrero, mejor pagado, trabajaba en una “fábrica gringa” donde “sintió la despiadada explotación a que está expuesta la gente trabajadora en El Salvador” (119). Marina, su marido, y sus cuatro hijos, tenían que vivir a dos horas en autobús de las fábricas en una casita lejana. La participación del marido en la organización de un sindicato luchando por mejores salarios y otras reivindicaciones resultó en una huelga en la cual la Guardia Nacional desalojó a los sindicalistas. A partir de entonces el marido estaba en la lista negra de sindicalistas reconocidos y no pudo encontrar trabajo por ningún lado. Pasó año y medio en Canadá trabajando en una fábrica y veía como vive la gente, en apartamentos, por ejemplo, bajo condiciones justas y derechos humanitarios.

Para Marina la educación de sus hijos queda una prioridad para que “sufrieran en menor escala” (121). En esta época Marina conocía a grupos religiosos que luchaban por derechos de los pobres y estaba “adquiriendo conocimientos” (123). Marina y su esposo se organizaron en grupos de sublevación en 1976. En efecto, “su marido se dedicó a tiempo completo a la revolución” (123) y Marina quedó responsable por cuidar a sus niños. En 1980, por había participado en varios tomas de ministerios y fábricas, la familia de Marina tuve que buscar refugio en Nicaragua. Por ejemplo, según una amiga religiosa de la aldea, un escuadrón de la muerte buscaba a Marina y su marido después de informaciones imprecisas de una colaboradora de las autoridades.

Lo que me impresiona más de este relato de la proletaria Marina, después de su “educación, después de darse cuenta que la gente trabajadora merezca derechos, es su reproche a su mamá justo antes de huir: “Si ustedes desde hace años hubieran luchado por la liberación de nuestro pueblo estuviéramos en diferentes circunstancias ahora” (126).