Valentín Paniagua Passes Away
Maxwell A. Cameron
Valentin Paniagua, former interim President (2000-2001) and candidate in the 2006 election, passed away today following a pulmonary infection. He was a passionate advocate of democracy based on the rule of law, equal citizenship, and full participation. As a leader, he saw with uncommon clarity what needs to be done to build a civil, just and democratic society.
The website of Accion Popular contains eulogies.
La Republica has reproduced the text of remarks delivered by Paniagua on the occasion of his acceptance of an honorary doctorate at San Marcos University. This is followed by a touching editorial.
Below, pictures taken of Paniagua on the campaign trail in Lima earlier this year.
“No hay democracia sin equidad”
La Republica
martes, 17 de octubre de 2006
EL LEGADO DE VALENTÍN PANIAGUA • El 26 de mayo del 2001, Valentín Paniagua recibió lo que, según confesó, era su ambición más secreta: el Doctorado Honoris Causa de la U. de San Marcos • Para ello, redactó un discurso considerado la mayor expresión de su pensamiento. Aquí unos fragmentos de ese texto.
Una realidad social y política erizada de abismales diferencias, como es la nuestra, era estéril e infecunda para dar vida a la democracia que solo alienta –como decía Rousseau– donde hay amor a la igualdad, o sentimiento de equidad, como prefería expresarlo Montesquieu. Y es que la igualdad es precisamente el fundamento y el más sólido principio y la aspiración por excelencia de la democracia.
¿Cabía igualdad alguna en la sociedad poscolonial que mantuvo, durante la República, la esclavitud y el tributo indígena hasta 1854? ¿Cabía igualdad en una sociedad profundamente discriminatoria que cargó sobre las espaldas del indio el sostenimiento fiscal del Estado a través del tributo indígena, la contribución personal o el impuesto al alcohol o la coca que solo los indios pagaban? ¿Cabía igualdad en una sociedad cuyo sistema tributario solo ha admitido el impuesto a la renta hace escasamente 64 años? ¿Cabía igualdad cuando el indio, sometido a la servidumbre y al pongaje, vivió aherrojado a la tierra hasta 1964 en que se inicia la reforma agraria en el Perú? ¿Cabe igualdad, aún hoy, es decir democracia, en una sociedad, atravesada y agobiada por la pobreza que es la expresión más característica de la inequidad? Conquistar la igualdad es, sin duda, el reto del futuro para construir una democracia verdadera y asegurar el desarrollo nacional.
Condiciones mínimas
El desarrollo es, por cierto, el reclamo de nuestra hora. Cabe entonces preguntarse, para concluir: ¿cuáles son las condiciones mínimas para alcanzarlo en un futuro inmediato? Permítanme puntualizar algunas de ellas que, no por conocidas, deben dejar de mencionarse.
En primer término, es perentoria la conquista de un genuino Estado de Derecho o, más exactamente, de un Estado constitucional y democrático de Derecho que provea con la seguridad jurídica, que es fuente de estabilidad y paz, un juego armonioso de poderes que controle con eficacia el poder, y que garantice el pleno imperio de los derechos humanos, sin los cuales no hay libertad ni posibilidad de convivencia civilizada.
El Estado de Derecho sin embargo, no es una suma de instituciones. Presupone una ideología que algunos han llamado “sentimiento constitucional” que no es sino una manifestación de la cultura de la libertad que sustenta, además, el fundamento ético de la democracia, que es la equidad. Pero ni una ni otra se adquieren, de una vez, para siempre. Requieren enraizarse en el subconsciente colectivo y convertirse en un uso y, luego, en una tradición, que solo se logra cuando una experiencia humana y social tiene raíz en el pasado y continuidad en el futuro. Una tradición es una matriz social que funda una práctica o un compromiso colectivo o grupal. Carecemos de esa matriz porque nuestros regímenes democrático-constitucionales han sido apenas intervalos que preceden o suceden, fugazmente, a regímenes autocráticos y viven en permanente incertidumbre y zozobra.
Democracia y pobreza
La democracia exige, de otro lado, igualdad, como se ha dicho. No solo igualdad jurídica, sino igualdad real que implica la reducción creciente de las desigualdades económicas. Los pobres lo son no solo porque carecen de bienes o no satisfacen sus necesidades, sino porque carecen de derechos que es condición necesaria, pero no suficiente, para salir de la situación de la pobreza. La lucha contra la pobreza se ha convertido, hoy, en una lucha por la igualdad y en un elemento que condiciona –éticamente, también– el quehacer del Estado y de la sociedad peruana.
Se requieren condiciones institucionales y políticas. La democracia –decía Hans Kelsen a principios del siglo pasado– es democracia de partidos, de instituciones que ordenen la representación, que orienten la opinión y que organicen al pueblo. Sin embargo, la representación política no basta. Hay ahora órganos de representación de intereses y aspiraciones colectivas que se expresan en el complejísimo tejido social de la sociedad civil y que no pueden ignorarse. Es el consenso con ellas el que confiere al quehacer del Estado la legitimidad política que le permite sobrevivir. Este es el hito de un proceso que el Perú debe emprender ya.
La democracia moderna es también democracia electoral. (Pero) En el Perú no se puede optar por un sistema electoral de mayoría que excluye frecuentemente a las minorías, sino por un sistema proporcional que puede reflejar, con precisión, la composición del cuerpo electoral. Así lo hicimos, con acierto, en 1962, y así debe mantenerse mientras en el Perú subsista –como dijera Basadre–”el Estado empírico y el abismo social”.
Necesario consenso
Finalmente, ¿qué tipo de democracia necesitamos? El soberano se resiste a ser gobernado; quiere ser gobernante. Rechaza “la democracia sin pueblo” –que diría Duverger– y aspira a una democracia gobernante, a una democracia con pueblo, con un pueblo participante y protagonizando su destino. Es preciso, pues, crear una democracia dialogante y en búsqueda permanente de legitimación mediante la concertación y el consenso. Y, así, la lógica natural de la legitimidad democrática nos lleva de la democracia individualista, que se expresa en “un hombre, un voto”, a una democracia institucionalizada y eficaz que, fundada en la tolerancia, busca la conciliación y no la confrontación. Persigue la solidaridad y anhela permanentemente el consenso para asegurar la paz social y el logro del desarrollo y la justicia.
Duelo por Paniagua
La Republica
Miercoles, 18 de Octubre 2006
Luego de dos meses de denodada lucha contra el mal que lo aquejaba, el doctor Valentín Paniagua, ex presidente constitucional, nos ha dejado. Las múltiples muestras de pesar expresadas por diversas tiendas políticas, instituciones académicas y por ciudadanos de toda condición social dan prueba del dolor que embarga a los peruanos ante la partida de un hombre que dio lo mejor de su vida al servicio del país y que supo estar en el lugar justo cuando, en un momento de grave crisis, asumió la más alta responsabilidad como presidente transitorio.
Como escribimos con ocasión de sus 70 años, hay varias maneras de acercarse a una personalidad rica en facetas como la suya. La primera es la del maestro universitario, forjador de varias generaciones de juristas desde su cátedra de Derecho Constitucional en la PUCP, pero también en otras universidades. Fue uno de nuestros más rigurosos tratadistas en la materia y sin duda nuestro mayor especialista en Derecho Electoral, tal como lo demuestran sus numerosos libros y ensayos sobre estos temas.
Pero también podemos ver en él al demócrata honesto, que entendió siempre la política como una prolongación de la docencia, que inició muy joven en las filas de la Democracia Cristiana. Paniagua, joven abogado que había presidido la Federación de Estudiantes de la U. San Antonio Abad de su Cusco natal y luego la FEP, fue uno de los congresistas elegidos en 1963 por la alianza AP-DC y luego, a sus 27 años, el ministro más joven de nuestra historia republicana.
De este periodo data su relación con FBT, que lo llevó a las filas de Acción Popular luego de la ruptura entre la DC y el PPC en 1966. Fue en AP donde Paniagua hizo lo restante de su trayectoria pública, y cuando FBT fue elegido para un segundo gobierno (1980-85) lo tuvo como uno de sus más cercanos colaboradores, tanto desde el Parlamento –en el que presidió la Cámara de Diputados– como desde el gabinete, como ministro de Educación.
Reelegido congresista, Paniagua formó parte de la oposición al fujimorato, al que definió muy exactamente como autocracia. Gran amigo de nuestro director-fundador Gustavo Mohme Llona, fue parte por varios años de nuestro comité asesor. Y en el momento del derrumbe del régimen, resultado de la reelección fraudulenta de AFF y de la monstruosa corrup- ción compartida con su socio y asesor, surgió como hombre providencial para conducir al país de retorno a la democracia.
Fue en esos ocho meses que pudimos conocer a este hombre tolerante y austero, que supo rodearse de los mejores, dio inicio a la transición democrática, reconstruyó las instituciones en ruinas que dejó la dictadura y presidió elecciones impecables. En reiteradas ocasiones Paniagua fue escogido como el político más respetado, aunque el voto le fuera esquivo hace poco. Ahora que nos ha dejado, es justo rendir homenaje a su liderazgo dialogante, que supo encarnar lo mejor de los valores éticos republicanos y hacer de la política un servicio. A sus familiares, amigos y correligionarios nuestras condolencias, en un duelo que llevamos todos.