Bartolomé de las Casas, nuevamente, pone de relieve el hecho de que el propósito principal de las conquistas españolas en América era conseguir oro: «es todo lo que pretenden por medio para alcanzar su fin último, que es el oro» (Casas, 75).
Cuando los indígenas se negaban a decirles a los españoles dónde estaba ubicado este metal que los europeos consideraban valioso, los torturaban hasta que divulguen cualquier tipo de información al respecto. Muchos de los aborígenes se «negaron» y les costó la vida. Pero lo más probable era que, al principio, no sabían exactamente lo que se les estaba pidiendo (la ubicación de las «casas» de oro), debido a la barrera idiomática, pero una vez establecida una forma de comunicación (por más pobre que haya sido), supieron que los conquistadores consideraban el oro muy valioso. Sin embargo, cuando se les daba este metal precioso, los conquistadores seguían con sus torturas, matanzas y violaciones; culpaban a los indígenas inventando cualquier excusa para justificar sus acciones: desde no revelar todos los detalles de la ubicación del oro a no haberles dado suficiente. Tal vez debido a estas razones es que los indígenas rechazaron difundir cualquier tipo de detalle del oro que tanto anhelaban los europeos.
Aquellos indios del Perú es la gente más benévola que entre indios se ha visto, y allegada y amiga a los cristianos. Y vi que aquéllos daban a los españoles en abundancia oro y plata y piedras preciosas y todo cuanto les pedían que ellos tenían, y todo buen servicio, y nunca los indios salieron de guerra sino de paz, mientras no les dieron ocasión con los malos tratamientos y crueldades, antes los recibían con toda benevolencia y honor en los pueblos a los españoles, dándoles comidas y cuantos esclavos y esclavas pedían para servicio. (71)
Las Casas cita a Fray Marcos para destacar que el reino Inca fue particularmente amable y bondadoso con los españoles, pero cuando vieron que estos últimos seguían cometiendo barbaries, se negaron a ayudarlos. Así sucedió en la mayoría de las provincias: los indígenas les tenían miedo y, por tanto, les daban tributos en forma de oro y demás cosas, los ayudaban simplemente por ser bondadosos por naturaleza o porque pensaban que venían del cielo y que eran hijos de un dios supremo. Sea cual sea el motivo, abusaban a los indígenas, violaban a sus mujeres, les robaban y arrasaban sus pueblos. Las Casas afirma que:
nunca en ninguna parte dellas los indios hicieron mal a cristiano, sin que primero hubiesen recibido males y robos y traiciones dellos. Antes siempre los estimaban por inmortales y venidos del cielo, y como a tales los recibían, hasta que sus obras testificaban quién eran y qué pretendían. (81)
Por un lado, se puede interpretar esto como una defensa a los indígenas o hasta una apología, pero por otro lado, se debe entender que Las Casas estaba avergonzado de que estos hombres, de su país, se hacían llamar cristianos. Por eso temía un castigo divino ante España, buscaba rectificar las acciones de sus compatriotas y se convenció que el rey Felipe II estaría de acuerdo con él si tan sólo supiese lo que estaba sucediendo en América. Las Casas no quería que nadie desprestigie el nombre de Dios, cosa que sus propios compatriotas estuvieron haciendo: «Dios tomare venganza de tan horribles y abominables insultos como hacen en las Indias los que tienen nombre de cristianos» (59). Y los indígenas llegaron a conocer la verdad: estos conquistadores no eran hijos de Dios ni mucho menos, y los aborígenes se sintieron traicionados por toda la ayuda que les habían brindado sólo para que vengan a hacerles tanto daño y para que destrocen sus tierras. Pero cuando los indígenas reaccionaron, los españoles los llamaron «rebeldes»; sin embargo, y para citar a Las Casas, «ninguno es ni puede ser llamado rebelde si primero no es súbdito» (38).
La traición de los españoles empeoró la situación, porque se comportaban como salvajes, y Las Casas, creo yo, resume la postura del indígena cuando dice «qué obra es ésta y si excede a toda crueldad e injusticia que pueda ser pensada; y si les cuadra bien a los tales cristianos llamarlos diablos [a los indígenas], y si sería más encomendar los indios a los diablos del infierno que es encomendarlos a los cristianos de las Indias» (80). Para los indígenas, ser cristiano empezó a asociarse con ser salvaje y, por tanto, prefiriesen no compartir el cielo con ese tipo de personas y negar el dogma cristiano. Un ejemplo de traición es cuando los españoles les dijeron que no vendrían más cristianos, pero seguían viniendo y, peor aún, destruían sus dioses y clamó un indígena: «¿Por qué nos habéis mentido, engañándonos que no habían de entrar en esta tierra cristianos? ¿Y por qué nos habéis quemado nuestros dioses, pues nos traen a vender otros dioses de otras provincias vuestros cristianos?» (52)
La destrucción de las Indias sucedió tanto pasiva como agresivamente. La mayor parte de las culturas indígenas del Nuevo mundo fueron oprimidas y destruidas cuando los conquistadores quisieron cambiarlas conscientemente. Esto no sólo ha dejado profundas cicatrices culturales (y no me refiero a resentimientos), sino también ha causado falta de credibilidad del catolicismo. El primero porque en América latina se ven las «marcas» en ciertas costumbres que se heredó del indígena ajadas por los europeos y la segunda porque los europeos buscaron justificar la conquista con la religión.
Bibliografía
Casas, Bartolomé de las. Brevísima relación de la destrucción de las Indias. Barcelona, España: Linkgua, 2006.
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