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Biography: Valentin Paniagua

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Biography: Valentin Paniagua


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Source: La República, 19 de marzo del 2006
Valentín Paniagua: El político que no buscó el poder
Retratos del poder V. Por Lenka Zàjec Yelusic.
La República, 05 de marzo del 2006

Tardó en aceptar la candidatura a la presidencia. Demoró en iniciar la campaña electoral del Frente de Centro. Y se tomó un buen tiempo antes de salir de gira por el interior del país. Pero Valentín Paniagua Corazao siente que su postulación es la mejor opción y que pronto saldrá del cuarto lugar para saltar al primero y volver a la presidencia. Hermético, enemigo de hablar de su vida familiar, Paniagua sabe lo que es la paciencia.
Un buen día, luego de una fuerte discusión con su padre, Valentín Paniagua se presentó ante sus amigos de siempre, aquellos con los que había compartido largas tertulias y más de una palomillada, y les dijo: “Se acabó, no me busquen más. A partir de ahora, me dedico a estudiar”. Esa tarde fue la última vez que su patota se reunió con él en la Plaza de Armas del Cusco. Nunca más volverían a discutir sobre poesía o los libros Nietzche o Mao Tse Tung.
¿Por qué fue la riña con su padre? Es un misterio. Sus mejores amigos dicen que no lo saben, o tal vez temen decirlo. Además de parco, Paniagua ha sido siempre hermético. De allí que la frase que más recuerda de su padre que se llamaba como él, Valentín, es la que dice que los hombres son esclavos de sus palabras y dueños de sus silencios. Por eso, hasta sus más cercanos amigos desconocen pasajes completos de la vida del ex presidente.
Valentín Paniagua Corazao vivió los primeros años de su vida en Bolivia, país donde nació su padre. Hijo de una acaudalada cusqueña, Hortencia Corazao, nunca perdió contacto con la Ciudad Imperial donde la familia materna tenía un negocio exitoso y una hacienda
inmensa. Toda esa tranquilidad de la que gozaba Paniagua, sin embargo, no duró mucho. Los vientos de la Segunda Guerra Mundial le arrebataron la felicidad de golpe. Su madre, la mujer que lo tranquilizaba tan solo con mirarlo, murió cuando tenía siete años, víctima de una infección que los médicos no pudieron combatir por la escasez de penicilina. En aquellos tiempos la pócima milagrosa se terminaba rápidamente en Europa ante la elevada demanda de los combatientes heridos.
Amigo del silencio
Paniagua relata que cuando alguna vez le preguntó a su padre qué es lo que más recordaba de Hortencia, éste le respondió: “Sus ojos”. “Cada vez que estaba inquieto mi madre me decía: ‘Valentín, siéntate y mírame a los ojos’”. Paniagua la miraba y quedaba hipnotizado.
Hortencia, la mayor de los siete hermanos Paniagua Corazao, fue quizá la que intentó cubrir el vacío que dejó la madre en casa. Su padre no se volvió a casar. Se dedicó a sus hijos y a los negocios. Hortencia tampoco permaneció mucho tiempo en casa, tomó los hábitos para dedicarse de lleno a Dios. La familia del candidato tiene una historia muy ligada a la religión católica. No en vano dos de sus sobrinos se hicieron más tarde seminaristas.
El cineasta Federico García, uno de los mejores amigos de la adolescencia de Paniagua, relata que el mismo Valentín en algún momento estuvo tentado de vestir los hábitos. La secundaria en el colegio Salesiano donde era una obligación escuchar misa todos los días, debió haber sido de gran influencia para el líder de Acción Popular. Siempre que puede, va a misa.
Paniagua nunca habla más de la cuenta, dice lo que tiene que decir y basta, por eso los periodistas lo califican como “político difícil de entrevistar”. Se puede pasar horas con él y no se le saca nada. Claro, nada de lo que él considere que no debe salir.
Cuando se le informó a Paniagua que este diario preparaba una historia sobre su vida, no hizo mucho esfuerzo para disimular su desinterés que se escriba acerca de él, de dónde vino o hacia dónde va. Muy cortante, pero sin dejar de ser cortés, evadió una a una las preguntas del ámbito personal. En los 20 minutos que accedió a hablarnos, exhibió su irritación cuando se tocaba algún tema personal. En determinado momento, llegó a sugerir que mejor nos olvidemos de escribir algo de él.
Pero esa actitud de Paniagua no es de ahora. Es de siempre. Juan Incháustegui y Federico García, dos de sus grandes amigos, aseguran que nunca le gustó hablar de su vida personal, de sus novias o de los sueños frustrados, de por qué tomó una decisión en tal sentido, o en el otro. “Eso se lo guardaba para él”, afirma Luis Incháustegui.
La mano tendida
De que era un buen amigo, nadie lo duda. El cineasta Federico García recuerda con una sonrisa inmensa las veces que Paniagua lo ayudó cuando lo perseguía el gobierno debido a su militancia comunista.
“Me buscaba la policía por el año 1963, así que decidí refugiarme al monte. Estuve arriba un año y medio, cuando bajé la situación seguía siendo difícil y riesgosa para mí. Es seguro que Valentín se enteró de la situación en la que andaba, así que el mismo día que lo nombraron ministro de Justicia (del primer gobierno de Fernando Belaúnde), y antes de que juramentara, me buscó”, rememora García: “Tocó el timbre de mi casa como cualquier hijo de vecino, entró a mi sala y me pidió que trabaje con él como su secretario personal. Ese gesto tan noble nunca lo voy a olvidar, sobre todo porque fue él quien me buscó. De él partió ayudarme, yo jamás se lo hubiera pedido”.
Cuando Valentín Paniagua comunicó a su partido, Acción Popular, que había designado como su secretario personal a un conocido comunista, la noticia estalló como una bomba. En el gabinete también se lo reprocharon, pero Paniagua se mantuvo firme.
Se entercó.
Juan Incháustegui cuenta que las presiones de los funcionarios de gobierno para expulsar a Federico García del ministerio fueron muy fuertes, pero Paniagua no cedió. García se quedó en el puesto, hasta que el golpe del general Juan Velasco Alvarado los sacó a los dos.
Durante el gobierno de facto, Paniagua experimentó momentos difíciles. El gobierno militar expropió las tierras que poseía su familia, así que tuvo que comenzar de cero. Montó en Jesús María un pequeño estudio de abogado. A pesar de la situación adversa, no dejó de ayudar a Federico García. Necesitaba de su apoyo una vez más y se lo dio. Fue cuando Velasco nombró como jefe de prensa del Ministerio de Industrias a Emilio Castañón, un amigo y profesor de la Universidad Católica. Paniagua le recomendó a García, y el comunista tuvo un puesto de trabajo en el régimen militar.
Novia mía
Gloria Muñiz, compañera de clases de Paniagua en la Universidad San Antonio de Abad, recuerda que este le soplaba en los exámenes. “En las clases, Valentín fue siempre el chancón, pero no fue nunca un ‘nerd’”, dice: “Era un chico inquieto. Recuerdo que ayudó mucho en la organización de la fiesta de cachimbos. Creo haberle pedido que fuera mi pareja del baile y no quiso. Como todos, era un pretencioso. Nadie quería salir en la foto con la pelada de cachimbo. Esa fue la razón”.
A Paniagua no se le conocieron muchas enamoradas, contrariamente a los comentarios que dicen que era “coquetón”. Sus amigos cercanos señalan que a lo largo de su juventud le conocieron unas tres novias.
“Para eso también era muy reservado, sabíamos de sus enamoradas porque las llevaba a las reuniones pero nada más”, cuenta Incháustegui. Federico García por su parte asegura que Paniagua estuvo muy enamorado de una soprano cusqueña con la que rompió cuando dejó la Ciudad Imperial para estudiar en Lima. No quiso decir el nombre, “Ah no, eso que se lo cuente él, si no sería un infidente”, dice.
La mujer de bella voz era Norma Ponce de León Corazao, aparentemente una prima de Paniagua. El otro amor del candidato es Nilda Jara, su esposa y madre de sus cuatro hijos.
Nilda lo conoció en las aulas de la universidad, donde ella estudiaba para ser maestra. Igual de discreta que su esposo, no quiso hablar de su matrimonio, de su vida en familia. Aun así, supimos que Paniagua solía pelearse con las computadoras y perder los papeles cuando se le desaperecía de la pantalla un archivo. “¡Esto es una porquería! ¡No sirve!”, gritaba desde su escritorio. Era una forma disimulada de pedir ayuda a sus hijos. Otras veces demostraba que pese a su flema también suele ser nervioso. Los días que tenía que litigar en la Corte Suprema eran los peores, confió su hijo Valentín Paniagua Jara, también abogado. “Cuando lo veía tenso, sabía que no tenía que decirle nada”, afirma.
Genio encabritado
Los amigos de Valentín Paniagua aseguran que jamás imaginaron que se convertiría en político.
Más bien apostaron a que sería escritor o a lo más un acucioso abogado. Federico García recuerda que en la patota solían repetir una frase que con los años suena irónica: “Pepe es nuestro dios y Valentín su profeta”. “El político del grupo era José “Pepe” Tamayo (famoso historiador cusqueño). Se preparó para ser presidente pero terminó de historiador, a diferencia de Valentín que a los 22 años se convirtió en diputado”, precisa su amigo Luis Incháustegui.
Valentín, Juan, Federico, Víctor Guevara, Mario y Carlos Muñiz, todos guardan inolvidables recuerdos de la Plaza de Armas del Cusco, del famoso “Mi Bar”, y de otros lugares que frecuentaban juntos, la mayoría de las veces para hablar de temas que normalmente no atraen a los chicos de menos de 20 años.
Paniagua fue precoz. En la secundaria fundó junto con Carlos Muñiz, Juan Gonzales Iberico, Carlos Tizón y Hernani Zignago, un grupo literario al que denominaron “José Santos Chocano”. Nunca faltaban en la conversación los poemas de César Vallejo. “Teníamos una vida cultural muy activa, nos gustaba la poesía y la literatura. De ese grupo salieron grandes profesionales”, explica Muñiz.
Al grupo literario le siguió otro que fundó Juan Incháustegui, el “Ateneo Carlos Agusto Salaverry”.
Para entonces, Paniagua se había apartado de los amigos y las tertulias literarias para zambullirse con todo en los estudios universitarios de Derecho.
No tenía pasta de poeta. Lo suyo eran las leyes y la política. Y el magisterio. De allí su estilo didáctico para hablar, su parsimonia. Su a veces desesperante lentitud para ir directo al grano.
Paniagua, el hombre al que muchos consideran en extremo formal, oculta a una persona con mucho sentido del humor. Una vez, cuando el líder de AP y sus amigos José Tamayo, Juan Incháustegui y su vecino el “Chino” Paredes se fueron de paseo por el río Vilcanota, uno de ellos resbaló y cayó al agua. A Paniagua no se le ocurrió mejor idea que gritarle desde la orilla del río: “¡En lugar de pedir auxilio mejor reza un Padre Nuestro!”. La risa se le terminó a Valentín Paniagua cuando se percató que su amigo de verdad se estaba ahogando y no salía a flote. A partir de ese día, siempre hubo alguien que le recordaría entre risas su inoportuna recomendación.
Don Valerius
Nunca le llegaron a colocar un sobrenombre porque, dicen sus amigos, era un hombre disciplinado, justo y recto. Y que a lo mucho entre ellos lo llamaban “Valerius”.
¿Qué lo enoja? La injusticia. Le indigna la mentira. ¿Quién no recuerda aquella llamada telefónica que le hizo a Nicolás Lúcar cuando lo calumnió con una supuesta relación con el testaferro Víctor Alberto Venero? En menos de un minuto Paniagua lo fulminó con argumentos devastadores, acusándolo de difundir miserablemente una infamia.
No fue la única ocasión.
Cuando un amigo muy querido se sumó a las filas del fujimorismo y respaldó la destitución de los magistrados del Tribunal Constitucional, le gritó: “¡Miserable!”, en los pasillos de la Pontificia Universidad Católica, ante la mirada de profesores y alumnos.
Siendo universitario, y cuando un grupo de alumnos apristas intentó capturar el claustro, participó de una movilización para responder a los acosadores a balazos. En ese momento presidía la Federación de Estudiantes.
Fundador de la Democracia Cristiana en el Cusco, durante el segundo gobierno de Manuel Prado, el presidente del Consejo de Ministros, Pedro Beltrán Espantoso, visitó el Cusco en un momento en que la coyuntura no lo favorecía. Paniagua junto con su amigo, el comunista Emiliano Huamantico, se presentó ante el hotel que alojaba al alto funcionario para pedirle con mucha elegancia que se retirara de la ciudad porque no era bienvenido. Con la misma elegancia Beltrán le respondió que dado que en el país imperaba la democracia, podía permanecer el tiempo que fuera necesario. Por supuesto, Beltrán no se fue y Paniagua por respeto a las reglas tuvo que aceptar tal decisión.
Paniagua es un conciliador nato. No es de los que buscan la confrontación.
Algo que confirma esta teoría es el hecho de que el candidato apostara sin éxito en estas elecciones por un gobierno de coalición. Para bien o para mal, su propuesta, lamentablemente, no caló.
Tanto Lourdes Flores como Alan García se negaron a formar una alianza y Paniagua tuvo que encabezar su propia fórmula, pese a su desinterés por candidatear.
Está claro que Paniagua, aceptó participar en la contienda electoral por no defraudar a su partido, a sus amigos, o a Fernando Belaunde, quien en su último cumpleaños pidió a sus correligionarios que lo convencieran de que represente a Acción Popular porque era el nuevo líder natural.
Hicimos un último intento en ingresar a su fuero interno.
–“¿Usted tiene una hermana que es religiosa?”, preguntamos.
–“No voy a hablar de mi familia. Si lo hago, le haría daño”, dice.
–“¿Es cierto que usted enmudecía cuando su madre lo miraba a los ojos?”, reiteramos.
–“Sí, pero ¿quién se lo ha contado? Usted insiste en hablar de mi vida. Prefiero hablar de mi carrera política”, explica, fastidiado.
–“Pero eso es conocido. Buscamos su lado humano”, le decimos.
–“Entonces, no escriba nada”, se cerró. No quiso hablar más.
Una historia de honor entre los Corazao
Muchos años antes que Valentín Paniagua Corazao imaginara convertirse en congresista y presidente de la República, su familia materna ya había hecho noticia, pero no en las páginas políticas de los diarios sino en las policiales.
Su abuelo, Demetrio Corazao asesinó de un balazo a un diputado que había retado a duelo a su padre en protesta por una noticia difundida en el periódico de la familia Corazao.
Cuenta Paniagua que allá por el año 1914 su familia materna era propietaria de un diario llamado “El Tiempo”. Ese periódico difundió una información en la que se ponía en tela de juicio la honorabilidad del diputado Juan Pablo Tresierra.
Como en los viejos tiempos, toda ofensa a la honra se pagaba con la muerte, el alto funcionario retó al patriarca de los Corazao a un duelo a muerte. Dado que el bisabuelo de Valentín Paniagua era una persona bastante mayor, quien asumió el reto fue su abuelo Demetrio, quien años más tarde sería también diputado.
El ancestro del candidato presidencial salió ileso de la contienda, pero tuvo que huir y esconderse hasta que prescribiera el delito para no ser detenido por la policía y enviado a la cárcel.
Lo curioso de esta historia es que el diputado muerto en duelo fue nada menos que el abuelo del procurador para casos de corrupción, Antonio Maldonado.

Written by Michael Ha

March 19th, 2006 at 9:35 am

Posted in B,Political Parties

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