Peru Election 2006

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Updated – Reflections on the Defeat of the Peruvian Left

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Read also: Fracaso de las izquierdas, fracaso de las derechas


La izquierda y Ollanta
Por Pedro Francke
La República, 24 de abril del 2006
.
Un amplio debate se ha abierto en las últimas semanas sobre la izquierda y su relación con Ollanta Humala. Sin una apreciación previa de cuáles son las ideas básicas de la izquierda, es imposible intentar una respuesta.
Defino la izquierda como aquella corriente política cuyos valores fundamentales son la justicia social, los derechos humanos y la democracia, entendida esta última como la más amplia participación colectiva en los asuntos públicos. Como se puede ver, desde mi punto de vista la izquierda no solamente propone una distribución más justa de la riqueza, también demanda una distribución amplia del poder político. La defensa de la democracia está en la esencia de una izquierda auténtica.
La importancia de los derechos humanos en este contexto no puede subestimarse, considerando que estos principios universales defienden tanto libertades civiles fundamentales para la democracia como derechos económicos y sociales que son precisamente la base de justicia social que desde la izquierda proponemos ampliar en su contenido.
Siendo consustancial a la izquierda el combatir cualquier concentración de poder, esto establece un marco determinado de actuación política. Para una izquierda auténtica, solo son válidas aquellas formas de acción que respeten los derechos humanos –no a la violencia– y que amplíen la participación de los pobres en las decisiones políticas. La izquierda no puede, por eso, promover movimientos aluvionales de adhesión sentimental a un caudillo que dirige sin consultar; solo puede ser lenta suma y organización de voluntades conscientes.
Un discurso que apunta a una mejor distribución de la riqueza, como el que enarbola Ollanta Humala, sin duda es cercano a las ideas de la izquierda en este aspecto. Pero la esencia de la izquierda es un discurso que integra lo económico con lo político. La ampliación de la participación política del pueblo no pasa por caudillos redentores con una relación paternalista y vertical con la “masa”, donde no hay formas de participación popular, no hay estructuras donde la gente pueda decidir ni hay transparencia de la actuación de quienes toman las decisiones, como hasta hoy es el ollantismo.
Si algo me preocupa de Ollanta es lo incierto de su orientación. ¿Predominarán en su entorno los izquierdistas sesentones, los Torres Caro y militares más o menos vinculados al montesinismo, los empresarios bien intencionados o de los otros? A lo mejor el resultado final no es tan malo. Pero el solo hecho de no saber adónde apunta es claro reflejo de que el ollantismo no amplía la participación política ciudadana, sino solo expresa temporalmente el descontento popular contra quienes dirigen el país. Frente a ello, la izquierda no puede practicar una “tirada de dados” o irresponsable apuesta al descontento sin rumbo; tiene que ser construcción consciente del destino colectivo.
Parece que algunos amigos creen que es posible, a través de movimientos como el humalismo, buscar atajos hacia el socialismo. Tal vez valga la pena recordarles esta frase genial de José Carlos Mariátegui: “La historia es duración. No vale el grito aislado, por largo que sea su eco. Vale la prédica constante, continua, persistente”. Mejor persistir en buscar un Perú más justo hecho por las manos solidarias de los peruanos, que arriesgar apuestas por redentores que no llevan adonde queremos ir.
“Bacanería” y pensamiento reaccionario
Por Alberto Adrianzén M.
La Republica, 23 de abril de 2006

Tiene razón Nicolás Lynch cuando afirma que “el nueve de abril pasado la izquierda peruana, en cualquiera de sus versiones, tuvo una derrota electoral aplastante”. Las cifras no engañan: la suma de todas las fuerzas que pueden integrar un arco progresista, no llega al dos por ciento de los votos a nivel nacional. Hoy la izquierda peruana está, por lo tanto, en su peor momento desde los años ochenta. Su derrota, además, compromete a determinados sectores sociales que, sin razón alguna, pagarán, seguramente, la consecuencia de ello. Graves y grandes son, pues, las responsabilidades de estos líderes que no solo han llevado a sus militantes y a lo poco que queda de los sectores sociales organizados a un verdadero callejón sin salida sino que siguen escribiendo, salvo excepciones, como si nada hubiese pasado en estos días.
Sin embargo, lo que no se entiende es lo siguiente: lo que hoy es lamento y depresión en las filas de la izquierda, es regocijo en ciertos sectores de la derecha, más allá que ella también pierda, posiblemente, al no poder entrar a la segunda vuelta. Es cierto que se puede alegar –y con mucha razón– que la derecha ha sacado muchos más votos que la izquierda (la diferencia es casi de veinte veces a su favor), pero para todo efecto práctico ni la derecha y mucho menos la izquierda gobernarán este país en los próximos cinco años. Y eso, finalmente, es lo que importa en política.
Pero recordarle a la derecha que ella también perdió no es su único problema. Hoy en medio de la derrota determinados sectores vienen mostrando un espíritu marcado por la intolerancia y que se resume en la idea que en este país la izquierda sobra o, mejor dicho, no debe existir. Es el tránsito de un pensamiento de derecha a otro reaccionario poblado de fantasmas y pesadillas.
El reciente artículo de Fernando Rospigliosi publicado en el diario Perú 21 va en esa dirección cuando afirma que luego del nueve abril, dirigentes y militantes de izquierda se disputarán “residuos… que, para efectos prácticos, carecen de significación”.
Sería bueno preguntarle a Fernando Rospigliosi, antiguo dirigente de la izquierda marxista y convertido hoy en propagandista oficioso de la candidatura de Lourdes Flores, si no se ha puesto a pensar que la ausencia de una izquierda, incluida la marxista, está asociada a la tragedia que cada cinco años vive la derecha (y, también, últimamente la izquierda) en este país. Porque lo que viene demostrando la historia es que luego que la izquierda entró en crisis a finales de los ochenta y el neoliberalismo campeó en estos lugares, empobreciendo aun más a una mayoría de peruanos, lo que se tiene en el país son los llamados “outsider”; es decir, líderes inventados por una mayoría popular que reclama por una justicia que nunca llega. Hoy la derecha se enfrenta a un dilema que la desgarra y la desespera: tener que votar por Ollanta Humala o por Alan García, verdaderas “bete noire” para este sector. No es extraño en este contexto que algunos opten por posturas reaccionarias y hasta, incluso, fascistas. El racismo, por poner un ejemplo, es más común en estos sectores que en los seguidores de Ollanta Humala.
Por eso no extraña la proliferación de insultos y anuncios catastróficos, como es hoy usual en algunos periodistas y en aquellos que quieren fungir de intelectuales orgánicos de la derecha, y lo que expresa, más bien, es una situación de debilidad y de derrota. Ser de derecha o conservador, que no es lo mismo, como también ser de izquierda, requiere de muchas cualidades, entre las cuales destacan la complejidad en el pensamiento, un espíritu de tolerancia y pluralista; y un poco de honestidad. Atributos todos ellos que han terminado por extraviarse en el laberinto de la diatriba, de la prepotencia, de la irresponsabilidad y hasta de la mentira.
Por eso lo que tenemos ahora son más bien unos “bacancitos” del pensamiento; unos simples “matones de esquina” con aires “apitucados”, que creen que con el insulto –expresión de un pensamiento abiertamente reaccionario– es posible ganar el debate político. Es el regreso al clima ideológico prevelasquista. Un verdadero arcaísmo en estos tiempos.
Por ese camino lo único que se promueve, acaso, es el (re)surgimiento de una izquierda extremista y la aparición de una derecha fascista que apelarán, ambas, a la violencia, primero verbal y luego física, como mecanismos de imposición de sus postulados. Dicho de otra manera, a la prolongación de la política como pura confrontación y nada de consenso.
Un último punto. Me extraña que Fernando Rospigliosi afirme que la izquierda no aprendió nada luego que “respaldaron en masa a Alberto Fujimori” en 1990, y no se pregunte por algunos de sus amigos de ahora que no apoyaron a Fujimori en ese año, pero sí luego del golpe de estado de 1992, para subirse rápidamente al camión portatropa del autoritarismo fujimorista, y en 1995 y el 2000, decidieron apoyar también en masa a un régimen mafioso y corrupto, además de cogobernar este país en esa década.
La democracia es un bien que todos deben de disfrutar por igual, más allá de lo que uno piense y quiera ser. La idea de excluir, en un país de excluidos como es el nuestro, es no solo expresión de un antiliberalismo reaccionario sino también un claro intento por echarle más gasolina a una hoguera que amenaza en convertirse en un incendio de proporciones. Por ello, si algo debemos recuperar en estos días es un poco de sensatez y de sentimientos democráticos; pero, también, un poco de modestia al momento de escribir. La “bacanería” y la “matonería periodística”, versiones ambas de un cierto “achoramiento pituco” y, además, reaccionario y antiliberal, poco ayuda en un país de “mestizos”, “cholos” e “indios”.

Simon: “Caudillos de la izquierda son los perdedores del 9 de abril”
Correo, 19 de abril del 2006

Muy enérgico, el líder del Movimiento Humanista Peruano y presidente de la región Lambayeque, Yehude Simon, señaló que, tras la última elección del 9 de abril, los “perdedores” de la jornada han sido los “caudillos de la izquierda”, que ni siquiera lograron pasar la valla electoral del 4%.
Aseguró que el mensaje de su militancia ha sido claro, pues “desean la unidad”, pero en función de propuestas programáticas y no de personas simplemente.
Simon aseguró que en el país aún existen sectores de izquierda con los cuales no se puede establecer un diálogo moderno y renovador sobre temas como la “inversión privada y descentralización”. Entre éstos mencionó al Movimiento Nueva Izquierda (MNI).
Según los reportes de la ONPE, ninguna candidatura de izquierdistas, entre ellas Susana Villarán, Javier Diez Canseco y Alberto Moreno, superan el 1% de los votos a nivel nacional.
De otro lado, Simon admitió haberse reunido hasta en cuatro oportunidades con el candidato Ollanta Humala sin que ello signifique un acuerdo político, aunque tampoco descartó de plano esa posibilidad.
“No vamos a apoyar a ningún candidato en la segunda vuelta porque sería oportunismo; no podemos subirnos al carro de los vencedores, pero terminada las elecciones y el soberano decide quién es el Presidente, soy el primero en preguntarle cómo le ayudamos”, remarcó.
Simon aseguró que si Humala decide atentar contra el orden democrático, será “el primero en salir a las calles a combatirlo”.
La izquierda: optar o morir
Nicolás Lynch
La Republica, 18 de abril del 2006

El nueve de abril pasado la izquierda peruana, en cualquiera de sus versiones, tuvo una derrota electoral aplastante. Esta derrota significa el cierre de un ciclo en el que estas fuerzas intentaron recomponer, luego del término de la Izquierda Unida, su presencia en la vida política del país.
La derrota es especialmente profunda para quienes intentamos, desde una perspectiva renovada, el caso del Partido Socialista, volver a ofrecerle a nuestro pueblo una alternativa electoral de izquierda. Por la magnitud de lo sucedido, esta derrota cuestiona no solo el tipo de campaña o la pertinencia del candidato presidencial, sino, sobre todo, el planteamiento mismo de un Partido Socialista como sujeto político a partir del cual se pueda recomponer el liderazgo de una alternativa progresista en el Perú.
Es risible, por ello, creer, como adelantan algunos creyentes, que la derrota electoral izquierdista tenga algo que ver con no haber ido en una sino en tres candidaturas. Juntas las listas parlamentarias de Concertación Descentralista, el Partido Socialista y el MNI no llegan ni al tercio de votos necesarios para superar la valla electoral, menos todavía si contamos los votos presidenciales. Esto sin tener en cuenta las restas que se habrían producido al querer mezclar renovación con arcaísmo en una supuesta alianza izquierdista.
Este resultado hace ver que una alternativa electoral de izquierda no tiene futuro en un plazo cercano. Por lo tanto, debemos replantear el propósito de una organización de izquierda democrática. Si se insiste, como ocurrió en estas elecciones, en organizaciones con proyecto propio y exclusivo, el resultado será la marginalidad y partidos testimoniales que señalen los defectos de los demás pero estén excluidos de la competencia política en la que se define el futuro del país.
Con esto no quiero decir que se deban disolver los grupos existentes sino que estos deben de ejercer su influencia de manera distinta. Ello supone saber incluirse en espacios mayores que expresen otras formas de representación política donde se recojan, aunque fuera parcialmente, nuestras banderas. Estratégicamente esto significa proponerse una alianza con posiciones de centro democrático que defiendan los derechos humanos y sociales y la soberanía nacional, en un horizonte que privilegie la gobernabilidad y no el desorden para el Perú.
Contamos al efecto con la ventaja de un programa claro y articulado que señala un camino de transformación en democracia, por el camino de las reformas y el Estado de Derecho, pero con la convicción de que los cambios que este país necesita deben ser profundos y radicales para que los peruanos volvamos a creer que puede existir una patria que nos incluya a todos.
En lo inmediato esto supone tomar, desde la izquierda democrática, una opción en la segunda vuelta, que llame a votar por uno de los candidatos en contienda sobre la base de una plataforma mínima que se considere debe llevarse adelante en el próximo quinquenio. Llamar a votar en blanco o viciado es una forma de ausentarse de la lucha política y refugiarse en el supuesto purismo de la ética.
Al respecto es importante señalar la diferencia, como bien señala Max Weber, entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad. La primera es la ética del predicador cuya lealtad es a las ideas que presenta, la segunda la ética del político que se debe al futuro de un país, dependiendo de sus decisiones la vida de millones de seres humanos y la viabilidad de la comunidad a la que pertenece. Por eso manifiesto que a pesar de que las alternativas en juego no son las nuestras nos corresponde como una responsabilidad con el futuro del Perú tener una actitud de colaboración o en su defecto de oposición leal con el gobierno que surja de la segunda vuelta.
Ciertamente lo que se propone es un cambio drástico en la conducta de la izquierda democrática y en la cultura de la izquierda peruana en general, pero cuando lo que se enfrenta es la desaparición lo mejor es tomar el toro por las astas y señalar sin ambages el único camino posible de futuro. La involución a la capilla o peor aún a la caverna no serían el mejor final para una corriente política que ha entregado tanto en la lucha por la justicia social y la democracia en el Perú.
¿El fin de la izquierda?
Correo, 18 de abril del 2006

Varios deben jubilarse
Si un sector político claramente no ha salido bien parado del 9 de abril, ha sido la izquierda peruana. El Partido Socialista, de Javier Diez Canseco, y el Movimiento Nueva Izquierda (MNI), de Alberto Moreno, han logrado juntos, hasta el momento, 86 mil votos, es decir, el 0.76% del electorado. A Susana Villarán tampoco le fue mucho mejor.
Su balance no es sólo lánguido e insuficiente, sino que líderes y grupos advenedizos como Restauración Nacional, de Humberto Lay Sun, se han mofado de su historia y han sextuplicado la votación de esos grupos.
El analista político y ex ministro del Interior Fernando Rospigliosi señala que esta izquierda marxista ha perdido toda representación y fracasado en vincularse a los sectores populares. “Su discurso derivó en obsoleto y esto viene de los años 90. Su desaparición es producto de todo lo malo de su historia”, precisó.
Añadió que la izquierda de Diez Canseco y Moreno, a diferencia de la de Chile –que actualmente gobierna con el mismo partido de Salvador Allende–, “está congelada en los años 60” y todavía sigue admirando a Fidel Castro, no reconoce el derrumbe del comunismo y está completamente fuera de la realidad política.
Para Rospigliosi, que esta izquierda cambie y modernice su pensamiento es bastante difícil. “Estas personas no han cambiado en los últimos 25 años y no van a cambiar ahora, van a seguir en lo mismo, sin ningún techo”, expresó.
Recordó además que muchos de estos izquierdistas se han subido al coche del candidato de Unión por el Perú (UPP), Ollanta Humala, lo cual demuestra oportunismo. Si un sector político claramente no ha salido bien parado del 9 de abril, ha sido la izquierda peruana. El Partido Socialista, de Javier Diez Canseco, y el Movimiento Nueva Izquierda (MNI), de Alberto Moreno, han logrado juntos, hasta el momento, 86 mil votos, es decir, el 0.76% del electorado. A Susana Villarán tampoco le fue mucho mejor.
Su balance no es sólo lánguido e insuficiente, sino que líderes y grupos advenedizos como Restauración Nacional, de Humberto Lay Sun, se han mofado de su historia y han sextuplicado la votación de esos grupos.
El analista político y ex ministro del Interior Fernando Rospigliosi señala que esta izquierda marxista ha perdido toda representación y fracasado en vincularse a los sectores populares. “Su discurso derivó en obsoleto y esto viene de los años 90. Su desaparición es producto de todo lo malo de su historia”, precisó.
Añadió que la izquierda de Diez Canseco y Moreno, a diferencia de la de Chile –que actualmente gobierna con el mismo partido de Salvador Allende–, “está congelada en los años 60” y todavía sigue admirando a Fidel Castro, no reconoce el derrumbe del comunismo y está completamente fuera de la realidad política.
Para Rospigliosi, que esta izquierda cambie y modernice su pensamiento es bastante difícil. “Estas personas no han cambiado en los últimos 25 años y no van a cambiar ahora, van a seguir en lo mismo, sin ningún techo”, expresó.
Recordó además que muchos de estos izquierdistas se han subido al coche del candidato de Unión por el Perú (UPP), Ollanta Humala, lo cual demuestra oportunismo.
Víctor Caballero Martin La izquierda y su futuro. A propósito de una carta inédita de Tito Flores.
Por Víctor Caballero Martin (Economista)
Perú 21, 17 de abril del 2006

A la luz de los últimos comicios, el autor resalta la necesidad de renovar la izquierda. Propone romper con aquellos que muestran muchas ansias de poder.
Reflexionando sobre lo que ha pasado en las últimas elecciones he creído conveniente publicar una carta inédita de Alberto Flores Galindo, nuestro querido colega y amigo Tito Flores. Lo que aquí se transcribe es una carta a Javier Diez Canseco que forma parte de su testamento político. Los argumentos fueron desarrollados extensamente en un documento público que fuera leído en su sepelio y que llevó el título “Reencontremos la dimensión utópica” (1) .
A Tito le preocupaba mucho el futuro de la izquierda, de aquella izquierda forjada en los tiempos difíciles de la dictadura militar y que tuvo el gran mérito de contribuir a construir gremios y movimientos sociales fundamentales para la conquista de derechos democráticos.
Esa izquierda que a finales de la década del ochenta enfrentaba una fuerte crisis por el curso de la guerra interna que vivía el país. No eran preocupaciones recientes. En diversos artículos políticos (2) había destacado las dificultades de encontrar nuevos caminos para construir un proyecto socialista en el Perú, lo que exigía “renovar el estilo de pensar y actuar”.
Hoy día, a la luz de los resultados electorales del 9 de abril pasado, estas exigencias de renovación son más necesarias que nunca.
Indudablemente, uno de los problemas más serios de la renovación de la izquierda es superar lo que en su momento Tito Flores identificó como los grupos más recalcitrantes, aquellos que llevaron a sucesivas divisiones, motivados por una falta de proyecto político nuevo, renovador del socialismo y de las prácticas políticas. En el documento citado nos decía que habíamos “estado demasiado preocupados por la lucha inmediata, la imposición de una secta, la disputa del poder minúsculo. Así se envejece”. Para concluir señalaba que la renovación del socialismo “resulta imposible sin una ruptura con esos izquierdistas excesivamente ansiosos de poder, apenas interesados en lo que realmente sucede”.
En efecto, veinte años más tarde, en muchos casos, no en todos, la práctica de la izquierda ha estado asociada a la búsqueda del poder como único referente de hacer política; y en esa búsqueda, se han dado y se dan los cambios más espectaculares. Hoy en día, algunos militantes de izquierda consideran que se puede llegar al poder a través de otro proyecto político y para ello se aprestan a trabajar dentro del Partido Nacionalista de Ollanta Humala.
Un segundo problema realmente serio en la izquierda es el cambio generacional. En su carta de despedida, Alberto Flores Galindo vuelve a reiterar una crítica de la cual éramos conscientes todos, pero que no logramos superar. “Nuestra generación ha sido poco consciente”, dice; probablemente se refiera a la separación entre ética y política que muchos políticos de izquierda hicieron. Fenómeno que se vuelve a repetir ahora en mayor grado que antes.
A la ausencia de renovación del pensamiento y de la propuesta de los socialistas, y a la terca insistencia en la polarización y las exclusiones como la única vía para el cambio se suma el hecho de que, en algunos políticos de izquierda de nuestra generación, se ahonda la brecha entre conducta política y ética. Ya no sorprende ver a curtidos políticos de izquierda dejar en segundo plano principios tan vitales, como los derechos humanos, por la posibilidad de acceder al poder y participar en proyectos autoritarios que van a contracorriente de la ética.
Otra variante de los errores cometidos por nuestra generación es no asimilar la exigencia de la población por cambios políticos; cambios que implicaban en algunos casos rupturas con estilos de hacer política. Ya por comodidad de hacer política en la escena oficial, o por buscar alianzas que no alteraran el modelo económico que impuso con la dictadura de Fujimori, el resultado ha sido que se nos ubicó como parte de un proyecto económico ajeno a las demandas de la población; sin entender o sin querer comprender que este era excluyente, autoritario, que perpetúa las miserias y pobrezas de la mayoría de la población.
Creo que no fuimos conscientes de que el problema nuestro era no solo de ideas o de propuestas, sino de una generación que no entendió la necesidad de construir un proyecto nuevo. Volviendo a escuchar a Alberto Flores, él creía necesario: “…no repetir, crear otro tipo de dirigente. Dar cabida a otros actores sociales y a los jóvenes. Ellos no deben seguir haciendo lo mismo, no pueden seguir pensando como hace veinte años. Las cosas han cambiado”.
Podemos decir, a manera de justificación, que hicimos grandes esfuerzos por cambiar y renovar proyectos, discursos, programas; pero no cambiamos nuestra práctica, nuestra conducta política de secta, de exclusiones mutuas. Esto, por el contrario, se consolidó y se mantuvo firme hasta el momento de conformar grupos para el proceso electoral del 9 de abril. Nos dejamos ganar por el espíritu sectario que retrotrae a la izquierda a su espíritu marginal, no inclusivo, de ambición por el poder sin considerar la dimensión de ganar en la conciencia y en el imaginario popular.
Estamos ahora frente a nuevos retos impuestos por los próximos procesos electorales de noviembre. Sería absurdo que la izquierda vaya dividida; que insista en las viejas prácticas de secta; o lo que es más grave, que el proyecto socialista se diluya en el charco del proyecto autoritario de los Humala, solo por la ambición de gozar del poder minúsculo.
La alianza de los diversos grupos de izquierda y movimientos regionales se constituye en un imperativo básico para iniciar el proceso de renovación del proyecto socialista y el recambio generacional. Dudo que la gente vote por un proyecto autoritario; vota por el cambio, por la renovación de los actores políticos. Si no escuchamos esa demanda y continuamos en lo mismo, volveremos al eterno ritual de los balances sin entender nada, ni comprender nada.
“Estimado Javier:
En estos momentos estoy acosado por una dolencia de inevitable fin. Me quedan en el mejor de los casos algunos meses que pueden adelantarse de manera sorpresiva. Algo que no me gustaría dejar de hacer es despedirme de ti. El amigo pero también una persona de una excepcional integridad política y moral, más elogiable en un país donde la ética está tan devaluada. Tú sigues pensando – y actuando – por la revolución, por el cambio, por la transformación de este país. A ello te conducen tus ideas y tu sensibilidad. Compartes estas actividades con otros camaradas tuyos, como Eduardo Cáceres y Víctor Caballero.
Les esperan épocas muy difíciles pero a veces cuando la noche es más obscura es porque está cerca el amanecer. Un país para cambiar necesita de un proyecto. Cada vez son menos, entre los intelectuales, quienes se proponen construirlo. Por eso es imprescindible que gente como Uds. mantengan sus proyectos y sus ideas.
De acuerdo contigo en que nuestra generación ha sido poco consciente. Pero la historia no marcha en una sola dirección. Este tiempo es negro para la izquierda en todo el mundo. La izquierda desaparece de América Latina, salvo Cuba, El Salvador y Nicaragua.
Pero ¿por qué no podemos ser la excepción? La Historia marcha cuando funciona así: de manera excepcional. Los revolucionarios nadan contra la corriente. Creo que es mejor a que las cosas les salgan bien y se conviertan en respetables políticos.
Adiós
Tito”
1. Documento editado por el Instituto de Apoyo Agrario, el 27 de marzo de 1990.
2. Alberto Flores Galindo: Tiempos de plaga. Obras completas IV. Lima, febrero 1996.

Written by Michael Ha

April 24th, 2006 at 6:31 am

Posted in Political Parties

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