Gustavo Gorriti on Alan Garcia
According to journalist Gustavo Gorriti, “Alan García could not be a dictator even if he wanted; Ollanta Humala could not be a democrat even if he tried.”
Por Qué Votar por García
Gustavo Gorriti
Caretas
11 de mayo de 2006, no. 1924, pp. 28-29.
Hace dos semanas describí en esta columna parte de las razones por las cuales es necesario votar por Alan García en la segunda vuelta. El artículo estuvo dirigido a aquel alto porcentaje de ciudadanos que guarda serias reservas frente a García, y que incluso en el pasado inmediato consideró que era preferible una cita romántica con la bruja Hermelinda antes que votar por aquél.
El razonamiento de ese artículo era simple y directo. La elección es entre un posible mal menor (García) y un cierto mal mayor (Humala). No es una elección entre lo deseable y lo aborrecible sino entre factores disyuntivos de una realidad a plazo fijo.
Me consta que no logré convencer a algunas personas cuyo juicio no es solo importante sino valioso. Por eso estas líneas, para ordenar argumentos y ampliar razones, que quizá aclaren a los perplejos y persuadan a los escépticos. No me gusta normalmente repetir temas sin apenas solución de continuidad, pero estos no son tiempos normales y lo que está en juego, en cuanto a valor, no es mucho sino todo.
Empecemos, en primer lugar, por establecer que decidir en favor de alguien sobre quien pesan tan serias reservas no solo requiere un esfuerzo sino implica un riesgo. Ese es un riesgo que varios antiguos oponentes de Alan García, empezando por Mario Vargas Llosa y contándome yo entre ellos, hemos decidido tomar.
¿Por qué? En último análisis, por apenas dos palabras de un solo concepto: Democracia, libertad. Por cada una de las cuales, como escribió Cervantes sobre la libertad en la voz del Quijote, “se puede y se debe arriesgar la vida”. Pero antes de tener que llegar a ello, creo que es mejor arriesgar el voto hoy para no tener que arriesgar la vida mañana.
Establezco entonces la premisa: Alan García no podría ser un dictador aunque lo quisiera; Ollanta Humala no podría ser un demócrata aunque lo intentara. Ambos están condicionados por su formación y por la estructura doctrinaria, organizativa, estratégica y grupal con la que han ingresado en la política. Formación y estructuras son los cauces dentro de los que se desenvolverá la acción de gobierno del uno o la del otro.
García es el principal dirigente de un partido democrático que no solo cumplió, cuando fue gobierno, con entregar el poder en el día y la hora que la Constitución requería, sino que formó parte importante de la oposición democrática durante la dictadura fujimorista. En esos años estaban aún más frescas las memorias del pésimo gobierno de Alan García, y por eso, cuando el gobierno de Fujimori y Montesinos se lanzó a una persecución contra aquél, hubo incluso varios dirigentes apristas que se sumaron a las críticas en contra del primero perseguido y luego exiliado ex-mandatario. Pero ese no fue el caso de la mayoría de quienes enfrentamos desde el primer día a la dictadura. Dijimos entonces, lo escribí yo más de una vez, que mientras el Apra y García fueran perseguidos por el montesinato, serían compañeros y aliados en la lucha contra la mafia que gobernaba el Perú. Y así fue. Al margen de traiciones, chorreadas e inconsecuencias de algunos dirigentes (como las hubo en casi todos los grupos y partidos), la mayoría de los apristas actuó con decisión y coraje al enfrentar la dictadura. Fueron aliados cabales, con quienes fue un honor compartir, sobre todo en la jornada de los 4 Suyos, los momentos culminantes de la lucha por la democracia.
Es cierto que García no es el Apra y es cierto que hay algunos coqueteos con personajes del fujimorismo que desvirtúan lo bregado entonces. Pero es igualmente cierto que García no podría desprenderse, aunque quisiera, de la matriz partidaria, institucional y democrática que lo llevaría al poder. Además, lo más probable es que no quiera desprenderse para nada de eso. Su posibilidad de pasar con honor a la Historia no es otra que la de representar y defender la vigencia de la democracia en un continente amenazado por un reflujo dictatorial liderado por el petrogorila de Caracas.
Ya García, que tiene la capacidad de percibir escenarios complejos y oportunidades escondidas de un golpe de vista, lo comprendió y ya planteó, con éxito inicial, el enfrentamiento entre él y Chávez. En ese escenario, Humala quedó empequeñecido y no ha podido librarse del incómodo papel de piquichón del Orinoco. Si García asume la presidencia, es casi seguro que buscará plantear un liderazgo continental alternativo y contrapuesto al de Chávez, algo que ni Uribe ni siquiera Bachelet pueden hacer pero sí García –en tanto lo respalde un buen desempeño de gobierno–.
Esa es, a trazo grueso, la premisa por la que sostengo que el voto en favor de García es necesario y que debe defenderse abiertamente y sin complejos. García, cualesquiera sean sus defectos, defenderá la democracia; mientras que Humala, cualesquiera sean sus méritos, la destruirá.
Se me preguntará que por qué creerle a García y no creerle a Humala. La radiografía de éste es materia de por lo menos un artículo completo, pero digamos por ahora que su formación, su trayectoria, su base de apoyo organizado, sus múltiples puntos de contacto con el montesinismo, sus plurales analogías con Chávez predeterminan la orientación por lo menos autoritaria y posiblemente dictatorial que tendría un gobierno suyo.
Es inquietante, de paso, ver a organizaciones respetadas como la CGTP (que fue un sostén de la gobernabilidad democrática durante el gobierno de Toledo), coqueteando ahora con el humalismo. Imagino la influencia venezolana y cubana; pero los invito a no olvidar que en una dictadura los dirigentes obreros estarán entre los primeros en sufrir. Y si piensan que tendrán buena palanca internacional, los invito también a recordar que, por ejemplo, durante la sangrienta dictadura de Videla, Massera y Galtieri en Argentina, la ex-URSS y el propio Castro mantuvieron una buena relación con los gorilas que torturaban y asesinaban a sus compañeros y camaradas argentinos.
El enfrentamiento con el fascismo en el siglo XX enseñó cuanto hay que saber sobre el tema. Primero, la incapacidad de social demócratas y comunistas de actuar en conjunto abrió las puertas al triunfo de Hitler. Solo años después, cuando la bestia ya había crecido hasta los niveles del horror, antiguos (y futuros) enemigos depusieron diferencias para salvar a la humanidad y enfrentaron como aliados al enemigo común, hasta vencerlo. Eso fue lo grande allá y esto es lo pequeño aquí, pero los principios son los mismos.
Es posible que muchos de quienes votemos por García el 4 de junio seamos quizá hasta una dura oposición en su gobierno, desde la sociedad civil. Pero lo seremos desde un gobierno y una sociedad defendidos por las garantías y las libertades de una democracia. Habrá tensiones y quizá en algún momento se roce los límites, pero estoy seguro de que la democracia no será abrogada en un gobierno aprista. Y eso, en la circunstancia actual, es más que suficiente para mí. Por eso, con la dura mirada del realismo, reitero que votaré por García e insto a los escépticos del campo democrático a hacer lo mismo.
En realidad, lo que va a estar en juego el 4 de junio no solo es decisivo para el Perú, sino centralmente importante para América Latina. Tiene alguna razón Ollanta Humala en compararlo con la batalla de Ayacucho. Pero lo que no dice Humala es que Ayacucho fue una batalla por la libertad y en contra de la autocracia. Por eso, el Humala de hoy es el La Serna de ayer. Espero que el 4 de junio produzca el mismo resultado que la jornada gloriosa de 1824 y que prevalezca de nuevo la libertad.