El Cusco de Humala
Hugo Passarello Luna
Cusco, 1 de junio del 2006
Ayer por la noche el candidato Ollanta Humala cerró su campaña en Cusco. La decisión de terminar allí es acorde con el leitmotiv de su campaña: Cusco es la antigua capital del imperio inca, del tahuantinsuyo, del cual Humala flamea sus banderas redefiniendo el nacionalismo.
Además, Cusco fue tierra humalista en la primera vuelta obteniendo 57% de votos válidos (43 puntos por arriba del segundo ganador, el APRA).
A diferencia de lo sucedido en el anterior evento, antes de la primera vuelta, la Plaza de Armas de Cusco no estaba llena, alrededor de un 60% del lugar estuvo copado por los simpatizantes de Humala.
La fiesta nacionalista empezó temprano, a las cinco de la tarde, casi tres horas y media antes de que llegara Humala. Lentamente llegaban las delegaciones desde los distintos puntos del departamento.
Los maestros de ceremonias arengaban a la gente cambiando indistintamente entre el castellano y el quechua, ante la mirada confusa de los turistas que hacían un esfuerzo enorme por entender lo que ellos pensaban era ‘spanish.’
La música folklórica peruana mantuvo el entusiasmo de los asistentes mientras esperaban la llegada de su comandante.
Un curioso grupo que estuvo presente fueron los reservistas, que vestían polos que los identificaban como tales e incluían el nombre de Antauro (por Antauro Humala, hermano del candidato actualmente preso por su trágico levantamiento en Andahuaylas). De vez en cuando gritaban: ¡Se siente, se siente, Antauro esta presente!
Cuando finalmente llegó Humala, lo hizo con su tradicional corrida, que esta vez no sólo sirvió como show de virilidad sino para escapar de la marea humana que se le arrojó (logrando un record político no visto en el debate al hacer los últimos cien metros hacia el escenario en apenas unos segundos).
Nadine Heredia llegó unos minutos después y permaneció junto a su marido sobre el escenario pero se remitió sólo a entregar sonrisas y saludar a la gente.
Humala retornó a su discurso de la primera vuelta, siendo más incisivo, lleno de promesas y con ataques directos a Alan García. Volvió a mencionar sus caballos de batalla: la prometida rebaja de un 30% de todos los combustibles; la revisión de todos los contratos con las empresas transnacionales; la investigación y castigo de todos los funcionarios corruptos y la erradicación de las planillas doradas. Cada anuncio fue acompañado con fuertes aplausos y convenientes fuegos artificiales.
Al condenar la política económica de su rival, Ollanta atacó al posible candidato al ministerio de economía en una posible victoria aprista. Pero tropezó al decir: “¡Quien seguramente será el ministro de economía!” para luego corregirse “¡Quien posiblemente sea el ministro de economía!” si ganara Alan.
Humala hizo un tímido llamado a no caer en las provocaciones y actuar violentamente, quizás refiriéndose a como deben actuar los nacionalistas luego del 4 de junio. Humala dijo: “¡Estamos cansados de la violencia, queremos vivir en paz!” tratando de espantar los fantasmas que se arrojaron sobre ellos sobre una posible reacción violenta si es que pierden este domingo.
El discurso continuó con el mismo tono fuerte y punzante, gritándole al micrófono, durante la hora que duró.
Al final Humala se retiró sobre los hombres de sus simpatizantes que lo llevaron en una parcial vuelta olímpica por la plaza. La euforia, el entusiasmo y el sabor de una victoria se hicieron presentes.
Luego la gente se dispersó tranquilamente y la plaza fue invadida por policías y personal municipal que rápidamente se abocó a limpiar la plaza. Unas horas después no había rastros nacionalistas.
Más allá de la campaña política esta noche tuvo algo especial. Rompiendo con la rutina nocturna de turistas pululando por las calles, por una noche la plaza de armas fue nuevamente una fiesta de los cusqueños