Peru Election 2006

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Analistas políticos sobre el proceso electoral

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Analistas políticos de los diversos medios de prensa escrita emiten los primeros análisis de la contienda electoral del día de ayer a nivel nacional.


Descalabro de los partidos
La elección deja un sistema político cada vez más fragmentado.
Perú 21, 20 de noviembre del 2006. Por Augusto Alvarez Rodrich, La Opinión del Director.

La elección de ayer fue un nuevo hito en la profundización de la severa y antigua crisis del sistema de partidos políticos en el país, lo cual constituye una expresión más del hecho que el Perú sea la nación latinoamericana con el nivel más bajo de satisfacción con el funcionamiento de la democracia.
Los principales partidos fueron literalmente barridos y reducidos a una escasa presencia a nivel nacional. El Apra perdió en el otrora ‘sólido norte’, Ollanta Humala prácticamente desapareció en el sur, Unidad Nacional no existe más allá de Lima y el fujimorismo brilló por su ausencia en el podio de los triunfadores de la jornada, mientras alrededor de dos tercios de las presidencias regionales y un gran número de alcaldías provinciales fueron ganadas por un conjunto variopinto de nuevos movimientos locales inconexos entre sí.
APRA. El partido del gobierno registró ayer un descalabro electoral de proporciones, que resulta especialmente contundente en su antiguo bastión norteño. En la Alcaldía de Trujillo -la cuna del aprismo- sufrió una derrota histórica que podría tener una consecuencia histérica.
Pero, en general, si se lo compara con la elección regional del año 2002, lo sucedido ayer es un desastre mayúsculo, que resulta especialmente relevante por ocurrir a menos de seis meses de la elección en la que Alan García ganó la Presidencia. Estamos ante un desgaste prematuro o, también, ante la confirmación de que este ganó la elección de junio pasado con votos prestados gracias al temor que Ollanta Humala producía en varios sectores.
Los apristas cometerían un grave error de interpretación si pretendieran arrimarle la factura de la derrota exclusivamente a su secretario general, Mauricio Mulder, pues lo único que conseguirían sería barnizar una madera partidaria que está apolillada y que necesita una reestructuración a fondo con el fin de convertirse en una agrupación política moderna y con la capacidad de enganchar con las demandas de la población, ofreciéndole propuestas atractivas para solucionar sus problemas.
PARTIDO NACIONALISTA. La comparación en este caso debe ser con el desempeño electoral de Ollanta Humala en la elección presidencial y parlamentaria de este año. Así las cosas, de ese no tan antiguo esplendor ya no queda ni una flor. Hace poco, la expectativa era que este sector ganara varias presidencias regionales y municipios relevantes que le otorgaran la fuerza suficiente para convertirse en el opositor principal al gobierno. Pero más allá de la alcaldía provincial de Arequipa, es muy poco lo que logró.
Ollanta Humala está pagando el costo de no haber estructurado un partido político que mínimamente merezca este nombre, el cual está fracturado por la severa dificultad que él mismo exhibe para construir un liderazgo que convoque sobre la base de una propuesta que no suene anacrónica e hipotecada a lo que decida Caracas.
Al paso que va, tiende a diluir el capital político que ganó en la última elección y que derrocha con arrogancia injustificada. Él se encuentra en el camino del ‘ya fue’, pero el riesgo es que el voto de protesta de ese amplio sector de la población que se siente frustrada, y que él supo canalizar hace pocos meses, sigue ahí, buscando alternativas que cambian de rostro en cada elección, tal como volvió a ocurrir ayer.
UNIDAD NACIONAL. Su ámbito sigue siendo limeño y ni siquiera sustentado en una propuesta articulada, sino en base al prestigio individual de personas que no se sienten parte de una agrupación política cohesionada. Es, simplemente, el trampolín para trayectorias personales en el futuro.
Esto le ha permitido ganar varias alcaldías distritales en la capital y el muy notorio municipio provincial de Lima Metropolitana con Luis Castañeda, quien es la mejor expresión de una agrupación desarticulada y que se encuentra camino a la extinción. Porque habría que ser muy ingenuo para pensar que su reelección es un triunfo de Unidad Nacional. Es un éxito individual suyo y de Solidaridad Nacional, la cual tiene juego propio e independiente de los socios de esta alianza, a quienes no da cuenta y con los que no coordina un futuro compartido.
De paso, la reelección de Castañeda es consecuencia de una gestión llena de obras, pero que ha escamoteado los grandes problemas de la ciudad -como el transporte público y la seguridad ciudadana-; así como de la ausencia de competidores que supieran plantear una buena campaña; y de la falta de una atención cuidadosa a su gestión municipal durante los últimos años. A manera de autocrítica, este diario se compromete a realizar, durante su segundo mandato, un seguimiento mucho más acucioso de su desempeño respecto a los principales problemas metropolitanos.
LOS OTROS. El resto de agrupaciones tuvo un fracaso más sonoro. Desde el fujimorismo, que ayer sencillamente no la vio, hasta partidos como Acción Popular o Somos Perú, que ayer confirmaron la senda decreciente que experimentan desde hace tiempo, o la izquierda desaparecida y cuyos integrantes se van matriculando con entusiasmo en corrientes nuevas.
MASA AMORFA. El ganador de la jornada electoral fue un conjunto de agrupaciones regionales y locales que han recogido la desilusión por el ‘elenco estable’ de la política y, por consiguiente, han buscado alternativas nuevas que, con frecuencia, al poco tiempo acaban produciendo más desilusión.
Se trata de una marea inconexa de agrupaciones que solo tienen en común el planteamiento de pliegos de reclamos al Gobierno Central que son dispersos y cuyo único fin es lograr más recursos para hacer obra -una palabra que, curiosamente, denomina a varios de los movimientos ganadores-, lo cual plantea el reto al Poder Ejecutivo de iniciar un proceso complejo de negociaciones alrededor de la chequera fiscal.
La administración de esta, entre demandas múltiples e infinitas y que, sin duda, serán insatisfechas, es el principal desafío, a partir de ahora, del presidente García y de su gabinete ministerial. Así lo ha entendido este, y ayer mismo declaró su compromiso de coordinar con los ganadores de la elección.
El problema, sin embargo, es que esto genera un proceso complejo de negociaciones puntuales que vuelven prácticamente imposible el establecimiento de acuerdos sólidos con el fin de articular un esquema general de gobierno que supere el simple toma y daca apremiado por los apuros de cada región.
Esto se agrava por la carencia en el gobierno, hasta el momento, de propuestas sólidas y con una visión de largo plazo para los problemas fundamentales del país, como la educación, la salud, la justicia, la seguridad o la propia estructura del Estado -a todo nivel, pero especialmente en el ámbito regional y municipal-, todo lo cual no solo afecta la calidad de vida de la población, sino incluso la posibilidad de resolver en el futuro sus dilemas más apremiantes.
Es esto lo que mella la legitimidad y la representatividad de los partidos peruanos, lo que hace que la política sea tan lejana del ciudadano común y corriente, pues esta no es capaz de canalizar sus demandas de resolver sus exigencias básicas.
Si los líderes de los ‘principales’ partidos políticos -Apra, Nacionalista, Unidad Nacional- no interpretan lo que el Perú les está diciendo en cada nueva elección, como la de ayer, es decir, el hartazgo que sienten por ellos debido a la frustración que producen en el ciudadano, y se siguen refugiando en explicaciones alambicadas para ocultar su fracaso, como las que hemos escuchado anoche, no solo pecarán de sordos sino también de irresponsables, pues pueden estar conduciendo al país -por su irresponsabilidad- a una creciente fragmentación del sistema político, con las obvias consecuencias negativas que ello implica.
Sin ganador, con perdedores
Perú 21, 20 de noviembre del 2006. Por Santiago Pedraglio.

Si se observan nacionalmente los resultados de las elecciones locales y regionales, se ve que no hay un ganador nacional. Este es el dato más importante, y también el más preocupante: no hay una fuerza política ganadora, sobre todo debido al espectacular fraccionamiento de la representación.
Hay, sí, una infinidad de victorias locales; obviamente, unas más importantes que otras según la densidad poblacional del lugar o su significado político. No obstante, sería impropio afirmar que los “independientes” fueron los grandes ganadores, pues sus agrupaciones, estrictamente locales o regionales, representan una extrema variedad de posiciones. No constituyen un bloque político, una propuesta conjunta ni nada por el estilo. Es imposible, pues, adjudicarle la victoria a una fuerza que no existe.
Los partidos políticos nacionales son los grandes perdedores. Todos, aunque en diferente medida, y a solo seis meses de las últimas elecciones generales. El Apra se ha reducido drásticamente (en el 2002 obtuvo doce gobiernos regionales; ahora tal vez llegue a cuatro); el Partido Nacionalista prácticamente ha desaparecido y Somos Perú está bastante diluido. A Unidad Nacional-PPC lo salvó en Lima el “independiente” Luis Castañeda, y Acción Popular ha dejado de existir.
Ciudadanía expresó un “voto de castigo”
Elcomercioperu 20 de noviembre del 2006

La ciudadanía hizo sentir un “voto de castigo” contra la reelección de autoridades y los partidos políticos tradicionales en las elecciones regionales y municipales, sostuvo esta mañana el director del Instituto de Opinión Pública de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Indicó que la población “ha castigado con su voto colectivo a los partidos y sus errores colectivos”.
En diálogo con el programa radial Al día con Hildebrandt, el analista político sostuvo que la derrota sufrida por las organizaciones políticas significa que la población “ha castigado con su voto colectivo a los partidos permanentes y sus errores”.
Tuesta señaló que a pesar de que un candidato sea bueno la población castigó al partido que representa porque no desean una reelección.
En tal sentido, consideró que fue “una gran sorpresa” el revés sufrido por el Partido Aprista en todo el país.
Asimismo, señaló que la derrota de Somos Perú debe significarle a su líder Alberto Andrade “un golpe muy duro” luego de que el clan familiar ha estado más de una década y media en la gestión municipal.
Sobre la victoria de los movimientos mal llamados independientes, Tuesta sostuvo que son listas locales cuyos miembros provienen de diferentes partidos y han ido transitando y cambiando de camisetas.
De otro lado, reconoció que el presidente Alan García hizo bien en convocar a los candidatos ganadores porque con la nueva conformación del mapa político es necesario lograr acuerdos.
19/11: algunas lecturas inmediatas
La Primera, 20 de noviembre del 2006. Juan de la Puente, Columna del Director.

Las elecciones de ayer han empezado a modificar –por ahora ligeramente– el escenario que mostraron las elecciones generales en abril y junio. Las elecciones resuelven disputas políticas y señalan tendencias, aunque no resuelven todos los problemas que la realidad propone. Aquí las primera lecturas a la luz de los resultados de ayer.
1. La crisis de representación sigue abierta. Los cuatro partidos que fueron animadores de las elecciones generales de abril y junio de este año –Apra, Unidad Nacional, el fujimorismo y PNP– no lograron trasladar esa perfomance a las elecciones regionales y municipales de ayer. Dos resultados distintos, con sólo cinco meses de diferencia, suenan como un eco tardío pero vigente de los comicios anteriores.
La elección del Presidente y del Congreso resolvió la crisis de legitimidad de los gobernantes –ambos, Ejecutivo y parlamento, tienen ahora índices significativos de respaldo– pero no la crisis de representación de los partidos, que sigue como una herida abierta del régimen democrático.
Para ser más precisos, los partidos políticos en noviembre son más débiles que en abril. ¿Y quiénes se han fortalecido? Los caudillos, en su versión nacional, regional o local, y los medios, especialmente los que estuvieron en campaña.
2. Se configura una nueva tendencia, la del regionalismo fuerte. En las elecciones del 2002, dos tercios de los gobiernos regionales fueron ganados por representantes de partidos y un tercio por líderes regionales, la mayoría de ellos de izquierda o centroizquierda. De acuerdo a los resultados preliminares, esta relación se ha invertido, de modo que más de 15 regiones serán gobernadas por líderes y movimientos con una fuerte identidad descentralista que negociarán –¿o se enfrentarán?– a Lima de modo distinto, desde la postura dura y probablemente ruda hasta con las buenas maneras.
No obstante, debe advertirse que se repite, aunque en una proporción menor, un déficit de legitimidad inicial de algunos presidentes regionales y alcaldes provinciales, elegidos con votaciones exiguas que no llegan ni al tercio del total. De acuerdo a los primeros resultados esto sucede en por lo menos 12 de los 25 gobiernos regionales. ¿Cómo gobernar eficazmente una región que se ha ganado con el 20 ó 25% de votos? Una pregunta que vuelve a poner en el debate la importancia de los acuerdos regionales.
3. Al APRA no gana pero Alan García se fortalece. El presidente recoge los frutos de la neutralidad personal en las elecciones que contrasta con los debilitamientos de Humala –que se involucró en la campaña– y de Lourdes Flores, que en Lima es tributaria de la victoria de Luis Castañeda pero en las regiones asume en solitario los reveses en plazas cruciales.
En el APRA, el retroceso de posiciones es menor al esperado, aunque es evidente que su debilidad –¿quién pagará por la derrota en Trujillo?– favorecerá el incremento del peso político del presidente. El aprismo sabe asimilar golpes pero la elección de ayer no le servirá para mejorar su poder de negociación con AGP. ¿Bonapartismo a la vista?
4. Humala se debilita y pierde el monopolio del radicalismo. ¿Humalismo sin Humala? Los sectores que luego de las elecciones se abocaron a la tarea de quitarle el oxígeno al Partido Nacionalista quizás deberían preguntarse si su debilitamiento –no ganó ninguna región aunque sí algunos municipios provinciales, entre ellos la plaza de Arequipa– ha favorecido el surgimiento de nuevos radicalismos, más locales o regionales, menos programáticos o menos nacionalistas, pero más chúcaros y potencialmente más dispuestos a desafiar las reglas democráticas.
Es decir, se cuidaron de Humala pero no del humalismo, entendido éste más que como la adhesión a una persona como la demanda abierta del centro y sur del país por cambios rápidos y profundos. Como en abril y junio la clave sigue siendo, con Humala o sin Humala, qué hacer con el centro y sur del país. La primera reacción ante esta realidad, de parte de los actores públicos y privados, debería ser aceptar su existencia y que como fenómeno ha venido para quedarse.
5. Empieza el proceso de divorcio en Unidad Nacional. En medios políticos y periodísticos no son un secreto las desavenencias en este frente, los prolegómenos de la renovación de la alianza y las reglas de juego establecidas para este proceso. De modo que no es aventurado asegurar que luego de la reelección del alcalde limeño el espacio que ocupan Lourdes Flores y Luis Castañeda estará en disputa, principalmente porque éste se ubica a partir de su victoria aplastante en Lima en la línea presidencial del 2011 y porque ella mantiene públicamente su apuesta por reeditar una candidatura a la jefatura de Estado. El camino de Castañeda parece ya trazado: como Alberto Andrade en 1996 empezará a caminar solo. ¿Será Solidaridad Nacional el nuevo Somos Perú?

Written by Max

November 20th, 2006 at 8:21 am

Posted in Analysis & Opinion

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