Archive for the ‘Humala, Ollanta’ Category
Blank Voters and Humala Voters
Matthew Singer
June 3, 2006
As the election arrives, one question is how to interpret the large proportion of voters who have been reporting in polls that they intend to null their votes or vote blank instead of supporting one of the two candidates. For example, 19% of respondents in the Universidad Catolica poll conducted immediately prior to the debate and published last week said they would not vote for either candidate, three times the number of voters who were undecided (6%) and almost three times larger than the margin between the two candidates in the entire electorate (7%). The challenge for pollsters in interpreting these numbers in to determine (or guess) which of these blank votes will actually nullify their vote instead of supporting one of those candidates and which of these are “hidden votes” who simply prefer to not declare their support for one of the candidates.
In recent fieldwork, I was able to obtain a portion of the results of the before mentioned survey as part of an ongoing project on economic voting. I do not have measures of voters’ policy preferences at this time, only measures of voters’ demographic characteristics and employment status. However, this
data also allow us to perform a simple analysis of the choice between voting for Humala or Garcia or in blank. I should emphasize, however, that these statistical results are very preliminary and should be read with some caution but they do seem to be robust to model specification.
First, the model of support for Humala does not yield many surprising results that go against popular wisdom or commentary. All else equal, Humala supporters tend to be pessimistic with respect to their personal economic situation in the upcoming year, lower class, on the left of the ideological
scale, male, and (surprisingly to me at least) better educated than Garcia supporters. Evaluations of the national economy and employment status (whether or not the voter is unemployed or employed in the informal sector) do not have an independent effect on voter choices.
Interestingly, however, many of the factors that predict support for Humala also predict that voters will vote in blank. Specifically, the model predicts that voters who have negative evaluations of the nation economy or of their own economic prospects, who are leftist in ideological orientation, and who are
better educated are more likely to vote in blank than to support either candidate. More specifically, voters on the middle-left of the ideological spectrum are more likely to nullify their vote than to support either candidate. In addition, those with the most negative economic evaluations are substantially more likely to cast a blank vote. Finally, the most educated voters also tended to nullify their vote.
These three results suggest that a large number of voters who otherwise might have been part of Humala’s block, according to this preliminary analysis, have declared their intention to instead nullify their vote. The question is whether these results reflect 1) the failure of Humala to animate a substantial proportion of votes that were available to him, resulting perhaps even in blank votes costing him the presidency or 2) the existence of a large hidden vote for his candidacy who are identifying themselves as blank voters. The first possibility is especially interesting as Humala’s campaign between rounds has been to focus on mobilizing his base instead of reaching out to swing voters in the middle of the spectrum but his campaign appears (if the polling data is accurate) to still be losing ideological moderates that he has not targeted and also the economically pessimistic voters that his campaign claims to represent. This question of interpretation cannot be answered by statistics, however, but
will be resolved over the next few days as votes are counted.
El Cusco de Humala
Hugo Passarello Luna
Cusco, 1 de junio del 2006
Ayer por la noche el candidato Ollanta Humala cerró su campaña en Cusco. La decisión de terminar allí es acorde con el leitmotiv de su campaña: Cusco es la antigua capital del imperio inca, del tahuantinsuyo, del cual Humala flamea sus banderas redefiniendo el nacionalismo.
Además, Cusco fue tierra humalista en la primera vuelta obteniendo 57% de votos válidos (43 puntos por arriba del segundo ganador, el APRA).
A diferencia de lo sucedido en el anterior evento, antes de la primera vuelta, la Plaza de Armas de Cusco no estaba llena, alrededor de un 60% del lugar estuvo copado por los simpatizantes de Humala.
La fiesta nacionalista empezó temprano, a las cinco de la tarde, casi tres horas y media antes de que llegara Humala. Lentamente llegaban las delegaciones desde los distintos puntos del departamento.
Los maestros de ceremonias arengaban a la gente cambiando indistintamente entre el castellano y el quechua, ante la mirada confusa de los turistas que hacían un esfuerzo enorme por entender lo que ellos pensaban era ‘spanish.’
La música folklórica peruana mantuvo el entusiasmo de los asistentes mientras esperaban la llegada de su comandante.
Un curioso grupo que estuvo presente fueron los reservistas, que vestían polos que los identificaban como tales e incluían el nombre de Antauro (por Antauro Humala, hermano del candidato actualmente preso por su trágico levantamiento en Andahuaylas). De vez en cuando gritaban: ¡Se siente, se siente, Antauro esta presente!
Cuando finalmente llegó Humala, lo hizo con su tradicional corrida, que esta vez no sólo sirvió como show de virilidad sino para escapar de la marea humana que se le arrojó (logrando un record político no visto en el debate al hacer los últimos cien metros hacia el escenario en apenas unos segundos).
Nadine Heredia llegó unos minutos después y permaneció junto a su marido sobre el escenario pero se remitió sólo a entregar sonrisas y saludar a la gente.
Humala retornó a su discurso de la primera vuelta, siendo más incisivo, lleno de promesas y con ataques directos a Alan García. Volvió a mencionar sus caballos de batalla: la prometida rebaja de un 30% de todos los combustibles; la revisión de todos los contratos con las empresas transnacionales; la investigación y castigo de todos los funcionarios corruptos y la erradicación de las planillas doradas. Cada anuncio fue acompañado con fuertes aplausos y convenientes fuegos artificiales.
Al condenar la política económica de su rival, Ollanta atacó al posible candidato al ministerio de economía en una posible victoria aprista. Pero tropezó al decir: “¡Quien seguramente será el ministro de economía!” para luego corregirse “¡Quien posiblemente sea el ministro de economía!” si ganara Alan.
Humala hizo un tímido llamado a no caer en las provocaciones y actuar violentamente, quizás refiriéndose a como deben actuar los nacionalistas luego del 4 de junio. Humala dijo: “¡Estamos cansados de la violencia, queremos vivir en paz!” tratando de espantar los fantasmas que se arrojaron sobre ellos sobre una posible reacción violenta si es que pierden este domingo.
El discurso continuó con el mismo tono fuerte y punzante, gritándole al micrófono, durante la hora que duró.
Al final Humala se retiró sobre los hombres de sus simpatizantes que lo llevaron en una parcial vuelta olímpica por la plaza. La euforia, el entusiasmo y el sabor de una victoria se hicieron presentes.
Luego la gente se dispersó tranquilamente y la plaza fue invadida por policías y personal municipal que rápidamente se abocó a limpiar la plaza. Unas horas después no había rastros nacionalistas.
Más allá de la campaña política esta noche tuvo algo especial. Rompiendo con la rutina nocturna de turistas pululando por las calles, por una noche la plaza de armas fue nuevamente una fiesta de los cusqueños
Los escudos de Humala
Hugo Passarello Luna
Lima 25 de mayo del 2006
Fotos: H. Passarello Luna
Después de los ataques que Ollanta Humala recibió en algunas de sus caravanas por Lima (le arrojaron rocas, tomates, frutas, etc.) los miembros de su seguridad decidieron hacer escudos para protegerlo en las futuras marchas (tienen la formar de la olla con la cruz del voto sobre ella).
Esto es un reflejo del miedo que su seguidores tienen de un posible atentado contra Humala. Siempre que el candidato sale esta rodeado de por lo menos 7 (a veces más) hombres y mujeres con chaquetas rojas que los identifica como seguridad.
Los escudos son el ultimo objeto creado para proteger al candidato que, al acompañarlo en varias campañas pude comprobar, es blanco de algún que otro piedrazo acompañado con acusaciones de ‘asesino.’
En Rimac sus simpatizantes fueron recibidos con algunas naranjas y piedras. Lo mismo se repitió el pasado 24 de mayo en San Juan de Lurigancho. Hay que notar que estos casos son aislados y poco frecuentes, pero pasan en casi todas las marchas.
Lo único que han logrado estos ataques es de aumentar entre los nacionalistas las sospechas y el miedo por el bienestar de su líder. La paranoia latente en el partido crea continuos rumores internos, ideas de infiltrados y una constante orden de estar en guardia. Un ejemplo, el pasado lunes 22 de mayo, corrió un rumor que un grupo alrededor 100 personas iban en camino al Comando Nacional de Campaña para tomarlo. La ansiedad creada dentro del Comando en San Borja hizo que muchos de sus integrantes estuvieran afuera esperando cualquier eventualidad. Finalmente, el grupo de potenciales agresivos (no más de 30) llegaron y entregaron un documento para Ollanta Humala. Luego se fueron y todo volvió a la normalidad. Si bien sus intenciones no eran para apoyar la candidatura de Humala, el miedo creado alrededor de su llegada era parte de esa burbuja paranoica.
La democracia en Perú, por suerte, no es tan sensible a ataques violentos contra candidatos. Pero quizás el pasado militar de muchos de los integrantes del Partido Nacionalista los condiciona a una visión maniquea de amigos y enemigos donde la violencia esta latente.
Hay que notar que la seguridad Humalista no se comporta de manera violenta en sus marchas y sólo se limita a dar espacio al candidato y tratar de parar los objetos arrojados contra Humala. Hay casos en que algunos miembros del partido actúan de manera independiente y agreden o insultan a las personas que gritan asesino y otras acusaciones contra Humala. El sentimiento es que los apristas (así los consideran ellos) están siempre listo para infiltrarse, provocar y arruinar las campañas de Ollanta y por lo tanto tienen que ser confrontados con la misma moneda.
¿Quien empezó? No se sabe, pero las acusaciones vuelan de un lado al otro y se potencian a si mismas.
Las campañas en Perú todavía tienen un sabor de agresión y conspiraciones, en general falsas, pero siempre presentes.
Nadine en el Callao
Hugo Passarello Luna
Lima, 25 de mayo del 2006
Photos: H. Passarello Luna
Hoy es el cumpleaños de Nadine Heredia, esposa del candidato nacionalista Ollanta Humala, y creí conveniente dedicar unas pequeñas palabras a esta reciente participe de la política peruana.
El pasado martes Nadine asistió a un breve evento para ella en una base del Callao, a escasas cuadras del puerto.
La asistencia fue grande. Alrededor de 250 personas colmaron la base en un evento organizado por el grupo de ‘mujeres nacionalistas’ de esa base.
Este pequeño acto demostró la dimensión femenina que los Humalistas quieren lograr. Desde que Argentina presenció el fenómeno Evita en los años 40 muchos políticos de Latinoamérica han tratado de emularlo.
Después de vencer en la primera vuelta, los nacionalistas crearon un ‘Comando de Mujeres’ que ayuda a organizar la enorme y activa presencia femenina en el partido bajo la imagen de Nadine como ‘ejemplo de mujer y madre nacionalista.’ Ya es común observar polos (T-shirts) que leen ‘LAS MUJERES CON OLLANTA’ y otro tipo de parafernalia feminista especialmente confeccionados para este nuevo comando y para el pasado día de la madre.
En el Callao, la gran mayoría de los presentes eran mujeres que venían a ver a su líder. En el momento que se formó un nudo de gente en la angosta puerta de entrada, algunas personas demandaban paso con la excusa de ‘Soy mujer.’ Era una tarde de mujeres, para mujeres y con mujeres.
Hubo muchos (muchísimos) oradores durante el evento, pero lo que mas sobresalió fueron las constantes interrupciones de los presentes con cánticos y gritos de apoyo para Nadine y Ollanta. Uno de los que mas llamó la atención fue el comentario de un organizador que dijo: ‘Finalmente, por primera vez en años, tendremos una primera dama nacional’ en clara alusión a los orígenes no-peruanos de Eliane Karp Fernenburg. Y esto fue seguido de todos gritando ‘Nadine es peruana, Nadine es peruana.’
Nadine trata de ser un pilar esencial de la ideología nacionalista, que presenta no solo planes de gobierno sino también modelos de vida a seguir (similar a otros regímenes del pasado reciente).
La movilización de grupos femeninos bajo el liderazgo de Nadine ha sido efectiva. Pero todavía no queda claro cuales son los objetivos propuestos para que una mujer sea verdaderamente nacionalista. ¿Significa ser una madre? ¿Significa ser una fiel acompañante? ¿O los nacionalistas tienen nuevos roles para una nueva mujer?
The Presidential Debate: Humala Stands up to Garcia, but Scores no Decisive Victory
Maxwell A. Cameron
May 21, 2006
Overall Assessment
The presidential debate between Alan Garcia and Ollanta Humala will probably do little to help Peru’s undecided voters. Garcia won on substance, while Humala won on style. The overall effect is unlikely to be decisive.
The 31 percent of the electorate who voted for Humala in the first round will probably be pleased with their candidate’s performance. In the face of a formidable rhetorician, Humala not only held his own ground, he conveyed a sense of sincerity and passion. His words often came out in a harsh, staccato manner, but he spoke directly to the audience, making solid eye contact with the camera. His hand gestures and body language were consistent with his words. Although he sometimes looked a little spooked about being face-to-face with Garcia, his overall attitude was pugnacious and confident. Humala’s informality was reinforced by his dress. He wore a white shirt, open at the collar, under a brown sports jacket.
The 24 percent of the electorate who voted for Garcia in the first round may be confident that Garcia struck the right balance between appealing to his core supporters and offering reassurances to the new voters he must attract. He wore a blue suit and tie and struck poses that seemed designed to convey authority. He came across as knowledgeable on matters of policy, and his statements were full of concrete policies and proposals aimed at specific audiences. At the same time, Garcia seemed tired and distant. He often looks more shifty than earnest, more calculating than thoughtful, and this reinforces the tendency of voters to see him as untrustworthy.
Given that there were no knock-out blows, and no egregious errors, Garcia may have won a victory by default. Polls conducted prior to the debate showed Garcia ahead by a substantial margin. APOYO gave Garcia the lead by 56 to 44 percent, while the University of Lima gave Garcia an advantage over Humala of 62 to 38 percent. The same polls suggest that about 1 in 5 voters are either undecided, or inclined to cast blank or spoiled ballots. In other words, Humala has an uphill battle to catch up with Garcia. His performance in the debate was strong, but probably insufficient to revert the advantage held by Garcia.
A Strange Beginning
The drama began even before the debate with a delay caused by Humala. Just a few minutes before 8 pm, I was standing in a crowd of journalists in the patio in front of the National Museum of Archeology, Anthropology, and History of Peru in Pueblo Libre where the debate was held. A silver SUV pulled up in front of a nearby canteen called “El Libertador.” Within seconds, the assembled reporters recognized Humala and surrounded him.
Chaos outside El Libertador
Inexplicably, rather than heading for the Museum, Humala entered the bodega and ordered a bottle of mineral water. He then left and rather than getting back in his vehicle, he walked three blocks to the rear entrance of the museum. The walk took over 10 minutes because Humala was mobbed by unruly press. A block away in the background one could hear the chants of APRA supporters who had assembled outside the police perimeter.
Press mobs Humala as he walks to Museum
The debate began almost 20 minutes late, and Garcia, who arrived 20 minutes early, complained that Humala’s behavior showed a lack of respect for the country. Humala denied responsibility for the delay, and blamed it on a “reception” that he had been given by APRA supporters. In fact, the APRA crowd was never anywhere near Humala, and the delay was entirely due to his inexplicable behavior. Garcia responded that stopping for 15 minutes for a “sandwich in the Queirolo” was not a good reason for delaying the debate.
Human Rights and Governability
The most notable aspect of the first part of the debate, which dealt with the topic of human rights and governability, was what was not said. Humala did not mention the massacre at El Fronton, which occurred under Alan Garcia’s government in 1986, nor did Garcia raise allegations about human rights abuses that Humala is accused of having committed when he commanded a military base in Madre Mia.
The press room in the Museum
Garcia opened by calling for a social democracy based on liberty, tolerance, and the respect for the separation of powers as an impediment to the abuse of power. He dismissed the need for a constituent assembly. Humala said Peru’s democracy does not represent the Peruvian people or serve national interests, but rather economically powerful groups and transnationalized interests. He said that governability must be based on social peace, and this requires attending to the needs of the poor.
In his reply, Garcia attempted to cast Humala as a representative of Peru’s long tradition of military involvement in politics. He also alluded to Chavez, saying Peru’s sovereignty would not be threatened by a petroleum power in the Caribbean. Humala insisted that his vision of governability requires recovering control over natural resources. He compared the current regime of control over resources, in which the resource belongs to the nation until it is extracted, as being like saying a child belongs to its mother until it is born, and then it is taken away.
Garcia responded by saying he favors renegotiating with foreign capital, but not by taking a leap into the void, along the lines of the Bolivian government of Evo Morales, which would result in capital flight, and unemployment. Garcia acknowledged that Humala has won votes in the south of Peru, but said that the inter-oceanic highway that he wants to see built would not be possible under such conditions.
The Economy
Humala rejected the economic model based on the export of natural resources, which has led to the growth of inequalities, and he used the contrast between the beaches of Asia and Ventanilla to make the point. He argued for development based on internal markets, within a framework of macroeconomic stability. Humala asked why Peru, a country that exports oil and gas, has the most expensive petroleum in the region. He made a specific, and quite dramatic promise: to reduce the price of petrol and gas by 30 and 25 percent respectively.
Garcia rejected this promise, saying that a sharp cut in the cost of petrol and gas would deprive the state of income needed to support a range of programs such as pensions. At the same time, he also made a series of specific proposals like building more ports and roads; promoting agriculture and microenterprises; providing water for 50,000 low-income inhabitants of Lima; and reducing fees for services.
Humala asked Garcia whether he was in favor or opposed to the Free Trade Agreement with the United States. Garcia did not answer, but limited himself to saying that he would provide compensation for groups affected by foreign competition.
Education, Health, Decentralization…and Corruption
On education and health, the candidates largely repeated themes they have been hammering away at throughout much of the campaign. It was during this exchange, however, that the toughest words were exchanged on the issue of corruption. Garcia criticized Humala for receiving $300,000 in salary as a military attaché in South Korea and France. Humala responded by saying that he would reopen a hard-labor camp in the jungle for former presidents who had committed acts of corruption, including those who ended their terms with numerous properties.
Garcia complained that the level of the debate was being lowered, but did not defend himself. Humala persisted, mentioning the recent statements by Vladimiro Montesinos and asking “if he could, for whom would Montesinos vote?” He also asked Garcia if he would release Montesinos. Garcia replied saying Humala was imprudent in asking this question, since he had already released Montesinos. This was an allusion to Humala’s “semi-uprising” in Locumba. Humala responded by pointing to links between APRA and Montesinos, beginning with Agustin Mantilla, who was caught on a Vladivideo taking money from Montesinos. He reiterated that Montesinos’s statement was a “missile” aimed at destroying his candidacy, he restated the question “for whom would Montesinos vote?” and he insisted he would not release Montesinos.
Garcia reproached Humala for asking whether he would pardon Montesinos. The matter is in the hands of the judiciary, and it is not up to the president to make such decisions said Garcia. He said the notion that the president could decide whether or not to pardon a prisoner reflects the sort of non-democratic style of government epitomized by Hugo Chavez. Humala insisted that presidents can offer pardons.
Security for Citizens
The final segment of the debate dealt with security for citizens. Garcia attacked Humala for wanting to place the police under the control of municipalities, saying this would destroy the police force by breaking it up into 1,800 micro units. Humala rejected this claim, saying that the police should be under the control of democratically elected authorities, and that this in no way would involved breaking up the force.
Garcia insisted that mayors are not police chiefs, and said Humala’s plan was dangerous. He then thrust the knife in deeper: “we defend the police, we do not kill them.” This was an allusion to the uprising in Andahuaylas led by Ollanta Humala’s brother, Antauro. Humala seemed shaken by Garcia’s statement about killing police; momentarily, he seemed to lose focus. He responded saying that he had fought for the honor of his country, but he did not address the charge directly. Garcia joked that Humala reminded him of the popular phrase (attributed to the brother of a Peruvian gangster) “I am his brother but I don’t know anything.”
Closing Thoughts
Humala had by far the stronger closing statement. He swore he would renounce his presidential salary and only collect his military pension; he would get rid of the 1993 constitution and convene a constituent assembly; he would fight corruption and uphold the rule of law; he would implement the recommendations of the Truth and Reconciliation Commission; and that he would recover control over natural resources and protect national interests. Garcia had a weaker closing statement in which he rejected hatred and confrontation, called for unity and peace, and emphasized the world of opportunities open to Peru. He asked for God’s blessing on all homes and illuminate Peru’s path.
Torres Caro repeats claim that Humala was late because of Apristas
On the way home I asked my taxi driver what he thought of the debate. He confessed that he was a Fujimori supporter who had voted for Martha Chavez for president, APRA for congress, and Rafael Rey Rey for the Andean parliament. He said he was still undecided for whom to vote in the second round, but he seemed very impressed with how well Humala had stood up the Garcia. He also liked the promise of cheaper gas. His assessment of the debate: it was “a tie.”
El Libertador
En el debate con los Humalistas
Hugo Passarello Luna
21 de mayo del 2006
La noche fue de un clima de fiesta. En la calle frente al Comando de Campaña de Lima del UPP se colocó un gran escenario, una pantalla gigante y un ensordecedor sistema de sonido. Todo estaba preparado para hacer llegar el debate a todos los nacionalistas que estaban en el lugar (alrededor de 700).
En las horas previas al debate se arengó a la multitud con música folklórica, música de campaña y cánticos proselitistas.
La cúpula del UPP que no estaba en el Museo Nacional de Arqueología y Antropología se acurrucaba frente un viejo televisor en la base limeña. El virtual congresista, Daniel Abugatas, que no pudo entrar al debate y tuvo incidentes con la prensa, estaba junto con los demás nacionalistas.
Cuando finalmente comenzó el debate, el silencio invadió el lugar. Pero brevemente. Una oleada de silbidos recibió las primeras palabras de Alan García.
Todo cambió cuando Ollanta Humala habló. Con bombos, cornetas y cánticos, eran bienvenidas sus promesas, como la comentada rebaja del 30% al precio de la gasolina. Fue muy aplaudido su comentario sobre Vladimiro Montesinos: “¿A quién, si pudiera, votaría Montesinos?” en referencia a los recientes comentarios del ex –asesor fujimorista sobre el levantamiento de Lucumba.
La seguidilla de dardos que siguieron a este comentario fueron escuchados con
mucha atención, negando con ruido los dichos de Alan y con silencio y aplausos los
de Humala.
Cuando el debate finalizó todos parecían acordar que Humala había hecho un gran trabajo y que Alan había sido tomado por sorpresa. El clima de fiesta retornó como maremoto a todos los presentes. La cúpula nacionalista se unió a la multitud abajo en la calle: Humala estaba en camino para agradecer el apoyo de sus simpatizantes. La ansiedad aumentó y con ella la música y la alegría.
Cuando finalmente llegó el candidato se revivió ese caos de corridas, saludos y gritos. Todos compartían un sentimiento de victoria.
Humala estaba eufórico y arengó a su gente a participar como personeros en la segunda vuelta. Advirtió sobre un posible fraude en las mesas, como ya había denunciado Lourdes Flores. “¡Cuidado con que pase eso!” sentenció (¿amenazó?) el nacionalista.
Atacó también a lo que dicen las encuestas y aseguró que ellos están primeros en todas las provincias.
La gente respondía con gritos de apoyo.
Ollanta Humala, a pesar de lo que se esperaba, hizo un debate interesante. Más allá de los seguidos titubeos que ofreció durante todo el debate, habló como sus militantes querían: con fuerza, decisión y sentenciando para todos lados.
¿Habrá conseguido convencer a algunos indecisos o habrá reafirmado su digno 30%?
Las repercusiones de este debate, si las habrá, se verán en las próximas encuestas. Y de no confiar en ellas, habrá que esperar hasta el 4 de junio.
Analysis of Audio Tape by Vladimiro Montesinos Concerning Ollanta Humala
Maxwell A. Cameron
May 20, 2006
El Comercio has provided a transcript of the audio tape that was released to the press containing explosive comments by former president Alberto Fujimori’s intelligence chief, Vladimiro Montesinos, regarding Ollanta Humala and his uprising in Locumba on October 29, 2000. The tape was apparently made in secret, perhaps in the Callao Naval Base, and then leaked to the media by Montesinos’ lawyer.
The transcript is worth reading carefully for a number of reasons, but first a caveat: Montesinos is a pathological liar whose words should not be taken at face value. As one of his associates put it, Montesinos is “amoral, and has no principles. He functions according to his interests and objectives. It does not matter to him whether he steals a little or a lot; whether he blackmails a few people or lots of people. He can be enchanting when he wants to and [when he] has something to gain. When angered, he is a moral enemy; when he cries or laughs it is calculated” (quoted in Cameron 2006: 282-283).
There are two parts to Montesinos’ statement.
The first part of the statement by Montesinos reveals the extent of Peruvian military involvement in Fujimori’s re-election effort in 2000. According to Montesinos, the re-election campaign involved the distribution of stoves to popular kitchens, the circulation of propaganda, the organization of meetings, and the deployment of 80,000 scrutinizers throughout Peru. It also involved close coordination with the electronic and print media.
The mobilization and deployment of scrutinizers was undertaken by the intelligence service of the Peruvian army, under the leadership of Ruben Wong Venegas. Ollanta Humala, according to Montesinos, was responsible for organizing scrutinizers in the south of Peru, using Locumba as a base. In particular, he was charged with the task of recruiting reservists and other retired military personnel to serve as election officers, both in the first and the second rounds of the election.
In a press conference called late last night, Ollanta Humala dismissed the claim that was sent to Locumba to organize reservists as scrutinizers. Why, asked Humala would he be sent to Locumba to do this? He had been previously posted in Huancayo, the capital of Junin, which would have been a more logical place for such activity given its electoral weight.
The second half of Montesinos’ statement inadvertently reveals the limits of his own knowledge. Specifically, he appears to lack a clear understanding of why Humala led the uprising in Locumba. Montesinos implicitly offers three quite distinct interpretations of this event. Each interpretation coexists uneasily with the others.
The first interpretation is that Humala’s uprising was a “farce” and a ruse aimed at providing cover for Montesinos’ flight from Peru. Montesinos goes on to support this by saying that a serious military rebellion would have counted on support among military brass and the public, and would have threatened Fujimori’s power. Humala’s rebellion, if that is what it was, “never put at risk the continuity of the government.”
Curiously, Montesinos never offers any material evidence that he orchestrated Humala’s rebellion, something he ought in principle to be able to do. He merely reiterates the assertion–which has been a subject of speculation from the moment that the rebellion occurred–that the “farce” was a smoke screen.
The second interpretation offered by Montesinos is that Humala sought notoriety. In this view, the rebellion was aimed at creating a “personal image,” presumably with an eye toward a future political career. At least prima facie, this interpretation seems at odds with the first view. At the very least, it suggests a different motive for the Locumba rebellion.
A final interpretation is that Humala “lacked contact with the reality of the country.” Montesinos says there was a “possible dose of madness” in Humala’s actions, since the “strategic objective” were never defined. This seems to run contrary to the view that there was a clear strategic objective: to provide cover for Montesinos’ flight.
The inconsistencies between the various motives that are attributed to Humala give the reader the strong impression that Montesinos himself lacks any clear sense of what motivated Humala to lead his rebellion in 2000. That alone would seem to discredit, at least to some extent, Montesinos’ central claim: that Humala was helping to facilitate his departure from Peru on the Karisma yacht.
Note
Cameron, Maxwell A. “Endogenous Regime Breakdown: The Vladivideo and the Fall of Peru’s Fujimori,” in Julio F. Carrion, ed. The Fujimori Legacy: The Rise of Electoral Authoritarianism in Peru. University Park, Pennsylvania: The Penn State University Press, 2006.
Los homosexuales y Ollanta Humala
Hugo Passarello Luna
Lima, 17 de mayo del 2006
Photo: H. Passarello Luna
Son muy conocidas las declaraciones hechas por la madre de Humala sobre la necesidad de fusilar a los homosexuales.
Desde ese día, Ollanta Humala ha tratado de convencer a los medios y al electorado peruano que esa no es su ideología. Fueron las palabras de su madre, con la cual, en estos tiempos, no tiene las mejores relaciones.
Sin embargo, a pesar de reiterar una y otra vez que él (Humala) no tiene intención alguna de atacar a los homosexuales, ha tenido una gran dificultad de que la gente le crea. En Perú y en el exterior.
Una y otra vez se ha mencionado que es un candidato anti homosexual (como se pudo ver en el editorial del New York Times el pasado 3 de mayo).
Al tener la oportunidad de pasar prácticamente todos los días con la gente de Humala, en su centro principal en San Borja (Lima) puedo asumir que Ollanta esta verdadera y totalmente lejos de las palabras de sus familiares.
Es probable que, de ser Humala el nuevo presidente, no veamos grandes avances en las políticas dirigidas a la tolerancia de los homosexuales. Pero, me cuesta creer que su posible gobierno tomaría acciones discriminatorias y agresivas contra la población homosexual.
En todo caso noto una gran indiferencia por el tema. Y eso, en una sociedad conservadora como la peruana, ya es un avance.
Siguiendo a Humala
Hugo Passarello Luna
5 de Mayo del 2006- Santa Anita, Lima
Fotos: H. Passarello Luna
Es el segundo día de campaña con vistas a la segunda vuelta. Los partidarios de Ollanta Humala empiezan temprano sus preparativos desde el Comando Nacional de Campaña en San Borja. El ambiente es primero de desconfianza y secreto hasta que me permiten pasar a una sala de espera para, justamente, esperar por dos horas que todos están listos para partir hacia Santa Anita. Mientras tanto, se me indica que no se esta permitido tomar fotos en el comité (o mi cámara será decomisada) y las tres puertas que acceden a la sala de espera sólo son accesibles para personal autorizado. Solamente puedo entrar o salir. En la sala hay una pequeña televisión donde esta hablando Toledo, pero a nadie le interesa. El día esta comenzando y hay muchas cosas que hacer.
A medida que pasan las horas, más y más gente llega y mi presencia es lentamente aceptada como la de un partidario más.
Finalmente llega mi contacto en el comité, alguien al que todos llaman el Coronel y con una simple orden le indica a un militante que sea mi guía durante el día. Yo deberé estar siempre junto a él (no tanto por desconfianza hacia mí sino por la rápida dinámica, que pronto descubriré, tiene este grupo de militantes).
Son las 11am (dos horas después de mi cita) y ya estamos listos para hacer una caminata por todo el distrito de Santa Anita, un área humilde de Lima.
En menos de media hora llegamos hasta nuestro primer ‘punto’ (así llaman a cada estación que visitaremos). Ya hay gente, banderas, afiches, altavoces y oradores (todos hablando al mismo tiempo). ‘Ya llega, ya llega’ se le dice a la expectante centena de curiosos y simpatizantes.
Lo que sigue se va a repetir por las próximas 4 horas cada vez que Humala visita un lugar. Todo es simplemente un flash.
De la nada y con considerable velocidad, aparecen muchos vehículos. Llegan Humala, su director de campaña y varios medios (hasta ahora no presentes en el lugar). La gente se dispara hacia el candidato, pétalos de rosas caen de todos lados, empujones, cameras, gritos, algarabía, dos bailarines haciendo el baile de las tijeras, besos y un desconcierto general. ¿Para donde ir?
Finalmente Humala se sube a un improvisado escenario (en verdad un banco de madera donde sólo él cabe) y comienza a hablar. No empiezo ni a escuchar que esta diciendo cuando alguien me toca el hombro. Es uno de los militantes que me está acompañando: “Nos vamos” “¿Ya?” pienso yo. Corremos hacia el automóvil y cuando me doy vuelta para ver a Humala, me doy cuenta que ni él esta ahí. Lo veo corriendo hacia la cima del cerro seguido por toda la gente del lugar. Es hora de ir hacia el otro punto y preparar el terreno.
Visitamos alrededor de seis bases (o centros políticos) y la misma escena se repita una y otra vez. Todo muy rápido, todo pura euforia.
En los cortos discursos que Humala hizo apuntó sus comentarios hacia el ‘maquillaje’ que algunos (por Alan García) esta usando. ‘La gente no se olvida’ declaró aludiendo al anterior y no muy exitoso gobierno de García. Mas tarde intentó enfatizar su plan de gobierno dejando en claro que el evitara que unos pocos tengo mucho y que no se olvidara del sufrimiento de los pobladores de los asentamientos humanos. Incluso hizo referencia a la importancia del deporte en el desarrollo de los jóvenes. Luego tomó una pelota, la pateó y convenientemente, hizo un gol.
Si bien los números no son lo que los organizadores estaban esperando, la gente que apareció lo hizo con alegría, pasión y una enorme curiosidad. Santa Anita parece prometer muchos votos para Ollanta y el UPP. Lo sabremos luego del 4 de junio.
Hugo Passarello Luna is a research assistant and student in the University of British Columbia.
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Ollanta Humala, Reservists, and the Rural Vote
Maxwell A. Cameron
May 5, 2006
The success of Ollanta Humala in rural Peru can be attributed in part to his ability to activate a sector of the population that has been ignored by mainstream political parties—reservists, or conscripts who have served in the military and can be called up for active duty. They constitute a dynamic–and respected–element within many rural communities. Another reason for the success of Humala’s campaign is that he has not only made promises that resonate with some sectors of the rural population but also that he has made his candidacy a felt presence in rural areas in ways that the other parties have not. These are a couple of the main conclusions of a workshop organized by the Instituto de Estudios Peruanos (IEP).
The discussion was led off by Victor Caballero, who noted that reservists have always been present in Peruvian society but they have recently acquired an unprecedented degree of militancy and assertiveness. Reservists tend to be of peasant stock, young males who come from campesino communities and have formed part of the armed forces for a period of time. Their identity has been deeply shaped by military service and the imprint is a lasting one; it is an identity shaped by the barracks, the promotion, and arms. As Julio Cotler noted, rural Peru is no longer a static society, but a very mobile and dynamic one. Reservists are good examples of “cholos,” those who come from a provincial or rural background but who have traveled, studied (in military schools), and who have broader horizons and social ambitions.
Reservists may be veterans of internal or external conflicts—or both. Many served in peasant self-defense squads, or fought in the war with Ecuador. They tend to see themselves as successful, though they may also be frustrated by social exclusion. The sense of success comes from having expelled the Shining Path from rural communities or winning on the battlefield with Ecuador. The notion of having fought with honor plays a big role in this sense of efficacy and identity.
Although reservists have been around forever, they have only become a political force in this election, which is also the first election in which members of the military have been given the vote. Humala has said that the other political parties in Peru neglected the reservists and that has allowed his group to capture their allegiance, but there is more to his appeal among the servicemen. For one thing, Humala’s message resonates with reservists who see themselves as patriots and heroes. For another, Humala is one of them. And, as Cecilia Blondet noted, Ollanta Humala and his brother Antauro have spent 4 or 5 years mobilizing this population and circulating the news bulletin “Ollanta.” (The recent schism between Ollanta and Antauro appears not to be an issue for the rural voter). Humala likes to talk about having created a political party and taking it to victory in 10 months. But the organizational effort is deeper than this might suggest.
What has made Humala so popular among rural voters more broadly? The support of reservists is natural, but what accounts for the massive support he received in Ayacucho and the decline of support for the mainstream parties relative to 2001? Part of the answer is that Humala has made promises that resonate. Javier Torres mentioned that Humala’s congressional candidates symbolize important sectors of the rural society—the coca producers, the church and clubs of mothers, and non-governmental organizations which are thick on the ground in Ayacucho. The coca producing peasants have joined Humala’s ranks en masse in response to his promise to legalize coca production and end forcible eradication.
Another reason for support for Humala is the desire to punish traditional politicians. The sectors that support Humala were strongly supportive of Alberto Fujimori in the past. They benefited from the commitment of the Fujimori government to bring public works and social programs into their communities, and they have been frustrated by the bureaucratic red tape and inertia in the current administration, and by the abandonment of these works. There is a mood of ire that expresses itself in the hope that Humala “will punish” those in Lima and the government, as well as traditional parties (read APRA and Unidad Nacional). A intimation of this mood came with the rejection of the process of formation of new regions as part of the decentralization effort in November of 2005. In part, this rejection reflected the perception that larger governing units were being created that would be more remote and unresponsive.
Another source of identification with Humala is the fact that he is seen as “like us,” an ordinary guy. In addition, according to one participant in the round table, many rural voters supported Humala for two simple reasons. First, the candidate or someone from his movement took the time to explain the nationalist movement’s goals in face-to-face interaction. Second, many voters follow the advice of peasant communities and the advice was invariable to vote for Humala. Humala’s efforts to make direct contact with the voters contrasted with the lack of connection that rural voters felt with Lourdes Flores. Nobody from her group spent much time in Ayacucho.
The other point that Javier Torres made had to do with the media. The rural population watches the television mainly for entertainment. The radio has more weight for news because its broadcasts are typically from the perspective of the locality. Above all, however, it is the word of mouth communication that matters the most.
El comandante Ollanta Humala: ¿outsider o insider?
Por Aldo Panfichi
Coyuntura: Analisis Economico y Social de Actualidad, No. 6 (marzo-abril 2006)
Universidad Catolica del Peru
Durante los últimos años, el término outsider ha sido usado frecuentemente en la política peruana para referirse a aquellos candidatos que provienen de fuera del sistema político y obtienen resonantes victorias electorales, apelando a la representación sociológica y emocional de los pobres y excluidos. El caso paradigmático es Alberto Fujimori, quien a inicios de la década de 1990 inspiró la popularización de este término, pero también outsider ha sido utilizado para referirse a los alcaldes Belmont y Castañeda Lossio, al presidente Toledo y últimamente a Ollanta Humala. En este itinerario, el término ha ido oscureciendo sus elementos constitutivos, para ser utilizarse de manera indiscriminada haciendo referencia a todos los políticos que no pertenecen a los partidos establecidos. En un país en el que estos partidos son minoritarios, resulta, entonces, que la mayoría de los políticos pueden ser calificados como outsiders.
En realidad, el término political outsider tiene una larga tradición en la ciencia política norteamericana, donde se lo utiliza en sentido opuesto a political insider. Este último término se refiere a aquellos dirigentes, consultores u operadores políticos que por sus contactos y vínculos de confianza con las elites permanecen siempre cerca de los círculos de poder. Un outsider se caracteriza, precisamente, por no tener estos contactos y por estar excluido de las redes e instituciones que reproducen el poder en una sociedad. Según este punto de vista, lo que definiría a un outsider es su condición de excluido, y el hecho de provenir de fuera del sistema político —del Estado y de los partidos—.
Teniendo en consideración estos criterios, planteamos que es un error considerar al comandante Ollanta Humala como un outsider, debido a que él proviene de una de las instituciones más antiguas del Estado —«partido» dicen algunos—: las Fuerzas Armadas. Una institución que ha jugado roles fundamentales en la construcción de la nación, y de la que han surgido héroes y mitos fundadores de la patria que han buscado cohesionar a la heterogénea población peruana desde los orígenes mismos de la República. Incluso los traumas causados por las guerras —sobre todo la del Pacifico— constituyen hasta hoy un componente esencial de la identidad nacional y una variable política bastante sensible, como la ultima campaña electoral lo demuestra. Basta mencionar el papel jugado por los militares en la organización de ceremonias cívico-patrióticas como la jura de la bandera y otras, que se desarrollan los domingos en casi todas las plazas públicas del interior del país, y a las que asisten autoridades políticas, vecinos notables y representantes de la sociedad civil local.
La participación de militares en los altos cargos políticos es también una característica permanente en nuestra historia. No se los puede considerar outsiders o excluidos del sistema político, ya que los números no admiten confusión. Entre 1821 y 2005, el Perú ha tenido 74 presidentes, 68,9% de los cuales —51 de ellos— han sido militares: 8 mariscales, 34 generales, 6 coroneles, 2 tenientes coroneles y un contraalmirante. Durante el siglo XX, la tradición se mantuvo con 11 gobiernos liderados por militares, además de una nutrida presencia castrense en los gabinetes civiles. Hasta el momento, ningún presidente ha sido comandante, lo cual no quiere decir que no lo pueda ser ahora o en el futuro. La alta participación de los militares en la política ha llevado a los sociólogos holandeses Koonings y Kruijt a proponer el término ejército político para referirse al caso peruano. El término alude a aquellas instituciones militares que consideran su participación o control sobre la política interna y los asuntos de gobierno como parte central de sus funciones legítimas y patrióticas.
Precisamente, estas fueron las razones que se esgrimieron en 1968 para justificar el golpe de Estado y la instalación del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas liderado por el general Juan Velasco Alvarado. Un gobierno militar nacionalista y reformista que quebró las bases económicas y políticas del sistema oligárquico, y busco limitar la influencia del capital extranjero en favor de un Estado y una economía nacional fuertes. En estas tareas, los militares no estuvieron solos, sino que contaron con la activa participación de intelectuales, técnicos y políticos provenientes de pequeños partidos de centro-izquierda, así como de dirigentes populares del campo y la ciudad. Más allá de la evaluación que uno tenga sobre esta experiencia, es indudable que el gobierno militar de Velasco Alvarado produjo cambios profundos en la naturaleza y composición de la economía y la sociedad peruanas.
Poco después de retirarse del poder en 1980, los militares fueron convocados por los gobiernos democráticamente elegidos para participar en la lucha antisubversiva contra Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru. En amplias zonas del país, conforme este enfrentamiento se agudizaba, los gobiernos civiles abdicaron el poder político en favor de los uniformados, que pasaron a ocupar jefaturas político-militares en las zonas de conflicto. Luego de cruentos enfrentamientos en los que murieron miles de personas no combatientes, los militares derrotaron a los subversivos con la activa participación de las organizaciones de autodefensa indígenas y de las comunidades campesinas.
Toda una generación de jóvenes oficiales, entre ellos Ollanta Humala, hizo su carrera militar durante los años de conflicto, desarrollando vínculos y familiarizándose con los problemas que afligían a las comunidades locales. En muchos lugares donde los municipios, colegios, postas médicas y oficinas públicas no funcionaban por los estragos de la guerra, la única presencia del Estado eran las bases militares. La única autoridad a la que podía recurrir la población eran estos oficiales; una autoridad temida, pero que al mismo tiempo constituía la única esperanza de orden y protección. Quizá por ahí se explique en parte la alta votación obtenida por el candidato Humala en las zonas de conflicto, incluida la localidad de Madre Mía (provincia de Tocache), donde tiene acusaciones de violaciones a los derechos humanos.
Una anotación complementaria es que tanto la generación de Ollanta como la de Velasco, tuvieron que ir al interior a luchar contra la subversión, y aprender en el camino sobre las necesidades y urgencias de la población. La diferencia es que esta experiencia formativa dio lugar en el caso de Velasco de un proyecto institucional de reformas, mientras en el caso de Humala hasta el momento parece ser la iniciativa de un Comandante que rebela primero contra la jerarquía militar y luego ingresa al terreno de la competencia político electoral.
Las relaciones entre los militares y los civiles son bastante fluidas, un aspecto obvio pero poco valorado en el análisis político, donde se tiende a separarlos en compartimentos estancos. Por lo general, se asume que la sociedad civil, como esfera de actividad, solo pertenece a los civiles, una idea que surge de los contextos en los que este concepto reaparece en el análisis académico, durante la segunda mitad del siglo XX. En efecto, es en los contextos de las luchas civiles contra regímenes autoritarios —como las dictaduras militares del Cono Sur y los socialismos estatales de Europa del Este— en los que se establece esta dicotomía.
Sin embargo, como acabamos de ver, en la práctica existen fuertes y variados vínculos entre el espacio militar y el civil. El ejército en sí siempre ha sido un vehículo de movilidad y socialización para jóvenes indígenas y campesinos reclutados a la fuerza para hacer el servicio militar. Una vez terminado su servicio, la experiencia militar pasa a constituir un elemento importante en la identidad y organización de estos ex reclutas. Por ello, en muchas partes del país existen asociaciones de licenciados del ejército, verdaderas organizaciones de la sociedad civil cuyos miembros se reúnen periódicamente para realizar actividades sociales y comunitarias. Muchos de estos hombres formaron parte de las rondas campesinas y las organizaciones de autodefensa que enfrentaron a Sendero Luminoso en alianza con los militares en actividad durante las décadas de 1980 y 1990. Luego, durante los gobiernos de transición, los encontramos como líderes de comunidades campesinas, alcaldes y concejales de centros poblados y distritos rurales. Incluso varios de ellos participan activamente de las mesas de concertación para el desarrollo local en algunas provincias —como Huanta, en Ayacucho, y Churcampa, en Huancavelica —, para luego constituir elementos claves en los movimientos nacionalistas liderados por los hermanos Antauro y Ollanta Humala.
La participación de estos licenciados podría explicar, en parte, el amplio apoyo electoral que ha obtenido la candidatura del comandante Ollanta Humala en las regiones pobres e indígenas más afectadas por la guerra antisubversiva. Sin embargo, esto es más una hipótesis de trabajo que una certidumbre. Sorprende, eso sí, la forma en que, en tan pocos meses, esta candidatura ha podido construir una estructura política nacional de apoyo. Según el informe del conteo rápido de Transparencia, Unión por el Perú tuvo personeros en 75,5% de todas las mesas de sufragio a nivel nacional, mientras Unidad Nacional lo hizo en 77,8% y el APRA en 78,6%. Indudablemente, en esto juega un papel la existencia de experimentados operadores políticos de origen izquierdista que se encuentran a disposición de alguna candidatura con posibilidades de éxito. También que los candidatos al Congreso fueron los encargados de reclutar y colocar a personeros con el objeto de defender sus propios votos en las mesas. Sin embargo, esta explicación no parece ser suficiente, lo cual sugiere la participación de los licenciados en las actividades de vigilancia electoral.
En suma, existen demasiadas evidencias de los estrechos vínculos entre lo militar y lo político como para sustentar la idea de que el comandante Ollanta Humala es un outsider, un personaje excluido de las instituciones del poder y sin vínculos con los círculos políticos. Este no parece ser el caso, más aún si pertenece a una institución que ha participado y participa en la política peruana desde la fundación de la República. Necesitamos una discusión más áspera y menos liviana, como bien reclama Romeo Grompone, para avanzar en el conocimiento de los procesos políticos. Estas notas se inscriben en esta dirección.
Left in limbo: Will Ollanta Humala take Peru the way of Venezuela?
Maxwell A. Cameron
The Guardian. Comment is free
April 10, 2006 12:21 PM
Would the Left Support Ollanta Humala in a Second Round? Not Until He Clarifies his Role in Madre Mia
Maxwell A. Cameron
March 28, 2006
Ollanta Humala is seeking second round support from parties of the left, especially the Partido Socialista and the Movimiento Nuevo Izquierda. These parties are reluctant, primarily because of the doubts about Humala’s human rights record. Susana Villaran travelled to Madre Mia to hear the testimony of victims of human rights abuses. Humala continues to insist that the judiciary will determine his guilt or innocence. Humala’s human rights sigma will cost him left-wing votes that could matter in a second round.
In an interview in Cuarto Poder on Sunday night, Humala appeared evasive on the issue of his actions as commander of the Madre Mia base. He refused to respond directly to questions about his involvement in specific cases of abuse that form the basis for charges that have been brought against him. He said that Argentine President Néstor Kirchner told him he would not have met with him had there been any doubt about his involvement in human rights abuses. This suggests that Kirchner knows more about what happened in Madre Mia than just about everyone in Peru, or that Humala has misconstrued what Kirchner said. One could imagine Kirchner saying in very diplomatic language that if Humala had committed human rights abuses he would not meet with him. One has to wonder what kind of diplomatic relations Peru will have with neighboring countries if this issue is not clarified before an eventual electoral victory.
In another context, Humala apparently suggested that the judicial investigations into his actions in Madre Mia have found no evidence of wrong-doing. This was reported yesterday night in Cecilia Valenzuela’s Ventana Indiscreta. In fact, the investigations are ongoing and the principals are guarding their silence.
As Rosa Maria Palacios suggested in Prensa Libre last night, Humala has much to gain from telling a credible story about his role in Madre Mia, one that no doubt would cast him in a patriotic light. The continuing evasiveness, however, makes him look guilty.
The reticence of the left has infuriated Humala, who has called its leaders “old cacique” (or bosses) who sabotaged the United Left in the 1980s and were not of the stature of Alfonso Barrantes (mayor of Lima in the 1980s). While the Partido Socialist has been reluctant to ally itself with Humala, there has been some talk of an alliance with Paniagua’s Frente de Centro. Susana Villaran has rejected this possibility.