Peru Election 2006

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Jurgen Schuldt on Ollanta Humala and the “Tunnel Effect”

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Humala y el ‘efecto túnel’
Por Jurgen Schuldt
Peru 21, 13 de enero del 2006

“Si pretendemos mantener la democracia, por más ‘delegativa’ que sea, el próximo gobierno tendrá que afrontar la ‘crisis distributiva'”.
Hace unas semanas, El Comercio publicó una encuesta a nivel nacional de Apoyo sobre preferencias electorales. El dato que más sorprendió fue el ascenso de Ollanta Humala hasta 22%, el doble que un mes antes y a solo tres puntos debajo de Lourdes Flores. Afloraron así tanto la indignación y el susto en los niveles socioeconómicos A y B, como la esperanza y fascinación de parte importante de los C, D y E.
Son muchos y muy complicados los factores que permitirían explicar el surgimiento sorpresivo -una vez más- de un candidato supuestamente comprometido con ‘el gran cambio’. Entre los complejos elementos en juego, me parece que un proceso dinámico, planteado por el prestigioso economista Albert Hirschman, en 1973, lo explica en gran medida el denominado ‘efecto túnel’. Otros autores lo han denominado ‘factor esperanza’ (Pablo González Casanova) o ‘política de la frustración’ (Ralf Dahrendorf) o ‘tolerancia limitada frente a las desigualdades’ (Adolfo Figueroa).
De acuerdo con esta hipótesis, mientras las personas tienen la esperanza de ver alguna luz al final del túnel y de llegar a destino, la tolerancia respecto de las desigualdades e injusticias predominará sobre la impaciencia. Esto sería así porque saben que, si alguno de los viajeros que iba en otro vehículo pudo avanzar en esa dirección o incluso llegar hasta allá, ellos eventualmente también lo podrán lograr. En ese entendido, “el efecto de túnel opera porque los avances de los demás proveen información acerca de un ambiente externo más benigno; la recepción de esta información produce satisfacción; y esta satisfacción supera a la envidia o, por lo menos, la suspende”. Con buenas razones, por tanto, Hirschman concibe esta externalidad como una especie de ‘válvula de seguridad’ que asegura el statu quo.
Es decir, que muy bien puede haber una contradicción aparente entre las ‘condiciones objetivas’ dadas por paupérrimos ingresos, pésimas condiciones de trabajo y privación general, por un lado, y un favorable ‘sentimiento subjetivo’ de esperanza y expectativas, por el otro. Con lo que la tolerancia y, en muchos casos, la resignación predominan frente a la rebelión. Esta hipótesis resultaba novedosa en su tiempo y contrastaba con la que postulaba entonces la mayoría de antropólogos, sociólogos y economistas, quienes proclamaban -y que hasta ahora comparten muchos- que la pobreza extrema nutre y es el principal determinante de los sentimientos contra-sistémicos.
En cambio, detrás del planteamiento hirschmaniano, persiste la esperanza de ascenso social por un buen tiempo, en que las condiciones objetivas -por pésimas que sean- no resultan determinantes. Sin embargo, según ese autor, ese proceso no dura ad infinítum: “Pero esta tolerancia es como un crédito que se vence en cierta fecha. Se concede con la esperanza de que, finalmente, se reducirán de nuevo las disparidades. Si esto no ocurre, habrá inevitablemente problemas y quizá desastres”. Es decir, en el momento menos pensado, el proceso puede desembocar en desilusión, frustración, agresividad y depresión en el nivel personal-familiar y, más adelante, puede materializarse en movilizaciones sociopolíticas a diversos niveles y espacios locales, regionales o, en el extremo, nacionales. En nuestro caso, ha desembocado efectivamente en emigración masiva, delincuencia común, terrorismo resucitado, corrupción desaforada y, en esta coyuntura electoral, en anómicos votos ‘anti-establishment’.
Y, en efecto, si bien el auge -la bonanza macroeconómica- continúa en el país, el ‘efecto cascada’ o ‘chorreo’ ha venido violando persistentemente la ley de gravedad, a contrapelo de toda la acrobacia estadística ensayada por ciertos economistas y voceros del gobierno para fundamentar que el derrame se vertió sobre los más pobres. Por lo que, como bien ha dicho Figueroa, se presenta aun más pronunciada la crisis distributiva: “Los individuos no están dispuestos a tolerar cualquier grado de desigualdad. Hay grados de extrema desigualdad que no tolerarían. Pero, además, actuarían para remediar esta situación que la consideran injusta. Huelgas, protestas, redistribución privada con violencia son algunos de los mecanismos que utilizarán los individuos para tratar de restaurar una situación de desigualdad que sea más justa. Cuando el grado de desigualdad pasa los umbrales de tolerancia social, se produce caos y violencia; cuando el grado de desigualdad se encuentra dentro de los límites de la tolerancia social, existe orden social”.
Es decir, se pasa de la gratificación al desencanto y, finalmente, a la indignación y la rebelión. Lo interesante de este proceso es que, llegado un momento, se da un efecto huayco, al que se refería Hirschman, cuando señalaba que las frustraciones se van acumulando silenciosamente y que -sin aviso previo- pueden explotarle en el rostro al gobierno y en el momento menos esperado; o, -como en la coyuntura actual- en las intenciones supuestamente perversas de voto. En tal sentido, el cambio de estados de ánimo puede darse repentinamente, sin que medien necesariamente causas exógenas aparentes: “La ausencia de realización de la expectativa hará que en algún momento me ‘ponga furioso’, es decir, me convierta en un enemigo del orden establecido. Este cambio de partidario a enemigo es simplemente un resultado del paso del tiempo: no hay ningún evento externo particular que desate este giro dramático. En este sentido, la teoría del conflicto social propuesta aquí es muy distinta de la hipótesis de la ‘curva J’, que atribuye los estallidos revolucionarios a una recesión repentina de la actividad económica tras un largo auge”, según Hirschman.
Si pretendemos mantener la democracia en el Perú, por más ‘delegativa’ que sea, el próximo gobierno -independientemente de su color político- tendrá que afrontar la ‘crisis distributiva’; tan bien diagnosticada por Figueroa y tan poco percibida por los contendores del 9 de abril y del 11 de mayo, cuando nos veremos obligados a elegir entre Guatemala y guatepeor.

Written by Michael Ha

January 15th, 2006 at 8:27 am

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