Peru Election 2006

Editorial: Inaceptable manoseo de los derechos humanos en la campaña electoral
El Comercio, 19 de febrero del 2006
Es penoso y peligroso que un tema tan sustantivo para la salud de una nación, como el de los derechos humanos, haya entrado a formar parte del debate electoral de un modo poco serio. Y, peor aun, que esté siendo manoseado y ninguneado por algunos candidatos y hasta por autoridades en ejercicio.
Hay aquí un grave error de fondo, que revela una visión distorsionada de principios fundamentales inherentes a la persona humana y vinculados estrechamente con la realidad de nuestro país y nuestro pasado reciente.
¿Acaso hemos olvidado los terribles y sangrientos años de barbarie terrorista que conculcaron derechos humanos y promovieron la confrontación y la desconfianza entre militares y civiles, entre pobladores urbanos y rurales, entre pobres y ricos y, en general, entre peruanos?
Por ello, llama negativamente la atención que un tema tan trascendental no haya estado, desde el primer momento, en lo más alto de la agenda de los principales candidatos presidenciales, varios de los cuales siguen enfrascados en una insana competencia de insultos y promesas materiales que saben que no podrán cumplir.
Y, cuando finalmente el asunto ingresa al debate, a raíz de las graves denuncias contra el candidato presidencial humalista, resulta que no hay reacciones claras, se da largas al tema o se trata de minimizarlo, reavivando viejos prejuicios y reabriendo heridas que nunca cerraron en torno a la relación entre civiles y militares.
Y cuando se exige un pronunciamiento de las autoridades, en un clamoroso intento de exigir justicia aunque sea tardía, la respuesta del ministro de Defensa es otra bofetada al razonamiento y al dolor de estos ciudadanos. ¿Cómo es posible que diga que no hay expedientes ni registros de los alias de los militares que participaron en la lucha antisubversiva? ¿Quién, en su sano juicio, podrá creer eso?
Esto solo revela el malsano espíritu de cuerpo que lamentablemente ha caracterizado a las instituciones militares, con negativas consecuencias para la administración de justicia y la convivencia social.
Igualmente son deplorables las conductas electoreras de aquellos candidatos que, sin medir las consecuencias, tratan de manipular temas tan delicados como la amnistía a militares y policías, simplemente para ganar votos; así como de quienes han aprovechado groseramente la ocasión, incluso para atacar a la Comisión de la Verdad y de la Reconciliación, en lugar de comprometerse con el seguimiento puntual de las recomendaciones.
Todo esto es indignante y demanda una profunda reflexión y un cambio de actitud de los candidatos y de las autoridades, para lo cual es exigible la presencia activa de los ciudadanos y electores. Estos tienen que evaluar severamente dichas posiciones y conductas, no solo por una cuestión de principio, sino también por puro pragmatismo.
Quienes pretendan acceder a posiciones de gobierno deben tener la suficiente autoridad moral para hacerlo, lo cual se vincula necesariamente al estricto respeto, pasado y presente, de los derechos humanos fundamentales.