Peru Election 2006

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Mario Vargas Llosa comments on the Peruvian Election

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An opinion piece by Mario Vargas Llosa published in El Comercio is sure to be widely read and discussed.


Hora de votar
Por Mario Vargas Llosa, Escritor
El Comercio, 13 de marzo del 2006

“A estos varios millones de peruanos la idea de que el Perú esté progresando les parece una burla: ¿Qué clase de progreso es este que a ellos los deja igual o peor de lo que estaban? Desde su punto de vista, tienen toda la razón del mundo”
De todas las elecciones suele decirse que son decisivas, neurálgicas, que, a partir de lo que revelen aquellas ánforas, ocurrirán cambios fundamentales, para bien o para mal, en el país llamado a votar. Pero es muy posible que este lugar común sea una estricta verdad en el caso de las elecciones presidenciales y parlamentarias que tendrán lugar en el Perú el próximo 9 de abril.
Los dos candidatos que van a la cabeza de todos los sondeos –la democristiana Lourdes Flores y el nacionalista comandante (r) Ollanta Humala– representan no solo dos tendencias políticas sino una alternativa radical: la continuidad del sistema democrático, que la sociedad peruana recuperó en el año 2001, a la caída de la dictadura de Fujimori y Montesinos, o la instauración de un régimen populista y autoritario, semejante al que ha apuntalado ya en Venezuela el comandante Hugo Chávez, de quien Ollanta Humala es protegido y admirador.
El comandante Humala se hizo conocido en las postrimerías de la dictadura de Fujimori, encabezando, con su hermano Antauro, un extraño levantamiento militar que se proclamaba antifujimorista, aunque muchos sospechan ahora que era una maniobra de distracción, planeada en secreto contubernio con Montesinos, para facilitar la fuga de este siniestro personaje, el verdadero poder y jefe de la corrupción detrás de Fujimori.
Ollanta Humala aparece segundo en las encuestas, con un porcentaje de votos que se acerca al tercio de las preferencias del electorado que ya ha decidido su voto (hay todavía un número grande de indecisos). Un porcentaje en verdad muy alto, si se tiene en cuenta que, desde hace por lo menos dos meses, los medios de comunicación han sacado a la luz, en la biografía de Ollanta Humala, toda clase de sapos y culebras que hubieran debido mellar su popularidad: desde los crímenes y torturas en que se habría visto implicado durante la guerra contra Sendero Luminoso, cuando, con el seudónimo de ‘Capitán Carlos’, comandaba la guarnición Madre Mía en la selva amazónica, hasta la larga lista de arribistas y politicastros y aun individuos con prontuario policial que se han arrimado a su candidatura y que figuran en su comando de campaña o en sus listas parlamentarias.
Esas revelaciones no han rebajado el respaldo que tiene; lo han aumentado. Esto dice mucho sobre la estructura social y económica del Perú (y de buena parte de América Latina). El país ha tenido unos años de bonanza económica y todos los indicadores ‘macros’ son excelentes: inflación controlada, reservas altísimas, crecimiento sostenido, inversiones y crédito internacional. Pero esta bonanza solo beneficia de manera tangible a una cuarta o, tirando hacia el optimismo, a esa tercera parte de la población que ve en Lourdes Flores una esperanza de que este relativo progreso continúe y se acelere en su gobierno.
El abismo entre ambos extremos es infranqueable. Por lo menos un tercio de la población vive atrapada en unas condiciones de vida que la impermeabilizan contra todo beneficio derivado de las buenas cifras de la macroeconomía peruana. Campesinos, sectores urbano-marginales, migrantes que no consiguen implantarse en las ciudades, desempleados y jubilados que no pueden parar la olla con sus magras pensiones, etcétera. A estos varios millones de peruanos la idea de que el Perú esté progresando les parece una burla: ¿qué clase de progreso es este que a ellos los deja igual o peor de lo que estaban? Desde su punto de vista, tienen toda la razón del mundo. La bonanza es un privilegio de minorías en una sociedad donde, por falta de reformas básicas en la educación, la salud y la difusión de la propiedad, buena parte de la población queda automáticamente excluida de la modernización y el progreso que monopolizan las élites.
De ahí la frustración, la cólera y el pesimismo que el comandante Ollanta Humala explota con todo éxito. Sus diatribas contra la clase política corrompida, contra los parlamentarios que ganan fortunas y no sirven para nada, contra las empresas extranjeras que se aprovechan de los recursos nacionales y humillan a los peruanos, y sus promesas de llevar a la cárcel o al paredón a los explotadores y ladrones tocan un nervio muy vivo en quienes, por ignorancia, injusticia o desesperación, creen que el sistema democrático y la economía de mercado son los responsables de su perra suerte. No sospechan que las recetas que el comandante Humala les ofrece son peores que la enfermedad y que si este llegara al poder sus condiciones de vida empeorarían todavía más.
Aparte de Hugo Chávez, el otro modelo de Ollanta Humala es el general Juan Velasco Alvarado, que encabezó entre 1968 y 1975 una dictadura militar que nacionalizó tierras, industrias, medios de comunicación, suprimió toda forma de vida democrática y sumió al Perú en una crisis económica y un desprestigio internacional sin precedentes, solo comparable al que produjo el gobierno de Alan García (1985-1990) con la hiperinflación, las estatizaciones y la guerra al sistema financiero internacional que empobrecieron y dejaron al país moral y políticamente en ruinas. Que, pese a semejantes precedentes, el comandante Humala ofrezca repetir dicho modelo socioeconómico y que casi un tercio de los peruanos lo apoye, dice mucho sobre la desinformación, la amnesia y el masoquismo que aderezan a veces la política en el tercer mundo.
¿Podrá mantener Lourdes Flores hasta el 9 de abril la ventaja de ocho a diez puntos que las encuestas señalan sobre su competidor más cercano? Ojalá que así sea, pero no está asegurado. Es la primera vez, con ella, que la democracia cristiana, un partido que siempre tuvo un techo urbano y limeño, rompe esos límites y consigue una audiencia muy amplia a lo largo y ancho del país. Y es mérito de la candidata, una abogada que se hizo conocida en 1987, oponiéndose a los intentos de estatizar los bancos de Alan García. En los últimos años ha recorrido incansablemente el interior y los sectores más pobres y marginales, explicando, de manera sencilla, sin demagogia, que la pobreza se combate solo de una manera, creando empleo y riqueza, y que ello es posible si hay una política que incentive las inversiones, la apertura de nuevas empresas, promueva la educación y la salud y vaya creando aquella igualdad de oportunidades sin la cual la democracia es letra muerta para la mayoría de la población.
Lourdes Flores ha resistido con éxito hasta ahora las campañas de guerra sucia –diatribas y calumnias a granel– que, el Apra, gran especialista en la materia, ha desatado contra ella. Su condición de mujer la favorece. En el Perú, igual que en otras partes, se tiene la impresión de que las mujeres son menos propensas a la corrupción que los varones (ocurre, por ejemplo, con la policía femenina) y, también, de que, justamente por los esfuerzos enormes que han tenido que hacer para sobresalir en una sociedad tan machista como la peruana, están mejor preparadas para asumir responsabilidades de gobierno. Todas las encuestas dicen que si Lourdes Flores pasa a la segunda vuelta, se impondrá fácilmente a Ollanta Humala, o al candidato que figura tercero en los sondeos: Alan García.
Que, con sus truculentas credenciales, el presidente que trajo al Perú más cataclismo social y económico que la Guerra del Pacífico, figure tercero en esta liza muestra hasta qué punto, en esta campaña electoral, el olvido es un protagonista mayor, y cómo el histrionismo influye más en ella que los programas y las ideas. Al inicio de su campaña, Alan García se mostró muy serio, tratando de demostrar que había cambiado, que ya no era más el jovencito alocado y demagogo que destrozó al país que le confió la presidencia. Exponía un proyecto social demócrata de centro izquierda, con algunas coces a los empresarios y a las transnacionales, para no perder la costumbre. Pero, como esta estrategia responsable lo iba alejando de los dos punteros, comenzó de pronto a condimentar sus presentaciones públicas con el exhibicionismo coreográfico, bailando los bailes de moda, el reggaetón y el perreo. Muchos creímos que este espectáculo del líder cincuentón, obeso y pelopintado, moviendo con furia el trasero para ganarse a la juventud, lo hundiría del todo en las encuestas y el ridículo. Pero, no ha sido así: ha comenzado a ganar puntos y algunos dicen que, si sigue meneándose con tanto ahínco, podría superar a Humala y disputar tal vez la final con Lourdes Flores.
DE EL COMERCIO
Un error garrafal en el proceso de edición de la columna Piedra de Toque de Mario Vargas Llosa, publicada ayer, cambió sustantivamente el sentido del texto original, al afectarse el segundo párrafo. Publicamos aquí la versión correcta y completa. Cabe resaltar que el texto fue escrito el 8 de marzo, antes de la publicación de las últimas encuestas. Nuestras disculpas al autor y a nuestros lectores por las involuntarias molestias causadas.

Written by Michael Ha

March 14th, 2006 at 4:19 pm

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