Peru Election 2006

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Ollanta Humala: Dealing with the Unknown

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Rosa Maria Palacios, Juan Carlos Tafur and fari Kahhat analyze how little we know about the candidate leading the polls.


¿Lo conoce?
Rosa María Palacios
La Primera, 2 de abril del 2006

¿Qué tienen en común Lourdes Flores, Alan García, Valentín Paniagua y Martha Chávez? Tal vez una sóla cosa de importancia: usted los conoce. Sabe quién es quién. Los ha visto, para bien o para mal en sus peores y mejores momentos políticos.
Los ha observado triunfar y fracasar, estar en el poder o estar en la oposición y conducirse con corrección o incorrección. Tal vez no los conozca en un plano personal y humano, tal vez los deteste por conocerlos más, o los desprecie o los idolatre o le sean indiferentes, pero todos ellos, con veinte o más años en la política nacional, ya no tienen mucho que ocultar. Desventaja para algunos candidatos, gran ventaja para todos los electores.
Y usted, ¿sabe quién es Ollanta Humala? ¿Es el buen padre de familia que aspira a un mejor futuro para sus hijas o es el Capitán Carlos de Madre Mía? ¿Es el hombre moderno y abierto al mundo que ofrece garantías a la inversión privada o es el político irresponsable que anuncia con demagogia que va a violar unilateralmente (“revisar”, es el eufemismo que usa) la palabra del Estado, empeñada en cada contrato de concesión sin advertirle al país los costos que todos pagaremos en indemnizaciones por daños como sucedió con la IPC y la Belco?
¿Es el que dice en cada discurso que la libertad de prensa estará garantizada o es el que presenta su Plan de Gobierno declarando que los medios de comunicación se organizan para ejercer la opresión y así conseguir la hegemonía imperial (por favor, ver página 6)?
¿Es el hombre libre de todo compromiso político y servidumbre ideológica o es el que se pasa negociando cinco meses con el Partido Comunista, cuyo líder hoy declara como triunfo político haber ganado, por lo menos, “la batalla de las ideas” debido a su gran influencia en Humala?
¿Es el hombre independiente de todo vínculo familiar o es el hermano de Antauro (el “loco”, según el propio Ollanta), el hoy preso que utilizó el nombre del candidato por años para preparar políticamente su camino? ¿Es el estadista libre de toda alineación internacional o es el aliado encubierto de Hugo Chávez?
¿Es el hombre que niega políticamente a sus padres o es el que hace política en familia cuando hace sólo unos meses compraba el kit electoral para inscribir a los etnocaceristas? ¿Es el comandante o es el candidato civil? ¿Es el demócrata o es el dictador potencial nacionalista y fascista?
¿Quién es este hombre? La verdad es que no lo sé. Cuando lo entrevisté en octubre y noviembre pasados, con 5% y 10% de intención de voto respectivamente, me pareció un hombre carismático y simpático, en comparación con sus familiares, pero no me fue posible apreciar mucho más que eso.
Las contradicciones y oscuridades empeoraron cuando en enero lo vi, sentado en Caracas, aplaudiendo a Hugo Chávez, así como cuando aparecieron denuncias de violación de derechos humanos o cuando su envalentonada familia comenzó a proclamar disparates.
Su plan de gobierno, contradicho por él mismo y sus candidatos al Congreso, se vende como serpentina en carnaval pero está lleno de amenazas veladas y no deja más que dudas.
Sus fuentes de financiamiento, sus juntas con empresarios aventajados, militares velasquistas, abogados cuestionados y trepadores profesionales tampoco es auspiciosa.
Con lo poco que sé, podría condenarlo hoy por lo que ya sospecho y, sin embargo, podría ser yo la equivocada porque la oscuridad, para ventaja del que se oculta, deja eso, la duda. Sin embargo, hay algo que sí conozco de Ollanta Humala.
Tal vez la única certeza de su candidatura es que no responde lo que se le pregunta, no tiene ningún interés en aclarar su oscuro pasado en Madre Mía y, a estas alturas, no acepta entrevistas de otros que, como yo, exigen algunas respuestas que evade, eso sí, consistentemente.
En estas elecciones usted debe elegir entre lo que conoce (malo, bueno, regular o pésimo) y lo que no conoce por estar aún en las sombras. De cada peruano dependerá si vota sabiendo o vota suponiendo.
Crisis a la vista
Columna del Director, Juan Carlos Tafur
La Primera, 2 de abril del 2006

Cuando uno escucha con atención a Ollanta Humala encuentra que el candidato exhibe posturas, si bien claramente izquierdistas, muy alejadas de opciones estatistas radicales o políticamente apocalípticas.
Eso sucede en términos objetivos. Hay, qué duda cabe, derecho de creer o no en sus palabras, pero lo cierto es que de su discurso no se puede extraer mayores horizontes tormentosos.
El propio Humala juega a la ambigüedad, consciente de que ello, si bien genera justificado temor e incertidumbre, no lo enajena de quienes creen que el suyo es un proyecto democrático de centroizquierda y al mismo tiempo no defrauda a sus bases, las cuales lo siguen no por el aire moderado que quiere mostrar en presentaciones periodísticas sino porque creen que se viene de a verdad una revolución autoritaria y estatista, si no velasquista, chavista en todos sus extremos.
A nuestro juicio, subsisten ambas pulsiones al interior del propio Humala y de su movimiento y el desenlace final va a depender del grado de poder que logre acumular y del grado de resistencia social que encuentre.
Por lo pronto, queda claro que detrás suyo apenas está el 30% de la población y que no contará con poderes absolutos en el Congreso. Si la oposición no se arredra frente a los mandobles que pudiera lanzar si llega a Palacio, si lo mismo sucede con las principales instituciones del país, incluídos los medios de comunicación, será muy difícil que pueda “refundar la República” como pomposamente pretende.
Sería bueno, en consecuencia, que por su propia viabilidad gubernativa, se encargue, si no en la primera vuelta en la segunda, de dejar bien sentado ante sus electores que el suyo será un gobierno muy distinto al que ellos esperan. Si las encuestas no se equivocan, la correlación de poder que Humala tendría de ganar las elecciones no le va a permitir hacer lo que le venga en gana.
La inflación de expectativas existente le puede jugar, en ese sentido, una mala pasada y terminar produciendo en muy poco tiempo una frustración colectiva que convierta su actual química popular en virulencia contraria.
Porque así son los afectos colectivos: fugaces y traicioneros. La sombra que se cerniría sobre el país no sería, si ello ocurre, la de Hugo Chávez, sino la de Lucio Gutiérrez.

“Virginidad política no es mérito”
Por Ana Núñez
La Republica, 31 de marzo del 2006

ENTREVISTA FARID KAHHAT
• Internacionalista y catedrático de ciencias políticas en la universidad Católica, evalúa posibles escenarios de la segunda vuelta. Ensaya, además, similitudes y diferencias de Ollanta Humala con el presidente venezolano Hugo Chávez.
–Considerando el nacionalismo indigenista en Bolivia, a Chávez en Venezuela, el triunfo de la izquierda en Argentina, Chile y Brasil, ¿dónde ubicar un eventual gobierno de Ollanta Humala?
–En América del Sur hay dos grandes bloques de izquierda. Una más cercana a la social democracia, en el cono sur, en Brasil, Chile, Uruguay y en menor medida Argentina; y una más cercana al viejo populismo latinoamericano, en Bolivia, Perú y Venezuela. Humala está más cerca de este segundo bloque, un populismo con discurso nacionalista. Pero también es distinto en algunos aspectos. En el caso venezolano, uno evidente es que ese país cuenta con ingentes recursos de petróleo bajo control estatal. Entonces, Venezuela tiene un margen de maniobra que no tendría el gobierno de Humala.
–Se dice que Humala está más cerca de Chávez que de Morales.
–Efectivamente, Humala se parece más a Chávez, en el sentido de que se trata de mandos medios militares de origen mesocrático, mestizos y de clase media baja, que intentan golpes de Estado –fallidos en ambos casos– que son el inicio de una carrera política que lleva tras de sí un movimiento aluvional más que un partido político. Dicho sea de paso, un elemento que tendrían en común Chávez, Morales y un eventual gobierno de Humala es que buscaría un mayor margen de autonomía respecto de los Estados Unidos.
–¿Esta situación obligaría al Perú a tener a Venezuela como su principal aliado económico?
–Mucha gente preveía que a través de la exportación del modelo de misiones como forma de política social y las eventuales inversiones en pobreza del monopolio estatal del petróleo en Venezuela, Chávez iba a captar al gobierno boliviano; pero el gobierno de Morales está siguiendo una línea independiente, creo que está pensando en la realidad boliviana y no en las prioridades de Chávez. Si Humala llegara al gobierno y quisiese tener perspectivas de éxito, debería hacer lo mismo. Por otro lado, la capacidad de Chávez de ser un mecenas generoso con sus aliados políticos está tocando fondo.
–¿Se puede prever que un gobierno de Humala buscaría convertir las Fueras Armadas en su pilar en el gobierno?
–Es probable, teniendo en cuenta que no tiene un partido digno de ese nombre, que tendrá una bancada minoritaria. Se me hace que podría buscar en las FFAA el partido que no tiene, como en buena medida hizo Fujimori.
–Un respaldo de las cúpulas militares puede ser la tentación a la extensión del mandato.
–Bueno, para ello no tendría otra opción más que patear el tablero. Pero, efectivamente, las aristas autoritarias son claras. Cuando (a Humala) se le dijo que representa una opción dictatorial, respondió que se trataría de la dictadura del pueblo y que eso es una democracia. Eso no es cierto, una democracia solo requiere de la aprobación de la mayoría. Hitler pudo haber reivindicado eso, y ello no lo convertía en un demócrata.
–¿Comparte la visión de que esta elección es una lucha entre la dictadura y la democracia?
–Sí, pero habría que hacer una atingencia. Yo creo que Humala es un síntoma, no es el problema. El problema de fondo es que un sector relativamente amplio de la sociedad peruana se siente excluida de todos los beneficios del sistema político, del desarrollo económico. No sienten que el Perú sea suyo, y quieren recuperar el país para sí aun a costa de esa élite a la que perciben como parasitaria del Estado. Quienes nos consideramos demócratas debemos hacer una crítica seria de que esto no puede seguir así. Y el temor a un triunfo de Lourdes Flores sería a que la élite crea que pasó el susto y que pueden continuar las cosas como siempre, con lo cual nos arriesgaríamos a que en cinco años estemos repitiendo la experiencia actual.
–Entonces, ¿de todas maneras habrá un bloque antihumala?
–Sí, entre quienes sienten el temor de una eventual victoria de Humala. Algunas encuestas lo sugieren: Flores baja en su intención de voto, pero en la segunda vuelta recupera una ventaja que había perdido en la encuesta anterior de Apoyo, que le daba empate técnico con Humala. Sin embargo, hay que ver esto con pinzas.
–¿Cuál es su análisis?
–Diría que el voto de Paniagua probablemente pase a Lourdes Flores en la eventualidad de que ella pase a segunda vuelta; y el aprista también, más aun si el partido pide formalmente que eso ocurra. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que la base popular del Apra se parece más al electorado de Humala que al de Lourdes Flores. El gran enigma sería el voto fujimorista. A lo que voy es que, efectivamente, se va a formar un bloque antihumalista; y finalmente en segunda vuelta entra a tallar el factor del mal menor, pero no sé si eso sea suficiente para impedir su triunfo.
¿Un outsider de izquierda?
–Usted afirma que Ollanta Humala se acercaría al viejo populismo latinoamericano. ¿Esto implica también que representa una propuesta de izquierda? Lo digo al recordar que Humala convocó a las izquierdas peruanas a votar por él.
–Bueno, esa fue una gran discusión en América Latina, si el populismo era realmente de izquierda. Los comunistas y marxistas decían que no, algunos populistas reivindicaban la condición de izquierdistas, otros no en realidad, como Perón en Argentina. La misma suspicacia suscitaría el discurso de Humala, que no se ha reivindicado de izquierda sino hasta que decidió alinearse con Chávez en Venezuela.
–¿Es el líder nacionalista un outsider? Se dice que habiéndose desempeñado como agregado militar, él también es parte del sistema político.
–Es un outsider en el sentido de que, efectivamente, no tiene trayectoria política. Pero hay que recordar que estos outsiders una vez que llegan al gobierno tienden a convertirse en los más tradicionales de los políticos, entre otras razones porque intentan atornillarse en el poder. Recordemos a Alberto Fujimori, que intentó permanecer durante tres períodos presidenciales –por lo menos– cuando había sido elegido bajo una Constitución que prohibía la reelección inmediata. Entonces, ser un outsider no es garantía de honestidad o virginidad política. En realidad, la virginidad política no es un mérito, en mi opinión.

Written by Michael Ha

April 2nd, 2006 at 5:32 am

Posted in Political Parties

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