Jorge Bruce on the Demand for Change
Jorge Bruce has written a characteristically witty and insightful analysis of the election results.
Interpretar la demanda de cambio
Perú 21, 16 de abril del 2006. Por Jorge Bruce
Todo parece indicar que la segunda vuelta se definirá entre dos versiones pervertidas de la izquierda: una socialdemocracia desacreditada y sin credibilidad, por un lado, un nacionalsocialismo deliberadamente gaseoso, por el otro. Los representantes de esa izquierda sui géneris, que presenta como candidatos a personajes tan ominosos como Giampietri o Humala, tienen los dos grupos más importantes en el Congreso. Sin embargo, la primera votación la tuvo la hija del dictador preso y acusado, faltaba más, de crímenes horrendos. A su vez, el partido de la mafia, que medró a su sombra, obtiene un número considerable de escaños. Quienes pensaban que era imposible descender más bajo que el Parlamento actual deben estar rascándose la cabeza. Una novel congresista aprista fue elegida por su belleza y la notoria prominencia de sus propuestas: en su foto de campaña llevaba un polo ajustado y sobre el busto se leía: “la oportunidad de los jóvenes”. Los jóvenes decidieron no dejarla pasar. Daniel Abugattás, el deslenguado y defenestrado vocero de UPP, saltó en las preferencias electorales tras insultar a la primera dama (me recordó un grafiti: “Las putas al poder: sus hijos ya fallaron”). Los ejemplos podrían continuar hasta copar las páginas del diario. El electorado ha recompensado la corrupción, la ineficiencia, el autoritarismo, el cinismo, la seducción fácil, la agresión, la chabacanería. Hay excepciones, pero estas confirman la regla. Y la regla consistió en, de ser posible, elegir lo peor. Lo cual no era difícil, dada la oferta.
Ante ese panorama, es grande la tentación de adoptar actitudes maniqueas. La primera consistiría en enrostrar al electorado su voluntad de autodestrucción. Su actitud de ya que estoy hundido, pues hundámonos todos, en la línea de Sansón y los Filisteos. Todo suicida -dicen algunos textos de psicopatología- es un homicida encubierto. También se le podría reprochar su escala invertida de valores, diagnosticarle el síndrome del compromiso de integridad, la identificación inconsciente con los antivalores de la corrupción. Algunos llegan incluso a tildarlos de masoquistas. Hay menciones a la ignorancia, la ceguera y hasta al embrutecimiento colectivo como producto de la mala alimentación y una educación paupérrima. Aunque estos argumentos puedan ser sostenidos en alguna medida, la falta de un contexto social y económico los encierra en una perspectiva reductoramente psicológica que los relativiza. De lo contrario sería preciso concluir que hay algo derrotado y sumiso, así como pasivo-agresivo, en la esencia de los peruanos. Pero entonces no entendemos lo que sucede con su cultura e historia, con las circunstancias tanto concretas como imaginarias -no menos significativas- de su existencia.
De otro lado se encuentran aquellos que han leído en los resultados de esta votación una voluntad de cambio. La opción mayoritaria por la izquierda, a pesar de las objeciones contra esos grupos acusados de violaciones de los DD.HH., implicaría una ruptura con el modelo económico y social representado por el régimen que sale, cuya posta pretendía tomar, afinándola, Unidad Nacional. Grupo que sostuvo una posición ambigua frente al fujimorismo y fue incapaz de aquilatar la trascendencia del informe de la CVR, con lo cual dejó en claro las inmensas limitaciones éticas de su proyecto. Pero esa voluntad de cambio que han recogido una serie de analistas también requiere ser cuestionada.
Obviamente, quien se encuentra en una situación desastrosa, como es el caso de tantos compatriotas, querrá cambiar. Es interesante, al respecto, que la votación del extranjero vaya mayoritariamente para Lourdes. También ellos quieren que el Perú cambie, pero su demanda es otra y sería igualmente reductor caracterizarla como derechista, aunque el proyecto de UN lo sea. El asunto es interpretar la naturaleza de la demanda. No es lo mismo -observa Lacan- constatar la carencia que saber lo que se quiere. Tendremos cinco años -por lo menos- para averiguarlo.